(*) Este texto es parte de un trabajo que originalmente fue expuesto por el autor en la charla ¡Filibusteros, al abordaje! llevada a cabo en la librería "Mar Adentro" del puerto de Veracruz el 4 de mayo de 2018.
Luis Villanueva
François de Grammont de la Motte, pirata, corsario y filibustero. Fue un caballero francés conocido como Michel de Grammont, (Granmont, Agramont o monsiur Ramón por los españoles). Nació en París, Francia hacia 1645[1] (aunque otras versiones dan como fecha 1625). Huérfano de padre desde muy pequeño, estuvo al cuidado de su madre, quien volvió a casarse. Siendo un niño, un oficial se enamoró de su hermana, pero al observar que el trato que le daba a ella no era el mejor, le reclamó. Como el pretendiente lo trató como el menor que era, Grammont, indignado, tomó una espada y con tres certeras estocadas lo hirió de muerte. Con todo, antes de fallecer el oficial le perdonó.
Ya con más edad ingresó al servicio en el Real Regimiento Naval, distinguiéndose y adquiriendo reputación en las diferentes campañas en las que participó, lo que le valió recibir el mando de una fragata, Le Hardi, para hacer el corso a favor de Francia y con derecho a un quinto de las ganancias. En esta actividad capturó cerca de la Martinica una flota de barcos holandeses con un cargamento valorado en 40 mil libras. Llevó la mercadería a Santo Domingo, en donde perdió en el juego y en el despilfarro no solo su parte sino también la de sus socios, por lo que no se atrevió a regresar a Francia. Fue entonces cuando decidió convertirse en filibustero; en donde su buen temple, franqueza y amabilidad, conquistaron desinteresadamente a muchos. Con estas virtudes, Grammont pudo haber logrado los más grandes honores que la guerra da, pero su afición por las mujeres y el vino fueron un gran impedimento.[2]
La descripción anterior, del jesuita e historiador François de Charlevoix no es muy diferente, por lo menos en cuanto a la parte positiva se refiere, a la del también historiador León Guérin:
“Hombre que poseía el arte de cautivar, de arrebatadora elocuencia, de gracia distinción en las formas, de brillante valor, héroe ídolo de los filibusteros franceses.”[3]
Alrededor de 1675, el gobernador de Tortuga dio a Grammont una patente de corso, demostrando desde el principio que estaba al nivel de otros capitanes de renombre, como el inglés Henry Morgan.[4] Cuando en mayo de 1678 estalló la guerra franco-holandesa, Grammont se unió a la flota comandada por Jean II, Conde d’Estrées, quien planeaba atacar la isla holandesa de Curaçao. Pero la flota, compuesta por 12 fragatas, tres navíos incendiarios, dos transportes, un barco hospital y 12 barcos filibusteros, naufragó debido a un error de navegación, en los arrecifes del archipiélago Las Aves (actual Venezuela), pereciendo 300 hombres en el desastre.[5] [6]
En junio de 1678, Grammont, al mando de una flota de seis navíos y 700 hombres, atacó y capturó los territorios españoles de Maracaibo y Gibraltar, adentrándose en tierra firme hasta la localidad de Trujillo en una correría que duró seis meses, pero sin obtener muchas utilidades.[7] Cuando se firmó la paz entre España, Francia y Holanda en agosto de ese año, Grammont se retiró a la isla Tortuga, sede de los Amigos de las Costa, (Les Frères de la Côte) y se dedicó a la piratería.[8] El 14 de mayo de 1680 tomó la isla Blanca, situada al NO de la isla Margarita, en Venezuela. El 18 envió desde este sitio gente a tierra en búsqueda de piraguas. Le llevaron siete el día 25 y las equipó para combatir. Entre tanto, mandó a capturar algunos lugareños para obtener información. Le fueron presentados algunos hasta el 3 de junio y supo por ellos que en la parte baja de los cerros donde se encontraban los fuertes de Goüaire (La Guaira, al Este del punto donde se encontraban), se habían levantado tres reductos con 22, 18 y 12 cañones y que en Puerto Cabello había otro, con 40 bocas de fuego y 800 negros para tratar. Concluidos los preparativos Grammont reactivó su plan, contando para ello con 180 hombres. Al día siguiente, se embarcó con su grupo en una sola nave y envió al resto que siguieran las piraguas por tierra. Así avanzaron cuatro leguas hasta que, al caer la noche, todos sus hombres subieron a las barcas para hacer el resto del trayecto a remo. Al llegar a una pequeña ensenada a media legua de La Guaira, una de las piraguas se hundió, muriendo ahogado uno de sus hombres. Esto debido a que las barcas no estaban hechas para el transporte de grandes cantidades de gente. Una hora antes del anochecer, desembarcaron y avanzaron hacia las inmediaciones del poblado. A 300 pasos de la villa, sorprendieron a cuatro hombres de la guardia, los cuales alcanzaron a disparar antes de que fueran desarmados, alertando con sus tiros a la ciudad. Se dio entonces la alarma con un cañonazo y con el tañer de las campanas, lo que obligó a Grammont a acelerar su ataque. Así llegó a la puerta oriental a tambor batiente y con la bandera desplegada; y aunque estaba defendida por 12 cañones, entró sin hallar resistencia. No se detuvieron en este punto, sino que siguieron hasta un fuerte situado a unas 100 yardas de la ciudad, atacándolo un par de veces con Grammont al frente de sus hombres, quienes se introdujeron en el fuerte a través de las troneras. En el combate mataron a 26 de los 38 soldados de la guarnición, rindiéndose el resto. Entonces, Grammont levantó su bandera en el fuerte y gritó con fuerza: VIVE LE ROI!, grito que intimidó tanto a los 42 hombres que componían la defensa del siguiente baluarte, que el gobernador salió a recibirlo y se entregó como prisionero junto con su gente. Según de Charlevoix, todo esto fue realizado con solo 47 hombres, pues el resto no pudo seguirle el paso cuando el jefe filibustero aceleró el ataque tras ser descubierto.
Luego que todos los franceses estuvieron concentrados en un punto de la villa, colocó guardia en los sitios donde consideró necesario hacerlo; arrasó con las posiciones defensivas españolas, clavó los cañones y se retiró a los fuertes. El 27 pasó a la ciudad, de donde hizo varias salidas para enfrentar a los españoles que los hostigaban por todas partes. Al día siguiente, enterado de que se aproximaban 2 mil hombres desde Caracas para recuperar La Guaira, Grammont ordenó que todos sus hombres retornaran a los barcos. Como sabía que serían atacados durante el repliegue, el capitán francés se quedó en la orilla junto con 300 de los más aguerridos filibusteros, defendiendo el reembarque del resto de sus hombres durante dos horas. En los enfrentamientos, Grammont fue herido peligrosamente en la garganta de un espadazo, mientras que uno de sus oficiales resultó con un brazo roto y seis de sus soldados se quedaron en la playa durante la defensa. Grammont se embarcó con el gobernador y 150 prisioneros, por quienes esperaba cobrar un rescate que le permitiera, al menos, compensar sus gastos. El 28 partió a Las Aves para hacer la aguada; pero como su herida fue de gravedad, a grado tal que se temió por su vida, puso a sus hombres bajo el mando del capitán Pin, su teniente, manteniendo con él a uno de los cautivos de los fuertes de La Guaira. Finalmente se recuperó y el 13 de agosto navegó a Petit-Goâve, pero una tormenta hundió su barco y a otra nave de guerra que se encontraba en el fondeadero.[9]
Durante la primavera de 1683, Grammont atacó San Agustín (Florida) y el fuerte de la isla San Pedro (hoy Cumberland, Georgia), saqueando las misiones de San Felipe de Alave y la de San Pedro de Mocama.[10] El 17 de mayo, como teniente del pirata y corsario Nicholas van Hoorn y con el apoyo del filibustero Laurens de Graff, Laurencillo (como era conocido originalmente el filibustero), participó en el ataque a la Nueva Veracruz, situada en el Golfo de México. Durante el asalto, capturaron y encerraron a toda la población en la parroquia de la ciudad, donde los tuvieron amenazados para que entregaran todos los valores. El botín que obtuvieron fue considerado uno de los más grandes en la historia de la filibustería, pues en las bodegas de la ciudad se encontraban almacenadas las mercancías provenientes de toda la Nueva España, de la Capitanía General de Venezuela y del Virreinato de Nueva Granada; mismas que esperaban la flota de Indias para ser llevada a España. Estando aun en Veracruz, Lorencillo hirió en un brazo a van Hoorn en un duelo con espada. Esta herida se infectó y gangrenó, llevándolo a la muerte en junio de ese año. Grammont, que estaba asignado como teniente de van Hoorn por el gobernador de la Tortuga y costa de Santo Domingo, criticó a de Graff por lo sucedido. Su juicio fue tan severo, que, si no hubiera cabido la cordura en Lorencillo, las fuerzas de ambos líderes hubieran terminado enfrentándose. Por otra parte, antes de fallecer, van Hoorn dejó su fragata a Grammont, para que este la cuidara mientras el hijo de aquél alcanzaba la edad para heredarla. Pero el francés no pudo llevarla a Santo Domingo inmediatamente, sino hasta que limpió todos los lazos expuestos al mar. Posteriormente, durante el trayecto a la isla padecieron de una hambruna tan severa, que murieron las tres cuartas partes de sus prisioneros.
Muy pronto, Grammont se hizo nuevamente a la mar con los holandeses de Graff y Jonqué (Janke o Yankey Willems). El gobernador español de Cartagena, a sabiendas de que los tres piratas (como eran nombrados por los españoles) estaban merodeando por su puerto, envió dos fragatas con la orden de capturarlos vivos o muertos. Una de las naves estaba armada con 48 cañones y 300 hombres; y la otra, con 40 cañones y 250 hombres. Además, los acompañaba otro barco con 12 pierriers (morteros) y seis cañones. Los filibusteros solo contaban con tres navíos, treinta cañones y cuatrocientos hombres; sin embargo, después de hora y media de combate, abordaron las fragatas españolas y acabaron con todo tipo de resistencia. Entonces, la tripulación superviviente fue enviada a tierra con una carta firmada por los tres capitanes capturados, en donde los filibusteros agradecían al gobernador el envío de las dos excelentes fragatas (que en conjunto no valían nada) y rogaban, si todavía tuviera algunos buenos barcos, los enviara; y que, si no los tenía, lo podían esperar quince días. Pero, sobre todo, le recomendaban que lo hiciera con las naves cargadas de dinero, pues ellos no tenían y lo necesitaban. Se dice que esta irónica carta le dolió más al gobernador que la pérdida de sus dos fragatas.[11]
A fines de 1683, una fragata inglesa con 30 cañones se encontraba navegando entre Port de Paix y la isla Tortuga. El teniente del Rey y gobernador de la Tortuga y la costa de Santo Domingo, M. de Franquesnay,[12] que se encontraba en Cabo Francés en ese momento, fue informado inmediatamente, por lo que envió un barco para que averiguara con el capitán inglés qué es lo que buscaba. El capitán respondió que solo navegaba, pues el mar era libre y que no tenía ningún motivo para dar mayores explicaciones. Entonces, el gobernador mandó armar una barca, puso en ella a 30 filibusteros y los envió a tomar la fragata. Sin embargo, los ingleses ya los esperaban, defendiéndose con tal ahínco que a los franceses no les quedó más remedio que retirarse con algunas pérdidas. Esto irritó a los galos, por lo que el teniente del Rey mandó a llamar a Grammont a Cabo Francés, en donde lo esperaba un barco armado con 50 cañones para vengar la afrenta. El capitán aceptó la comisión con gusto y 300 filibusteros se embarcaron con él. Al poco encontró al capitán inglés regocijado en su victoria; sin embargo, Grammont abordó a la fragata y pasó por la espada a toda la tripulación, con excepción del capitán, a quien tomó prisionero y lo llevó a Cabo Francés.[13]
El 30 de abril de 1684, arribó a Petit Goâve el nuevo gobernador de la de la Tortuga y la costa de Santo Domingo, Pierre-Paul Tarin de Cussy. No bien había llegado, cuando Grammont se acercó a él con otros filibusteros, en demanda de comisiones contra los españoles.[14] Tal pareciera que ansiaban este tipo de encargos.
El 5 de julio de 1685, 1100 filibusteros nuevamente a las órdenes de Granmont y Lorencillo, anclaron sus naves y desembarcaron en las playas de Champotón. A las dos de la mañana del día siguiente dejaron el lugar a 900 de ellos en 22 canoas, cada una enarbolando su propio pabellón. Así, remando silenciosamente y en orden, llegaron a las cinco de la tarde a tiro de cañón de San Francisco de Campeche. La mañana del 7, Grammont, que era el comandante en jefe, ordenó el desembarco con el apoyo del barco más grande de la flota y dos más que llegaron durante la noche, dando pie a que toda la tropa fuera desembarcada a un mismo tiempo. Inmediatamente se prepararon para la batalla, pues los españoles estaban a la vista. Pero estos solo se concretaron a lanzar algunos cañonazos desde un buque que estaba a la vera de los revellines. Inesperadamente, un incendio se apoderó de esta nave, haciéndola saltar por los aires cuando el fuego alcanzó la pólvora almacenada en sus bodegas. La aparente docilidad de los españoles hizo a Grammont actuar con cautela. Después de caminar un cuarto de legua, se encontró con una emboscada,[15] en donde un grupo de soldados les hizo una descarga de fusilería que mató a dos e hirió a cinco o seis franceses. Como a los filibusteros no les agradaba mucho el uso de los fusiles, enfrentaron a los españoles con espada en mano y los persiguieron hasta la ciudad, lugar a donde entraron en pos de los españoles. Ante la embestida, los habitantes se atrincheraron en todo sitio donde hubiera un cañón, además de ocultarse entre las intersecciones de la villa. Grammont, que no deseaba perder a ningún hombre, ordenó colocar fusileros en los balcones de las casas, para disparar contra aquellos que servían a los cañones. Esto tuvo el efecto esperado, pues pronto las baterías quedaron abandonadas, capturando los filibusteros 40 bocas de fuego. Luego se volcaron sobre la ciudad, emborrachándose y haciendo desmanes. Así, antes del mediodía Campeche estaba sin artillería y en manos de los filibusteros; algo por demás inusual, pues con una buena defensa la villa hubiera podido soportar un mes de sitio. Entonces Grammont dio tres días de descanso a su gente y se preparó para tomar una de las fortalezas de la ciudad, en donde se habían atrincherado 400 hombres de la guarnición con 18 cañones de a 24 y seis más pequeños. Mandó traer de su barco 100 balas de cañón y pólvora suficiente; montó diez piezas de cañón que tomó de la ciudad y las colocó en la prisión, que estaba cerca de la fortaleza. Cuando todo estuvo listo, ordenó que se hiciera fuego constante de mosquetería sobre el fuerte, para evitar que apareciera algún soldado español. Sin embargo, no sucedió igual con los cañones, que no hicieron mayor daño en el reducto, por lo que el asalto tuvo que posponerse para el día siguiente. Grammont, desesperado por capturar el fuerte, buscaba alguna estratagema para conseguirlo cuando un inglés, que se encontraba adentro, gritó al cuerpo de avanzada de los Niños perdidos (Enfans perdus),[15] que podían entrar en el reducto, pues se encontraba abandonado. El jefe filibustero, desconfiando de lo dicho, pidió al inglés que disparara todos los cañones al aire.[17] Este así lo hizo, con lo que se supo que estaban cargados con metralla. Pero como era muy tarde, Grammont pospuso nuevamente la toma de la fortaleza. Tan pronto como amaneció, Lorencillo dio la orden de que 80 hombres tomaran el fuerte; encontrando en este solo al inglés, a un artillero y a un insignia, quienes habían preferido exponerse a todo antes que huir con los demás. El inglés era un hombre fuerte, de buena condición, valiente y lleno de honor; por lo que Grammont lo liberó, devolviéndole todo lo que le pertenecía y agregando, además, unos regalos muy buenos.[18]
Como los españoles tenían la posibilidad de movilizar hasta 3 mil hombres en poco tiempo, los filibusteros tomaron las medidas necesarias para la defensa de la villa. Pero no ocurrió nada. Más relajado en este aspecto, Grammont alojó a sus soldados en las mejores casas de la ciudad, donde vivieron hasta el día 26 de agosto. En cuanto al botín conseguido, este fue poco considerable.
Por precaución, Grammont enviaba patrullas que recorrían todos los días entre 10 y 12 leguas a la redonda, encontrando solo a algunos naturales. Pero un día de esos, 130 jinetes cayeron en una emboscada, llevada a cabo por un numeroso grupo de españoles enviados por el gobernador de Mérida. Su descarga fue tan oportuna, que murieron 20 franceses y dos más fueron hechos prisioneros. Al día siguiente, Grammont envió una carta al gobernador de aquella ciudad, en donde pedía que le devolviera al par de capturados y a cambio, él prometía liberar a todos los prisioneros, incluyendo al gobernador de Campeche y a los oficiales. También agregó que, si no aceptaba tan ventajosa oferta, mataría a todos y quemaría la ciudad. El gobernador respondió que podía quemar y masacrar lo que quisiera, pues tenía el dinero para reconstruir la ciudad y hombres para repoblar y luchar contra él. Grammont no contestó de inmediato. Tomó de la mano al mensajero y lo llevó a la ciudad, en donde sus hombres prendían fuego en todas partes; además, cortó la cabeza a cinco españoles y se las envió al gobernador, ordenándole al correo que dijera que el Maître estaba ejecutando sus órdenes y que estaba a punto de terminar. Sin embargo, no siguió derramando sangre inocente, con todo y que el gobernador le dio una respuesta nuevamente tan altanera como la primera, pero sí redujo la ciudad a cenizas e hizo volar la fortaleza. El día de San Luis (26 de agosto), mandó a quemar en honor al Rey de Francia 200 mil escudos en madera de Campeche, que era lo mejor de su botín y partió a la costa de Santo Domingo.[19]
El 30 de septiembre de 1686, Grammont fue nombrado teniente del Rey a petición de Tarin de Cussy, quien buscaba aliarse con él y con Laurens de Graff, que a su vez fue nombrado Mayor.[20] La intención del gobernador era darle a Grammont la comandancia de la costa del Sur, pero esto no pudo concretarse, pues al saber el filibustero que el Rey le había otorgado aquel importante cargo, quiso hacer una última correría: preparó su barco, llamado Le Hardi (El Audaz),[21] con 180 hombres y zarpó, sin que los franceses volvieran a saber algo de él. Esto representó una gran pérdida para la colonia francesa, pues era considerado un hombre valiente e intrépido y a nadie se le comparaba cuando de dar un consejo o de conducir un negocio se trataba.[22]
Los franceses ignoraban que después de hacerse a la vela aquel día, Grammont se reunió con el también filibustero francés, Nicolas Brigaut (conocido como Braha o Abraha), con quien conspiró para atacar los asentamientos españoles de San Agustín, en Florida. Brigaut, enarbolando los colores españoles, ancló en la entrada de la bahía de Matanzas (Cuba), para recabar información; mientras que Grammont se ocultaba al sur de la Florida. Engañados por el ardid de Braha, fueron capturados y torturados varios españoles, los cuales informaron sobre la situación defensiva del objetivo y en eso se encontraba cuando aparecieron en la playa tropas españolas para enfrentarlo. A la mañana siguiente intercambiaron disparos, con el agravante de que una fuerte tormenta hizo encallar el barco de Brigaut en un banco de arena. Al día siguiente, sus hombres bajaron a la orilla e hicieron trincheras en la playa, lanzando nutrido fuego contra las tropas españolas. Brigaut entonces envió un aviso a Grammont, en donde le pedía que se moviera 40 millas más al sur, a la bahía Mosquito (Cuba) y lo recogiera en cinco días. Sin embargo, el capitán filibustero no recibió la petición de ayuda, pues el mismo vendaval que hizo encallar a la nave de su compinche, lo empujó hacia el norte, hundiendo al Le Hardi con Michel de Grammont y sus 150 filibusteros muy cerca de Guale, en la costa SE de la actual Georgia, EE. UU.[23]
¿Es Michel de Grammont este
personaje?
En la búsqueda de información para el desarrollo de la investigación, fue recurrente encontrar esta pintura como de Michel de Grammont.
Sin embargo, al hacer este escribidor e historiadorcillo un escrutinio más profundo, encontré que es un retrato de Antoine III Agénor de Gramont, Duque de Gramont (1604-1678). Militar y diplomático francés. Marshal de Francia, virrey de Navarra y Béarn, y gobernador de Bayonne.
[1] “French pirate Michel Grammont”, Geni (sitio web), consultado el 10 de julio de 2018, https://www.geni.com/people/Michel-Grammont/6000000048469301580
[2] Pierre-François-Xavier de Charlevoix, Histoire de l’isle Espagnole ou de S. Domingue. Tome Second, François Didot, Paris, 1731, p. 202-203
[3] Cesareo Fernández Duro, Armada española. Tomo V., 1972, p. 176 http://www.armada.mde.es/html/historiaarmada/
[4] Jules Lacroix de
Marlès, Histoire descriptive et
pittoresque de Saint-Domingue (Haití), A. Mame et Cie, Tours, 1862, p. 171
[10] Jonh E. Worth, The struggle for the Georgia Coast, American Museum of Natural History, Georgia, 1995, p. 36. digitallibrary.amnh.org/bitstream/2246/270/1/A075a00.pdf
[11] Lacroix de M., op. cit., p. 172-173
[14] Ibíd., p. 139-140
[15] Xavier de Charlevoix escribió que la emboscada fue con 800 hombres, algo que considero por demás, exagerado.
[16] Los Niños Perdidos era un grupo de infantería ligera que servía como exploradores.
[17] Una buena decisión, pues para cargar los cañones con rapidez, se requería un mínimo de seis a ocho personas. Una sola no habría podido cargar un cañón antes de ser capturado o muerto.
[20] de Charlevoix, op. cit., p. 202
[21] Posiblemente este barco haya sido el San Nicolás, mismo que Nicolaas van Hoorn dejó al cuidado de Grammont antes de fallecer.
[22] Ibíd., p. 202-203
[23] David Marley, Pirates and Privateers of the Americas; ABC-CLIO, Santa Barbara, 1994 http://www.blogstaugustinelighthouse.org/april-30-1686-pirate-raid-on-the-oldest-port/