Nopos tomando el sol en los alrededores del puente de río Medio (Foto: Mario Jesús Gaspar Covarrubias)
Por Luis Villanueva
A lo largo de la historia de la ciudad y
puerto, un personaje ha aparecido reiterada e inevitablemente en las
narraciones, litografías, grabados y fotos. Lo anterior debido a que esta
criatura despertaba tal admiración (o repulsión) cuando se le veía en las
calles y techos o sobrevolando los edificios y casas, que su imagen quedó
plasmada entre las cientos de líneas que se escribieron sobre la Nueva Veracruz
durante los siglos XVII al XIX.
El nopo (Coragypsatratus), es uno de los miembros
más abundantes de la familia de los buitres del Nuevo Mundo. Tiene una
envergadura de 1.67 m. y un plumaje de color negro, con cuello y cabeza gris y
en el caso de los machos, sin plumas. Es un carroñero, pero también se alimenta
de huevos, crías de animales y de desechos humanos arrojados en basureros. Pone
sus huevos en cuevas, árboles huecos o simplemente en el suelo, y generalmente
tiene dos crías al año que alimenta por regurgitación. Esta ave carroñera es
conocida con el nombre de “nopo” en la región oriente del estado de Veracruz,
siendo su etimología incierta, pero podría proceder del vocablo maya “chombo” (ch’om), que significa “zopilote”.
Coragypsatratus. Es conocido en el puerto de Veracruz y sus
alrededores con el nombre de "nopo".
La Nueva Veracruz, desde el siglo
XVII hasta fines del siglo XIX, fue una ciudad rodeada de médanos y manglares.
Era un recinto amurallado con una población hacinada, que sufría constantemente
de la carencia de agua potable. También era lugar en donde existía un
deficiente sistema de desalojo de aguas negras, pues este consistía en canales
o acequias de desagüe construidos a mitad de calle, las cuales aprovechaban el
poco declive del suelo para desembocar los desechos orgánicos al mar a través
de unas alcantarillas hechas en la muralla.
Estas acequias estaban casi
siempre pestilentes, lodosas y con agua estancada debido a que la gente tiraba
en ellas todo tipo de inmundicias, lo que contribuía a que la ciudad estuviera
siempre envuelta en un aroma pestilente a aguas negras, putrefacción y basura.
El manejo de los desechos sólidos tampoco fue de lo mejor, pues eran tirados
por la población en la vía pública, generando con ello la proliferación de
moscas, cucarachas y olores desagradables. Los animales que morían en las
calles eran dejados a la intemperie, sin que nadie se tomara la molestia de
enterrarlos, o por lo menos llevarlos a los médanos que rodeaban a la ciudad.
El clima tampoco era de gran
ayuda, pues estando el puerto en una zona de clima tropical húmedo, el calor y
el alto nivel de humedad contribuían a la rápida descomposición de la materia
orgánica y con ello, a la proliferación de enfermedades; mientras que en las aguas
estancadas dentro y fuera de la ciudad, se reproducían los zancudos de la
especie Aedes aegypti,
portador del virus de a la temida fiebre amarilla (vómito negro o prieto) y del
dengue. Así como también de la especie anófeles, transmisora del paludismo.
Zopilote en los alrededores
del puente del río Medio (2016). Foto: Enrique Espinosa.
La somera descripción dada líneas
arriba sirve para dar una ligera idea de cómo eran las condiciones de
salubridad en la ciudad de Veracruz en aquellos siglos. Condiciones idóneas
para que el nopo se reprodujera a sus
anchas, debido a la enorme cantidad de alimento que la urbe le proporcionaba. Así
las impresiones que dejaron los viajeros de antaño sobre este carroñero son
tanto invaluables como constantes. Una de las primeras descripciones que se
conocen de esta ave y de su labor, la dio el capuchino Francisco de Ajofrín a
su llegada al puerto en noviembre de 1763:
“Se crían unas aves
que limpian la ciudad de inmundicias y llaman zopilotes, algo parecidas a los
avestruces”. (Ajofrin, 1958:33).Otro relato, publicado en la Édition
Numérique Collaborative et Critique de l’Encyclopédie (1751),
describe a los nopos de la siguiente manera:
“SUPPILOTES, (Hist. nat.)
oiseau du Mexique & des autres parties de la nouvelle Espagne ; ils sont de
la grosseur d’un corbeau. On en distingue deux especes, les uns ont une crête
de chair sur la tête, les autres ont une hupe de plumes. Ces oiseaux ne vivent
que de charognes & d’immondices, & par cette raison il est défendu de
les tuer à la Veracruz, dans l’idée où l’on est qu’ils contribuent à purifier
l’air.” (Diderot, 1751: V. XV, 671)
“ZOPILOTES, (nat. Hist.) Ave de México y otras
partes de la nueva España; Son del tamaño de un cuervo. Hay dos especies,
algunas tienen una cresta de carne en la cabeza, otras tienen un plumaje
esponjado . Estas aves viven solo de carroña y basura, y por esta razón está
prohibido matarlas a la Veracruz, en la idea de que contribuyen a purificar el
aire.”
Mientras que, en el Diario Noticioso Universal, publicado en el año de 1781 detalla
lo siguiente al respecto de estas aves:
“Los Suppilotes son unos pájaros del tamaño de un cuervo; de los que se
distinguen dos especies; la una, que tiene sobre la cabeza una cresta de carne,
y la otra un penacho de plumas. Estos pajaros se alimentan con animales
muertos, y inmundicias. En Veracruz está prohibido matarlos, porque se juzgan
utiles para purificar el ayre; […].” (Historia General de los Viajes, 1781:295).
Es importante hacer notar que por
lo menos desde la segunda mitad del siglo XVIII estaba prohibido matar a los
nopos, situación que se mantendría durante los siguientes 150 años, como se desprende
de un par de textos expuestos en el transcurso de este trabajo.
También existe una ligera exposición de la
ciudad y sus zopilotes, que nos legó el capitán y explorador inglés George
Francis Lyon, a su paso por Veracruz en el año de 1826:
“Realicé algunas
caminatas siguiendo el perímetro de la muralla, la cual rodea a la ciudad
impidiendo la libre circulación del aire; esto puede en gran medida
incrementar, sino es que producir, la pestilencia que cada año ocasiona muchos
estragos. La costumbre de dejar a los animales muertos junto a la muralla se ha
ido dejando; sin embargo, algunas veces son dejados cerca de los caminos, en
donde son comidos durante el día por una numerosa cantidad de buitres y por la
noche, sus hermanos carroñeros, los coyotes (o chacales), llegan por los restos
del festín y los estridentes gritos y gruñidos que hacen al deleitarse del
cuerpo, puede escucharse a gran distancia.” (Lyon, 1826:215-216).
Litografía de un nopo
aparecida en la obra de Frederick A. Ober "Travels in Mexico and life
among the Mexicans" (1882).
Por su parte, el explorador y
viajero inglés, George Augustus Ruxton, en pleno bloqueo norteamericano al
puerto de Veracruz (1846), nos dice al respecto del ave:
“Dondequiera
acecha el zopilote, único inquilino de estas calles, alimentándose de la basura
y la carroña que abunda en cada esquina” (Ruxton, 1846:13).
La
viajera inglesa Victoria Lady Welby en 1850, complementa la descripción
anterior con detalles por ella observados durante su visita al puerto:
“El centro
de la plaza está bastante cubierto de hierba y usualmente poblada de zopilotes
(buitres carroñeros), acechando los alrededores en búsqueda de su abominable
alimento. Estos zopilotes pululan en inmenso número en Veracruz; están tan
domesticados que difícilmente se dignan salir del camino conforme usted avanza
por la acera. Al anochecer ellos se posan por centenares en las cúpulas y
torres de las iglesias como si de un gallinero se tratara” (Welby, 1850:164).
Cinco años más tarde, el
prisionero de guerra francés Ernest Vigneaux, en el año de 1855 escribió con
ironía:
“Las
calles son amplias y bien pavimentadas. El cuidado de su
limpieza, que no deja nada que desear, es competencia exclusiva de
los zopilotes” (Vigneaux, 1863:550).
Con la llegada y desembarco de las fuerzas del
general Prim al puerto de Veracruz, comenzó a circular información en los
periódicos españoles sobre la ciudad. Así, una nota aparecida en el Almanaque
del Panorama Universal (1863),
relata:
“Hemos dicho que sobre las azoteas se ven
revolotear continuamente una prodigiosa cantidad de zopilotes, asquerosas aves que han llegado á familiarizarse
hasta tal punto con la población, que cuando descienden a la calle apenas se toman la molestia de desviarse de la acera
algunos pasos para dejar el paso libre á los transeúntes. La población los mira
por otra parte con la mayor consideración. Y se hacen en realidad dignos de
ella, como que à su único cargo corre la limpieza de las calles, donde cada
habitante es dueño de arrojar lo que se le antoje. La protección que se les
dispensa llega al estremo de haberse en mas de una ocasión espedido edictos en
su favor, castigando con una multa de veinticinco pesos al que se atreviera a
matar uno de ellos, ni siquiera para estudiarlos anatómicamente”. (Veracruz,
1863:.20).
En
diciembre de 1864 arribó al puerto el teniente mayor del servicio sanitario
Ferdinand Karl Neuman. Este croata naturalizado, era parte del Cuerpo austriaco
de voluntarios que venían a apoyar a Maximiliano de Habsburgo en su nuevo
Imperio. Neuman, al respecto de los nopos, escribió:
“4 de enero de
1865. Un espectáculo muy especial lo ofrecen los zopilotes; aves de rapiña que
se parecen a nuestros cuervos, de 60 centímetros de altura, que por millares,
habitan en la ciudad y sus alrededores. Estas aves ejercen aquí el servicio de
la policía sanitaria, al comerse los cadáveres que se encuentran en las calles:
cadáveres de perros, gatos y mulas, tal como se ve en Santiago de Cuba. Es
muestra de la indolencia española ya que mantener las calles y los caminos en
buen estado, significa para ellos una carga superflua. Eso explica que matar un
zopilote se castigue con una multa de cinco pesos.” (Neuman, 1969).
En el
año de 1869, el escritor y explorador norteamericano Albert S. Evans, a su paso
por la ciudad de Veracruz en camino de regreso a los Estados Unidos, detalló:
“Los Zopilotes fueron mis amigos; pero para ellos yo
debería haber tenido algún entretenimiento u ocupación por horas.”
“Deberías haber visto la alegre fila que logré hacer,
lanzando un puñado de basura hacia ellos desde un restaurant, y entonces un
perrito surgió entre ellos, espantándolos y haciendo volar sus plumas.”
“Nadie sabe dónde crían, y aunque
se han hecho investigaciones sobre el tema durante tres siglos y medio, aún es
un misterio […].” (Evans, 1873:478-479).
Una descripción más amable sobre
el zopilote en Veracruz la da el escrito norteamericano William Henry Bishop,
en 1881:
“Largos caños para desalojar el agua se proyectan desde lo
alto de la casas blancas y amarillas con techo plano y sobre éstas, se posan
solemnes los zopilotes. Todo el mundo sabe que la limpieza de las calles de
Veracruz está a cargo de los cuervos, o buitres. Lo que no todo mundo conoce es
con qué dignidad estos grandes zopilotes, de una negrura brillante, a menudo se
posan sin moverse en los aleros, contrastando contra el azul profundo del
cielo. Podrían haber sido tallados como ornamento. Cualquier servicio de limpia
sería menos escultural y tal vez menos eficiente.” (Bishop, 1883:19).
El ornitólogo y escritor
norteamericano, Frederick A. Ober, cuando transitó por Veracruz con rumbo a
Xalapa alrededor del año de 1882, nos comparte sus impresiones sobre el puerto
y sus nopos, junto con una sencilla
litografía de estas aves carroñeras:
“Las
calles blancas y limpias son drenadas por canales igualmente libres de
suciedad; y si algún desecho escapa del ojo de las autoridades sanitarias, los
otros miembros del ministerio de salud, los buitres, lo recogerán y llevarán
lejos o lo devorarán en el acto. Estás invaluables aves son vistas por cientos,
parados en cada azotea y contoneándose por las calles. Son llamados zopilotes,
de la palabra azteca zopilotl, y pertenecen al género Cathartes, -de la que se
desprenden dos grupos, aura, o gallinazo y atratus, el buitre negro” (Ober, 1885:177-178).
Diez años más tarde, otro
naturalista norteamericano, Frank Collins Baker, al respecto escribió:
“Las estrechas
calles que se mantienen escrupulosamente limpias, están pavimentadas con
piedras, y tienen un canal que corre por la mitad. Los carretones de basura
hacen su recorrido dos veces al día, recogiendo todos los desperdicios. Hay
otro carroñero perspicaz, no obstante, que es un recolector mucho más eficiente
que los primeros; son los buitres de plumaje oscuro, o zopilotes (Catharista
atrata), que siempre en alerta para recoger y devorar cualquier clase de desechos
que se encuentre en las calles o cerca de las casas. Incluso pelean entre ellos
por las codiciadas piezas en lo alto de los carretones, y frecuentemente este
es vaciado hasta la mitad antes de alcanzar el área de depósito. Los buitres
están ampliamente protegidos por la ley y se impone una multa por matarlos.
Nubes de estas aves pueden ser vistas pasando la noche sobre los aleros de las
casas, en los campanarios de las iglesias y en todos los balcones descubiertos.
A la puesta del sol, los buitres se congregan en los domos de las iglesias,
hasta que finalmente están literalmente negras de ellos. Hay misterio con
respecto a estos pájaros que los naturalistas están tratando de resolver, a
saber, sus lugares de crianza. Nadie sabe a dónde se dirigen para hacer sus
nidos y criar a sus polluelos. (Baker, 1895:142
El
viajero norteamericano Michael Weinbugh a fines de la década de los 70s del
siglo XIX, hizo una descripción de los nopos cuando los vio en la aun
amurallada ciudad:
“Inmensas bandadas de buitres conforman el
Ministerio de Salud y mantienen las calles más limpias que nuestro departamento
de Salud en los Estados Unidos; estas aves son muy estimadas por la gente, más
especialmente por su poco costo al
erario público.”
“Cinco
dólares es la multa impuesta a cualquiera que mate a un buitre, ya que esta ave
no es muy apreciada por los sibaritas, ninguno ha buscado lastimarlos.” (Wineburgh, 1879:20)
Ya en el siglo XX, conforme las
obras de saneamiento del puerto y salubridad fueron librando al puerto de
desechos en las calles, los nopos fueron perdiendo su medio de sustento, por lo
que tuvieron que desplazarse a los lugares donde fueron ubicados los rellenos
sanitarios municipales.
Hoy en día los nopos siguen
siendo una especia protegida; pero no por su eficiente sistema de limpia, del
cual dieron muestra por más de dos siglos en el puerto de Veracruz (actividad
de la cual fueron “jubilados” hace aproximadamente cien años), sino porque es
una especie enlistada en la Convención para la Protección de Aves Migratorias y
Mamíferos de Caza; pero además porque ha sido partícipe de la historia de la
ciudad y puerto de Veracruz desde por lo menos el siglo XVIII.
Nopo en el edificio del
Registro Civil de Veracruz (2012). Foto: Mario Jesús Gaspar Cobarruvias.
Bibliografía y hemerografía:
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F. d. (1958). Diario de viaje del padre fray Francisco de Ajofrín.
Madrid: Maestre.
·
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David Oliphant.
·
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and her lost provinces; a journey in Mexico, southern California, and Arizona,
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York: Harper & Brothers.
·
Didderot,
DÁlembert (1751). Édition Numérique Collaborative et Critique de l’Encyclopédie.
París: Briasson, David l’ainé, Le Breton y Durand. [http://enccre.academie-sciences.fr/encyclopedie/]
·
Evans, A. S. (1873). Our sister
republic: a gala trip through tropical Mexico in 1869-70. Adventure and
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country and the people, and reminiscences of the empire and its downfall. San Francisco, California: Columbian Book
Company.
·
Historia
General de los Viajes. (5 de Julio de 1781). Diario Noticioso Universal,
pág. 295.
·
Lyon, G. F. (1826). Journal of a
residence and tour in the Republic of Mexico in the year 1826 : with some
account of the mines of that country. London: John Murray.
·
Neuman,
F. K. (1969). Siguiendo la pista de un manuescrito. Ferdinand Karl Neuman. Revista
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Ober, F. A. (1885). Travels in
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·
Ruxton, G. F. (1846). Adventures
in Mexico and the Rocky Mountains. Londres: John Murray.
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Veracruz.
(1863). El Panorama Universal.
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Vigneaux,
E. (1863). Souvenirs d'un prisonnier de guerre au Mexique, 1854-1855.
Paris: Librairie de L. Hachette et Cia.
·
Welby, V. L. (1850). A young
traveller's. Journal of a tour in North and South America during the year 1850.
Londres: T. Bosworth.
- Wineburgh, M. (1879). Where to spend the winter months. A
birdseye view of a trip to Mexico, via Havana. New York: M.
Wineburgh & Co.