martes, 5 de julio de 2022

Johann Moritz Rugendas

 

Retrato de Moritz Rugendas (1852). De Franz Hanfstaengl – Fuente: Wikipedia

Por Luis Villanueva.

    Johann Moritz Rugendas (Augsburgo, Alemania, 29 de marzo de 1802. Weilheim an der Teck, Alemania, 29 de mayo de 1858), fue un pintor costumbrista y dibujante reconocido por los paisajes, retratos y escenas cotidianas tomados en diversas partes de Latinoamérica. Llegó a la república mexicana en julio de 1831, pintando durante su estancia en la ciudad y puerto de Veracruz "Vista del mar hacia Veracruz y el Pico de Orizaba", "Vista de Veracruz, desde los médanos tierra adentro", (ambas con la técnica óleo sobre cartón). También realizó “La plaza de Veracruz”, “Camino de Veracruz a Medellín”, “Manga de Clavo. Hacienda del general Santa Anna”, “El puerto de Veracruz con el castillo de San Juan de Ulúa”, “Patio de una casa en Veracruz”, “Doña  Manuela Pérez, de Veracruz” (hermoso retrato con una fuerte influencia de Goya), “Isla y castillo de San Juan de Ulúa cerca de Veracruz” y “Patio de una casa de comercio en Veracruz”, entre otras. Mauricio Rugendas (como fue mejor conocido en el país), estuvo en México hasta el año de 1834 en que fue expulsado después de estar encarcelado por algunos meses, debido a que se vio involucrado en un fallido golpe de estado contra el presidente Anastasio Bustamante. Muere en Alemania el 29 de mayo de 1858, dejando tras de sí un acervo de más de 5 mil obras, las cuales se conservan en el Staatliche Graphische Sammlung München.

Moritz Rugendas. Vista del mar hacia Veracruz y el Pico de Orizaba (1831). Fuente: Europeana Collections.

Moritz Rugendas.Paisaje cerca de Veracruz; vista desde el este de la ciudad portuaria y la isla de San Juan de Ulúa (a la luz del día) (1831). Fuente: Europeana Collections.

Moritz Rugendas. La plaza de Veracruz (1831). Fuente: Europeana Collections

Moritz Rugendas. Manga de Clavo. Hacienda del general Santa Anna (1831). Fuente: Wikipedia (Kuperferstichkabinett, Staatliche Museen zu Berlin)

Moritz Rugendas. Camino de Veracruz a Medellín (1831). Fuente: Europeana Collections.

Moritz Rugendas..El puerto de Veracruz con el castillo de San Juan de Ulúa (1831). Fuente: Europeana Collections.

Moritz Rugendas. Interior de una casa enVeracruz (1831).

Moritz Rugendas. Isla y castillo de San Juan de Ulúa cerca de Veracruz (1831)
Fuente: Europeana Collections.

Moritz Rugendas. Doña Manuela Pérez, de Veracruz (1833). 
Fuente: Biblioteca Nacional Digital de Chile.


domingo, 3 de julio de 2022

Los nopos

 

Nopos tomando el sol en los alrededores del puente de río Medio (Foto: Mario Jesús Gaspar Covarrubias)

Por Luis Villanueva

 A lo largo de la historia de la ciudad y puerto, un personaje ha aparecido reiterada e inevitablemente en las narraciones, litografías, grabados y fotos. Lo anterior debido a que esta criatura despertaba tal admiración (o repulsión) cuando se le veía en las calles y techos o sobrevolando los edificios y casas, que su imagen quedó plasmada entre las cientos de líneas que se escribieron sobre la Nueva Veracruz durante los siglos XVII al XIX.

El nopo (Coragypsatratus), es uno de los miembros más abundantes de la familia de los buitres del Nuevo Mundo. Tiene una envergadura de 1.67 m. y un plumaje de color negro, con cuello y cabeza gris y en el caso de los machos, sin plumas. Es un carroñero, pero también se alimenta de huevos, crías de animales y de desechos humanos arrojados en basureros. Pone sus huevos en cuevas, árboles huecos o simplemente en el suelo, y generalmente tiene dos crías al año que alimenta por regurgitación. Esta ave carroñera es conocida con el nombre de “nopo” en la región oriente del estado de Veracruz, siendo su etimología incierta, pero podría proceder del vocablo maya “chombo” (ch’om), que significa “zopilote”.


Coragypsatratus. Es conocido en el puerto de Veracruz y sus alrededores con el nombre de "nopo".

La Nueva Veracruz, desde el siglo XVII hasta fines del siglo XIX, fue una ciudad rodeada de médanos y manglares. Era un recinto amurallado con una población hacinada, que sufría constantemente de la carencia de agua potable. También era lugar en donde existía un deficiente sistema de desalojo de aguas negras, pues este consistía en canales o acequias de desagüe construidos a mitad de calle, las cuales aprovechaban el poco declive del suelo para desembocar los desechos orgánicos al mar a través de unas alcantarillas hechas en la muralla.

Estas acequias estaban casi siempre pestilentes, lodosas y con agua estancada debido a que la gente tiraba en ellas todo tipo de inmundicias, lo que contribuía a que la ciudad estuviera siempre envuelta en un aroma pestilente a aguas negras, putrefacción y basura. El manejo de los desechos sólidos tampoco fue de lo mejor, pues eran tirados por la población en la vía pública, generando con ello la proliferación de moscas, cucarachas y olores desagradables. Los animales que morían en las calles eran dejados a la intemperie, sin que nadie se tomara la molestia de enterrarlos, o por lo menos llevarlos a los médanos que rodeaban a la ciudad.

El clima tampoco era de gran ayuda, pues estando el puerto en una zona de clima tropical húmedo, el calor y el alto nivel de humedad contribuían a la rápida descomposición de la materia orgánica y con ello, a la proliferación de enfermedades; mientras que en las aguas estancadas dentro y fuera de la ciudad, se reproducían los zancudos de la especie Aedes aegypti, portador del virus de a la temida fiebre amarilla (vómito negro o prieto) y del dengue. Así como también de la especie anófeles, transmisora del paludismo.

Zopilote en los alrededores del puente del río Medio (2016). Foto: Enrique Espinosa.


La somera descripción dada líneas arriba sirve para dar una ligera idea de cómo eran las condiciones de salubridad en la ciudad de Veracruz en aquellos siglos. Condiciones idóneas para que el nopo se reprodujera a sus anchas, debido a la enorme cantidad de alimento que la urbe le proporcionaba. Así las impresiones que dejaron los viajeros de antaño sobre este carroñero son tanto invaluables como constantes. Una de las primeras descripciones que se conocen de esta ave y de su labor, la dio el capuchino Francisco de Ajofrín a su llegada al puerto en noviembre de 1763:

Se crían unas aves que limpian la ciudad de inmundicias y llaman zopilotes, algo parecidas a los avestruces”. (Ajofrin, 1958:33).

Otro relato, publicado en la Édition Numérique Collaborative et Critique de l’Encyclopédie (1751), describe a los nopos de la siguiente manera:

“SUPPILOTES, (Hist. nat.)​​ oiseau du Mexique & des autres parties de la nouvelle Espagne ; ils sont de la grosseur d’un corbeau. On en distingue deux especes, les uns ont une crête de chair sur la tête, les autres ont une hupe de plumes. Ces oiseaux ne vivent que de charognes & d’immondices, & par cette raison il est défendu de les tuer à la Veracruz, dans l’idée où l’on est qu’ils contribuent à purifier l’air.” (Diderot, 1751: V. XV, 671)

“ZOPILOTES, (nat. Hist.) Ave de México y otras partes de la nueva España; Son del tamaño de un cuervo. Hay dos especies, algunas tienen una cresta de carne en la cabeza, otras tienen un plumaje esponjado . Estas aves viven solo de carroña y basura, y por esta razón está prohibido matarlas a la Veracruz, en la idea de que contribuyen a purificar el aire.”

Mientras que, en el Diario Noticioso Universal, publicado en el año de 1781 detalla lo siguiente al respecto de estas aves:

Los Suppilotes son unos pájaros del tamaño de un cuervo; de los que se distinguen dos especies; la una, que tiene sobre la cabeza una cresta de carne, y la otra un penacho de plumas. Estos pajaros se alimentan con animales muertos, y inmundicias. En Veracruz está prohibido matarlos, porque se juzgan utiles para purificar el ayre; […].” (Historia General de los Viajes, 1781:295).

Es importante hacer notar que por lo menos desde la segunda mitad del siglo XVIII estaba prohibido matar a los nopos, situación que se mantendría durante los siguientes 150 años, como se desprende de un par de textos expuestos en el transcurso de este trabajo.

 También existe una ligera exposición de la ciudad y sus zopilotes, que nos legó el capitán y explorador inglés George Francis Lyon, a su paso por Veracruz en el año de 1826:

Realicé algunas caminatas siguiendo el perímetro de la muralla, la cual rodea a la ciudad impidiendo la libre circulación del aire; esto puede en gran medida incrementar, sino es que producir, la pestilencia que cada año ocasiona muchos estragos. La costumbre de dejar a los animales muertos junto a la muralla se ha ido dejando; sin embargo, algunas veces son dejados cerca de los caminos, en donde son comidos durante el día por una numerosa cantidad de buitres y por la noche, sus hermanos carroñeros, los coyotes (o chacales), llegan por los restos del festín y los estridentes gritos y gruñidos que hacen al deleitarse del cuerpo, puede escucharse a gran distancia.  (Lyon, 1826:215-216).

Litografía de un nopo aparecida en la obra de Frederick A. Ober "Travels in Mexico and life among the Mexicans" (1882).

Por su parte, el explorador y viajero inglés, George Augustus Ruxton, en pleno bloqueo norteamericano al puerto de Veracruz (1846), nos dice al respecto del ave:

Dondequiera acecha el zopilote, único inquilino de estas calles, alimentándose de la basura y la carroña que abunda en cada esquina (Ruxton, 1846:13).

La viajera inglesa Victoria Lady Welby en 1850, complementa la descripción anterior con detalles por ella observados durante su visita al puerto:

El centro de la plaza está bastante cubierto de hierba y usualmente poblada de zopilotes (buitres carroñeros), acechando los alrededores en búsqueda de su abominable alimento. Estos zopilotes pululan en inmenso número en Veracruz; están tan domesticados que difícilmente se dignan salir del camino conforme usted avanza por la acera. Al anochecer ellos se posan por centenares en las cúpulas y torres de las iglesias como si de un gallinero se tratara (Welby, 1850:164).

Cinco años más tarde, el prisionero de guerra francés Ernest Vigneaux, en el año de 1855 escribió con ironía:

Las calles son amplias y bien pavimentadas. El cuidado de su limpieza, que no deja nada que desear, es competencia exclusiva de los zopilotes (Vigneaux, 1863:550).

Con la llegada y desembarco de las fuerzas del general Prim al puerto de Veracruz, comenzó a circular información en los periódicos españoles sobre la ciudad. Así, una nota aparecida en el Almanaque del Panorama Universal (1863), relata:

Hemos dicho que sobre las azoteas se ven revolotear continuamente una prodigiosa cantidad de zopilotes, asquerosas aves que han llegado á familiarizarse hasta tal punto con la población, que cuando descienden a la calle apenas se toman la molestia de desviarse de la acera algunos pasos para dejar el paso libre á los transeúntes. La población los mira por otra parte con la mayor consideración. Y se hacen en realidad dignos de ella, como que à su único cargo corre la limpieza de las calles, donde cada habitante es dueño de arrojar lo que se le antoje. La protección que se les dispensa llega al estremo de haberse en mas de una ocasión espedido edictos en su favor, castigando con una multa de veinticinco pesos al que se atreviera a matar uno de ellos, ni siquiera para estudiarlos anatómicamente”. (Veracruz, 1863:.20).

En diciembre de 1864 arribó al puerto el teniente mayor del servicio sanitario Ferdinand Karl Neuman. Este croata naturalizado, era parte del Cuerpo austriaco de voluntarios que venían a apoyar a Maximiliano de Habsburgo en su nuevo Imperio. Neuman, al respecto de los nopos, escribió:

4 de enero de 1865. Un espectáculo muy especial lo ofrecen los zopilotes; aves de rapiña que se parecen a nuestros cuervos, de 60 centímetros de altura, que por millares, habitan en la ciudad y sus alrededores. Estas aves ejercen aquí el servicio de la policía sanitaria, al comerse los cadáveres que se encuentran en las calles: cadáveres de perros, gatos y mulas, tal como se ve en Santiago de Cuba. Es muestra de la indolencia española ya que mantener las calles y los caminos en buen estado, significa para ellos una carga superflua. Eso explica que matar un zopilote se castigue con una multa de cinco pesos. (Neuman, 1969).

En el año de 1869, el escritor y explorador norteamericano Albert S. Evans, a su paso por la ciudad de Veracruz en camino de regreso a los Estados Unidos, detalló:

Los Zopilotes fueron mis amigos; pero para ellos yo debería haber tenido algún entretenimiento u ocupación por horas.”

“Deberías haber visto la alegre fila que logré hacer, lanzando un puñado de basura hacia ellos desde un restaurant, y entonces un perrito surgió entre ellos, espantándolos y haciendo volar sus plumas.”

“Nadie sabe dónde crían, y aunque se han hecho investigaciones sobre el tema durante tres siglos y medio, aún es un misterio […].” (Evans, 1873:478-479).

Una descripción más amable sobre el zopilote en Veracruz la da el escrito norteamericano William Henry Bishop, en 1881:

Largos caños para desalojar el agua se proyectan desde lo alto de la casas blancas y amarillas con techo plano y sobre éstas, se posan solemnes los zopilotes. Todo el mundo sabe que la limpieza de las calles de Veracruz está a cargo de los cuervos, o buitres. Lo que no todo mundo conoce es con qué dignidad estos grandes zopilotes, de una negrura brillante, a menudo se posan sin moverse en los aleros, contrastando contra el azul profundo del cielo. Podrían haber sido tallados como ornamento. Cualquier servicio de limpia sería menos escultural y tal vez menos eficiente.  (Bishop, 1883:19).

El ornitólogo y escritor norteamericano, Frederick A. Ober, cuando transitó por Veracruz con rumbo a Xalapa alrededor del año de 1882, nos comparte sus impresiones sobre el puerto y sus nopos, junto con una sencilla litografía de estas aves carroñeras:

Las calles blancas y limpias son drenadas por canales igualmente libres de suciedad; y si algún desecho escapa del ojo de las autoridades sanitarias, los otros miembros del ministerio de salud, los buitres, lo recogerán y llevarán lejos o lo devorarán en el acto. Estás invaluables aves son vistas por cientos, parados en cada azotea y contoneándose por las calles. Son llamados zopilotes, de la palabra azteca zopilotl, y pertenecen al género Cathartes, -de la que se desprenden dos grupos, aura, o gallinazo y atratus, el buitre negro(Ober, 1885:177-178).

Diez años más tarde, otro naturalista norteamericano, Frank Collins Baker, al respecto escribió:

Las estrechas calles que se mantienen escrupulosamente limpias, están pavimentadas con piedras, y tienen un canal que corre por la mitad. Los carretones de basura hacen su recorrido dos veces al día, recogiendo todos los desperdicios. Hay otro carroñero perspicaz, no obstante, que es un recolector mucho más eficiente que los primeros; son los buitres de plumaje oscuro, o zopilotes (Catharista atrata), que siempre en alerta para recoger y devorar cualquier clase de desechos que se encuentre en las calles o cerca de las casas. Incluso pelean entre ellos por las codiciadas piezas en lo alto de los carretones, y frecuentemente este es vaciado hasta la mitad antes de alcanzar el área de depósito. Los buitres están ampliamente protegidos por la ley y se impone una multa por matarlos. Nubes de estas aves pueden ser vistas pasando la noche sobre los aleros de las casas, en los campanarios de las iglesias y en todos los balcones descubiertos. A la puesta del sol, los buitres se congregan en los domos de las iglesias, hasta que finalmente están literalmente negras de ellos. Hay misterio con respecto a estos pájaros que los naturalistas están tratando de resolver, a saber, sus lugares de crianza. Nadie sabe a dónde se dirigen para hacer sus nidos y criar a sus polluelos. (Baker, 1895:142

El viajero norteamericano Michael Weinbugh a fines de la década de los 70s del siglo XIX, hizo una descripción de los nopos cuando los vio en la aun amurallada ciudad:

Inmensas bandadas de buitres conforman el Ministerio de Salud y mantienen las calles más limpias que nuestro departamento de Salud en los Estados Unidos; estas aves son muy estimadas por la gente, más especialmente  por su poco costo al erario público.”

“Cinco dólares es la multa impuesta a cualquiera que mate a un buitre, ya que esta ave no es muy apreciada por los sibaritas, ninguno ha buscado lastimarlos.”  (Wineburgh, 1879:20)

Ya en el siglo XX, conforme las obras de saneamiento del puerto y salubridad fueron librando al puerto de desechos en las calles, los nopos fueron perdiendo su medio de sustento, por lo que tuvieron que desplazarse a los lugares donde fueron ubicados los rellenos sanitarios municipales.

Hoy en día los nopos siguen siendo una especia protegida; pero no por su eficiente sistema de limpia, del cual dieron muestra por más de dos siglos en el puerto de Veracruz (actividad de la cual fueron “jubilados” hace aproximadamente cien años), sino porque es una especie enlistada en la Convención para la Protección de Aves Migratorias y Mamíferos de Caza; pero además porque ha sido partícipe de la historia de la ciudad y puerto de Veracruz desde por lo menos el siglo XVIII.


Nopo en el edificio del Registro Civil de Veracruz (2012). Foto: Mario Jesús Gaspar Cobarruvias. 

Bibliografía y hemerografía:

·         Ajofrin, F. d. (1958). Diario de viaje del padre fray Francisco de Ajofrín. Madrid: Maestre.

·         Baker, F. C. (1895). A naturalist in Mexico. Chicago: David Oliphant.

·         Bishop, W. H. (1883). Old Mexico and her lost provinces; a journey in Mexico, southern California, and Arizona, by way of Cuba. New York: Harper & Brothers.

·         Didderot, DÁlembert (1751). Édition Numérique Collaborative et Critique de l’Encyclopédie. París: Briasson, David l’ainé, Le Breton y Durand. [http://enccre.academie-sciences.fr/encyclopedie/]

·         Evans, A. S. (1873). Our sister republic: a gala trip through tropical Mexico in 1869-70. Adventure and sight-seeing in the land of the Aztecs, with picturesque descriptions of the country and the people, and reminiscences of the empire and its downfall. San Francisco, California: Columbian Book Company.

·         Historia General de los Viajes. (5 de Julio de 1781). Diario Noticioso Universal, pág. 295.

·         Lyon, G. F. (1826). Journal of a residence and tour in the Republic of Mexico in the year 1826 : with some account of the mines of that country. London: John Murray.

·         Neuman, F. K. (1969). Siguiendo la pista de un manuescrito. Ferdinand Karl Neuman. Revista de la Universidad.

·         Ober, F. A. (1885). Travels in Mexico and life among the Mexicans. Boston: Estes and Lauriant.

·         Ruxton, G. F. (1846). Adventures in Mexico and the Rocky Mountains. Londres: John Murray.

·         Veracruz. (1863). El Panorama Universal.

·         Vigneaux, E. (1863). Souvenirs d'un prisonnier de guerre au Mexique, 1854-1855. Paris: Librairie de L. Hachette et Cia.

·         Welby, V. L. (1850). A young traveller's. Journal of a tour in North and South America during the year 1850. Londres: T. Bosworth.

  • Wineburgh, M. (1879). Where to spend the winter months. A birdseye view of a trip to Mexico, via Havana. New York: M. Wineburgh & Co.