viernes, 7 de octubre de 2022

La Guerra de los Pasteles - Entrega No. 2 - Preparativos bélicos

 



Por Luis Villanueva

El sistema defensivo del puerto
Finales del año de 1837 a inicios de marzo de 1838

    El 30 de septiembre de 1837, el general Manuel Rincón fue nombrado Comandante General del departamento de Veracruz. Con este cargo, arribó al puerto de Veracruz el 14 de noviembre de 1837 para examinar el estado de defensa en que se encontraba, tanto la plaza, como San Juan de Ulúa. Sin embargo, la sorpresa y desconsuelo se fueron apoderando del oficial conforme iba conociendo detalle a detalle, la condición defensiva de la ciudad.

Debido a la situación política y económica del país, las defensas de la ciudad y de Ulúa se encontraban en un estado lamentable: la guarnición era insuficiente, pues apenas se contaba con algo más de 400 hombres para el servicio de la plaza y la fortaleza. A los soldados y oficiales se les pagaba de tarde en tarde y no en forma completa; además, era alimentada con un rancho que rayaba en las sobras. También había tal escasez de parque y municiones, que no existían ni las cartucheras necesarias para la dotación individual de la tropa. En lo general, la guarnición estaba descalza, hambrienta y tan abandonada y desaseada que no parecían soldados.

La situación tampoco era halagüeña en lo referente a la estructura defensiva: la muralla se encontraba cubierta por los médanos en varias secciones, lo que era aprovechado por los carruajes para entrar a la ciudad sin pasar por las puertas; los baluartes se encontraban deteriorados, con su artillería en gran parte desmontada o colocadas sobre cureñas tan maltrechas, que seguramente se desmoronarían al primer disparo o incluso, al más ligero movimiento. Igualmente se encontraban dañadas las puertas de acceso a la plaza; por ejemplo, la del muelle se había remendado con tablones obtenidos de las cajas donde se transportaba la mercancía, lo que no garantizaba que pudiera caer en cualquier momento. En igual situación se hallaban otras entradas, como la del rastrillo, que era un pequeño acceso allende al mar o la puerta Merced, situada al sur de la ciudad.

Por otra parte, algunas secciones de la vetusta fortaleza de San Juan de Ulúa también amenazaban con derrumbarse “estrepitosamente”. Esto debido a la constante socavación en su cimentación, provocado por el incesante ir y venir de las olas a lo largo de los siglos. Era tan penoso su estado que había transcurrido más de un año desde la última vez que ondeó el pabellón nacional en ella, pues se había roto y no había sido sustituida desde entonces (Rincón, 1839).

Estas situaciones preocupaban al general Rincón, quien hizo lo posible por poner en estado de defensa tanto a la plaza como a la fortaleza, para que por lo menos pudieran oponer una decorosa resistencia ante un eventual ataque francés. También mandó a reparar las fortificaciones y quitar la arena que cubría la muralla; se reforzaron las cureñas y se puso en regular servicio a la artillería de la plaza. Se hicieron nuevas todas las puertas y buscó alentar a la tropa dotándoles de lo mínimo necesario que requiere un soldado, además de lograr que tanto los oficiales como la tropa, recibieran sus pagas respectivas. Por otra parte, colocó una batería en el Caballero Alto que, junto con otros arreglos, dejó en un estado de defensa más favorable a San Juan de Ulúa (Rincón, 1839).

En esas labores se encontraba el Comandante General cuando recibió la noticia del próximo arribo de la escuadra francesa. Aviso que se confirmó con la aparición de varios buques de guerra que fondearon primero en Antón Lizardo y tres días después, en la rada de Sacrificios. A consecuencia de ello, el General movilizó al batallón Matamoros, que se encontraba aclimatándose en Paso de Ovejas para destacarlo en San Juan de Ulúa y reforzar a la guarnición allí existente, nombrando comandante de aquella plaza al general de brigada graduado Antonio Gaona[1].

General Antonio Gaona, comandante de la fortaleza de San Juan de Ulúa
durante la "Guerra de los Pasteles".

A las dos de la tarde del 16 de abril de 1838, el comandante de Veracruz recibió del comandante Bazoche, la notificación de que daba inicio el bloqueo. Así, desde este mes y hasta noviembre de ese mismo año, la bahía de Veracruz quedó completamente desierta de barcos mercantes; siendo rota tal soledad solo en tres ocasiones cuando igual número de buques lograron romper el cerco. Todas las naves que se aproximaban a Veracruz eran obligadas por los franceses a retroceder, anclando algunas de ellas por un poco de tiempo en los fondeaderos de Sacrificios o de Antón Lizardo, para posteriormente dirigirse a Nueva Orleans a dejar su cargamento.

El bloqueo francés entre abril y mayo de 1838
El 12 de abril partió del fondeadero de Sacrificios el ministro plenipotenciario de Francia, el barón Deffaudis, casi al mismo tiempo que se hacían a la vela dos navíos más llevando enfermos franceses a la Martinica. Lo anterior hizo que corriera la versión de que el vómito negro había empezado a sentar sus reales entre la tropa francesa, provocando bajas entre sus filas. Entre tanto, otra nave zarpó hacia La Habana en busca de víveres (México, 1838). Deffaudis retornaría nuevamente al puerto después de cruzarse con el bergantín Laurier que llevaba instrucciones para él


Los primeros incidentes del bloqueo se dieron desde el inicio, cuando las fuerzas francesas no permitieron a los pescadores realizar su labor, tal y como lo había manifestado el comandante Bazoche, pues lanchas procedentes de los bergantines salieron a la caza de los pesqueros, obligándolos a retirarse a San Juan de Ulúa (Representación de los franceses residentes en México, 1838). El 20 fue capturada por la escuadra francesa la goleta Barbarita, con su cargamento de sal y frutos (Capitanía del puerto, 1838).

La primera ruptura del bloqueo se dio el día 22, cuando la barca norteamericana Ana Eliza, fue perseguida por una cañonera francesa hasta la entrada del canal del norte, en donde logró evadirse para finalmente anclar en el puerto. El hecho ocasionó que Bazoche amenazara al cónsul norteamericano con ir por el barco “si en el momento” no se hacía a la vela con rumbo a la rada de Sacrificios. El general Rincón intervino y dijo al cónsul que de ninguna manera permitiría la salida de la barca, al tiempo que giraba las instrucciones de que se “abrasase a metrallazos” a cualquiera que intentara sacarla de la rada (México, 1838).

Ese mismo día fue capturado el bergantín nacional Único Hijo, que iba cargado con abarrotes y veinte mil resmas[2] de papel (Bustamante, 1842, pág. 115). Este navío fue avistado por las fuerzas francesas cuando se acercaba al puerto, saliendo inmediatamente un bergantín para interceptarlo. Cuando la alcanzó, un cañonazo que cruzó por la proa a la nave mexicana la obligó a ponerse en facha[3], para inmediatamente ser abordada por dos botes de guerra (uno de estos llevaba montado cuatro cañoncitos pedreros), repletos de tropa armada.

Cual pirata, un oficial francés saltó al bergantín e indicó al capitán que quedaba hecho prisionero, haciendo arriar la bandera mexicana. Luego, aprovechando la fuerza del viento, la condujo hasta Sacrificios, en donde la nave y su cargamento fueron tomados por los franceses (Interior, 1838). Tanto este bergantín, como el Barbarita, serían utilizados posteriormente como barcos bloqueadoras con bandera francesa, uniéndose de esta forma a los bergantines que venían haciendo igual labor (Capitanía del puerto de Veracruz, 1838) (El Cosmopolita, 1838).

El 25 de abril hubo un nuevo acoso a los pescadores: cuatro lanchas fueron perseguidas muy cerca de la ensenada de Vergara y cañoneadas hasta cinco veces por una lancha francesa, sin causar daño alguno (El Cosmopolita, 1838). Entre tanto, el bloqueo empezó a afectar la economía de la ciudad. El cónsul francés, en misiva a un amigo con fecha 7 de mayo, escribió que los comerciantes estaban de “brazos cruzados”, esperando a que se levantara el bloqueo, el cual era cada vez más efectivo. También escribió que las oficinas de la aduana se hallaban vacías y que el poblado de Medellín estaba muy concurrido por gente que había dejado el puerto (México, 1838).

No era para menos. Para el 16 de mayo, un mes después de iniciado el bloqueo, los franceses habían logrado detener siete buques de diferentes nacionalidades, además de la captura de las dos naves mexicanas mencionadas arriba. Los días siguientes, un bergantín francés, apoyando por la ahora armada goleta Barbarita, se mantuvieron vigilantes navegando de un extremo a otro frente al puerto (Capitanía del puerto de Veracruz, 1838). El 22 llegó al fondeadero de Sacrificios otra fragata de guerra francesa: la Efigenia, cargada con víveres y agua (Rincón, 1839, pág. 29) (Capitanía del puerto de Veracruz, 1838).

Las defensas de Veracruz entre abril y mayo de 1838
En estos días, contaba la ciudad amurallada y Ulúa con 1167 soldados. De estos, 137 pertenecían al arma de artillería, de los cuales algunos estaban enfermos y con el resto no se podía dotar ni 10 cañones (Cambas, 1871). Aun con las carencias, durante el resto de abril y mayo el general Rincón mandó situar en la ciudad dos líneas de defensa, quedando la primera de la manera siguiente:

“Unas trincheras o parapetos formados con sacos llenos de tierra sobre las azoteas de Belén, formando martillo con su esquina para batir el baluarte de Santiago, otro en la azotea de la maestranza y uno formando ángulo con éste, mirando a la escalaplana del baluarte de San Fernando[4], siguiendo la fortificación en el convento y torres de la Merced, en la azotea inmediata al atrio de esta iglesia, sobre el hospital de San Carlos e iglesia de Loreto, por las casas cercanas a la puerta llamada de México, capilla de la Pastora y esquina del callejón del mismo nombre, construyéndose también trincheras en el hospital de caridad, esquina de la Caleta y en una casa que mira a la plazuela de este nombre; situaronse tres cañones en la bóveda de la iglesia de San Agustín, y dos culebrinas de a cuatro en sus torres, un cañón de a cuatro en la esquina que hace frente a la playa y a la calle de la Compañía, y dos que enfilaban las calles del Ángel, Salinas y Cruz-Verde, y se había acordado que en caso de ataque ocuparan también las tropas el convento de San Francisco, la Gran Sociedad y otros edificios que eran a propósito para asegurar la defensa de esta línea.” (Cambas, 1871).

El mismo Rincón detalla cómo estuvo conformada la segunda línea de defensa:

“La segunda era formada por las fortificaciones de la parroquia, sobre cuyas bóvedas había un cañón; Santo Domingo, trincheras de la quinta calle de la Compañía, callejón de Bohorquez, calle de San Vicente, segunda de la Parroquia, Inquisición, tercera del Vicario, línea de las Damas, María Andrea, San Juan de Dios, esquina de Muñoz, la de San Francisco y otras.” (Rincón, 1839).

También como medida defensiva, a fines de abril se dejó de encender en la fortaleza de Ulúa el fanal giratorio (faro) que allí se encontraba (Censor de Veracruz, 1838). Durante mayo, Rincón logró armar y botar seis lanchas cañoneras. Estas, obtenidas en arrendamiento de las utilizadas para descarga de las mercancías[5], fueron pensadas para cubrir la entrada de aquellos barcos mercantes que lograran burlar el bloqueo (Rincón, 1839).

La líneas de defensa en la ciudad de Veracruz sobre un plano de 1854.. En rojo, la primera línea. En verde, la segunda. En amarillo, barricadas colocadas en las bocacalles.

El bloqueo francés entre junio y julio
A principios de junio, durante un rondín nocturno, fue perseguido uno de los botes cañoneros mexicano por otro francés hasta las cercanías de San Juan de Ulúa. A raíz de esto, se decidió que de noche los rondines fueran hechos por dos botes perfectamente tripulados y armados. El 12 de junio, el Barón Deffaudis dejó Veracruz a bordo del Coracero con rumbo a Francia (Rincón, 1839) (México, 1838). El 14 arribaron dos fragatas y dos bergantines a la rada de Sacrificios y el 15 amanecieron en este fondeadero otra fragata y un bergantín más, con la salvedad de que uno de los barcos sitiadores abandonó la zona un poco más tarde (Interior, 1838).
A mediados de ese mismo mes se cumplieron dos meses del bloqueo y los galos continuaron deteniendo y regresando toda nave mercante que se acercara a Veracruz, evitando de paso que entraran los recursos económicos en beneficio de la hacienda del país y de la plaza. En la ciudad el comercio estaba paralizado, resultando que no hubiera ganancia siquiera para poder subsistir, por lo que la gente tuvo que dirigirse a los campos en búsqueda de algún socorro, disminuyendo con ello la población de la ciudad.
La carencia de gente repercutió en la labor de los artesanos, que no tuvieron a quién ofrecer sus productos. Los ultramarinos se tornaron escasos y caros; los hospitales, que obtenían sus recursos para trabajar del impuesto de un real por tercio de importación y exportación, se hallaron sin capacidad de cubrir adecuadamente los servicios más básicos a la población enferma (Interior, 1838).

Las defensas de Veracruz entre junio y julio
Entre fines de mayo y principios de junio, el general Rincón logró organizar un batallón al que denominó Voluntarios de Veracruz, conformado por 580 hombres de infantería. Esto debido a la necesidad de aumentar el número de defensores en la ciudad. Por otra parte, a 1000 hombres de las rancherías y pueblos vecinos, Rincón les dio instrucción y los organizó en compañías de infantería y caballería a través de coronel Mariano Cenovio, quedando ambas bajo el mando de gente surgida entre ellos mismos. Acordaron hacer algunos tiros de cañón a modo de señales y también se colocaron “cohetes de luces” desde Mocambo hasta el baluarte de Santiago.
En la ciudad se reanudó la reparación de los baluartes del lado de tierra, se continuó con la instalación de artillería y se colocaron faroles nocturnos en Ulúa. Rincón mantuvo una pequeña fuerza de 200 hombres en Puente Nacional, en espera de que la estación de vómito negro pasara. También se colocaron vigías y destacamentos en aquellas partes del litoral en donde los franceses podrían hacerse de agua y víveres. Hacia inicios de junio, los franceses tenían reunida en Sacrificios una fuerza conformada por más de 250 bocas de fuego y dos mil hombres (Rincón, 1839).
El 11 de ese mes, el general informó al gobierno que su posición estaba comprometida, pues amén de que la temporada de calor hacía caer a muchos soldados enfermos, quedaban poca tropa para relevar a las guardias (Rincón, 1839). Entre tanto, al puerto empezaron a llegar noticias del pronto arribo de un príncipe francés a la zona.
El 29 de julio fondeó en Sacrificios un bergantín procedente de Tolon con un cargamento de municiones y la noticia de que tanto en aquel puerto, como en el de Brest[6], se estaba preparando una escuadra con tropas de desembarco para atacar a Veracruz y a San Juan de Ulúa (El Cosmopolita, 1838) (Rincón, 1839) (Francia, 1838). Las anteriores novedades obligaron a Rincón el 30 de julio, a apurar al gobierno para que enviara recursos económicos, pues la aduana ya no contaba con capital para sostener a tropa alguna (Rincón, 1839).

El bloqueo francés entre agosto y septiembre
    El 1 de septiembre partió de Brest hacia el Golfo de México el veinteañero príncipe de Joinville a bordo de la corveta Criolla (16 cañones de bajo calibre y cuatro de 30 libras), escoltando a la fragata Nereida, a cuyo mando se encontraba el almirante Charles Baudin (Joinville, 1895, pág. 110). El 11 de septiembre zarparon de Tolon con igual rumbo las bombarderas Vulcano y Cíclope, además del bergantín Zebra. Cada bombardera llevaba una dotación de 500 bombas (Diario de gobierno de la República Mexicana, 1838).
Para el día 13 se encontraban en el surgidero de Sacrificios dos fragatas, dos bergantines, una goleta y un pailebot franceses, mientras que otro bergantín de patrullaje se encontraba anclado en la isla Verde. El día 18 se mantuvo la escuadra sin cambio (Interior. Departamento de Veracruz, 1838). El 28 dejó Sacrificios uno de los bergantines de guerra y al día siguiente, una fragata. El 29 retornó a la rada el bergantín que se hizo a la vela el día anterior. El mismo 29, las fragatas Herminia y Efigenia estuvieron maniobrando, pareciendo que se disponían a partir. También se levantaron todas las barracas que habían construido en Sacrificios, mientras que el bergantín Único Hijo era desarbolado[7] para hacer algunas reparaciones (Capitanía del puerto de Veracruz, 1838),

Las defensas de Veracruz entre agosto y septiembre
    Para el 1 de agosto la situación defensiva en la plaza se tornó muy complicada.  La carencia de recursos económicos no permitía tener lo necesario para sufragar los gastos de las tropas en la ciudad o de Ulúa y mucho menos para apoyar los gastos de las fuerzas situadas en Paso de Ovejas, Puente Nacional, Jalapa y Perote. Con trabajo el general Rincón pudo conseguir a través de la aduana marítima, 13 000 pesos que ya distribuido apenas aseguró la subsistencia de la tropa de la ciudad y la fortaleza por escasos seis días y sin que hubiera la esperanza de que terminado ese plazo se pudiera obtener nuevos recursos. Debido a lo anterior, las deserciones eran constantes, haciendo aún más desesperada la situación.
A modo de ejemplo de lo mal que estaba la plaza, se anota la siguiente anécdota: El 7 de agosto y con fines de coordinar mejor la defensa, el general Rincón solicitó un plano de la ciudad al capitán de ingenieros; pero este respondió que no tenía un plano, ni los instrumentos, ni útiles para poder realizarlo aunque  - argumentaba -, había “buscado en el comercio aunque fuese un teodolito”, por lo que solicitó a la tesorería departamental el dinero para realizar la compra de los materiales que necesitaría. Como su pedido económico nunca llegó, tampoco pudo realizar el plano. Entonces escribió a Rincón: “Así que tengo que decir a V.E aunque con sentimiento, que en esta comandancia no hay un plano de la plaza…” (Rincón, 1839, págs. 42-43).
Esta carencia de recursos provocó que el 12 de agosto sólo se presentaran alrededor de doscientos auxiliares de los 580 que conformaron originalmente el batallón de voluntarios, pues no había el dinero de sus pagas. Mientras que la llegada de un bergantín y una goleta a Antón Lizardo, puso de manifiesto que aquella zona se encontraba sin resguardo, pues el destacamento de auxiliares que allí estaba se había retirado a sus casas por no contar con qué mantenerse.
En igual riesgo de abandono se encontraron los demás destacamentos auxiliares de las costas, lo que abría la oportunidad a las fuerzas francesas para hacer la aguada, coger ganado o asaltar las rancherías en busca de víveres frescos (Rincón, 1839, pág. 55).
El 18 de agosto, el ministerio de hacienda liberó 8 000 pesos para el Departamento; pero ese dinero, una vez prorrateado por Rincón, sólo alcanzó para cubrir los adeudos que habían contraído los cuerpos; quedando los jefes y oficiales sin paga, la tropa comiendo de fiado y sin lo más necesario, lo que produjo más deserción. Tampoco quedó dinero para las medicinas solicitadas por el cirujano Puente Nacional y Paso de Ovejas; y mucho menos para adquirir lo necesario en la fortificación de aquellos sitios, comprar lo que hiciera falta para la guerra y socorrer a las tropas de las costas (Rincón, 1839, pág. 57).
El 25, el general Rincón recibió otros 7 000 pesos, los cuales fueron igualmente insuficientes. Así, el total recibido entre los meses de julio y agosto fue de 54 500 pesos, mientras que el total de los gastos, sólo en agosto, fue de 101 270 pesos. El déficit de 46 770 pesos se reflejó en que los hospitales permanecieran sin alimentos ni medicinas; los soldados sin calzado, sucios y sin dinero para poder cubrir sus necesidades más básicas.
Era tan desesperada la situación, que Rincón amenazó al gobierno con publicar todas sus peticiones de dinero y las respuestas del gobierno al respecto. Esto con el fin de poner en evidencia las penurias que estaba pasando el Departamento de Veracruz, la plaza homónima y San Juan de Ulúa. El presidente de la república, por supuesto, ordenó que Rincón omitiera “la referida publicación, por los grandes males que causaría a la nación en la ocasión presente” (Rincón, 1839, págs. 61-68).
Así llegó el mes de septiembre, el cual *tampoco se podía esperar fuera mejor que el mes previo. Si bien el día siete se recibieron 25 000 pesos procedentes de la capital, esta cantidad fue utilizada para pagar las deudas adquiridas durante el mes pasado, quedando muy poco para enfrentar la situación del mes que recién iniciaba (Rincón, 1839, págs. 68-69).
Como Rincón sabía que venían en camino las tropas de desembarco, movilizó sus fuerzas de tierra (los batallones Aldama y Tres Villas, junto con una compañía de artillería) a Ulúa, con la doble finalidad de reforzar la fortaleza y prevenir que las nuevas tropas pudieran enfermar de vómito negro. En la ciudad de Veracruz se quedaron dos compañías del batallón activo de Toluca y en la ranchería de Santa Fe, situada a tres leguas de la ciudad, quedó solamente el regimiento del Palmar, pues en ese sitio se podía gozar de un mejor clima y además estaría cerca y disponible para auxiliar a la ciudad de ser necesario (Rincón, 1839).
odos estos movimientos implicaron más gastos que solo pudieron ser cubiertos a través de un préstamo. La carencia de dinero trajo también que no hubiera los medios necesarios para atender a los militares enfermos en el hospital militar y en Ulúa. Por su parte, los boticarios se negaron a surtir los necesarios medicamentos debido a que no podían cobrar por ellos. Tampoco había camas suficientes ni la posibilidad de hacerlas; los practicantes médicos dejaron de laborar y sólo siendo arrestados y llevados a la fuerza siguieron cumpliendo con su labor (Rincón, 1839, pág. 69 y ss).
Mucha carencia había también en Ulúa, haciendo pensar a Rincón en la posibilidad de un alzamiento a causa de tanta privación. La frustración y desesperación hicieron que el general pidiera al gobierno que fuera separado de la comandancia general, pero no recibió respuesta a su petición (Rincón, 1839).

El bloqueo francés entre octubre y noviembre.
Nuevas negociaciones y el fracaso de éstas
    El 26 de octubre fondearon en la isla de Sacrificios dos fragatas más. Una de ellas era la Nereida, en la cual iba el contraalmirante Charles Baudin[8] [9] (Francia, 1838), que traía la doble investidura de Comandante de las Fuerzas Navales en el Golfo de México y de Ministro Plenipotenciario. El 27, Baudin dirigió un pliego al general Rincón, en donde le solicitaba el libre tránsito de un oficial con documentos para el ministro de relaciones. La respuesta afirmativa del general mexicano le permitió al francés enviar a su comisionado (Rincón, 1839).
El 28 al amanecer, el capitán del bergantín mercante hamburgués Emma se encontró a menos de un tiro de cañón de uno de los barcos bloqueadores. Sin embargo, con todo y que ambos habían izado sus respectivas banderas, no hubo ningún intento de detener el paso del mercante hacia el fondeadero de Veracruz (Francia, 1838).
El día 1° de noviembre fondearon en Sacrificios las fragatas de guerra Gloria y Criolla, esta última bajo el mando del hijo del rey de Francia, Francisco de Orleans, el príncipe de Joinville. Junto con esta llegaron dos corbetas y un bergantín, aumentando con ello a 12 el número de naves ancladas en torno a la isla (Cambas, 1871, pág. 95).
Es durante este mes cuando los franceses vivieron la furia de un norte. El viento fue tan violento que desarboló al Eclipse y a la Laurier, con todo y que a esta última se le había sido retirado su velamen. La tripulación de la Laurier se había refugiado en su interior debido a las fuertes rachas de viento, quedando sobre la cubierta afuera solo el capitán y su segundo oficial, los cuales eran azotados de un lado a otro mientras la nave quedaba momentáneamente inmovilizada sobre uno de sus costados. En eso, una enorme ola lanzó por la borda al capitán, pudiendo asirse éste en el último momento de una de las cofas, para enseguida subir a la cubierta. En ese momento ocurrió la ruptura de los dos mástiles, provocando que la nave finalmente lograra estabilizarse. Este hecho evitó que la Laurier y su tripulación terminaran sus días bajo el mar (Joinville, 1895, pág. 114).
Entre los días 17 y 20 de noviembre de 1838, el gobierno de Francia buscó realizar una nueva negociación con la nación mexicana, solicitud a la que accedió el gobierno con todo y que Baudin había aclarado que permanecerían (e incluso se reforzarían), las fuerzas del rey Luis Felipe en el puerto de Veracruz.
Para las negociaciones, se reunieron en la Villa de Jalapa Baudin y el ministro de Relaciones Luis Gonzaga Cuevas. Baudin condicionó que, para lograr zanjar las diferencias, el gobierno mexicano primero debía garantizar que los ciudadanos franceses disfrutarían de las mismas consideraciones otorgadas a la nación extranjera más favorecida; igualmente estarían exentos de contribuciones y préstamos forzosos, tendrían la libertad para ejercer el comercio al menudeo y recibirían el pago puntual de los créditos. También exigió el pago de $800 000 pesos en un plazo de quince días, contados a partir de la firma del acuerdo, de los cuales $600 000 serían para la liquidación de la indemnización por reclamaciones y $200 000 para los gastos de la expedición naval.
Por su parte, el ministro Cuevas propuso el pago de los $600 000, quedando libre el gobierno mexicano de responsabilidad por otras reclamaciones, además de conceder no aplicar los préstamos forzosos a los franceses, aun siendo su derecho de hacerlo. También pidió que una vez firmado el armisticio fuera levantado el bloqueo, se entregaran los cargamentos decomisados y se devolvieran los barcos retenidos.
El 19 de noviembre, Baudin anunció que saldría de Jalapa ese mismo día si no se aceptaban los términos por él expuestos. Entonces Cuevas le expuso otro proyecto, en donde le solicitaba al contraalmirante francés que esperara a la aprobación de los tratados por el congreso y que los 600 000 pesos serían pagados en seis meses. Baudin no estuvo de acuerdo y dijo que retornaría a su nave el 21, insistiendo en cobrar los $800 000 pesos y además que se permitiera a los franceses el libre comercio al menudeo.
Llegado el 21 de noviembre, el plenipotenciario francés envió una nota al ministro Cuevas, en donde le informó que esperaría hasta el 27 al mediodía, la respuesta a sus peticiones a bordo de su nave anclada en Veracruz y si aquella no era en los términos exigidos por Francia, entonces consideraría como un deber comenzar las hostilidades de inmediato. Todavía el 26, Cuevas envió a Baudin un nuevo proyecto, en donde le propuso el pago de los $600 000 en abonos de $100 000 mensuales, pidiendo que de darse el rompimiento se permitiría a la población y a las autoridades civiles abandonar la plaza. Baudin respondió ese mismo día exigiendo el cumplimiento de las concesiones solicitadas, pero Cuevas le respondió que no era posible realizar concesión alguna más. Cuando se supo que el ataque a Veracruz era inminente, la población empezó a abandonar la ciudad para trasladarse a Jalapa o a las rancherías circunvecinas.
El 26 de noviembre en la noche, a una orden de Baudin, las bombarderas Cíclope y Vulcano se colocaron a la altura del arrecife de La Gallega. Igual movimiento hicieron las fragatas Nereida, Gloria e Ifigenia, hasta quedar al sur de las primeras y al NO. de Ulúa, a manera de formar una apretada línea. Así quedaron situadas aproximadamente a cuatro o cinco cables (entre 400 y 500 metros) de la fortaleza, buscando a su vez quedar fuera del alcance de los cañones mexicanos (Blanchard, 1839) (Graviere, 1888).

Las defensas de Veracruz entre octubre y noviembre
A inicios de octubre, las necesidades alcanzaron un punto sin retorno. Había 170 enfermos en la plaza y los hospitales continuaban sin medios para atenderlos; no había con qué pagar a los practicantes, ni para hacer más camas, cubrecamas, comprar medicinas o simplemente para la comida de los enfermos, que en muchos casos eran atendido en el suelo a falta de catres. Los practicantes llegaron a fugarse, el panadero se negaba a seguir haciendo el pan para el hospital por no recibir su paga, lo mismo que el boticario.
En Ulúa el panorama no era mejor, pues había 94 enfermos y sólo 50 catres, lo que llevó a acostar al resto de los enfermos en costales llenos de tierra. Tampoco había una sola gallina para su alimentación. En Santa Fe, el regimiento del Palmar tenía 54 enfermos, de los cuales dos o tres eran de gravedad. La situación en este lugar llevó a que en un solo día hubiera 14 deserciones, de los cuales fueron recapturados cinco y enviados a Ulúa para ser empleados en labores de fortificación durante cuatro meses, a modo de ejemplo para los demás.
A los oficiales y sargentos tampoco se les había podido dar su salario, mientras que los soldados se encontraban también sin sus pagas, sucios y descalzos, con la consiguiente relajación de la disciplina. De Ulúa, los oficiales habían estado bajando a tierra solo para buscar algo de comer. Así, la exasperante situación pecuniaria obligó a Rincón a apresurar al gobierno para que enviara nuevos recursos, valiéndose para ello de las notas oficiales que recibía de sus comandantes de los cuerpos de la ciudad y de San Juan de Ulúa, en donde le hacían patente las grandes necesidades que padecían.
Así, tanto en San Juan de Ulúa con el batallón permanente de Aldama y la tropa de Zapadores, como en la ciudad con el primer el batallón Hidalgo, la segunda brigada de artillería de la plaza, el batallón permanente de Landero, el batallón activo de Acayucan, el escuadrón activo de la ciudad de Veracruz, el batallón de Matamoros, el batallón de Tres Villas y el contralor del hospital militar, mandaron al general Rincón sendas misivas solicitando ayuda económica, mismas que eran turnadas por el oficial al ministerio de guerra y marina, y esta a su vez al ministerio de hacienda “Para que se apresure a proporcionar prontos ausilios a la tesorería de ese Departamento”. Desafortunadamente, el dinero siguió llegando a cuentagotas (Rincón, 1839, pág. 73 y ss).
El 28 de octubre, el general recibió la noticia de la solicitud de relevo del cirujano en Santa Fe, pues no tenía un solo real para la subsistencia de él y su familia (Rincón, 1839, pág. 96). Este mismo día se dio la inesperada llegada del bergantín mercante Emma, que con un regular cargamento había pasado el bloqueo francés sin oposición alguna. El general Rincón no perdió la oportunidad y solicitó inmediatamente al gobierno que se le permitiera disponer de los derechos que produciría la carga del mercante. El gobierno autorizó la solicitud, lo que significó en lo teórico, una bocanada de aire fresco para el comandante (Rincón, 1839, págs. 91-92).
Sin embargo, el desencanto llegó casi de inmediato al general, pues se le aclaró que no podría disponer de los recursos que produciría el bergantín Emma hasta después de que se hubieran cumplido los tiempos de distribución de la mercancía, el pago de los derechos, etc. Mientras tanto, se recibieron 15 000 pesos que fueron repartidos enseguida, pero no alcanzó siquiera para pagar los ranchos que se debían, ni los pagos del mes anterior de los oficiales, sargentos y soldados. Rincón, por enésima vez, tuvo que buscar por su cuenta y a su nombre algo de dinero (Rincón, 1839, págs. 92-93).
El 1 de noviembre, el general reportó al Supremo el Gobierno que en el surgidero de Sacrificios se encontraban cuatro fragatas, dos corbetas y seis bergantines; además del bergantín Único Hijo y la goleta Barbarita.
El día 2, Rincón recibió el informe de que la marinería había sido bajada a tierra con licencia de algunos días, para que buscaran sus alimentos mientras se recibían recursos. El oficial al mando justificó su proceder a la falta de raciones para el día siguiente, a que no podía conseguir crédito por un adeudo de 500 pesos y al temor de una sublevación. Rincón se molestó por las medidas, pues fueron tomadas justamente cuando había aumentado el número de buques de guerra y con ello, la posibilidad de un ataque a San Juan de Ulúa o a la plaza, amén que era un mal ejemplo para el resto de la tropa. Tanta fue su preocupación y molestia, que pidió inmediatamente le enviaran una relación de toda la marinería, para que de su bolsillo les pudiera enviar el dinero de sus pagas. Enseguida ordenó que todos  ellos durmieran en sus barcos, se redoblara la vigilancia, que las lanchas cañoneras estuvieran siempre listas y no dejaran de hacerse las rondas en los botes, buscando evitar una desagradable sorpresa. (Rincón, 1839, págs. 99-100).
El 5, el general Gaona informó desde San Juan de Ulúa que desde ese día el batallón de Aldama estaba sin rancho, que al día siguiente no habría alimento para el resto de la tropa y que además había más de 90 enfermos sin medicinas ni alimentos en el hospital de sitio (Rincón, 1839, pág. 99).
El 7 de noviembre, Rincón comunicó al Ministerio de Guerra que el 5 de ese mes recibió algunas cartas de Juan Nepomuceno Almonte desde Londres, en donde le informaba de los planes franceses para con su escuadra. Debido a esto, urgió le enviaran el dinero para atender todas las necesidades descritas, pues los derechos del Emma, si bien serían de mucha utilidad, no alcanzarían para cubrir todas las necesidades, adeudos y gastos (Rincón, 1839, págs. 100-101).
El 8 anclaron en Sacrificios una corbeta y otro bergantín de guerra franceses. La llegada de estas naves hizo temer a Rincón sobre la posibilidad de un rompimiento y urgió al Ministerio de Guerra el envío de 100 mil pesos para pagar los adeudos y a la tropa; también para aumentar las fuerzas auxiliares, seguir con la reparación y construcción de las fortificaciones, cureñas, adquirir juegos de armas y construir cartuchos de cañón. También para comprar alimentos, camas y medicinas para los enfermos, pues a esa fecha, no había ni para vendajes. Además, le preocupaba el disgusto de las clases y lo que podrían llegar a hacer estando hambrientos y armados. O que, a los primeros disparos, la plaza quedara desierta (Rincón, 1839, págs. 99-100).
Los días previos al 10 de noviembre, Rincón mandó a que las tropas realizaran prácticas de tiro, lo que consumió algo de pólvora. Como no le enviaron toda la que había solicitado en algún momento, pidió al Ministerio de Guerra y Marina que a la brevedad posible le enviaran 100 quintales[10] para dotar a Ulúa y a la plaza. El ministerio finalmente le envió, hasta el 27 de noviembre, sesenta quintales del explosivo para cañón y fusil (Rincón, 1839, págs. 101-102).
El 15 de noviembre fondearon en la Isla Verde una fragata y un buque pequeño de guerra, y en el fondeadero de Sacrificios, un bergantín. Ante esto, Rincón movilizó hacia el puerto alrededor de 400 auxiliares desde Córdoba, Orizaba y Coscomatepec; amén de una cantidad semejante desde Puente Nacional, Paso de Ovejas y Actopan. También llamó a 150 hombres de Nautla y Papantla, mientras que en la plaza logró concentrar a 700 jarochos entre caballería y de a pie. Estos últimos habían dejado sus milpas justo en la época de cosecha, por lo que el general solicitó al Supremo Gobierno que no lo abandonaran y le enviaran los dineros tantas veces pedido, pues si los jarochos no recibían su paga un solo día, regresarían a sus tierras al no tener otro medio de subsistencia, además de la necesidad de cubrir los demás gastos.
El día 17, el general Gaona reportó que habían desaparecido 966 cartuchos de cañón de todos los calibres y que esto comprometía la situación defensiva de Ulúa. Rincón ordenó hacer una investigación al respecto (Rincón, 1839, pág. 102).
El gobierno respondió el 23 al general Rincón que el Congreso había aprobado proporcionarle un millón de pesos, además de que podía contar con la mitad del arbitrio extraordinario de guerra de los Departamentos de Puebla y Oaxaca, más las cantidades que el gobierno remitiera en lo sucesivo y le confirmaba todos los derechos sobre el bergantín Emma. También le hizo saber que había salido de Tacubaya el general Mariano Arista con una sección auxiliar bajo su mando, misma que se situaría en el punto donde el Comandante General del Departamento dispusiera (Rincón, 1839, pág. 104).
El 27 de noviembre Rincón respondió que su necesidad era tan grande que ya no tenía el tiempo para esperar los arbitrios, por lo que solicitó “que con la rapidez del rayo”, le enviran desde México el dinero que con tanta urgencia necesitaba. También informó que toda la población había salido de la ciudad, incluidos los empleados de las oficinas, por lo que no tenía ya con quien entenderse (Rincón, 1839, pág. 105).
En comunicado fechado ese mismo día, el general Mariano Arista informó al Comandante General desde Jalapa, que marchaba con 740 infantes y 131 dragones; que llegaría a Plan de Río durante ese día y que las jornadas posteriores se harían bajo lo que Rincón ordenara (Rincón, 1839, págs. 106-107).
El mismo día 27 se rompieron las hostilidades. En esa fecha, el contraalmirante francés mandó una nota al general Manuel Rincón, anunciándole que había terminado su misión de paz. El ministro Cuevas (Cuevas, 1839), resumió de la siguiente manera las razones del fracaso de las negociaciones:

“[...] no se quiso conceder en Jalapa a los franceses más de lo que se está concediendo a otras naciones”.

(Fin de la Entrega II. La Entrega I puede ser leída en este vínculo.

[1]  Gaona, Antonio. (1793-1848). General mexicano. Nacido en la Habana, Cuba. Muere en la ciudad de México durante la invasión norteamericana de 1847. Fuente: Spencer, T. (2013). The enciclopedia of the mexican-american war. Vol I. A – L. EE. UU: ABC-Clio. Biografía disponible en, http://bit.ly/Z2mLr0

[2] Una resma consiste en veinte manos de papel. A su vez, una mano equivale a cinco cuadernillos y un cuadernillo  a cinco hojas.

[3] Ponerse en facha. Parar el curso de una embarcación por medio de las velas, haciéndolas obrar en sentidos contrarios.

[4] Rincón cae en un error al nombrar a la batería de San Fernando como “baluarte”. No creo que el general ignorara la diferencia entre uno y otro término; pero imagino que la nombró de esta forma siguiendo la costumbre que predominaba entre la población en general. Para más información consultar: Gaspar, M. (2014, 23 de abril). San Fernando, el falso baluarte. Recuperado de: http://bit.ly/1mX0FeJ (N. del A.)

[5] Posiblemente falúas.

[6] El Cosmopolita afirmaba que era en Tolon y Dresde, pero es obvio que incurrió en un error, pues el segundo no es puerto.

[7]  Desarbolar. Desmantelardestruir o derribar los palos y velas de una embarcación.

[8] Otras versiones indican que Baudin llegó al fondeadero de Sacrificios entre los días 20, 26 y 27 de octubre de 1838.

[9] Carlos María de Bustamante dice que Baudin llegó entre los días 28 y 29 de octubre. (Bustamante, 1842, pág. 126).

[10] Un quintal equivale aproximadamente a 46 kg

Fuentes:

- (16 de Mayo de 1838). El Cosmopolita, pág. 4.

- (23 de Junio de 1838). El Cosmopolita, pág. 2.

- (20 de Junio de 1838). El Cosmopolita, pág. 4.

- (30 de Noviembre de 1838). Diario de gobierno de la República Mexicana, pág. 3.

- Blanchard. (1839). San Juan de Ulúa o l'expedition francaise au Mexique. Paris: Chez guide, Editeur.

- Cambas, M. R. (1871). Historia antigua y moderna de Jalapa y de las revoluciones del Estado de Veracruz. México: Imprenta de Ignacio Cumplido.

- Capitanía del puerto. (2 de Mayo de 1838). El Cosmpolita, pág. 4.

- Capitanía del puerto de Veracruz. (5 de May de 1838). Diario del gobierno de la República Mexicana, pág. 2.

- Capitanía del puerto de Veracruz. (5 de Mayo de 1838). Diario del gobierno de la República Mexicana, pág. 2.

- Capitanía del puerto de Veracruz. (30 de Mayo de 1838). El Cosmopolita, pág. 1.

- Capitanía del puerto de Veracruz. (5 de Octubre de 1838). Diario de gobierno de la República Mexicana, pág. 2.

- Censor de Veracruz. (25 de Abril de 1838). El Cosmpolita, pág. 4.

- Cuevas, L. G. (1839). Exposición sobre las diferencias con Francia. México: Imprenta de Ignacio Cumplido.

- Francia. (7 de Febrero de 1838). El Cosmopolita, pág. 3.

- Francia. (8 de Agosto de 1838). El Cosmopolita, pág. 4.

- Graviere, D. l. (1888). L'amiral Baudin. Paris: Librairie Plon.

- Interior. (23 de Mayo de 1838). El Cosmoplita, pág. 1.

- Interior. (23 de Junio de 1838). El Cosmopolita, pág. 2.

- Joinville, F.-F.-P.-L.-M. d. (1895). Memoirs (Vieux Souvenirs) of the Prince de Joinville. London: William Heinemann.

- México. (18 de Junio de 1838). Diario de gobierno de la República Mexicana, pág. 4.

- México. (15 de Mayo de 1838). Diario del gobierno de la República Mexicana, pág. 4.

- México. (16 de Mayo de 1838). Diario del gobierno de la República Mexicana, pág. 4.

- México. (18 de Junio de 1838). Diario del gobierno de la República Mexicana, pág. 4.

- Representación de los franceses residentes en México. (25 de Abril de 1838). El Cosmopolita, pág. 4.

- Rincón, M. (1839). Manifiesto del general Manuel Rincón sobre Ulúa y Veracruz. México: Imprenta de Ignacio Cumplido.