Para las negociaciones, se
reunieron en la Villa de Jalapa Baudin y el ministro de Relaciones Luis Gonzaga
Cuevas. Baudin condicionó que, para lograr zanjar las diferencias, el gobierno
mexicano primero debía garantizar que los ciudadanos franceses disfrutarían de
las mismas consideraciones otorgadas a la nación extranjera más favorecida;
igualmente estarían exentos de contribuciones y préstamos forzosos, tendrían la
libertad para ejercer el comercio al menudeo y recibirían el pago puntual de
los créditos. También exigió el pago de $800 000 pesos en un plazo de quince
días, contados a partir de la firma del acuerdo, de los cuales $600 000 serían
para la liquidación de la indemnización por reclamaciones y $200 000 para los
gastos de la expedición naval.
Por su parte, el ministro
Cuevas propuso el pago de los $600 000, quedando libre el gobierno mexicano de
responsabilidad por otras reclamaciones, además de conceder no aplicar los
préstamos forzosos a los franceses, aun siendo su derecho de hacerlo. También
pidió que una vez firmado el armisticio fuera levantado el bloqueo, se
entregaran los cargamentos decomisados y se devolvieran los barcos retenidos.
El 19 de noviembre, Baudin
anunció que saldría de Jalapa ese mismo día si no se aceptaban los términos por
él expuestos. Entonces Cuevas le expuso otro proyecto, en donde le solicitaba
al contraalmirante francés que esperara a la aprobación de los tratados por el
congreso y que los 600 000 pesos serían pagados en seis meses. Baudin no estuvo
de acuerdo y dijo que retornaría a su nave el 21, insistiendo en cobrar los
$800 000 pesos y además que se permitiera a los franceses el libre comercio al
menudeo.
Llegado el 21 de noviembre,
el plenipotenciario francés envió una nota al ministro Cuevas, en donde le
informó que esperaría hasta el 27 al mediodía, la respuesta a sus peticiones a bordo de su nave anclada en
Veracruz y si aquella no era en los términos exigidos por Francia, entonces consideraría
como un deber comenzar las hostilidades de inmediato. Todavía el 26, Cuevas envió a Baudin un nuevo proyecto, en
donde le propuso el pago de los $600 000 en abonos de $100 000 mensuales,
pidiendo que de darse el rompimiento se permitiría a la población y a las
autoridades civiles abandonar la plaza. Baudin respondió ese mismo día
exigiendo el cumplimiento de las concesiones solicitadas, pero Cuevas le
respondió que no era posible realizar concesión alguna más. Cuando se supo que
el ataque a Veracruz era inminente, la población empezó a abandonar la ciudad
para trasladarse a Jalapa o a las rancherías circunvecinas.
El 26 de noviembre en la
noche, a una orden de Baudin, las bombarderas Cíclope y Vulcano se
colocaron a la altura del arrecife de La Gallega. Igual movimiento
hicieron las fragatas Nereida, Gloria e Ifigenia, hasta
quedar al sur de las primeras y al NO. de Ulúa, a manera de formar una apretada
línea. Así quedaron situadas aproximadamente a cuatro o cinco cables (entre 400
y 500 metros) de la fortaleza, buscando a su vez quedar fuera del alcance de
los cañones mexicanos (Blanchard, 1839) (Graviere, 1888).
Las defensas de Veracruz
entre octubre y noviembre
A inicios de octubre, las
necesidades alcanzaron un punto sin retorno. Había 170 enfermos en la plaza y
los hospitales continuaban sin medios para atenderlos; no había con qué pagar a
los practicantes, ni para hacer más camas, cubrecamas, comprar medicinas o
simplemente para la comida de los enfermos, que en muchos casos eran atendido
en el suelo a falta de catres. Los practicantes llegaron a fugarse, el panadero
se negaba a seguir haciendo el pan para el hospital por no recibir su paga, lo
mismo que el boticario.
En Ulúa el panorama no era
mejor, pues había 94 enfermos y sólo 50 catres, lo que llevó a acostar al resto
de los enfermos en costales llenos de tierra. Tampoco había una sola gallina
para su alimentación. En Santa Fe, el regimiento del Palmar tenía 54 enfermos,
de los cuales dos o tres eran de gravedad. La situación en este lugar llevó a
que en un solo día hubiera 14 deserciones, de los cuales fueron recapturados
cinco y enviados a Ulúa para ser empleados en labores de fortificación durante
cuatro meses, a modo de ejemplo para los demás.
A los oficiales y sargentos
tampoco se les había podido dar su salario, mientras que los soldados se
encontraban también sin sus pagas, sucios y descalzos, con la consiguiente
relajación de la disciplina. De Ulúa, los oficiales habían estado bajando a
tierra solo para buscar algo de comer. Así, la exasperante situación pecuniaria
obligó a Rincón a apresurar al gobierno para que enviara nuevos recursos,
valiéndose para ello de las notas oficiales que recibía de sus comandantes de
los cuerpos de la ciudad y de San Juan de Ulúa, en donde le hacían patente las
grandes necesidades que padecían.
Así, tanto en San Juan de
Ulúa con el batallón permanente de Aldama y la tropa de Zapadores, como en la
ciudad con el primer el batallón Hidalgo, la segunda brigada de artillería de
la plaza, el batallón permanente de Landero, el batallón activo de Acayucan, el
escuadrón activo de la ciudad de Veracruz, el batallón de Matamoros, el
batallón de Tres Villas y el contralor del hospital militar, mandaron al
general Rincón sendas misivas solicitando ayuda económica, mismas que eran
turnadas por el oficial al ministerio de guerra y marina, y esta a su vez al
ministerio de hacienda “Para que se apresure a proporcionar prontos ausilios
a la tesorería de ese Departamento”. Desafortunadamente, el dinero siguió
llegando a cuentagotas (Rincón, 1839, pág. 73 y ss).
El 28 de octubre, el
general recibió la noticia de la solicitud de relevo del cirujano en Santa Fe,
pues no tenía un solo real para la subsistencia de él y su familia (Rincón,
1839, pág. 96). Este mismo día se dio la inesperada llegada del bergantín
mercante Emma, que con un regular cargamento había pasado el bloqueo
francés sin oposición alguna. El general Rincón no perdió la oportunidad y
solicitó inmediatamente al gobierno que se le permitiera disponer de los
derechos que produciría la carga del mercante. El gobierno autorizó la
solicitud, lo que significó en lo teórico, una bocanada de aire fresco para el
comandante (Rincón, 1839, págs. 91-92).
Sin embargo, el desencanto
llegó casi de inmediato al general, pues se le aclaró que no podría disponer de
los recursos que produciría el bergantín Emma hasta después de que se
hubieran cumplido los tiempos de distribución de la mercancía, el pago de los
derechos, etc. Mientras tanto, se recibieron 15 000 pesos que fueron repartidos
enseguida, pero no alcanzó siquiera para pagar los ranchos que se debían, ni
los pagos del mes anterior de los oficiales, sargentos y soldados. Rincón, por
enésima vez, tuvo que buscar por su cuenta y a su nombre algo de dinero
(Rincón, 1839, págs. 92-93).
El 1 de noviembre, el
general reportó al Supremo el Gobierno que en el surgidero de Sacrificios se
encontraban cuatro fragatas, dos corbetas y seis bergantines; además del
bergantín Único Hijo y la goleta Barbarita.
El día 2, Rincón recibió el
informe de que la marinería había sido bajada a tierra con licencia de algunos
días, para que buscaran sus alimentos mientras se recibían recursos. El oficial
al mando justificó su proceder a la falta de raciones para el día siguiente, a
que no podía conseguir crédito por un adeudo de 500 pesos y al temor de una
sublevación. Rincón se molestó por las medidas, pues fueron tomadas justamente
cuando había aumentado el número de buques de guerra y con ello, la posibilidad
de un ataque a San Juan de Ulúa o a la plaza, amén que era un mal ejemplo para
el resto de la tropa. Tanta fue su preocupación y molestia, que pidió
inmediatamente le enviaran una relación de toda la marinería, para que de su
bolsillo les pudiera enviar el dinero de sus pagas. Enseguida ordenó que todos ellos durmieran en sus barcos, se redoblara la
vigilancia, que las lanchas cañoneras estuvieran siempre listas y no dejaran de
hacerse las rondas en los botes, buscando evitar una desagradable sorpresa.
(Rincón, 1839, págs. 99-100).
El 5, el general Gaona
informó desde San Juan de Ulúa que desde ese día el batallón de Aldama estaba
sin rancho, que al día siguiente no habría alimento para el resto de la tropa y
que además había más de 90 enfermos sin medicinas ni alimentos en el hospital
de sitio (Rincón, 1839, pág. 99).
El 7 de noviembre, Rincón
comunicó al Ministerio de Guerra que el 5 de ese mes recibió algunas cartas de
Juan Nepomuceno Almonte desde Londres, en donde le informaba de los planes
franceses para con su escuadra. Debido a esto, urgió le enviaran el dinero para
atender todas las necesidades descritas, pues los derechos del Emma, si
bien serían de mucha utilidad, no alcanzarían para cubrir todas las
necesidades, adeudos y gastos (Rincón, 1839, págs. 100-101).
El 8 anclaron en
Sacrificios una corbeta y otro bergantín de guerra franceses. La llegada de
estas naves hizo temer a Rincón sobre la posibilidad de un rompimiento y urgió
al Ministerio de Guerra el envío de 100 mil pesos para pagar los adeudos y a la
tropa; también para aumentar las fuerzas auxiliares, seguir con la reparación y
construcción de las fortificaciones, cureñas, adquirir juegos de armas y
construir cartuchos de cañón. También para comprar alimentos, camas y medicinas
para los enfermos, pues a esa fecha, no había ni para vendajes. Además, le preocupaba
el disgusto de las clases y lo que podrían llegar a hacer estando hambrientos y
armados. O que, a los primeros disparos, la plaza quedara desierta (Rincón,
1839, págs. 99-100).
Los días previos al 10 de
noviembre, Rincón mandó a que las tropas realizaran prácticas de tiro, lo que
consumió algo de pólvora. Como no le enviaron toda la que había solicitado en
algún momento, pidió al Ministerio de Guerra y Marina que a la brevedad posible
le enviaran 100 quintales
para dotar a Ulúa y a la plaza. El ministerio finalmente le envió, hasta el 27
de noviembre, sesenta quintales del explosivo para cañón y fusil (Rincón, 1839,
págs. 101-102). El 15 de noviembre
fondearon en la Isla Verde una fragata y un buque pequeño de guerra, y en el
fondeadero de Sacrificios, un bergantín. Ante esto, Rincón movilizó hacia el
puerto alrededor de 400 auxiliares desde Córdoba, Orizaba y Coscomatepec; amén
de una cantidad semejante desde Puente Nacional, Paso de Ovejas y Actopan.
También llamó a 150 hombres de Nautla y Papantla, mientras que en la plaza
logró concentrar a 700 jarochos entre caballería y de a pie. Estos últimos
habían dejado sus milpas justo en la época de cosecha, por lo que el general
solicitó al Supremo Gobierno que no lo abandonaran y le enviaran los dineros tantas
veces pedido, pues si los jarochos no recibían su paga un solo día, regresarían
a sus tierras al no tener otro medio de subsistencia, además de la necesidad de
cubrir los demás gastos.
El día 17, el general Gaona
reportó que habían desaparecido 966 cartuchos de cañón de todos los calibres y
que esto comprometía la situación defensiva de Ulúa. Rincón ordenó hacer una
investigación al respecto (Rincón, 1839, pág. 102).
El gobierno respondió el 23
al general Rincón que el Congreso había aprobado proporcionarle un millón de
pesos, además de que podía contar con la mitad del arbitrio extraordinario de
guerra de los Departamentos de Puebla y Oaxaca, más las cantidades que el
gobierno remitiera en lo sucesivo y le confirmaba todos los derechos sobre el
bergantín Emma. También le hizo saber que había salido de Tacubaya el
general Mariano Arista con una sección auxiliar bajo su mando, misma que se
situaría en el punto donde el Comandante General del Departamento dispusiera
(Rincón, 1839, pág. 104).
El 27 de noviembre Rincón
respondió que su necesidad era tan grande que ya no tenía el tiempo para
esperar los arbitrios, por lo que solicitó “que con la rapidez del rayo”,
le enviran desde México el dinero que con tanta urgencia necesitaba. También
informó que toda la población había salido de la ciudad, incluidos los
empleados de las oficinas, por lo que no tenía ya con quien entenderse (Rincón,
1839, pág. 105).
En comunicado fechado ese
mismo día, el general Mariano Arista informó al Comandante General desde
Jalapa, que marchaba con 740 infantes y 131 dragones; que llegaría a Plan de
Río durante ese día y que las jornadas posteriores se harían bajo lo que Rincón
ordenara (Rincón, 1839, págs. 106-107).
El mismo día 27 se
rompieron las hostilidades. En esa fecha, el contraalmirante francés mandó una
nota al general Manuel Rincón, anunciándole que había terminado su misión de
paz. El ministro Cuevas (Cuevas, 1839), resumió de la siguiente
manera las razones del fracaso de las negociaciones:
“[...] no se quiso conceder
en Jalapa a los franceses más de lo que se está concediendo a otras naciones”.
(Fin de la Entrega II. La Entrega I puede ser leída en este vínculo.