“[Que] La fortaleza de Ulúa es impresionante,
estoy de acuerdo; esta es una razón más para tratar
de tomarla. Nadie, después de tantas objeciones,
tendrá derecho a cuestionar si uno
falla; nadie,
si se tiene éxito, se atreverá a sostener
que fue cosa fácil”.
Almirante
Lalande a bordo del Nereida,
en
travesía hacia el Golfo de México. Septiembre, 1838.
(Graviere, 1888).
El bombardeo a San Juan de Ulúa
El 12 de noviembre de 1838,
una pequeña fuerza francesa bajo el mando del príncipe de Joinville buscó realizar
un reconocimiento nocturno en el bajo La Gallega, sitio que formaba
parte del arrecife donde está asentada la fortaleza de Ulúa por su lado NE. Lo anterior en cumplimiento a una orden del almirante francés Charles Baudin, que deseaba evaluar la posibilidad de un
desembarco en ese punto.
El grupo de exploración
francés desembarcó amparado en la oscuridad de la noche en el mencionado
arrecife, por la parte más alejada de la fortaleza. Se desplazaban
trabajosamente con el agua hasta los muslos, apoyándose en unos palos largos,
pues todo el tiempo estuvieron andando sobre un fondo arenoso cubierto de
algas. Después de un corto pero agotador recorrido, llegaron lo suficientemente
cerca del glacis de la fortaleza como para escuchar la voz del centinela
exclamar: “¡Alerta!”. Grito que era
repetido cada cuarto de hora.
Los franceses estaban a
punto de alcanzar el talud de Ulúa cuando de pronto, un fuerte clamor surgió
del recinto y todo se iluminó. En un pestañeo, las fuerzas francesas vieron aparecer
sobre la parte más alta del glacis a un grupo de aproximadamente 50 soldados
mexicanos. En sus manos brillaban, amenazadoras, las armas. La fuerza mexicana
bajó a toda carrera hacia el mar en pos de los franceses, lo que obligó a los
galos a buscar reembarcarse lo más rápido posible. Por momentos fue una
verdadera competencia de velocidad entre ambas fuerzas, pero al final, los
soldados mexicanos desistieron de la persecución sin haber hecho un solo tiro,
regresando Joinville y su fuerza a la corbeta Criolla
(Joinville, 1895).
"Reconocimiento nocturno francés a la fortaleza de San Juan de Ulúa por Joinville (1838)". Esta imagen muestra al grupo de marinos bajo el mando del príncipe de Joinville reconociendo la parte noreste de Ulúa. Puede observarse en el glacis a un grupo de soldados mexicanos en pos de los franceses.
*****
La situación defensiva,
tanto en la ciudad como en Ulúa, no podía haber sido más desesperada y
desalentadora: Desde inicios del mes de noviembre, el facultativo que se
encontraba en Santa Fe había avisado que se encontraba carente de todo lo
necesario para atender a los enfermos, y estaba en la disyuntiva de
abandonarlos a su suerte o no. Por otro lado, el general Antonio Gaona informaba el día 5 de
ese mismo mes, que las fuerzas bajo su mando en San Juan de Ulúa estarían sin
rancho al día siguiente, amén de las acostumbradas carencias de medicinas y
utensilios en el hospital del sitio. Pero además, y como si la situación no fuera de por sí
complicada, el 17 de noviembre se descubrió que habían robado de la
fortaleza alrededor de mil cartuchos para cañón de todos los calibres.
Por otra parte, ante los
constantes fracasos en las negociaciones diplomáticas, era urgente terminar con las obras de
fortificación, aumentar el número de efectivos auxiliares, apoyar a las fuerzas
de tierra que se encontraban desalentadas ante tantas carencias; y finalmente,
comprar lo necesario para fabricar cartuchos de cañón, pues no había la pólvora
necesaria para dotar a la plaza y a la fortaleza. También era necesario
adquirir lo indispensable para la debida atención de los soldados enfermos y
los que resultaran heridos durante el inminente ataque.
Así lo hizo saber al
gobierno el general Rincón, pero la respuesta que recibió solo estuvo cargada
de vagas esperanzas de un apoyo que llegaría del Departamento de Oaxaca. Por
otra parte, le informaba también que iba en camino a Veracruz el general Mariano
Arista, que a la sazón se encontraba en Perote junto con la sección volante a
su mando. Escribió Rincón al respecto (Rincón, 1839):
“[...] mis apuros,
angustias y compromisos se multiplicaban á la par que se acercaba el desenlace
del trágico drama que comenzó á representarse el 16 de abril.”
Manuel Joaquín Rincón y Calcáneo. Comandante General del Departamento de Veracruz y defensor de la ciudad del mismo nombre durante el bombardeo a San Juan de Ulúa, en la llamada "Guerra de los Pasteles". 27 de noviembre de 1838.
Entre tanto, la escuadra francesa había pasado de la isla de Sacrificios a la
isla Verde para estar más cerca de Ulúa. El 25 pidió Baudin a Rincón que se
declarara neutral el bergantín Fortuna, destinado a servir como
hospital. Igualmente, el segundo solicitó que por la misma razón fueran
declarados neutrales tres casas de la ciudad, que serían señaladas con una
bandera amarilla.
La mañana del 27 de
noviembre de 1838, el sol se presentó en un cielo sin nubes, con la mar
tranquila y el horizonte transparente hasta donde alcanzaba la vista
(Blanchard, 1839). Cerca de las nueve de la mañana, aun dentro del tiempo dado
en el ultimátum de Baudin antes de romper las hostilidades, llegó a Veracruz la
última propuesta del plenipotenciario Luis G. Cuevas, el cual fue
inmediatamente enviado al contraalmirante francés con los oficiales de la
armada mexicana Valle y Díaz Mirón. Cuando ambos oficiales llegaron a bordo del
Nereida alrededor de las 10 de la mañana, comenzaban a moverse del
fondeadero de la isla Verde, los buques que atacarían a Ulúa. Estas naves se
colocaron primero en el canal que separa el bajo de la Gallega del de la
Galleguilla y posteriormente, una tras de otra fueron situándose al NE y
NO de la fortaleza, quedando sólo dos bergantines libres para moverse a donde
conviniera durante el ataque, permaneciendo en el fondeadero de Sacrificios quedaría el resto
de la escuadra. Los barcos fueron colocados frente a los ángulos salientes de
la fortaleza, inutilizando de esta manera gran parte de las baterías al no
poder disparar en dirección de aquellos.
Veracruz y Ulúa contaban
(no tomando en cuenta a los enfermos), con poco menos de 1 000 hombres para su
defensa. Por su parte, las fuerzas francesas sumaban cuatro fragatas, tres
corbetas, nueve bergantines, dos bombarderas, dos garrabas y dos vapores; es
decir, un total de 22 barcos con 4 103 hombres (Bravo, 1953, pág. 493). De las
cuales, según Rincón, para atacar a la fortaleza fueron destinadas cinco naves
de primera clase: las fragatas Nereida, Ifigenia, Gloria, Criolla
y Náyade; una corbeta, la Cerceta; dos bergantines, el Voltigeador
y la Cebra y las bombarderas Cíclope y Vulcano (Rincón,
1839).
Por su parte, los franceses acertadamente mencionan que en el ataque
participaron las fragatas Nereida, Gloria e Ifigenia; la
corbeta Criolla y las bombarderas Cíclope y Vulcano
(Blanchard, 1839).
Almirante Charles Baudin. Comandante de la escuadra francesa que bombardeó a la fortaleza de San Juan de Ulúa durante la "Guerra de los Pasteles", el 27 de noviembre de 1838. — en Heroica ciudad y puerto de Veracruz, Veracruz de Ignacio de La Llave.
Esa misma mañana y previo
al ataque, el general Rincón envió otro comunicado al gobierno, en donde
informaba que ya no era posible esperar más: no había recurso alguno en la
aduana ni en la ciudad y que era más que urgente que se enviara a Veracruz los
fondos económicos necesarios.
A la una de la tarde, un
bergantín se aproximó mucho al baluarte de Santiago, mientras que otro más se
situó frente al baluarte de la Concepción. De este último se pide autorización
al comandante general para romper el fuego; petición que es denegada por Rincón
por estar aún en labores de parlamento (Bustamante, 1842, pág. 126). Los
oficiales mexicanos Valle y Díaz Mirón permanecieron en la Nereida hasta
las dos y media de la tarde, a esa hora los oficiales mexicanos subieron a su
bote y se desprendieron de un costado de la fragata para conducir a Veracruz la
respuesta de Baudin.
La tarde era preciosa y
corría una suave brisa. A las dos treinta y cinco del 27 de noviembre de 1838,
Baudin ordenó hacer descender la señal de ataque a lo largo de la driza de la Nereida,
al tiempo que se izaba a tres mástiles y en el bauprés
de las fragatas que iniciaron el ataque (la Nereida, el Gloria y la Ifigenia), la bandera francesa. Entonces, una nube de humo envolvió a las naves al rugir de
la primera descarga, a la vez que un poderoso grito de Vive le roy!,
precedió a la segunda e imponente detonación de un centenar de cañones,
recibiendo la fortaleza una lluvia de proyectiles.
La Guerra de los
Pasteles daba principio.
Bombardeo a la fortaleza de San Juan de Ulúa (27 de noviembre de 1838). En este plano puede verse la distribución de las naves francesas durante el bombardeo a la fortaleza de San Juan de Ulúa. También indica el recorrido realizado por la corbeta "Criolla" para participar en el ataque.
Los oficiales Valle y Díaz
Mirón tuvieron que atravesar la bahía en medio del nutrido fuego, llegando a
tierra una hora después (Bravo, 1953). La respuesta que llevaban del
contraalmirante francés decía que había expirado el término concedido por él
sin haber recibido una respuesta satisfactoria del gobierno mexicano e iba a
comenzar las hostilidades (Rivera Cambas, 1871).
El rugir del cañoneo
francés se tornó incesante, contundente, quedando la fortaleza envuelta en una
espesa humareda, resaltando en medio de ella los tres colores de la bandera
mexicana en el Caballero Alto (Blanchard, 1839). Tras la primera andanada, la
respuesta de la fortaleza no se hizo esperar; los artilleros dispararon a un
mismo tiempo, aunque sólo contestaba con una cuarta parte de su potencial de
fuego para hacerlo. En la ciudad, la población llena de terror huyó por todos
lados; la confusión era extrema (Bustamante, 1842, pág. 127).
Por su parte, el baluarte
de la Concepción, aunque alejado del enfrentamiento por su posición al Oeste de
la zona de batalla, realizó también algunos disparos. Las naves francesas
respondieron al fuego de la plaza, cayendo algunos proyectiles incendiarios en
los alrededores del baluarte. Una de las bombas dio de lleno en la puerta del
convento de San Francisco, produciendo una fuerte explosión que sacudió la
estructura y dejó estupefacto al Ayudante de Campo del general Rincón, el
Capitán de Caballería Permanente Manuel María Giménez, que acababa de pasar por
ese punto llevando una orden al mencionado baluarte (Rincón, 1839) (Gimenez,
1911).
Las fragatas continuaron
disparando sin piedad contra Ulúa, siendo emuladas pocos instantes después por
las bombarderas Cíclope y Vulcano. En pocos minutos el incendio
en la fortaleza fue general, haciendo que se perdieran de vista las fragatas
entre el humo.
Incapaz de permanecer a la
expectativa, a las tres y media de la tarde la corbeta Criolla empezó a
navegar desde su posición en la isla Verde hasta el arrecife de la Gallega,
donde pidió permiso a su almirante para reunirse a las demás fragatas y
participar en la batalla. Baudin dio la autorización, por lo que la corbeta que
comandaba el príncipe de Joinville rodeó todo el arrecife, colocándose
finalmente entre el arrecife de la Lavandera y la fragata Gloria en
donde se unió al combate (Graviere J. d., 1888), (Blanchard, 1839).
Entonces, un intenso
cañoneo partió de la batería baja del baluarte San Miguel hacia la recién
alineada Criolla, a la cual esta respondió con furia (Blanchard, 1839). Al final, de todos los barcos alineados para el
ataque, sólo participaron las fragatas Nereida, Ifigenia y Gloria;
la corbeta Criolla y las bombarderas Cíclope y Vulcano. Juntas,
portaban un poder de fuego de 204 piezas de artillería, entrando en acción 108
de ellas. En contraparte, Ulúa contaba con 153 piezas, de las cuales sólo
pudieron ser disparadas unas 40 (Bravo, 1953) debido a la posición de los
barcos descrita líneas arriba. Las fuerzas francesas mantuvieron su posición
durante la tarde, para así aprovechar la luz y alinearse para bombardear el
baluarte San Crispín y a la batería baja de San Miguel, situadas al Este de
Ulúa (Graviere J. d., 1888) (Blanchard, 1839).
En la ciudad, el general
Rincón reconocía la línea cabalgando incesantemente del baluarte de Santiago al
de la Concepción,
observando con desesperación la desigual lucha sin poder hacer algo más. Desde
tierra, este último baluarte continuaba disparando sus baterías sobre los
buques franceses con muy poco o nulo éxito. *****
En la fortaleza la defensa
fue bizarra: Las baterías se encontraban lanzando su incesante fuego cuando
cerca de las cuatro de la tarde, una gran explosión cimbró el aire y al
repuesto de la línea de defensa exterior de la batería baja de San Miguel: una
bomba había penetrado en el polvorín, produciendo un violento estallido que
ahogó por un instante el rugir de los cañones, levantando una gran columna de
humo y lanzando por los aires a varios artilleros que cayeron heridos o muertos
al mar y en los alrededores. Entre ellos se encontraba el Capitán de Fragata a
cargo de esa batería, Blas Godínez Brito, el cual sufrió heridas de
consideración que iban desde contusiones en la cabeza, hasta la fractura de la
pierna derecha y de varias costillas, además de haber quedado destrozada su
muñeca izquierda (Graviere J. D., 1888) (Blanchard, 1839).
La batería baja de San Miguel durante el bombardeo a San Juan de Ulúa.
Con la explosión se perdió
la artillería y una gran cantidad de pólvora encartuchada. De los 17 defensores
que se encontraban en esa batería baja, 13 perdieron la vida. La línea exterior
de este baluarte quedó desecha y abandonada; y la línea interior severamente
dañada, reduciendo considerablemente la respuesta de la fortaleza. Con todo,
muchos proyectiles de Ulúa impactaron en los cascos y aparejos de los barcos
franceses, provocando la muerte de dos marinos en la Ifigenia y uno más
en la Gloria (Blanchard, 1839).
Capitán de fragata Blas Godínez Brito. Estaba a cargo de las fuerzas mexicanas situadas en la batería baja del baluarte San Miguel. Resultó gravemente herido durante el bombardeo a este baluarte el 27 de noviembre de 1838.
Entre las cuatro y las
cuatro treinta de la tarde, tras una andanada de cuatro tiros de mortero de la Criolla,
voló por los aires el Caballero Alto; cayendo parte de su estructura en medio
de un torbellino de fuego, humo y piedras con un ruido que solo fue opacado por
las detonaciones de la poderosa artillería. Su voladura cubrió con escombros y polvo
a soldados, naves y estructuras circundantes. También salieron por el aire las
cinco piezas de a 12 y los repuestos, junto con otra parte de los defensores de
la fortaleza. “¡Bien!” - Gritó con emoción el segundo al mando al príncipe de
Joinville- “¡En el Caballero!”, al tiempo que ambos observan una densa nube
negra elevarse lentamente (Comunicados, 1938), (Joinville, 1895), (Bustamante,
1842, pág. 127).
Al ver esto, rápidamente
los soldados mexicanos más a la mano salieron a hacer una valla con sus cuerpos,
lo que les valió la admiración de las fuerzas enemigas.(Ocampo, 1839).
"Episodio de la expedición a México (1838)". Técnica: Óleo sobre tela, por Horace Vernet (1841). En esta pintura se ve al príncipe de Joinville elegantemente vestido sobre la popa de la corbeta "Criolla", mientras recibe el parte del teniente Penaud. Tienen como fondo la voladura del Caballero Alto. A la derecha, la fragata Gloria.
Al disiparse el humo, los
franceses vieron que el mirador y parte de la obra muerta del Caballero habían
desaparecido; no ocurriendo lo mismo con la bandera mexicana, que aun rasgada y
perforada en tres o cuatro ocasiones por los escombros, tremolaba desafiante en
la sección de pared sobre la que había sido colocada.
En este ataque hubo un oficial y 64 de tropa muertos, mientras que
Blanchard dice que perecieron 70 hombres entre
oficiales y soldados (Blanchard, 1839). Entre los fallecidos se encontraba Ignacio Labastida,
teniente coronel de ingenieros encargado de la defensa en ese punto, quien
quedó sepultado bajo los escombros junto con su batallón de zapadores
(Blanchard, 1839) (Rincón, 1839). Dos explosiones más se
dieron en los polvorines: una en la zanja exterior del reducto de la Media
Luna y otro en la batería baja hacia el Este. Una cuarta explosión se
agregó alrededor de las cinco de la tarde, reduciéndose todavía más el cañoneo
defensivo en la fortaleza (Graviere D. l., 1888). Con todo, los franceses no
estaban saliendo incólumes del ataque. La Gloria y la Nereida
presentaban numerosos impactos. También la Ifigenia había sido tocada en
su casco y mástiles, pero sin haber sido severamente dañada. En cuanto al
número de bajas, los franceses tuvieron en su haber 4 muertos y 29 heridos
(Bravo, 1953) (Blanchard, 1839).
A las cinco de la tarde, el
Nereida hizo una señal a la Gloria para que se preparara a
zarpar, al mismo tiempo que el vapor bombardero Meteoro recibía la orden
de remolcar a la segunda. Poco después paró sus disparos la Nereida;
mientras que la Ifigenia, aunque acribillada (recibió en total 150
tiros), continuó haciendo fuego un tiempo más (Blanchard, 1839).
Para las cinco treinta de
la tarde casi no había parque en la fortaleza, la mitad de las piezas que
apuntaban al enemigo estaban desmontadas y sólo una pequeña parte seguía
disparando. También habían sido puestos fuera de combate una gran cantidad de
artilleros, sin que hubiera manera de reponer ni a los unos ni a los otros.
Hacia las seis de la tarde, viendo el contraalmirante Baudin los estragos
causados por su artillería y las averías en proa y popa producidas por los
cañones mexicanos a su nave, decidió mover la Nereida a la isla Verde a
esperar la noche y preparar un posible ataque al día siguiente (Blanchard,
1839) (Bustamante, 1842, pág. 128). A las seis treinta habían salido del
combate cuatro buques. Sin embargo, aunque disminuido, el cañoneo continuaba
(Bustamante, 1842).
A esa misma hora, el
general Antonio Gaona dio su parte al general Rincón, informándole que era imposible
continuar el fuego, ya que no había municiones ni artilleros; la fortaleza
estaba severamente dañada y se había incrementado el número de muertos y
heridos
,
También informó que se vería precisado solicitar a los franceses una suspensión
del fuego para recoger a los heridos que se encontraban dispersos por toda la
fortaleza. Como respuesta, Rincón le ofrece enviar a Ulúa 1000 cartuchos vacíos
de a 24 libras
, 300 de
a 16 y 200 de a 12 y un cabo con 12 artilleros (Rincón, 1839). Gaona respondió
que era urgente le resolviera Rincón qué hacer, pues los franceses seguramente
no esperarían mucho tiempo para seguir con su ataque, el cual seguramente sería
decisivo.
Al momento de ponerse el
sol, la fortaleza parecía abandonada y sólo hacían fuego un pequeño número de
sus piezas. En total, las tres fragatas junto con la corbeta Criolle
dispararon 7 mil 771 balas y 177 obuses. Por su parte, los cuatro morteros de
las bombarderas Cíclope y Vulcano lanzaron 302 bombas. Estos
morteros fueron los que redujeron a escombro las bóvedas de los polvorines en
la fortaleza (Graviere D. l., 1888).
*****
La noche se perfilaba
constelada. En el poniente, los lejanos contornos negros del Pico de Orizaba, del
Cofre de Perote y de la sierra, resaltaban contra los últimos brochazos que
combinaban con maestría el amarillo rojizo pálido y el azul oscuro del
anochecer. El general Gaona sabía que tenía muy poco tiempo. Temiendo un
desembarco nocturno y antes de recibir la propuesta de apoyo del general
Rincón, envió a las siete y media de la noche a los coroneles Manuel Rodríguez
de Cela y a José María Mendoza a la fragata
Nereida, para solicitar a
Baudin una suspensión de las hostilidades con el fin de recoger a los muertos y heridos.
De todos los hombres que defendían a San Juan de Ulúa, hubo 64 muertos (?) y 140
heridos (Rincón, 1839).
Alrededor de las ocho de la
noche, Baudin ordenó lanzar una señal nocturna de cese al fuego, quedando todo
en silencio. A las ocho y media, un centinela del Nereida observó que un
bote se acercaba a un costado de la fragata insignia. -Qui vive! Lanzó a
boca de jarro. Una voz desde la oscuridad respondió con sequedad -Parlamentario.
Al poco rato subieron al puente los dos oficiales mexicanos pidiendo entregarle
al contraalmirante Baudin una nota del General Gaona (Blanchard, 1839). La
respuesta del contraalmirante francés fue la de conceder la suspensión de las
hostilidades y ofrecer una capitulación al general mexicano; insinuando que si
al día siguiente, al amanecer, no se aceptaban sus condiciones, “fulminaría” a
la fortaleza. Los parlamentarios se retiraron a las nueve y media de la noche acompañados por dos oficiales franceses con buen dominio del español. Esto para
explicar los términos de la capitulación a Gaona (Reyes, 1927) (Graviere J. d.,
1888) (Blanchard, 1839).
General de brigada graduado Antonio Gaona. Comandante de la fortaleza de San Juan de Ulúa durante el bombardeo del 27 de noviembre de 1838. El 28 de noviembre de 1838 se vio obligado a capitular la fortaleza después de una bizarra defensa.
La noche del 27 y madrugada del día 28 de noviembre de 1838 se antojaba muy larga...
(Fin de entrega No. 3)
Imagen de encabezado: "Expedición del Vice-Almirante Baudin a México. Bombardeo de San Juan de Ulúa por a escuadra francesa el 27 de noviembre,1838". Técnica: Óleo sobre tela, por Jean Antoine Théodore de Gudin (1839). La pintura muestra el momento culminante del bombardeo a San Juan de Ulúa la tarde de 27 de noviembre de 1838, cuando explota el polvorín de la batería baja del baluarte San Miguel en medio de una columna de fuego. A la derecha, entre la humareda, el pico de Orizaba.
Capítulos previos:
Sin embargo,
en el documento No. 138, del mismo autor, Gaona informa a Rincón que el ataque
fue llevado a cabo por “cuatro fragatas, una corbeta y un bergantín, además
de otra fragata, dos corbetas y dos vapores que variaban su posición según les
acomodaba”.