domingo, 18 de febrero de 2024

La guerra México - EE. UU. El sitio de Veracruz por Santa Anna. Entrega No. 5


 


Por Luis Villanueva

    El 2 de marzo de 1821 llegó a la ciudad y puerto de Veracruz la noticia del pronunciamiento de Iturbide a través del Plan de Iguala, mismo que fue de inmediato rechazado los vecinos del lugar, conformados principalmente por peninsulares o mexicanos a favor de España. Esta desaprobación llevó en que se expulsara de la ciudad a los partidarios de la independencia, a que se movilizaran más de seiscientos hombres que se habían alistado como efectivos de la milicia nacional y finalmente, a que desembarcaran los marineros de los barcos mercantes y de guerra surtos en la bahía, para contribuir en la defensa ante un eventual ataque insurgente a la plaza. Con todo este movimiento, la ciudad pronto adquirió un aspecto combativo y en pie de guerra. Por otra parte, temiendo por la seguridad del virrey Juan José Ruiz de Apodaca, conde de Venadito, el anciano mariscal de campo José Dávila, a la sazón comandante general, jefe superior político e intendente de la provincia de Veracruz, envió a México a casi todas las tropas acantonadas en la intendencia. Desafortunadamente, conforme estas salían de los cuarteles, se iban adhiriendo al mencionado plan. Así, las fuerzas que partieron de Xalapa rumbo a la capital del virreinato desertaron al llegar a Perote, organizándose en la primera fuerza del Ejército Trigarante en la provincia veracruzana. Otras defecciones se dieron con las tropas que partieron de Veracruz al llegar a la villa de Xalapa, con las milicias de Paso de Ovejas, Puente del Rey, Nautla y Misantla y con los destacamentos de La Soledad, Jamapa y Plan del Río, que habían partido a la zona de Córdoba-Orizaba en reemplazo del regimiento de Castilla, enviado también como apoyo a la ciudad de México. Bajo estas circunstancias, Dávila abandonó el plan de auxiliar al Virrey, quedándose los partidarios al gobierno español casi sin tropas para defenderse de los insurgentes. De este modo, la plaza de Veracruz y de San Juan de Ulúa contaban para su defensa con apenas 200 hombres, 800 milicianos y por los marineros de los barcos. Situación que preocupaba a Dávila, pues entre otras cosas para él era de suma importancia defender los bienes de los peninsulares, valuados en 12 millones de pesos, de los cuales la mayor cantidad estaban invertidos en fincas rurales y urbanas “…que hacen la subsistencia de innumerables familias y forman el patrimonio de multiplicadas generaciones.” [1] [2]
    Tras la toma de Alvarado por Santa Anna el 25 de abril de ese mismo año al frente de 600 hombres y un cañón, se temió que Veracruz fuera atacada en cualquier momento por el insurgente xalapeño, por lo que a modo de precaución se cerraron todas las puertas de la muralla salvo la de la Merced y se declaró a la ciudad en estado de sitio. Por otra parte, debido a la falta de noticias de la capital del virreinato y del resto de las provincias a causa del aislamiento en que se encontraba la plaza, el 23 de junio el gobernador Dávila tomó una medida política para evitar caer en la ilegalidad por las acciones que llevaría a cabo en lo inmediato: en sesión de cabildo ante el Ayuntamiento de Veracruz, asumió el cargo de Capitán General y Jefe Superior Político de Nueva España, en lo que arribaba Juan O’Donojú..[3] [4]
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    El 23 de junio, el joven teniente coronel sublevado, Antonio López de Santa Anna, partió de la villa de Xalapa hacia Veracruz, para acampar el 27 de ese mes [5] [6] [7] .en Santa Fe (lugar situado a 13 km en línea recta de la ciudad y puerto), junto con las tropas de la undécima división que comandaba. También se le unieron en ese punto la jarochada insurgente de a caballo, lideradas por Valentín Guzmán, Crisanto Castro y Sabino Cruz. Al día siguiente, Santa Anna dio la orden para que una avanzada se situara entre las casas extramuros, levantadas al sur de la ciudad de Veracruz, para hostigar con disparos de fusil a la batería de San Fernando. La respuesta de los peninsulares fue con algunos disparos de cañón, buscando  desalojar a los agresores de su escondrijo, lo que finalmente sucedió después de un par de horas de intenso intercambio de fuego. Posteriormente, entre las dos y las tres de la tarde, salió de la ciudad toda la tropa marinera y una compañía de la milicia nacional para incendiar y derrumbar las casas de palma y los edificios de mampostería de los barrios extramuros. Esto para prevenir que continuaran sirviendo de parapeto y abrigo a los alzados, pudiéndose lograr solo en parte su propósito y siempre, en medio de un constante intercambio de disparos.[8]
    El 28 por la tarde, Santa Anna recibió noticias de que un paisano suyo, el teniente coronel José María Rincón, salió de la ciudad con 180 hombres tomados de diferentes piquetes de tropas, marina mercante y alguno jinetes, para seguir derrumbando el mencionado barrio. Viendo esto, el teniente coronel rebelde envió a un grupo hombres a caballo para que cargaran contra los realistas, pero fueron rechazados por los disparos de fusilería, lo que les permitió continuar con sus trabajos hasta que empezó a caer la noche y regresaron a la plaza sin mayor novedad. A las nueve de la mañana del día 29, Rincón salió nuevamente con la misma fuerza para continuar con la demolición, distribuyéndola de modo tal que protegieran tanto a las calles del barrio como a los operarios. Entre tanto, Santa Anna observaba a la distancia las maniobras de su coterráneo y sin más demora, ordenó un ataque con la mayoría de sus fuerzas en columna cerrada, auxiliado por dos guerrillas a la derecha e izquierda. Momento antes, Rincón recibió el aviso del teniente de Mallorca, Ramón de Parrés, jefe de la fuerza de la derecha, que frente de él se encontraba un pequeño número de enemigos, y que si le autorizaba hacer los movimientos necesarios para atacarlos. Rincón le dio la autorización, pero empleando para ello solo la tercera parte de la fuerza que comandaba, instrucción que Parrés siguió, moviendo esa fracción de sus hombres del médano frente del barrio del Mundo Nuevo donde se encontraba, para atacar a los insurgentes. Justo cuando empezaba a intercambiar fuegos de fusil con ellos, recibió de pronto la cargada del contingente de infantería y caballería enviado por Santa Anna, mismo que se encontraba oculto en una hondonada, obligándolos a retroceder desordenadamente hasta donde se encontraba el resto de sus fuerzas, dejando en su desbandada a varios muertos y heridos. Rincón, al ver que atacaban a Parrés, concentró al resto de su tropa haciendo gala de sangre fría, buscando con ello contener a los atacantes. Santa Anna entonces respondió con una nueva cargada con un segundo grupo de caballería e infantería que flanqueó al realista por el camino de casamata, obligándolo a retroceder hasta la puerta Merced. Durante su repliegue, fue también atacado por otros grupos que buscaban cortar su retirada, muriendo en la acción ocho de sus hombres, además de cinco heridos y nueve capturados.[9] Desafortunadamente para el teniente coronel Rincón, durante la batalla no fue posible que intervinieran a su favor los baluartes y sus cañones, debido a que se encontraban mezcladas ambas fuerzas. Por la tarde, los rebeldes izaron una bandera blanca, cruzada con aspas verdes y algunos emblemas, en el barrio del Mundo Nuevo.[10] [11]

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La derrota realista provocó zozobra e incertidumbre entre la población de Veracruz, emociones que se exacerbaron cuando se tuvo noticia que Santa Anna había situado su campamento en los barrios extramuros. El 30, la luz del amanecer mostró un parapeto en la que ondeaba la misma bandera del día anterior, pero ahora en el médano del Perro, situado a 400 varas al sur de los baluartes de San Javier, Santa Bárbara y Santa Gertrudis. Este fue construido durante la noche en el mencionado sitio, en donde excavaron las trincheras y protegieron su contorno con sacos de arena. Desde aquí, los alzados todo el día estuvieron hostigando con disparos de fusil a los mencionados baluartes, mientras que, de estos, no cesaban los cañonazos buscando destruir la barricada. Por otra parte, a eso de las 10 de la mañana, ocultos entras las casas del Santo Cristo, una partida rebelde comenzó a disparar contra la batería de San Fernando, logrando herir al soldado Francisco Ramírez, que se mantuvo agonizando hasta el 2 de julio en que finalmente falleció. Entre tanto, los insurgentes colocaron un obús de 7 pulgadas en el parapeto, lanzando la primera granada entre las 9 y 10 de la noche, seguido de otras más, de las cuales tres alcanzaron la plaza.[12]
El 1 de julio amaneció con la bandera ondeando en otro médano chico también por la parte del barrio del Mundo Nuevo, pero ahora frente al baluarte de Santa Gertrudis. Desde ese punto lanzaron contra la plaza una granada de 7 pulgadas y varias balas de a 4, así como tiros de fusil todo ese día y el siguiente. A estos ataques, respondieron el baluarte San José con obús y los baluartes de San Fernando, Santa Gertrudis y Santa Bárbara, con artillería. Entre tanto, Santa Anna se encontraba en Boca del Río, conduciendo un cañón de 8 que hizo traer de Alvarado, además de estar reuniendo tropa de la 3ª y 4ª división de las milicias del norte. La mañana del 2 llegaron al campamento insurgente 170 infantes, 80 caballos y 16 mulas cargadas con cajones, posiblemente con municiones. El 3, despuntó el alba con la vista de un nuevo parapeto en un médano contiguo al del obús, en donde fue colocado un cañón de a 12 pulgadas con el que hicieron fuego en contra de los baluartes y sus alrededores, obligando a la gente a buscar refugio en Ulúa y en diversos lugares de la costa. Cada vez que el cañón era disparado, un vigía situado en lo alto de la torre de la parroquia daba un toque de campana, lo que incrementaba la alarma general y las precauciones para cubrirse de los proyectiles.[13]. Esa mañana continuaron los cañonazos y disparos de fusil enemigos hasta que por la tarde fue desmantelada la barricada y su boca de fuego por los disparos combinados de los cañones de 24 de Santa Gertrudis y el de 16 de Santa Bárbara, hiriendo a tres de los alzados que estaban al servicios del cañón con las esquirlas; mientras que en la ciudad, murieron dos soldados, una mujer y algunas mulas de carga y caballos de silla debido al desplome de una pared en el cuartel de caballería. Ya por la noche del 4, Santa Anna, aprovechando la oscuridad reinante, movió a sus hombres a la casamata.[14]. El 5 y 6 lo ocuparon los insurgentes para construir una buena cantidad de escalas y preparar el asalto a la ciudad. Pero no por ello dejaron de hostigar a la plaza haciendo fuego, aunque de manera más intermitente, desde un fortín situado en el barrio del Bien Parado que ocuparon en esos mismo días, avivando su fuego contra la plaza durante la noche y creando alarma en los suburbios y orillas de los médanos. [15] [16] 

El ataque insurgente a la ciudad
Entre las 3:00 y 3:30 de la madrugada del día 7, un torrencial aguacero caía sobre los médanos y la costa, formando por doquier corrientes y lagunatos en la arena saturada por el agua. Constantes relámpagos cruzaban el firmamento, espantando por efímeros instantes la oscuridad reinante en los baluartes y edificios de la ciudad. Estas mismas luces igualmente delineaba los contornos de varios centenares de jarochos armados y soldados, que a pie o a caballo, avanzaban con dificultad entre el lodo y las semi derruidas casas de los barrios extramuros. Los hombres, amparados en la oscuridad y en los constantes truenos que sacudían violentamente el aire, se fueron aproximando a la amurallada Veracruz sin ser advertidos. Una vez frente a sus ennegrecidos muros, Santa Anna, con cierta celeridad, los movilizó cerca del baluarte de San José, en la parte SE de la ciudad, en donde escalaron la muralla anexa, sorprendiendo así a la marinería mercante que custodiaba dicho bastión[17] y que habían abandonado la guardia para guarecerse de la copiosa lluvia. Los gritos de alarma y los disparos de fusil de los centinelas no dieron el tiempo para que la guardia subiera por la escala plana del fortín, pues en ese momento una gran cantidad de insurgentes se precipitó para tomar por la retaguardia la batería de San Fernando y abrir la puerta y rastrillo de la Merced, obligando a la defensa realista a replegarse. Una vez franqueada la entrada, fueron introducidas en la plaza caballería, la infantería, tres piezas de artillería y un obús[18]dejando en el lugar una parte de la columna de granaderos en medio de gritos en pro de la independencia. El cañón de a 4 fue conducido por la calle de la Condesa y los callejones transversales hasta colocarlo en la carnicería, con el fin de capturar la puerta del mar, mientras que el resto de la tropa se dividió en dos grandes grupos, dirigiéndose uno por la calle de Santo Domingo para llegar a la plaza de la Constitución y el otro, por el mercado de verduras y los portales de Miranda para capturar el palacio del gobernador por su costado izquierdo. Entre tanto, ya con los baluartes y la puerta asegurados, Santa Anna se dirigió con una fracción de sus fuerzas a la escuela práctica de artillería y al baluarte de Santiago. Al mismo tiempo, intentaba ingresar a la ciudad el grueso de la caballería con el parque, apoyándose en las fuerzas que protegían su  entrada y buscaban a su vez tomar el cuartel del Fijo y el baluarte Santa Bárbara. En los cuarteles se defendía el teniente coronel Rincón con un persistente fuego de fusilería desde las ventanas y exteriores, apoyado por los fuegos del baluarte de Santiago y el que hacían las lanchas cañoneras del flanco de Sotavento, mismas que hicieron mucho daño a los insurgentes. Otro grupo de rebeldes se situó en un punto idóneo para evitar que la columna liderada por Santa Anna fuera atacada por tropas provenientes del centro de la ciudad. Posteriormente, este mismo contingente inició su avance por la calle Real[19] para enseguida dispersarse por las laterales. Pero para infortunio del coronel xalapeño, sus órdenes no fueron cumplidas al pie de la letra, pues tras abrir los guerrilleros y parte de los oficiales algunas tabernas aledañas a la puerta Merced, se embriagaron, dando al traste con el buen inicio del sorpresivo ataque. Otros más, parapetados en las esquinas, rompieron las puertas y ventanas de las casas para allanarlas y robar. Lo anterior en medio de toques de degüello, gritos e improperios contra los peninsulares, proclamando a viva voz que se les había autorizado el saqueo, quedando desde la óptica española, la advertencia de lo que sucedería si la ciudad cayera en manos de esa caterva jarocha. Al mismo tiempo, el grupo conformado por la caballería e infantería llegaba a la plaza del mercado a través de los portales de Miranda, dando a su paso toques de clarín y batiendo las cajas de guerra. Una vez en ese sitio, intercambiaron disparos de fusil con 30 hombres de la guardia de prevención de la milicia nacional, que les hacía vivo fuego desde los balcones y ventanas del palacio del gobernador; mientras que otros siete, conformados por asistentes y ordenanzas de Dávila, les disparaban desde una de las esquinas del mencionado edificio. Debido a ello, esa avanzada fue incapaz de sostener su posición y tuvo que replegarse, dejando derramada una gran cantidad de sangre en el pasillo de los portales. Pero esta retirada no fue fácil, pues la caballería también recibió los disparos de algunos vecinos desde las azoteas, balcones y ventanas de sus casas. Mientras esto sucedía, el cañón de a 4 con algo de la caballería, continuaban atacando la puerta del mar que era protegida vigorosamente por los dependientes del resguardo. Desesperados por no conseguir su objetivo, los alzados colocaron la pieza de artillería en la esquina de la calle de San Agustín,[20] en la esquina del convento frente al café La Sirena, en donde se mantuvo haciendo fuego contra el costado izquierdo del palacio, en apoyo a la caballería e infantería que en ese momento le atacaba desde el portal de Miranda. Para esos instantes, un corneta se apresuraba a tocar reunión, pero sin conseguir su objetivo pues los insurgentes estaban muy dispersos. En el bando español, los marineros, milicianos y artilleros que protegían el baluarte de San José y la batería de San Fernando, se replegaron al baluarte de Santiago, haciendo los mismo la  fuerza que resguardaba el parque de artillería. Esto último, no sin antes buscar recuperar San José en dos diferentes ocasiones (la segunda a bayoneta), dejando en los intentos cuatro muertos y algunos heridos. Para ese momento, el temor hacía que los marineros y milicia local en los baluartes de Santa Bárbara, Santa Gertrudis y San Javier, abandonaran sus posiciones dejando solos a los artilleros, hasta que algunos oficiales detuvieron la desbandada y los  hicieron volver a sus posiciones.[21] [22] [23] [24] [25]

Ataque insurgente a Veracruz. 
7 de julio de 1821

Lo inesperado del ataque trastocó los ánimos de los vecinos y autoridades de la ciudad, pues sabían que la guarnición apenas era suficiente para la defensa del recinto y de la fortaleza de Ulúa. Además, muchos de los hombres de la guardia nacional no se atrevieron a abandonar sus hogares hasta saber a ciencia cierta qué era lo que sucedía y los que se presentaron ante el  gobernador José Dávila, no fueron suficientes para emprender algo en contra de unos atacantes, cuyo número se ignoraba Durante todo ese tiempo la lluvia continuaba, dificultando tanto el ataque como la defensa, y así seguiría hasta las 8 o 9 de la mañana, en que finalmente amainó. En ese lapso, los insurgentes poco hacían para mantener u ocupar nuevas posiciones, contentándose con hostigar el palacio y recorrer algunas calles, dando la oportunidad a que de Ulúa llegaran, aclarando el día, los piquetes de marina y del regimiento de Mallorca procedentes de varios barcos de guerra y mercantes surtos en la bahía. Estas fuerzas, comandadas por el alférez de fragata Alfonso Tiscar y el teniente coronel graduado Alonso Polledo, recibieron la orden de Dávila de tomar, a como diera lugar, los baluartes de San José y de San Fernando, pues a la postre eran los únicos capturados. Para ello, se dividieron en dos mangas: Tiscar, con un pequeño grupo avanzó por la calle de San Agustín y capturó a golpe de bayoneta el cañón situado en la esquina del convento, haciendo ocho prisioneros. Al mismo tiempo Polledo, auxiliado en la operación por una guerrilla dirigida por el subteniente Juan Rodríguez, desalojaron a paso de ataque y con la bayoneta calada, a los insurgentes que tenían tomada la calle real desde Santo Domingo hasta la puerta Merced, provocando la desbandada  de los alzados, que dejaron en su retirada una considerable cantidad de muertos y heridos. Esto contribuyó a levantar, después de tres horas de intenso combate, el ánimo de los defensores, quienes con renovados bríos cayeron encima de los rebeldes, obligando a  saltar de los baluartes a todos aquellos que allí se encontraran, muriendo por los disparos varios de ellos, mientras que otros buscaban ocultarse en los recovecos de la ciudad. La desbandada permitió a los realistas cerrar la puerta Merced, coincidiendo el arribo a la batería de San Fernando del regimiento de Mallorca, con la de Tiscar por el callejón de Belén, de cuyo convento liberó a algunos prisioneros, dejando tres muertos en la intentona, y con la 3a. compañía de la milicia nacional de José Antonio Perujo, que llegaba del cuartel del Fijo con 30 milicianos con ese mismo objetivo por órdenes de Rincón. Rápidamente, las fuerzas realistas recuperaron los baluartes de San José y de San Fernando, por donde también huían muchos de los atacantes, siendo capturados una buena cantidad de ellos. Fue entonces cuando desde los cuarteles, la escuela práctica de artillería y las lanchas cañoneras en la costa, en conjunto con los cañones de Santiago, abrieron fuego para impedir la retirada de los despavoridos insurgentes, hiriendo o matando a muchos de ellos en su fuga. La caballería, de por sí mermada en sus múltiples cargadas, así como los remanentes de la infantería rebelde, se dispersaron rápidamente por la llanura y barrios extramuros con rumbo a Boca del Río, Vergara y otros sitios, quedando en la llanura caballos muertos y parte del parque.

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Santa Anna se encontraba en la plazuela del muelle con ochenta de sus hombres, cuando optó por la retirada debido a lo desordenado de su tropa y a que había quedado inutilizado el parque a causa de la lluvia, teniendo en el camino que batirse con dos avanzadas realistas que trataron de cerrarle el paso. El resto de la fuerza insurgente se replegó hasta la plazuela de Belén, lugar a donde llegó el coronel xalapeño después de que la mayoría de sus fuerzas habían abandonado la ciudad.

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Una vez consolidada la victoria realista, se sacaron de las casas y conventos a los insurgentes que se habían ocultado y recogieron y curaron a los heridos en los hospitales militar de San Carlos y de San Sebastián. También juntaron y trasladaron en cuatro carretones a los rebeldes muertos, para ser enterrados en un cementerio provisional en la playa, no corriendo con igual suerte aquellos cuerpos que quedaron muy esparcidos y lejos de la plaza debido a que la fatiga de los pocos milicianos y tropa disponible les impidió irlos a recoger.[26] [27] En la plaza quedando abandonadas los tres cañones y el obús; 60 caballos, cajas de parque, las escalas, dos cajas de guerra, dos cornetas, municiones, 50 fusiles y la bandera con sus inscripciones y adorno de cintas. Las pérdidas de los insurgentes se contabilizaron entre 250 y 300 hombres entre heridos, muertos y prisioneros[28] [29] [30]
Contraataque realista en Veracruz. 
7 de julio de 1821

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Como ninguna fuerza salió tras los alzados, el teniente coronel Santa Anna reunió lo que quedaba de su maltrecha tropa en Santa Fe. Pero temiendo que Dávila ordenara tomar el puente del Rey o la villa de Xalapa, dispuso que aquél fuera puesto en estado de defensa con las fuerzas disponibles, para luego dirigirse a Orizaba, lugar al que llegó  alrededor del 18 de julio.[31]  De este último sitio pasó a Puebla, en donde tuvo una entrevista con Iturbide, quien le abrazó estrechamente frente a otros oficiales, declarando por orden del día militar y heroica la acción de Veracruz. Luego le proporcionó algunas fuerzas para sitiar Perote, misma que capituló después de sesenta días de asedio, el 7 de octubre de 1821. Posteriormente, en ese mismo mes, retornó a las inmediaciones de Veracruz, en donde permaneció a la vista de la ciudad hasta que las tropas españolas la desocuparon para hacerse fuertes en Ulúa.[32] [33]
                                                                            *****
En la parroquia de la ciudad, la solemnidad del Te Deum cantado por el cura vicario resaltaba en el ambiente enrarecido por el humo de las veladoras y del incienso. En el recinto se encontraban reunidos jefes, autoridades, corporaciones y mucha gente, dando las gracias al Creador por el triunfo realista. Mientras que en la calle, los incesantes tiros, los repiques de campanas y los vivas a la patria, a la Constitución, al rey Fernando VII y a los defensores, resaltaban la alegría que había en Veracruz.[34]Pero la población no estaría del todo libre de temores y sobresaltos, sobre todo cuando Santa Anna publicó el 19 de julio, una amenazante proclama contra Veracruz.
[Continuará]

[1] Juan Ortiz Escamilla, “Las campañas milicianas de Veracruz. Del “negro” al “jarocho”: la construcción de una identidad”, en ULÚA. Revista de Historia, Sociedad y Cultura, año 4, n. 8, 2006, p. 22-24 https://cdigital.uv.mx/bitstream/handle/123456789/9067/ulua8pag9-30.pdf?sequence=3&isAllowed=y

[2] Manuel Rivera Cambas, Historia antigua y moderna de Jalapa y de las revoluciones del Estado de Veracruz. Tomo II, México, Imprenta de I. Cumplido, 1869, p. 145-146

[3] Lucas Alamán, “Historia de Méjico: desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente. Tomo V”, México, Imprenta de J. M. Lara, 1852, pp. 176-177

[4] Juan Ortiz Escamilla, El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, México, Universidad Veracruzana, 2010, p. 164

[5] Ortiz Escamilla, op. cit.Ibídem

[6] Rivera Cambas, op. cit., pp. 166, 173

[7] José Dávila señala que Santa Anna “campó en los llanos de Santa Fe la noche del 23 al 24 de junio

[8] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por la Independencia de México. 1821-1825. Antología de documentos”, México, Universidad Veracruzana, 2008, p. 46-47, 53

[9] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., Ibídem. En su parte a Agustín de Iturbide del 12 de julio, Santa Anna aumentó el número de bajas realistas a 60. También detalla que, las fuerzas de Rincón estuvieron compuestas por marineros, nacionales y algunos soldados de Mallorca, Húsares, Fijo de Veracruz, Lanceros, Pardos y Morenos. Por su parte, Rivera Cambas señala que las pérdidas realistas fueron de “30 hombres, 11 prisioneros y sesenta y tres fusiles“.

[10] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., p.46-47, 53

[11] Rivera Cambas, op. cit., p. 173-174

[12] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., Ibídem.

[13] Rivera Cambas, op. cit., p. 174-175

[14] “La casamata situada sobre una loma a una legua de estos muros, fue construida por el Ayuntamiento en 1649 con fondos del mismo cuerpo y con algunas cantidades donadas por individuos del comercio para que no estuviera el  depósito de pólvora dentro de la población. Costó cosa de catorce mil pesos, y el ayuntamiento la regaló al gobierno. En el último cuarto del siglo XIX funcionó como lazareto. Hoy etn día, de haber permanecido en pie, estaría situado en el parque Reino Mágico. https://books.google.com.mx/books?id=OywrAAAAYAAJ&pg=PA91&dq=Convento+de+San+Francisco+veracruz&hl=es-419&newbks=1&newbks_redir=0&sa=X&ved=2ahUKEwjFkcyJ-aiFAxXAD0QIHbLaBUc4ChC7BXoECAYQBg#v=onepage&q=Convento%20de%20San%20Francisco%20veracruz&f=false.

[15] Rivera Cambas, op. cit., p. 175

[16] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., p.53

[17] Rivera Cambas apunta que eran tan pocas las fuerzas con las que contaba Dávila para la defensa de la ciudad, “que para guarecer los baluartes hubo necesidad de echar mano de los marineros de la matrícula y de la tripulación de algunos buques que estaban en la bahía”. Rivera Cambas, op. cit. p. 165.

[18] Un cañón de 12, otro de 6, uno más de a 4 y un obús de 7 pulgadas.

[19] Hoy Independencia.

[20] Hoy Benito Juárez

[21] Rivera Cambas, op. cit. p. 176

[22] “Noticias del reino. Veracruz”, en Gaceta del Gobierno de México, 24 de julio de 1821, pp. 762-763 [2-3]

[23] Ortiz Escamilla, op. cit. p. 165

[24] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit.,p. 48

[25] Alamán, op. cit. p. 192-193

[26] Rivera Cambas, op. cit. p. 177-178

[27] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., p. 54-55

[28] Reportes realizados dos días después del enfrentamiento, señalaban las bajas insurgentes en 119, entre muertos y heridos únicamente. Ortiz Escamilla, op. cit. Íbidem

[29] Rivera Cambas, op. cit. Ibidem

[30] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., Ibidem

[31] Tras la derrota, las fuerzas que retornaron de Veracruz a Xalapa fueron: once de plana mayor, doscientos de columna, ciento setenta de Tlaxcala, trescientos del batallón de Xalapa, ciento sesenta y ocho dragones y cuarenta y seis de partidas sueltas. Si a esto aunamos los supuestos doscientos que quedaron heridos, muertos o capturados en el ataque a Veracruz, tenemos que su número rondaba los mil elementos.

[32] Rivera Cambas, op. cit. p. 179

[33] Andrés Cavo, “Los tres siglos de Méjico durante el gobierno español”, Méjico, Imprenta de J. R. Navarro. Editor, 1852, p. 395, 411

[34] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit.,p. 55

Bibliografía
  1. Alamán, Lucas, “Historia de Méjico: desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente. Tomo V”, México, Imprenta de J. M. Lara, 1852, pp. 176-177
  2. Cavo, Andrés, “Los tres siglos de Méjico durante el gobierno español”, Méjico, Imprenta de J. R. Navarro. Editor, 1852, p. 395
  3. “Noticias del reino. Veracruz”, en Gaceta del Gobierno de México, 24 de julio de 1821, pp. 762-763 [2-3]
  4. Ortiz Escamilla, Juan, “Las campañas milicianas de Veracruz. Del ‘negro’ al ‘jarocho’: la construcción de una identidad”, en ULÚA. Revista de Historia, Sociedad y Cultura, año 4, n. 8, 2006, p. 22-24
  5.  _____, El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, México, Universidad Veracruzana, 2010, p. 164
  6.  _____, “Veracruz. La guerra por la Independencia de México. 1821-1825. Antología de documentos”, México, Universidad Veracruzana, 2008, p. 46-47
  7. Rivera Cambas, Manuel, Historia antigua y moderna de Jalapa y de las revoluciones del Estado de Veracruz. Tomo II, México, Imprenta de I. Cumplido, 1869, p. 145-146