domingo, 18 de febrero de 2024

La guerra México - EE. UU. El sitio de Veracruz por Santa Anna. Entrega No. 5


 


Por Luis Villanueva

    El 2 de marzo de 1821 llegó a la ciudad y puerto de Veracruz la noticia del pronunciamiento de Iturbide a través del Plan de Iguala, mismo que fue de inmediato rechazado por los vecinos, conformados principalmente por peninsulares o mexicanos a favor de España. La desaprobación llevó en que se expulsara de la ciudad a los partidarios de la independencia, a que se movilizaran más de seiscientos hombres que se alistaron como efectivos de la milicia nacional; y finalmente, que desembarcaran los marineros de los barcos mercantes y de guerra surtos en la bahía, para contribuir en la defensa ante un eventual ataque insurgente. Con todo este movimiento, pronto fue adquiriendo la ciudad un aspecto combativo y en pie de guerra. Por otra parte, temiendo por la seguridad del virrey Juan José Ruiz de Apodaca, conde de Venadito, el mariscal del campo, José Dávila, envió a México a casi todas las tropas acantonadas en la intendencia de Veracruz. Desafortunadamente, conforme estas salían de los cuarteles, se iban adhiriendo al mencionado plan. Así, las fuerzas que partieron de Xalapa rumbo a la capital desertaron al llegar a Perote, organizándose en la primera fuerza del Ejército Trigarante en la provincia veracruzana. La defección también se dio con las tropas que partieron de Veracruz cuando llegaron a la villa de Xalapa; con las milicias de Paso de Ovejas, Puente del Rey, Nautla y Misantla y con los destacamentos de La Soledad, Jamapa y Plan del Río que habían partido a la zona de Córdoba-Orizaba en reemplazo del regimiento de Castilla, que también había sido enviado como apoyo a la ciudad de México. Bajo estas circunstancias, Dávila abandonó el plan de auxiliar al Virrey, quedándose los partidarios al gobierno español casi sin tropas para defenderse de los insurgentes. En consecuencia, la plaza de Veracruz y de San Juan de Ulúa contaban para su defensa con apenas 200 hombres, 800 milicianos y por los marineros de los barcos. Entre otras cosas, para Dávila era de suma importancia defender los bienes de los peninsulares, valuados en 12 millones de pesos, de los cuales la mayor cantidad estaban invertidos en fincas rurales y urbanas “…que hacen la subsistencia de innumerables familias y forman el patrimonio de multiplicadas generaciones.” [1] [2]
    Tras la toma de Alvarado por Santa Anna el 25 de abril de ese mismo año, al frente de 600 hombres y un cañón, se temió que Veracruz fuera atacada en cualquier momento por el insurgente xalapeño, por lo que a modo de precaución se cerraron todas las puertas de la ciudad, salvo la de la Merced y se declaró a la ciudad en estado de sitio. Por otra parte, debido a la falta de noticias de la capital del virreinato y del resto de las provincias  a causa del aislamiento en que se encontraba la ciudad, el 23 de junio el anciano gobernador Dávila tomó una medida política para evitar caer en la ilegalidad por las acciones que llevaría a cabo en lo inmediato: en sesión de cabildo ante el Ayuntamiento de Veracruz, asumió el cargo de Capitán General y Jefe Superior Político de Nueva España en lo que arribaba Juan O’Donojú.[3] [4]
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    El 23 de junio, el joven teniente coronel insurgente, Antonio López de Santa Anna, partió de la villa de Xalapa hacia Veracruz, para acampar el 27 de ese mes [5] [6] [7] .en Santa Fe (situado a 13 km en línea recta de la ciudad y puerto), junto con las tropas de la undécima división que comandaba. También se le unieron en ese punto la jarochada insurgente de a caballo, lideradas por Valentín Guzmán, Crisanto Castro y Sabino Cruz. Al día siguiente, Santa Anna dio la orden para que una avanzada Trigarante se situara entre las casas extramuros, al sur de la ciudad de Veracruz, para hostigar con disparos de fusil a la batería de San Fernando. La respuesta de los peninsulares fue con algunos disparos de cañón, buscando  desalojar a los agresores de aquel sitio, lo que finalmente sucedió después de un par de horas de intenso intercambio de fuego. Posteriormente, entre las dos y las tres de la tarde, salió de la ciudad toda la tropa marinera y una compañía de la milicia nacional para incendiar y derrumbar las casas de palma y los edificios de mampostería del barrio extramuros. Esto para prevenir que continuaran sirviendo de parapeto y abrigo a los alzados, pudiéndose lograr solo en parte y en medio de un constante intercambio de disparos.[8]

    El 28, Santa Anna recibió noticias de que un paisano suyo, el teniente coronel José María Rincón, había salido por la tarde de la ciudad con 180 hombres tomados de diferentes piquetes de tropas, marina mercante y alguno jinetes, para continuar derrumbando el mencionado barrio. Viendo esto, el teniente coronel insurgente envió a un grupo hombres a caballo para que cargaran contra los realistas, pero fueron rechazados por los disparos de fusilería, lo que les permitió continuar con sus trabajos hasta que empezó a caer la noche y regresaron a la plaza sin mayor novedad. Al las nueve de la mañana del día 29, Rincón salió nuevamente con la misma fuerza para continuar con la demolición, distribuyéndola de modo tal que protegieran tanto a las calles del barrio como a los operarios. Entre tanto, Santa Anna observaba a la distancia las maniobras de su paisano y sin más demora, ordenó un ataque con la mayoría de sus fuerzas en columna cerrada, auxiliado por dos guerrillas a la derecha e izquierda. Momento antes, Rincón recibió el aviso del teniente de Mallorca, Ramón de Parrés, jefe de la fuerza de la derecha, que frente de él se encontraba un pequeño número de enemigos, y que si le autorizaba hacer los movimientos necesarios para atacarlos. Rincón le dio la autorización, pero empleando para ello solo la tercera parte de la fuerza que comandaba, instrucción que Parrés siguió, moviendo esa fracción del médano frente del barrio del Mundo Nuevo donde se encontraba para atacar a los insurgentes. Cuando empezaba a intercambiar fuegos de fusil con ellos, recibieron de pronto la cargada del contingente de infantería y caballería enviado por Santa Anna, mismo que se encontraba oculto en una hondonada, obligándolos a retroceder desordenadamente hasta donde se encontraba el resto de sus fuerzas, dejando en su desbandada varios muertos y heridos. Rincón, haciendo gala de sangre fría, concentró al resto de su tropa buscando contener a los atacantes, a lo que Santa Anna respondió con una nueva cargada con un segundo grupo de caballería e infantería que lo flanqueó por el camino de casamata, obligando finalmente al oficial realista a retroceder hasta la puerta Merced. Durante su repliegue, fue también atacado por otros grupos que buscaban cortar su retirada, muriendo en la acción ocho de sus hombres, además de cinco heridos y nueve capturados.[9] Desafortunadamente para el teniente coronel, durante la batalla no fue posible que intervinieran a su favor los baluartes y sus cañones, debido a que se encontraban mezcladas ambas fuerzas. Por la tarde, los rebeldes izaron una bandera blanca, cruzada con aspas verdes y algunos emblemas, en el barrio del Mundo Nuevo.[10] [11]

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La derrota realista provocó zozobra e incertidumbre entre la población de Veracruz, emociones que se exacerbaron cuando se tuvo noticia que Santa Anna había situado su campamento en el mencionado barrio extramuros. El día 30, la luz del amanecer mostró un parapeto en la que ondeaba la misma bandera del día anterior, pero ahora en un médano a poca distancia de los baluartes de Santa Bárbara y Santa Gertrudis. Este fue construido durante la noche, cuando se excavaron las trincheras y protegieron su contorno con sacos de arena. Desde aquí, los alzados todo el día estuvieron hostigando con disparos de fusil a los mencionados baluartes, mientras que, de estos, no cesaban los cañonazos buscando destruir la barricada. Por otro lado, a eso de las 10 de la mañana, ocultos entras las casas del Santo Cristo, una partida rebelde  estuvo disparando contra la batería de San Fernando, logrando herir al soldado Francisco Ramírez, que se mantuvo agonizando hasta el 2 de julio en que finalmente falleció. Entre tanto, los insurgentes colocaron un obús de 7 pulgadas en el parapeto, lanzando la primera granada entre las 9 y 10 de la noche, seguido de otras más, de las cuales tres alcanzaron la plaza.[12]
El 1 de julio amaneció con la bandera ondeando en otro médano chico por la parte del  barrio del Mundo Nuevo, frente la baluarte de Santa Gertrudis. Desde ese punto, lanzaron contra la plaza una granada de 7 pulgadas y varias balas de a 4, así como tiros de fusil todo este día y el siguiente. A estos ataques, respondieron el  baluarte San José con obús y los baluartes de San Fernando, Santa Gertrudis y Santa Bárbara, con artillería. Entre tanto, Santa Anna se encontraba en Boca del Río, conduciendo un cañón de a 8 que hizo traer de Alvarado, además de estar reuniendo tropa de la 3a, y 4a. división de milicias del norte. La mañana del 2 llegaron al campamento insurgente 170 infantes y 80 caballos, además de 16 mulas cargadas con cajones posiblemente de municiones. El 3, despuntó el alba con la vista de un nuevo parapeto en un médano contiguo al del obús, en donde fue colocado un cañón de a 12 pulgadas con el que hicieron fuego en contra de los baluartes y sus alrededores, obligando a la gente a buscar refugio en Ulúa y en diversos lugares de la costa. Cada vez que el cañón era disparado, un vigía situado en lo alto de la torre de la parroquia daba un toque de campana, lo que incrementaba la alarma general y las precauciones para cubrirse de los proyectiles[13]Esa mañana continuaron los cañonazos y disparos de fusil enemigos, hasta que por la tarde fue desmantelada la barricada y su boca de fuego por los disparos combinados de los cañones de 24 de Santa Gertrudis y el de 16 de Santa Bárbara, hiriendo a tres de los alzados que estaban al servicios del cañón; mientras que en la ciudad, murieron dos soldados, una mujer y algunas mulas de carga y caballos de silla debido al desplome de una pared en el cuartel de caballería. Ya por la noche del 4, Santa Anna, aprovechando la oscuridad reinante, movió a sus hombres a la casamata[14]El 5 y el 6 lo ocuparon los insurgentes para construir una buena cantidad de escalas y preparar el asalto a la ciudad. Pero no por ello dejaron de hostigar a la plaza haciendo fuego, aunque de manera más intermitente, desde el fortín situado en el barrio del Bien Parado que ocuparon esos mismo días, avivando el fuego contra la plaza durante la noche y creando  alarma en los suburbios y orillas de los médanos. [15] [16]

El ataque insurgente a la ciudad
Entre las 3:00 y las 3:30 de la madrugada del día 7, un torrencial aguacero caía sobre los médanos y la costa, formando por doquier corrientes y lagunatos en la arena saturada por el agua. Constantes relámpagos cruzaban el firmamento, espantando por efímeros instantes la oscuridad reinante en los baluartes y edificios de la ciudad. Estas mismas luces igualmente delineaba los contornos de varios centenares de jarochos armados y soldados, que a pie o a caballo, avanzaban con dificultad entre el lodo y las semi derruidas casas de los barrios extramuros. Los hombres, amparados en la oscuridad y en los constantes truenos que sacudían violentamente el aire, se fueron aproximando a la amurallada Veracruz sin ser advertidos. Una vez frente a sus muros, Santa Anna, con cierta celeridad, los movilizó cerca del baluarte de San José, en la parte SE de la ciudad, en donde escalaron la muralla anexa, sorprendiendo así a la marinería mercante que custodiaba dicho bastión[17] y que habían abandonado la guardia para guarecerse de la copiosa lluvia. Los gritos de alarma y los disparos de fusil de los centinelas no dieron el tiempo para que la guardia subiera por la escala plana del fortín, pues en ese momento una gran cantidad de insurgentes se precipitó para tomar por la retaguardia la batería de San Fernando y abrir la puerta y rastrillo de la Merced, obligando a la defensa realista a replegarse. Una vez franqueada la entrada, fueron introducidas en la plaza caballería, infantería, tres piezas de artillería y un obús[18], dejando en el lugar una parte de la columna de granaderos, en medio de gritos en pro de la independencia. Un cañón de a 4 fue conducido por la calle de la Condesa y los callejones transversales hasta colocarlo en la carnicería, con el fin de capturar la puerta del mar, mientras que el resto de la tropa se dividió en dos grandes grupos, dirigiéndose, uno por la calle de Santo Domingo hasta llegar a la plaza de la Constitución y el otro, por el mercado de verduras y los portales de Miranda para capturar el palacio por su costado izquierdo. Entre tanto ya con los baluartes y la puerta asegurados, Santa Anna se dirigió con una fracción de sus fuerzas a la escuela práctica de artillería y al baluarte de Santiago; mientras que otra sección se encaminó al cuartel del Fijo, sitio en donde se defendía el teniente coronel Rincón con un persistente fuego de fusilería desde las ventanas. Un tercer grupo se situó en un punto idóneo para evitar que la columna liderada por Santa Anna fuera atacada por tropas provenientes del centro de la ciudad. Posteriormente, este mismo contingente inició su avance por la calle Real[19] para enseguida dispersarse por las laterales. Sin embargo y para infortunio del coronel xalapeño, sus órdenes no fueron cumplidas al pie de la letra, pues tras abrir los guerrilleros y parte de los oficiales algunas tabernas aledañas a la puerta Merced, se embriagaron, dando al traste con el buen inicio del sorpresivo ataque. Otros más, parapetados en las esquinas, rompieron las puertas y ventanas de las casas para allanarlas y robar. Esto en medio de toques de degüello, gritos e improperios contra los peninsulares, proclamando a viva voz que se les había autorizado el saqueo, quedando desde la óptica española, la advertencia de lo que sucedería si la ciudad cayera en manos de esa caterva jarocha. Entre tanto, otro grupo conformado por la caballería  (cargada con el parque) e infantería, pudo llegar a la plaza del mercado a través de los portales de Miranda, dando a su paso toques de clarín y batiendo las cajas de guerra. Una vez allí, intercambiaron disparos de fusil con 30 hombres de la guardia de prevención de la milicia nacional, que les hacía vivo fuego desde los balcones y ventanas del palacio del gobernador; mientras que otros siete, conformados por asistentes y ordenanzas de Dávila, les disparaban desde una de las esquinas del mencionado edificio. Debido a ello, esa avanzada fue incapaz de sostener su posición y tuvo que replegarse. Su retirada no fue fácil, pues la caballería también recibió los disparos de algunos vecinos desde las azoteas, balcones y ventanas de sus casas. Mientras tanto, el cañón de a 4 con algo de la caballería, continuaban atacando la puerta del mar, que era protegida vigorosamente por los dependientes del resguardo, que esperaban la llegada desde la bahía de los piquetes de Marina y Mallorca.  Desesperados por no conseguir su objetivo, los alzados colocaron la pieza de artillería en la esquina de la calle de San Agustín[20] frente al café La Sirena, en donde se mantuvo haciendo fuego contra el costado izquierdo del palacio, en apoyo a la caballería e infantería que en ese momento le atacaba desde el portal de Miranda. Para esos instantes, un corneta se apresuraba a tocar reunión, pero sin conseguir el objetivo pues los insurgentes estaban muy dispersos. En el bando español, los marineros, milicianos y artilleros que protegían el baluarte de San José y la batería de San Fernando, se replegaron al baluarte de Santiago, haciendo los mismo la  fuerza que resguardaba el parque de artillería. Esto último, no sin antes buscar recuperar San José en dos diferentes ocasiones (la segunda a bayoneta), dejando en los intentos cuatro muertos y algunos heridos. Entre tanto, el temor hacía que los marineros y milicia local en los baluartes de Santa Bárbara, Santa Gertrudis y San Javier, abandonaran sus posiciones dejando solos a los artilleros, hasta que algunos oficiales detuvieron la desbandada y los  hicieron volver a sus posiciones.[21] [22] [23] [24] [25]
Ataque insurgente a Veracruz. 
7 de julio de 1821

Lo inesperado del ataque trastocó los ánimos de los vecinos y autoridades de la ciudad, pues sabían que la guarnición apenas era suficiente para la defensa del recinto y de la fortaleza. Además, muchos de los hombres de la guardia nacional no se atrevieron a abandonar sus hogares hasta saber a ciencia cierta qué era lo que sucedía y los que se presentaron ante el gobernador José Dávila, no fueron suficientes para emprender algo en contra de unos atacantes, cuyo número se ignoraba. Durante todo ese tiempo la lluvia continuaba, dificultando tanto el ataque como la defensa, y así seguiría hasta las 8 o 9 de la mañana, en que finalmente amainó. En ese lapso, los insurgentes poco hacían para mantener u ocupar nuevas posiciones, contentándose con hostigar el palacio y recorrer algunas calles, dando la oportunidad a que de Ulúa llegaran, aclarando el día, los piquetes de marina y del regimiento de Mallorca procedentes de varios barcos de guerra y mercantes surtos en la bahía. Estas fuerzas, comandadas por el alférez de fragata Alfonso Tiscar y el teniente coronel graduado Alonso Polledo, recibieron la orden de Dávila de tomar, a como diera lugar, los baluartes de San José y de San Fernando, pues a la postre eran los únicos capturados. Para ello, se dividieron en dos mangas: Tiscar, con un pequeño grupo avanzó por la calle de San Agustín y capturó a golpe de bayoneta el cañón situado en la esquina del convento, haciendo ocho prisioneros. Al mismo tiempo Polledo, auxiliado en la operación por una guerrilla dirigida por el subteniente Juan Rodríguez, desalojaron a paso de ataque y con la bayoneta calada, a los insurgentes que tenían tomada la calle real desde Santo Domingo hasta la puerta Merced, provocando la desbandada  de los alzados, que dejaron en su retirada una considerable cantidad de muertos y heridos. Esto contribuyó a levantar, después de tres horas de intenso combate, el ánimo de los defensores, quienes con renovados bríos cayeron encima de los rebeldes, obligando a  saltar de los baluartes a los guerrilleros que allí se encontraran, muriendo por los disparos varios de ellos, mientras que otros buscaban ocultarse en los recovecos de la ciudad. La desbandada permitió a los realistas cerrar la puerta Merced, coincidiendo el arribo del regimiento de Mallorca a la batería de San Fernando con la de Tiscar por el callejón de Belén, de cuyo convento liberó a algunos prisioneros, dejando tres muertos en la intentona. Y con la 3a. compañía de la milicia nacional de José Antonio Perujo, que llegaba del cuartel del Fijo con 30 milicianos con ese mismo fin por órdenes de Rincón. Rápidamente, las fuerzas realistas recuperaron los baluartes de San José y de San Fernando, por donde huían muchos de los atacantes, siendo capturados una buena cantidad de ellos. Entonces, desde los cuarteles y las lanchas cañoneras en la costa, en conjunto con los cañones de Santiago, abrieron fuego para impedir la retirada de los despavoridos insurgentes, hiriendo o matando a muchos de ellos en su intento de fuga. La caballería, de por sí mermada en sus múltiples cargadas, así como los remanentes de la infantería, se dispersaron rápidamente por la llanura y barrios extramuros, quedando abandonados los muertos y heridos que no pudieron alejarse, así como artillería, caballos y parque. Posteriormente, se sacaron de las casas y conventos a los insurgentes que se habían ocultado y se recogieron y curaron a los heridos en los hospitales militar y de San Sebastián. También juntaron y trasladaron en cuatro carretones a los rebeldes fallecidos, para ser enterrados en un cementerio provisional en la playa , no corriendo con igual suerte aquellos cuerpos que quedaron muy esparcidos y lejos de la plaza, debido a que la fatiga de los pocos milicianos y tropa, le impidió irlos a recoger.[26] [27]
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Santa Anna se encontraba en la plazuela del muelle con ochenta de sus hombres, cuando optó por la retirada debido a lo desordenado de su tropa y a que había quedado inutilizado el parque a causa de la lluvia, teniendo en el camino que batirse con dos avanzadas realistas que trataron de cerrarle el paso. El resto de la fuerza insurgente se replegó hasta la plazuela de Belén, lugar a donde llegó el coronel xalapeño después de que la mayoría de sus fuerzas habían abandonado la ciudad. Una vez fuera de la muralla, la tropa que huía hacia Boca del Río, Vergara y otros sitios, recibió el fuego de los fusiles y de los cañones que les hicieron desde la escuela práctica de artillería y de los baluartes, quedando abandonadas en la plaza los tres cañones y el obús; varios caballos, cajas de parque, las escalas, dos cajas de guerra, dos cornetas, municiones, 50 fusiles y la bandera con sus inscripciones y adorno de cintas. Las pérdidas de los insurgentes se contabilizaron en alrededor de 300 hombres entre heridos, muertos y prisioneros[28], mientras que en el bando español hubo 21 muertos, 31 heridos y 25 con contusiones leves. Con esta victoria, las fuerza realistas de Dávila lograron aniquilar el sitio de Santa Anna a Veracruz, mientras que Agustín de Iturbide calificaba la hazaña como heroica, adquiriendo Santa Anna la reputación de valiente y arrojado por haber sido de los últimos en abandonar la plaza. [29] [30]
Contraataque realista en Veracruz. 
7 de julio de 1821

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Como ninguna fuerza salió tras los alzados, el teniente coronel Santa Anna reunió lo que quedaba de su maltrecha tropa en Santa Fe. Pero temiendo que Dávila ordenara tomar el puente del Rey o la villa de Xalapa, dispuso que aquél fuera puesto en estado de defensa con las fuerzas disponibles, para luego dirigirse a Orizaba, lugar al que llegó  alrededor del 18 de julio.[31]  De este último sitio pasó a Puebla, en donde tuvo una entrevista con Iturbide, quien le proporcionó algunas fuerzas para sitiar Perote. Posteriormente, en octubre, retornó a las inmediaciones de Veracruz, en donde permaneció a la vista de la ciudad hasta que las tropas españolas la desocuparon para hacerse fuertes en Ulúa.[32]


[1] Juan Ortiz Escamilla, “Las campañas milicianas de Veracruz. Del “negro” al “jarocho”: la construcción de una identidad”, en ULÚA. Revista de Historia, Sociedad y Cultura, año 4, n. 8, 2006, p. 22-24 https://cdigital.uv.mx/bitstream/handle/123456789/9067/ulua8pag9-30.pdf?sequence=3&isAllowed=y

[2] Manuel Rivera Cambas, Historia antigua y moderna de Jalapa y de las revoluciones del Estado de Veracruz. Tomo II, México, Imprenta de I. Cumplido, 1869, p. 145-146

[3] Lucas Alamán, “Historia de Méjico: desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente. Tomo V”, México, Imprenta de J. M. Lara, 1852, pp. 176-177

[4] Juan Ortiz Escamilla, El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, México, Universidad Veracruzana, 2010, p. 164

[5] Ortiz Escamilla, op. cit.Ibídem

[6] Rivera Cambas, op. cit., pp. 166, 173

[7] José Dávila señala que Santa Anna “campó en los llanos de Santa Fe la noche del 23 al 24 de junio

[8] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por la Independencia de México. 1821-1825. Antología de documentos”, México, Universidad Veracruzana, 2008, p. 46-47, 53

[9] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., Ibídem. En su parte a Agustín de Iturbide del 12 de julio, Santa Anna aumentó el número de bajas realistas a 60. También detalla que, las fuerzas de Rincón estuvieron compuestas por marineros, nacionales y algunos soldados de Mallorca, Húsares, Fijo de Veracruz, Lanceros, Pardos y Morenos. Por su parte, Rivera Cambas señala que las pérdidas realistas fueron de “30 hombres, 11 prisioneros y sesenta y tres fusiles“.

[10] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., p.46-47, 53

[11] Rivera Cambas, op. cit., p. 173-174

[12] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., Ibídem.

[13] Rivera Cambas, op. cit., p. 174-175

[14] “La casamata situada sobre una loma a una legua de estos muros, fue construida por el Ayuntamiento en 1649 con fondos del mismo cuerpo y con algunas cantidades donadas por individuos del comercio para que no estuviera el  depósito de pólvora dentro de la población. Costó cosa de catorce mil pesos, y el ayuntamiento la regaló al gobierno. En el último cuarto del siglo XIX funcionó como lazareto. Hoy etn día, de haber permanecido en pie, estaría situado en el parque Reino Mágico. https://books.google.com.mx/books?id=OywrAAAAYAAJ&pg=PA91&dq=Convento+de+San+Francisco+veracruz&hl=es-419&newbks=1&newbks_redir=0&sa=X&ved=2ahUKEwjFkcyJ-aiFAxXAD0QIHbLaBUc4ChC7BXoECAYQBg#v=onepage&q=Convento%20de%20San%20Francisco%20veracruz&f=false.

[15] Rivera Cambas, op. cit., p. 175

[16] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., p.53

[17] Rivera Cambas apunta que eran tan pocas las fuerzas con las que contaba Dávila para la defensa de la ciudad, “que para guarecer los baluartes hubo necesidad de echar mano de los marineros de la matrícula y de la tripulación de algunos buques que estaban en la bahía”. Rivera Cambas, op. cit. p. 165.

[18] Un cañón de 12, otro de 6, uno más de a 4 y un obús de 7 pulgadas.

[19] Hoy Independencia.

[20] Hoy Benito Juárez

[21] Rivera Cambas, op. cit. p. 176

[22] “Noticias del reino. Veracruz”, en Gaceta del Gobierno de México, 24 de julio de 1821, pp. 762-763 [2-3]

[23] Ortiz Escamilla, op. cit. p. 165

[24] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit.,p. 48

[25] Alamán, op. cit. p. 192-193

[26] Rivera Cambas, op. cit. p. 177-178

[27] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., p. 54-55

[28] Reportes realizados dos días después del enfrentamiento, señalaban las bajas insurgentes en 119, entre muertos y heridos únicamente. Ortiz Escamilla, op. cit. Íbidem

[29] Rivera Cambas, op. cit. Ibidem

[30] Juan Ortiz Escamilla, “Veracruz. La guerra por…”, op. cit., Ibidem

[31] Tras la derrota, las fuerzas que retornaron de Veracruz a Xalapa fueron: once de plana mayor, doscientos de columna, ciento setenta de Tlaxcala, trescientos del batallón de Xalapa, ciento sesenta y ocho dragones y cuarenta y seis de partidas sueltas. Si a esto aunamos los supuestos doscientos que quedaron heridos, muertos o capturados en el ataque a Veracruz, tenemos que su número rondaba los mil elementos.

[32] Rivera Cambas, op. cit. p. 179


Bibliografía

  1. Alamán, Lucas, “Historia de Méjico: desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente. Tomo V”, México, Imprenta de J. M. Lara, 1852, pp. 176-177
  2. “Noticias del reino. Veracruz”, en Gaceta del Gobierno de México, 24 de julio de 1821, pp. 762-763 [2-3]
  3. Ortiz Escamilla, Juan, “Las campañas milicianas de Veracruz. Del ‘negro’ al ‘jarocho’: la construcción de una identidad”, en ULÚA. Revista de Historia, Sociedad y Cultura, año 4, n. 8, 2006, p. 22-24
  4.  _____, El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, México, Universidad Veracruzana, 2010, p. 164
  5.  _____, “Veracruz. La guerra por la Independencia de México. 1821-1825. Antología de documentos”, México, Universidad Veracruzana, 2008, p. 46-47
  6. Rivera Cambas, Manuel, Historia antigua y moderna de Jalapa y de las revoluciones del Estado de Veracruz. Tomo II, México, Imprenta de I. Cumplido, 1869, p. 145-146