viernes, 16 de julio de 2021

Bucaneros, filibusteros, corsarios y piratas en la carrera de Indias: sus orígenes y diferencias: Piratas(*)

"Pirata soñando con un hogar" por Norman Rockwell, 1924. Obsérvese el estereotipo del pirata, mismo que perdura hasta nuestros días.

Luis Villanueva

(*) Un resumen de este trabajo fue originalmente expuesto por quien esto escribe en la charla ¡Al abordaje!, llevada a cabo en la librería "Mar Adentro" del puerto de Veracruz, el 18 de abril de 2018.

Cuando se habla de piratas, a nuestra mente llegan las imágenes de algún pintoresco personaje vistiendo grandes botas de cuero a la rodilla; amplio cinturón o fajilla de tela en la cintura, en donde invariablemente porta una pistola de chispa y un sable o espada. Completan el cuadro una pata de palo y en su cabeza, un parche color negro cubriendo la cuenca vacía de un ojo y el clásico chambergo o tricornio adornado con coloridas y esponjadas plumas. En cuanto a personalidad se refiere, son representados como unos rebeldes al sistema, valientes, osados, románticos e incluso, graciosos hasta la rayar en la tontería.

Sin embargo, gran parte este estereotipo (promovido principalmente por películas, dibujos animados o libros infantiles), suele estar alejado de la realidad, pues la realidad es que era gente sucia, con el cabello y las barbas largas y enmarañadas; alcohólicos muchos de ellos y posiblemente padeciendo alguna enfermedad, venérea o de algún otro tipo. Eran prófugos de la justicia o violadores, asesinos y ladrones. Por otra parte, la osadía con la que suelen estar envueltos popularmente sólo era aplicable a los jefes y suboficiales, pues el resto generalmente no lo era tanto. Así, la valentía sólo llegaba cuando actuaban en conjunto, pero huían ante el menor signo de oposición, fuera real o imaginario. Por carecer de entrenamiento para la guerra, muchos de ellos murieron al filo de la espada, por el proyectil de una pistola o en medio de un intenso cañoneo. Y si acaso eran capturados, la muerte sobrevendría más tarde, en medio de torturas y sufrimiento en las húmedas y oscuras mazmorras de alguna fortaleza costera o ahorcados, por ser enemigos de alguna corona o de la Iglesia.

Hoy en día son confundidos los términos con los cuales son denominados, empleándose el término pirata como una generalidad para toda aquél que se dedicaba a saqueo de barcos mercantes y ciudades costeras. No obstante, en las antiguas Indias Occidentales y en el Golfo de México, sí tuvieron características propias, que a la luz de la información con la que se cuenta, permite marcar las diferencias entre los bucaneros, filibusteros, cosarios y por supuesto, los piratas. Así, en este trabajo y algunos posteriores, se buscará sintetizar las características que tiene cada grupo, su origen y desarrollo, ejemplificado también algún suceso histórico relacionado con cada uno de ellos.

Piratas

Según la Real Academia de la Lengua Española, pirata proviene del latín pirāta, y este del griego πειρατής peiratḗs, derivado de πειρᾶν peirân 'atacar, asaltar'. Si consideramos exclusivamente la raíz etimológica de la palabra, podemos deducir que esta actividad es tan antigua como el inicio del comercio y los viajes por mar. Y es correcto, pues se tienen referencias sobre ella que datan del año 1290 a. C. cuando el faraón Ramsés II tuvo que enfrentar un ataque pirata.[1]

Pero en sí, ¿qué es un pirata? Más allá de la fuerte carga mítica que hoy en día tienen estos personajes, Philip Gosse en su obra Historia de la piratería, reproduce una acertada definición dada por el diccionario Webster:

“Es un ladrón de alta mar; aquel que, recurriendo a la franca violencia, se apodera en alta mar de los bienes de otra persona; particularmente aquel que adopte el hábito de cruzar con propósito de robo y de saqueo; asimismo aquel que robe en un puerto.”[2]

Así, un pirata es un ladrón de mar que busca obtener utilidades comerciando con la mercancía robada a otro barco o de algún puerto, siempre ocultándose para poder caer de sorpresa sobre su presa o para huir de sus posibles perseguidores. El capitán inglés Enrique Keppel[3], apunta:

“Tan seguramente como vemos multiplicarse las arañas allí donde hay huecos y hendeduras, presenciamos también brotes de piratas en todas partes donde existe un hormigueo de islas que ofrecen ensenadas, playas, puntas, rocas, arrecifes; en suma, facilidades para acechar, sorprender, atacar y escapar.”

Sin embargo, es menester mencionar que los grupos de piratas (generalmente dirigidos por un solo hombre) no surgen espontáneamente; sino que su desarrollo, Según Gosse, va acompañado de una serie de etapas bien definidas:

“Al principio, algunos individuos pertenecientes a las poblaciones ribereñas más pobres, se reúnen en grupos aislados, cada uno poseyendo uno o varios navíos; así organizados, atacan a los más débiles de los buques mercantes. Su condición es la de gente proscrita a la que todo hombre respetuoso de la Ley tiene el deber de matar en el momento de descubrirla. Después viene el período de la organización perfeccionada, los más fuertes piratas absorbiendo a los más débiles o bien obligándolos a renunciar a su oficio. Estas grandes organizaciones se desarrollan en grado tal que ningún convoy de mercantes, incluso el más poderosamente armado, se encuentra al abrigo de sus ataques. […] La siguiente fase de desarrollo se caracteriza por un fenómeno novel: la organización de los piratas, habiendo alcanzado virtualmente la constitución de un Estado independiente se ve ahora en condiciones de firmar alianzas, provechosas para ambas partes, con otros estados contra sus mutuos enemigos. Lo que había sido piratería se convierte entonces, temporalmente, en guerra, y en esta guerra, los buques de un beligerante son piratas para el otro, recibiendo el trato correspondiente. Finalmente, la victoria de uno de los partidos suele quebrantar, de una manera general, la organización naval del otro. […]  Los elementos del partido vencido vuelven entonces a la condición de pandillas de proscritos, hasta que el partido vencedor llegue a ser lo suficientemente fuerte para relegarlos definitivamente al rango de donde habían salido, o sea, al de furtivos vagabundos del mar.”[5]

En América, la piratería ha estado presente desde la primera década del siglo XVI. Las condiciones que dieron lugar a su proliferación estuvieron ligadas al descubrimiento, conquista y colonización de nuevos territorios; al surgimiento de las grandes potencias europeas como España, Francia e Inglaterra y a las reformas de Lutero, Calvino y el anglicanismo en el ámbito religioso. Esto último traería como resultado el reforzamiento de la alianza estratégica de España con el Vaticano, con la consiguiente enemistad hacia las naciones contrarias al credo católico. También, el incremento del comercio y el tráfico de negros, aunado a la disputa de las potencias por el monopolio comercial español en el Nuevo Mundo influirían, alcanzando su época de mayor auge durante los siglos XVII y XVIII.[6] [7]

“La piratería representó un medio de rebelión contra el monopolio español que no necesitaba de justificación legal alguna pues, aunque España estuviera oficialmente en paz en Europa, en las Indias Occidentales siempre estuvo en guerra contra los piratas franceses e ingleses.”[8]

Por otra parte, y contrario a lo que pudiera creerse, no fueron estas dos últimas potencias las que iniciaron la piratería en las Indias Occidentales, pues sería un español en quien recaería el nombramiento de ser el primer pirata del Caribe. Su nombre: Bernardino de Talavera. El historiador decimonónico Cesáreo Fernández Duro, escribió sobre él:

“(…) es de decir que un tal Bernardi­no de Talavera, hombre vividor, amigo de regalo, acosado por los acreedores que tenía en la Isabela, se apoderó de una de las naves surtas en el puerto, en compañía de 70 compañeros de su especie, y se arrojó a probar fortuna. Tuvo el contratiempo de que le echaran mano en Jamaica (1511) y le condujeran a La Española, donde por sus delitos fue justiciado”[9]

De origen humilde, Bernardino de Talavera posiblemente nació en Talavera de la Reina, Toledo durante la segunda mitad del siglo XV. Estando en su tierra, seguramente se sintió esperanzado con las noticias de grandes riquezas que llegaron con el descubrimiento del Nuevo Mundo, por lo que decidió unirse a las mil quinientas personas que acompañaron a Cristóbal Colón en su segundo viaje, mismo que inició en Cádiz el 25 de septiembre de 1493.

El 3 de noviembre arribó la flota al archipiélago de las Antillas Menores, en donde descubrieron varias islas. Después de recorrer algunas de ellas, fondearon en una que Colón bautizó como Guadalupe, sitio en donde tuvieron su primer contacto con una costumbre muy extendida entre los nativos de aquella zona: el canibalismo. Posteriormente desembarcaron en la isla de La Española (hoy repartida entre Haití y la República Dominicana), en donde Colón había dejado desde su primer viaje a 39 colonos en la parte norte de la isla, en un fuerte llamado “Navidad.

Al llegar al citado punto, descubrió que el asentamiento había sido destruido y sus moradores muertos. Al entrevistarse Colón con el jefe taíno Guacanaharí, este argumentó que su gente no había tenido que ver con la destrucción del fuerte, pues él era amigo de los españoles, sino que después de una fuerte tormenta, arribaron al lugar los guerreros caribes del cacique Canoabó, quienes acabaron con el fuerte y mataron a los españoles que lo defendían.

Después de explorar la zona, Colón fundó la primera ciudad del Nuevo Mundo en la costa nor-occidental de la actual República Dominicana, a la que puso por nombre “La Isabela”. Bernardino de Talavera, junto con el resto de los colonos, trabajó entonces soportando calores abrazadores y nubes de mosquitos, amén de la amenaza de ser atacados por los guerreros del cacique Canaobó, en la construcción de este nuevo emplazamiento. Una vez concluida La Isabela, Colón partió en búsqueda de la ruta hacia China, dejando como gobernante a un tirano llamado Pedro Marguerit quien, en ausencia del Almirante, abusó de su cargo para enriquecerse. De las explotaciones y latrocinios del gobernante fue testigo Bernardino, quien lejos de verse enriquecido en el Nuevo Mundo, se encontraba igual de pobre o acaso peor que antes.

Colón Regresó cinco meses después a La Isabela muy enfermo, situación que aprovechó Marguerit para sobornar al capitán de una de las naves y escapar de un merecido castigo con los bolsillos repletos de oro quitado a los nativos. Entre tanto, el cacique Canaobó consiguió que otros jefes se unieran a su causa, dándose el 25 de marzo de 1495 la primera gran batalla en el Nuevo Mundo, la de Jáquimo.

Por referencias escritas del futuro gobernador de Andalucía y Urabá, Alonso de Ojeda, se sabe que Bernardino de Talavera luchó bajo sus órdenes en esa batalla. Fue por esos años cuando Talavera se aficionó a una nueva bebida, la cual era obtenida de la fermentación de la caña de azúcar: el ron.

En 1506 fallece Cristóbal Colón mientras esperaba ser recibido por el monarca Fernando de Aragón, situación que fue lamentada por los colonos de La Española pues, aunque Colón no había mostrado ser un buen gobernante, Nicolás de Ovando, gobernador de la isla en ese momento, había resultado ser mucho peor. Ovando mal gobernó hasta 1509, cuando fue sustituido por Digo Colón, hijo del Almirante. Para entonces, muchos de los colonos estaban arruinados, entre ellos Bernardino, que se encontraba asediado por sus acreedores.

Ante su precaria y desesperada situación, marchó al puerto junto con otros sesenta colonos y robó un barco, siendo nombrado Talavera capitán e iniciando así su etapa de pirata. Poca información se tiene durante esta etapa, pero se sabe que asaltó a unos comerciantes genoveses, lo que sirvió para que se diera una orden de captura y muerte para él y sus secuaces pues Génova era entonces aliada de los españoles.

Durante sus correrías, los piratas llegaron a Darién, lugar donde Alonso de Ojeda había levantado el fuerte San Sebastián y que en ese momento se encontraba en una situación crítica ante las constantes ofensivas de los nativos. El mismo Ojeda había sido herido, teniendo que cauterizarse la herida él mismo con un hierro candente.

Cuando los navíos de Talavera llegaron, los 39 sitiados creyeron que eran naves del Bachiller Martín Fernández de Enciso, socio de Ojeda, que llegaba para recogerlos. Bernardino, como buen pirata, comerció con los colonos las provisiones robadas de otras naves y aceptó llevar al convaleciente Ojeda para que pidiera ayuda. Sin embargo, el apoyo del pirata no sería por buen samaritano, pues pensó en pedir rescate por el gobernador. Así, Ojeda fue encadenado dentro de una bodega, no sin antes dejar a Francisco Pizarro a cargo del fuerte con la consigna de que, si en 50 días no tenían noticias de él, embarcaran en las naves que quedaban.

Sin embargo, los piratas no contaron con la volubilidad del clima, que pronto envolvió a las naves en una tormenta, haciendo que algunas se perdieran. Desesperados, los piratas liberaron a Ojeda, a quien consideraron un experto en las artes marinas[10] pues había navegado con marinos de la talla de Colón y Juan de la Cosa. Pronto, el gobernador los sacó del apuro, llegando sanos y salvos a las costas de Cuba, en donde naufragaron sin pérdidas humanas en un sitio llamado Jagua (actualmente Cienfuegos), al sur de la isla.

Ante el temor de un ataque de los nativos, los piratas nombraron entonces a Ojeda capitán, lo que fue un acierto, pues este supo luchar y negociar con los caciques locales. Tras atravesar la isla en medio de selvas, bosques y pantanos repletos de mosquitos, caimanes y animales ponzoñosos (que produjeron la muerte de la mitad de los piratas), llegaron a la comarca de Cueybá, donde fueron bien recibidos por el cacique Cacicaná, que los cuidó y alimentó. Poco tiempo después, llegó al sitio Pánfilo de Narváez, quien tras rescatar a Ojeda y capturar a Talavera, los condujo a Jamaica, de donde fueron embarcados a La Española.

El 5 de octubre de 1511 inició en esa isla el juicio contra Bernardino y sus cómplices, quienes finalmente fueron sentenciados a morir en la horca.[11]



[1] David Fernández García, “Bernardino de Talavera y el Nuevo Mundo”, en Cuaderna, núm. 18-19, 2010-2011, p. 78.

[2] Philip Gosse, Historia de la piratería, Sevilla, Renacimiento, 2008, p. 4.

[3] Almirante Sir Henry Keppel (1809-1904). Fue un oficial de la Royal Navy que en 1837 realizó operaciones contra los piratas de Borneoa a bordo de la corveta Dido.

[5] Gosse, op. cit., p. 5

[6] Benigno Casas, “Piratas y corsarios en el Golfo de México (siglo XVI)”, en Boletín Oficial del INAH. Antropología, núm. 66, abril-junio, 2002, p. 53-54

[7] Débora Y. Ontiveros, “Historia de la piratería: consideraciones de sus aportes en la búsqueda de los ladrones del mar”, en Fuentes Humanísticas, núm., Dossier 37, p. 15-16

[8] Ibíd., p. 17

 [9] Cesáreo Fernández Duro, Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de León volumen 1, Madrid, Est. Tipográfico sucesores de Rivadeneyra, 1900, p. 122.

[10] O quizá él mismo los convenció de que así era.

[11] Fernández García, op.cit.,p. 77-88.

viernes, 9 de julio de 2021

La iglesia y convento de la Merced en la Nueva Veracruz. Tres siglos de historia

 




Luis Villanueva

Cuando la gente transita por la zona centro de la ciudad de Veracruz, pocas veces piensa en la cantidad de historias que que existen en una superficie tan pequeña como lo es su centro histórico. Así, muy pocos saben que el área hoy limitada por las calles de Independencia, Fco. Canal, 5 de Mayo y Ocampo, perteneció casi desde la creación de la ciudad (fundada en el año de 1600), a la Orden de Santa María de la Merced de la Redención de Cautivos y que en la parte oriental de este gran terreno (que sería seccionado en dos por el callejón Héroe de Nacozari con el transcurrir de los siglos), se construyó una iglesia y un convento, mismos que fueron conocidos en la Nueva Veracruz (hoy Veracruz) con el sencillo nombre de “de la Merced”.

Antecedentes generales de la Orden Mercedaria en América continental

El convento e iglesia de la Merced de Veracruz tiene su antecedente más remoto con la llegada de Fray Bartolomé de Olmedo, capellán de Hernán Cortés y religioso mercedario[1], a los arenales de Chalchicueyecã[2] el jueves 21 de abril de 1519. Cinco años más tarde, desde Cuba viajó a la Vera Cruz el Lic. Alonso Zuazo,[3] acompañado de dos mercedarios: fray Gonzalo de Pontevedra, quien fallecería durante la travesía y Fray Juan Varillas.[4] [5] En 1530 llegó a la Nueva España fray Juan José de Leguízamo con otros diez mercedarios, los cuales permanecieron poco tiempo en territorio novohispano, pues pasaron a Guatemala. En 1522 llegó la orden de la Merced a Panamá con fray Francisco de Bobadilla, quien acompañaba a Pedro Arias Ávila (Pedrarias Dávila), en su búsqueda del océano Pacífico. Con esta expedición entró Bobadilla a Nicaragua, en donde fundó en 1528 el segundo convento mercedario de Tierra Firme[6] (el primero lo fue en Panamá, por el año de 1525). Entre los años 1535 y 1537, a invitación expresa del obispo Francisco Marroquín para que se establecieran en Guatemala, los mercedarios fundaron un convento más en Santiago de Guatemala. En este sitio aumentaron considerablemente su presencia, iniciando su desplazamiento hacia el norte después de que Marroquín fuera a México para ser consagrado como obispo y regresara a Guatemala acompañado de cuatro mercedarios más, quedándose Fr. Pedro Barrientos y Fr. Pedro Benítez de Luego en ciudad Real, Chiapas (hoy San Cristóbal de las Casas). En ese sitio, Barrientos (que había sido nombrado comendador por Marroquín el 10 de mayo de 1537), se presentó ante el cabildo para solicitar un sitio donde edificar un convento, mismo que comenzó a levantarse en ese mismo año.[7]

            La Orden de la Merced logró fundar un convento en la capital de la Nueva España hasta 1594, cuando el virrey Don Luis de Velasco emitió un acuerdo con fecha 3 de diciembre que confirmaba la fundación del convento de México.[8] Posterior a esto, los mercedarios establecieron conventos en Oaxaca y Puebla (1598); Valladolid (1604), Tacuba y Colima (1607), Atlixco y Nueva Veracruz (1613).[9] [10]

El convento de la Merced en la Nueva Veracruz

El 10 de septiembre de 1612, el rey Felipe III firmó en San Lorenzo el Real una cédula en donde autorizaba a los mercedarios a fundar conventos en Atlixco y en la Nueva Veracruz.[11] Este último convento era muy deseado por la Orden, debido a que el lugar contaba con un buen número de españoles, además de ser un puerto con gran intercambio comercial debido a que llegaban las flotas, tanto de España como de las Indias Occidentales. Para fundarlo, presentó el padre Comendador de México la cédula al virrey Diego Fernández de Córdoba, Marqués de Guadalcázar.

El virrey, después de conocer la autorización, ordenó que se le diera entero cumplimiento, nombrando padre fundador a Fr. Hernando de Aguilar. El padre partió inmediatamente a Puebla para presentarle la real cédula y el obedecimiento del Virrey al Obispo de Tlaxcala, Don Alonso de la Mota y Escobar, quien expidió en la ciudad de Puebla de los Ángeles, un auto de obedecimiento con fecha 1° de septiembre de 1613.

Con estos papeles, de Aguilar se dirigió entonces al cabildo y regimiento de la Nueva Veracruz, quienes lo apoyaron en su solicitud. Fue entonces cuando Fr. Hernando de  Aguilar comenzó a buscar un sitio y recursos para fundar el convento. La fortuna quiso que una mujer vecina de la ciudad, Melchora de los Reyes,[12] donara un solar de cincuenta varas de perímetro a los mercedarios, a cambio de un asiento en la nueva iglesia para oír misa y todas las fiestas litúrgicas que allí se celebrasen, además de un sitio donde sus restos pudiesen reposar cuando falleciera. El Padre fundador aceptó las condiciones con mucho agrado, siendo confirmado el trato por el Reverendo Padre Provincial, Maestro Fr. Francisco de Orca, quien procedente de Guatemala se encontraba en la ciudad para embarcarse a la península Ibérica.

La obra inició el otoño de ese mismo año con la construcción en madera[13] de una pequeña iglesia y algunas celdas y oficinas, utilizando para ello las limosnas que dieron los vecinos de la ciudad. Posteriormente la edificación fue perfeccionada y ampliada con los recursos obtenidos a través de algunas rentas y capellanías. Finalmente, el mencionado Reverendo Padre Provincial nombró Comendador del convento al padre Fr. Diego de Olalde, quien en compañía del padre Fr. Hernando de Aguilar, trabajaron arduamente en la mencionada obra.[14] [15]

Tal sería la importancia de este convento, que con el paso de los años se convirtió: …en un banco en el que siempre entraban y salían gruesas sumas de dinero, que hacían escala en el de Puebla.[16]

El convento e iglesia de la Merced durante los siglos XVII al XIX

A fines del siglo XIX el ilustre historiador, investigador y erudito porteño, Francisco de Borja del Paso y Troncoso (Veracruz, 1842 – Florencia, Italia 1916), encontró y analizó una copia del bello plano de Adrián Boot titulado: Puerto do la Vera Cruz nueva con La Fuerça do S Ju° do Ulúa En el Reino de La Nueva España en el Mar del Norte”. En esta imagen a vista de pájaro, puede verse a la ciudad de la Nueva Veracruz apenas una veintena de años después de haber sido fundada[17].

En este plano ya es posible identificar al convento de la Merced …templo que allí se ve con su elevado campanario. Escribió Del Paso y Troncoso en el año de 1895 en una carta a su amigo Gonzalo A. Esteva, en donde también agregó:

“Una cuadra entera, y bien grande, ocupa la Merced, pues extendiéndose desde la calle de las Damas hasta la Principal, sin que haya vestigios del callejón que más tarde cortó esa manzana inmensa; en cambio, no hay mucho fabricado en ella, pues fuera de la torre y de una crujía de piezas bajas, que ocupa todo el costado de la cuadra frontera al NO., lo restante queda reducido á tapias que cercan un patio grande: la crujía debe haber servido en parte de iglesia y en parte de convento.”[18]

Al momento en que fue realizado el plano, los edificios mercedarios tendrían aproximadamente una década de haberse construido. Por otra parte, si confiamos en que la imagen de Boot es muy aproximada a lo que él vio, entonces podemos afirmar que en esas fechas el convento estaba principalmente construido de madera (en color amarillo), salvo la torre y el muro perimetral oeste, que eran de mampostería (en rojo).


El convento de la Merced en este fragmento del plano de Adrián Boot (Ca. 1615, 1621-23). Obsérvese como las tres construcciones están alineadas en la parte norte del terreno. A la izquierda del campanario, una gran cruz.

En otra pintura también de alrededor de las mismas fechas (posiblemente hecha por un autor nórdico[19]), se puede identificar al convento de la Merced con su torre, justo atrás y a la izquierda de un corral semi cilíndrico. Este cuadro es muy interesante, pues guarda mucha similitud con la de Boot, aunque mostrando más construcciones y con un aspecto medieval.

Ampliación de la torre e iglesia de la Merced tomada del plano de "La Verre Crus". Obsérvese que al igual que la vista de Boot, el terreno se encontraba tapiado y la crujía (que según Del Paso y Troncoso, podría haber sido "parte iglesia y parte convento"), se encontraba pegada al ala norte del solar. Por otra parte, el autor representó al convento e iglesia con cuatro edificaciones, a diferencia de Boot que solo pintó tres. También es visible la gran cruz a la derecha del campanario.

Que el convento e iglesia de la Merced fueron inicialmente construidos en madera, queda confirmado por un documento que envió el virrey Diego Fernández de Córdoba al rey Felipe III. En este, Fernández de Córdoba narra cómo se inició y propagó un voraz incendio que consumió gran parte del poniente de la aún incipiente ciudad, el 5 de diciembre de 1618:

“A cinco de diciembre se prendió fuego a las once de la noche en una casa de la Veracruz, que corrió con el Recio viento que hacia de manera que en dos oras se quemo la tercia parte de las de aquella ciudad sin que por muchas diligencias que se hicieron se pudiese ataxar, aviendo alcanzado este daño a las casas Rs [Reales] aunque se salvo la caxa y papeles y a los conventos de Sto Domingo y la merced y Colegio de la Compañía de Jesús, que también era de madera como las demás…”[20]

Posterior a este desastre, tanto los mercedarios, como posiblemente el resto de la población afectada, repararon los daños utilizando nuevamente la madera. De allí que el fraile dominico Tomas Gage, a su paso por la Nueva Veracruz en 1625, observara que este material predominaba entre las construcciones de la ciudad:

No paramos mucho la consideración de los edificios, porque todos son de madera, así las iglesias y conventos como las casas particulares.

En el año de 1646, estando el convento e iglesia muy derruidos, se empezó a pedir limosnas a los vecinos de la ciudad, entre los que se encontraban hombres ricos, para reconstruir el convento con la misma traza que los conventos de Puebla y México. También se instituyeron patrones que dieron 1000 pesos cada uno para la construcción de la iglesia, logrando recaudar 26 mil pesos por este medio. Con este dinero se hizo un templo de bastante capacidad y belleza, que fue terminado en 1650 y dedicado con una solemne fiesta de toda la ciudad. Posteriormente se construyó una torre muy alta que sirvió como punto de referencia para los navegantes y también como torre de vigía[21]:

“…pues ordinariamente sucede que por el tiempo que se esperan las flotas que vienen de los reinos de España vienen personas seculares y los mismos religiosos del convento, y desde el último cuerpo de la torre ven los primeros cuando vienen estos navíos y otros cualesquiera que vengan, así de España, como de las islas de Barlovento, v otros lugares marítimos…”[22]

Una muestra de la capacidad de la torre se dio cuando el negrero y filibustero holandés, Nicolas Van Hoorn atacó y saqueó la ciudad de la Nueva Veracruz junto con su coterráneo Laurence de Graff, Lorencillo. Durante el ataque, la madrugada del 18 de mayo de 1683, los filibusteros se hicieron fuertes en la Merced, donde un par de jóvenes criados en el convento, al ver el peligro, se escondieron en la torre. Durante todo el tiempo que estuvo ocupada la ciudad, los filibusteros subían y bajaban por el campanario sin descubrir a los muchachos, los cuales aprovechaban la ausencia de aquellos para bajar al pie de la torre y tomar lo que podían para comer y beber.[23]

Otra descripción que se conoce del convento e iglesia de la Merced, la dio en 1697 el viajero y aventurero italiano Juan Francisco Gemelli, quien al respecto escribió:

“Oí misa el domingo, día 17 (de noviembre), en la iglesia de la Merced y vi en ella trece altares poco adornados. El convento es malísimo, pero el campanil muy bueno.”[24]

“El domingo, día 8 (de diciembre), se celebró en la iglesia de la Merced la fiesta de la Concepción de la Santísima Virgen, y en la tarde hubo allí una representación sagrada sobre el mismo asunto.”[25]

Nótese la referencia sobre el campanario. También se tiene la descripción que sobre la iglesia y su torre hizo Antonio López Matoso, entre los años de 1816-1817:

“El de la Merced mantiene hoy cinco sacerdotes y un corista niño de 65 años. La iglesia, aunque pobre, es buena, amplia, y no escasa de luz; tiene bastantes altares decentes, y los domingos hay misas de 10, de 11, y algunas veces, de 12. Su torre es la mejor y la primera que se ve antes de entrar a Veracruz.”[26]

Desconozco desde cuando se tiene la costumbre de colocar nacimientos dentro de las iglesias, pero el colocado en la Merced en diciembre de 1831 fue el insulto más grosero que puede hacerse a la religión y a más a uno de sus grandes misterios, según el punto de vista de un parroquiano que lo criticó. Esto debido al original diseño de los personajes que lo componían: un jinete vestido de charro, otro personaje con cazuela y perol de madera; un viejo flaco verde vistiendo cachucha, corbata, frac y cargando una penca de plátanos, etc.[27]

El 5 de diciembre de 1838, durante la “Guerra de los Pasteles”, el príncipe de Joinville bombardeó los cuarteles por orden del almirante Charles Baudin. Estos edificios se localizaban en la manzana contigua a la del conjunto mercedario, por lo que algunos de los proyectiles impactaron tanto en el convento como en la iglesia, dañando severamente la torre. En 1846, el explorador británico George Augustus Ruxton, pudo observar esta destrucción:

“La ciudad aun presenta numerosos recuerdos del bombardeo realizado por el belicoso De Joinville en 1839 [sic]. La torre de la iglesia está acribillada, y los efectos destructivos de los proyectiles aún son visibles en las muchas de las ruinas que se han dejado sin tocar desde entonces.”[28]

Daños que se incrementaron durante el sitio y bombardeo norteamericano a Veracruz en marzo de 1847.[29] Sin embargo, aun con el deterioro, el convento y la iglesia continuaron dando servicio. Entre 1844 y 1847 estuvo domiciliado en la Merced como vicario adscrito, el exfranciscano Celedonio Domeco de Jarauta; célebre religioso que durante el sitio mencionado fungió como capellán del 2° Regimiento de Infantería y luego del hospital de sangre. Jarauta, después de la capitulación de la ciudad, lideró a un grupo guerrillero jarocho (entre quienes se encontraba Manuel Gutiérrez Zamora), que hostigó a las fuerzas yanquis a lo largo del camino Veracruz-México.[30] [31]

La cúpula y torre del campanario de la iglesia de la Merced desde la puerta del mismo nombre, durante la invasión norteamericana de 1847. Obsérvese los daños en la muralla y en la iglesia debido al fuego de artillería. Grabado aparecido en la obra "The twelve months volunteer", de George C. Furber.

Todavía marzo de 1855 se mantenía en uso el convento, pues los mercedarios contrataron un centenar de luces de gas de alumbrado para el interior de su vetusto edificio.[32]

La madrugada del 30 de septiembre de 1857, la falta de mantenimiento y los daños por las bombas, en conjunto con un fuerte norte[33] provocaron el derrumbe de la torre junto con una parte importante de la bóveda. El periódico El Monitor Republicano, da cuenta de ello:

Veracruz.”

“Al Heraldo escriben de este puerto con fecha 30 de Septiembre, lo que sigue:”

“Anoche á las doce y media se ha desplomado la torre de la Merced; á nadie ha causado daño afortunadamente, así por la hora que era, cuanto porque el desplome fue desde el cimiento, y sólo se llevó una gran parte de la bóveda del templo.”

“Obra de 1629, prometía durar muchos años; pero la incuria por una parte y los muchos balazos que recibió en 1837 (sic), cuando el asalto de los franceses, precipitaron su ruina.”[34]

En 1858, el abogado liberal Miguel Lerdo de Tejada, escribió sobre el convento e iglesia de la Merced lo siguiente:

“Lo mismo que las otras iglesias, se compone ésta de tres naves, siendo la del centro muy superior á las laterales, y los altares que hay en ellas muy estrechos y oscuros. Su torre era la más elevada de cuantas había en Vera-Cruz, y por esta razón servía de guía á los navegantes para enfilar los canales que por el E. y N.E. conducían a la bahía; pero á consecuencia del deterioro en que se hallaba por los fuegos que sufrió en diversas épocas y por el abandono en que ha estado, el mes de Octubre o Noviembre de 1857, se vino abajo. Esta iglesia tiene por advocación a San Lorenzo.”

“El claustro ó convento se reduce á dos hileras de celdas altas y de unos cuartos bajos, con unos corredores cubiertos, formando un patio en el centro.”

“Este edificio es seguramente el primero que se construyó de mampostería en la actual ciudad de Vera-Cruz pues fue concluido en el año de 1613.- Por esta razón, y por lo mucho que ha padecido en los bombardeos de aquel puerto, hoy se encuentra en el más triste estado de deterioro.”[35]

Cabe aclarar que Lerdo equivocó al mencionar que se terminó en 1613, pues como se detalló anteriormente, fue en ese año cuando se inició su construcción.

“Si se quiere entrar al mismo puerto por el canal del Este, se seguirá primeramente la alineación del campanario de la Merced y del baluarte de Santiago, y una vez que se encuentren sobre la línea los dos bastiones ya citados, se dirijirá la proa del buque hacia el baluarte de la Concepción para dirijirse después hacia la cortina al sur de la fortaleza..." Instrucciones para entrar al puerto" aparecida en la "Carta de los fondeaderos de Vera-Cruz, Isla Verde, Sacrificios y Antón Lizardo" de 1839.

En octubre de 1859 se anunció el remate del convento[36], mismo que se concretó en noviembre de ese año cuando fue dividido en lotes y vendido en base a la a Ley de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de las Corporaciones Civiles y Religiosas. (A esta ley se le conoció como la “ley Lerdo” y fue expedida el 25 de junio de 1856):

“Han terminado los remates de los lotes en que fue dividido el claustro, patio y ruinas del Convento de la Merced, adjudicándose a tres distintos compradores, que se disputaron su adquisición con provecho del erario nacional.”[37]

El  entonces gobernador de Veracruz, don Manuel Gutiérrez Zamora, adquirió la iglesia a nombre del gobierno por medio de “bonos de deuda pública y a cortas cantidades.” Mientras que el atrio fue adquirido por el abogado Rafael de Zayas Enríquez, quien edificó allí una casa de dos plantas.[38] [39]

Sin embargo, aun en ruinas como se encontraba, la construcción siguió siendo de utilidad, pues durante la intervención francesa y el segundo Imperio Mexicano (1862-1867), el convento fue usado como tienda y barraca por las fuerzas francesas.[40]

Bella fotografía de la iglesia de la Merced (Ca. 1865), por Paul-Émile Miot. En ella puede verse con claridad el nivel de daño que tenía después de la caída de su campanario, el cual estuvo sitado en la esquina derecha del recinto religioso. Al caer la torre, arrastró una parte de la bóveda y toda la fachada Este. En el cañón de la bóveda puede verse un agujero, el cual pudo haber sido hecho por alguno de los múltiples impactos que recibió el edificio durante los bombardeos de 1838 o 1847. Fuente de imagen: Repositorio de la Universidad Metodista del Sur.

Por su parte, el maestro cubano Ildefonso Estrada y Zenea, legó en 1877 una de las últimas descripciones de la iglesia de la Merced:[41]

“La Iglesia que antiguamente servía de parroquia en Veracruz, era la de Ntra. Sra. De la Merced cuyas ruinas contemplamos todavía y que siempre que las vemos nos recuerdan los famosos versos de Rioja en su canción á las ruinas de Itálica:”

‘Las torres que desprecio al aire fueron

a su gran pesadumbre se rindieron.’

“Una noche apacible y serena del año de 1858 (sic), siendo dadas las [¿doce?], con horroroso estruendo que es de imaginarse y que llenó de espanto y de terror á los vecinos, desplómese la torre de la referida iglesia, sin que su caída ocasionase desgracias personal alguna, siendo así que si la catástrofe hubiese tenido lugar á cualquier otra hora, el número de víctimas quizá hubiera sido grande entendido el mucho tráfico que se conduce por la calle principal y pun[…] en que está el edificio”.[42]

Un segundo derrumbe

En algún momento entre fines del siglo XIX y principios del XX, el convento de la Merced fue adquirido por Zaldo Hnos. y Compañía. Esta empresa tuvo como giro “la explotación de la fábrica de hilados y tejidos de algodón llamada San Bruno;[43] propiedad de esta sociedad”;[44] razón por la cual se supuso que el convento sería demolido y en su lugar se construiría unos almacenes para sus productos. Cuando la casa comercial estaba en pláticas con el ing. José de Prida para la elaboración de los planos, una comisión conformada por capitalistas veracruzanos se propuso adquirir el inmueble para reabrirlo al culto, pues aducían “que no era conveniente convertir el primer templo de la ciudad en edificio comercial”. Además, se conservaría como un recuerdo histórico, pues:

“…allí fue donde Lorenzo Jácome o Graham más conocido con el nombre de Lorencillo, encerró a las familias de Veracruz cuando sus hazañas de piratería el mes de mayo de 1683 y les exigió un rescate de algunos millones de pesos.” [45]

Es de creencia general que, una vez capturada la ciudad, la población fue encerrada en la iglesia de la Merced, lo que es erróneo, pues son varias las referencias históricas que aclaran que fueron encerrados en la entonces parroquia de la Asunción de Nuestra Señora, hoy catedral del mismo nombre. Si bien es verdad que la iglesia de la Merced funcionó como parroquia por cortos periodos de tiempo, no lo era cuando ocurrió aquél lamentable hecho. Entonces, ¿de dónde proviene la idea de que la Merced funcionó como celda para la población? Esta pudo haber surgido en 1842 por una nota que hizo Carlos María de Bustamante a una narración del P. Francisco Javier Alegre, quien en su libro ‘Historia de la Compañía de Jesús’, reprodujo un escrito sobre dicho suceso:

“Entonces casi se había perdido la memoria de este suceso [el ataque filibustero] y los documentos en que se refería por haberse quemado el archivo, la parroquia estaba donde es ahora la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, templo magnífico.”[46]

Desafortunadamente para la historia de la ciudad, no se llegó a ningún acuerdo, pues los compradores no estuvieron dispuestos a pagar la suma que pedían los Zaldo. Fue entonces cuando se empezó a demoler la cúpula y los pisos superiores de la iglesia.[47]

A la una y minutos de la madrugada del día 1 de diciembre de 1905, un formidable y ensordecedor estrépito sacudió el aire despertando a los vecinos: gran parte del edificio se había venido abajo en medio de una gran polvareda. Al ver el desastre, el gendarme No. 37 del punto, Luciano González, corrió a la Inspección de Policía a informar sobre lo sucedido. A los pocos instantes la esquina de las calles de Canal y Santa María estaba llenos de curiosos, mismos que se llenaron de horror cuando escucharon gritos desgarradores que partían desde los escombros. Oscuro como se encontraba, los oficiales que llegaron para levantar el acta del incidente mandaron traer algunas lámparas del cuartel de Bomberos. Fue así como saltando piedras, hoyos y librando estorbos, pudieron llegar hasta el sitio de donde salían las voces de auxilio y de dolor. Después de no pocos esfuerzos, lograron sacar a seis obreros con heridas de gravedad, que se habían quedado a velar la herramienta y los materiales de obra cuando los sorprendió el derrumbe. Una vez que trasladaron a los trabajadores al hospital, se impidió el paso por los alrededores, pues se temía que también colapsara una pared que miraba a los cuarteles.

Razones sobre las causas del accidente se dieron muchas. Entre ellas las que involucraban a los vientos del norte y a la pertinaz llovizna que caía en la ciudad esa noche. También a un castigo divino por no haber rescatado al edificio para el culto, a un imaginario rayo o a la imposibilidad de amarre entre la piedra múcar y el ladrillo en el segundo piso.

No obstante, la explicación más certera fue que las columnas en la planta baja no soportaron las “700 toneladas” de peso de los dos pisos superiores. Además, “resaltaba” la falta de “amarres, trabes o muros divisorios que dieran consistencia a paredes que tenían una altura considerable y peso proporcional”. También se elucubró que el subsuelo pudo haber tenido alguna influencia en el derrumbe, pues cuando se llevaron a cabo las obras de drenaje en esa zona, las bombas extrajeron una gran cantidad de agua de ese lugar durante seis meses.

Después del peritaje realizado por un grupo conformado por los ingenieros de la ciudad y de una construcción vecina; el inspector de obras de Saneamiento y los profesionales de la Dirección General de Faros, Obras del Puerto y Comandancia Militar, se envió el siguiente comunicado a la Jefatura Política:

“Con motivo de haberse derrumbado anoche la mayor parte de los muros de la casa Zaldo en el exconvento de la Merced, manifiesto a usted la urgente necesidad que hay de tomar todas las precauciones, tanto con las casas contiguas, como en el tránsito del público en esas calles, exigiendo á los propietarios ó al contratista que derrumben el resto de los muros angulares, que probablemente corren igual peligro; para evitar nuevos accidentes.”

Con el informe en mano, la autoridad ordenó el derribo de la pared que miraba al patio de la “La Merced”, y un ángulo que se sostenía en una de las esquinas.[48] [49] Finalmente, sería hasta el 24 de diciembre de ese mismo año cuando se reiniciaron los trabajos, teniendo el ing. Prida una fuerte pérdida económica.[50] Cabe recalcar que la obra colapsada se encontraba en el área que ocupó la iglesia y que el proyecto tenía contemplado usar el nivel inferior como tienda. Los pisos superiores servirían como casa habitación, siendo en este lugar donde el ilustre maestro y pedagogo, don Esteban Morales, vivió hasta los últimos días de su vida. Aún existe en la esquina que forma el callejón Héroe de Nacozari y la calle de Canal, una placa que da fe de ello.


En esta fotografía de la calle Francisco Canal tomada desde Independencia (Ca. 1913), es visible en la acera izquierda el edificio de Zaldo Hnos y Cía. En uno de los dos pisos de este local habitó el ilustre maestro Don Esteban Morales. En la esquina, la botica de la Merced.

Por otra parte, la casa de dos pisos en la zona del atrio (Independencia y Fco. Canal, misma que posteriormente fue ampliada hacia donde estuvo el pórtico de la iglesia), fue adquirida por el médico cubano Manuel Cabrera, uno de los fundadores de la “Botica de la Merced”[51].  Hoy en día los bajos de esta edificación están ocupados por varios locales comerciales.


La "Botica de La Merced" entre fines del siglo XIX y principios del XX. Todavía existía la iglesia de La Merced.


No he podido encontrar algún dato que me confirme si desde el año de 1950 en que llegó a Veracruz la tienda Sears, ocupó el edificio de los Zaldo[52] o si estuvo en otro lugar y posteriormente tiró/reformó el mencionado local al estado que conocemos actualmente.

La botica de la Merced en 1940. A la derecha puede verse que aun existía el edificio de los hermanos Zaldo, pero ya sin el tercer nivel.

Finalmente, el área del convento fue ocupada por el patio de “La Merced”, el cual tuvo su acceso en el entonces número 95 de la avenida Independencia.[53] Hoy en día, se levanta en ese lugar el edificio Virginia, construido en 1949.

Vista actual de la esquina de Independencia y Canal. En primer plano, el edificio en donde estuvo la botica de la Merced, el cual fue construido en el atrio y pórtico de la iglesia. A la derecha, la tienda departamental Sears en el espacio que ocupó el edificio de los hermanos Zaldo y donde previamente estuvo la iglesia de la Merced. A la izquierda, el edificio Virginia, erigido en el área donde estaba el convento. (Fuente de imagen: Google Street View).


[1] Antonio Carrión, Historia de la ciudad de la Puebla de los Ángeles (Puebla de Zaragoza). Tomo I, Puebla, Tipografía de las Escuelas Salesianas de Arte y Oficios, 1897, p. 27-28.

[2] Aunque Melgarejo Vivanco hace referencia que el mencionado sitio se encontraba en el “actual fraccionamiento Costa Verde” (José Luis Melgarejo, Historia de Boca del Río, Ediciones del Gobierno de Veracruz, 1980, p. 18), en la opinión de investigadores contemporáneos como el doctor Omar Ruíz Gordillo, considera que Chalchiuhcuecan “puede referirse al punto más cercano desde la Isla de Sacrificios, cercana al actual puerto de Veracruz, y que resulta ser la llamada Punta Mocambo, aunque coincido plenamente con los investigadores que Chalchiuhcuecan remite a una región, más que señalar un punto en la costa” (Omar Ruíz Gordillo, La Antigua Veracruz, Graficolors, 2014, p. 130). En otras palabras, Chalchihuecan (Chalchicueyecã) era una franja de tierra costera que, elucubro, cubría las playas de la actual ciudad de Veracruz y cuyo límite al norte pudo haber sido el río Huitzilapan (hoy de La Antigua) y al sur el río Jamapa.

[3] Abogado civil español especialista en derecho civil y canónico. Fue miembro de los diferentes triunviratos que gobernaron la Nueva España entre 1524 y 1525, en la ausencia de Cortés.

[4] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo IV, Madrid, Imprenta de Don Benito Cano, 1796, p. 88.

[5] Francisco de Pareja, Crónica de nuestra señora  de la Merced  de la Nueva España (Tomo I), México, 1892, p. 131.

[6] Yolanda Guzmán Guzmán, “La orden de nuestra señora de la Merced entre reformas, 1574-1692”, Tesis de doctorado, Centro de Estudios de El Colegio de Michoacán, 2016, p. X

[7] Emeterio Pineda, Descripción gráfica del departamento de Chapas y Soconusco, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1845, p. 129.

[8] De Pareja, op. cit. p. 176-179.

[9] Guzmán, op. cit. p. 23.

[10] De Pareja, op. cit. p. 350.

[11] AGÍ, Indiferente General, 2873. Real cédula del 10 de septiembre de 1612.

[12] Sobre Melchora de los Reyes se encontró una referencia en el AGN en donde denuncia un supuesto caso de hechicería: AGN, Inquisición. 6596, 2 ff., 1639: “Denuncia de Melchora de los Reyes y los frailes de San Francisco sobre cierta mujer llamada Ángela María, natural de Cádiz y que vino de Tenerife, por practicar hechicería, pacto con el demonio y estar amancebada con un grumete; ante el Comisario de la Nueva Veracruz Francisco de Viruegas y Amarilla. Fuente: Antonio García de León Griego, “Comercio, amor y buena fortuna: vínculos mercantiles y amorosos entre las Canarias y la Nueva España”, trabajo presentado en el XXII coloquio “Historia de Canario Americana de la Casa de Colón del Cabildo de la Gran Canaria”, Islas Canarias, 4 al 6 de octubre, 2016 [En caché: http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:PTUw0tZIjXoJ:coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/viewFile/10021/9523+&cd=48&hl=es-419&ct=clnk&gl=mx&client=firefox-b ]

[13] El fraile dominico Tomas Gage, a su paso por la Nueva Veracruz en 1625, escribió: “No paramos mucho la consideración de los edificios, porque todos son de madera, así las iglesias y conventos como las casas particulares.” Tomas Gage, Nueva relación que contiene los viajes de Tomas Gage en la Nueva España. Tomo I, Librería de Rosa, París, 1838, p. 70-71.

[14] De Pareja, op. cit. p. 347-350.

[15] María del Carmen León Cázares, Reforma o extinción: un siglo de adaptaciones de la Orden de Nuestra Señora de la Merced en Nueva España, México, UNAM, 2004, p. 134.

[16] Carrión, op. cit. p.213.

[17] El plano fue realizado por el ingeniero holandés Adrián Boot hacia el año de 1615, cuando arribó a la Nueva Veracruz. O posteriormente, entre los años 1621-1623, mientras residía en esta misma ciudad con el encargo de mejorar los planos de la fortaleza de San Juan de Ulúa.

[18] Redacción, “Nuestro suplemento de hoy”, El Nacional, 5 de diciembre de 1897, p. 2.

[19] José Antonio Calderón Quijano, Historia de las fortificaciones en Nueva España, Madrid, Artes Gráficas Clavileño, 1984, p. 44.

[20] Archivo General de Indias,MEXICO,29,N.17-2.

[21] Francisco de Pareja, Crónica de nuestra señora  de la Merced  de la Nueva España (Tomo I), México, 1892, p. 465.

[22] de Pareja, op. cit. p. 466.

[23] Ibíd., p. 467.

[24] Juan Francisco Gamelli Carreri, Viaje a la Nueva España, México, Sociedad de Bibliófilos Mexicanos, 1927, p. 280.

[25] Gamelli, op. cit. p. 283-284.

[26] Jim C. Tatum, “Veracruz en 1816-1817: Fragmento del diario de Antonio López Matoso” en Historia Mexicana. El Colegio de México, Vol. 19, No. 1, (73) julio-septiembre, 1969, p. 109.

[27] Redacción, “Remitido”, El Censor, 1 de enero de 1831, p.3.

[28] George Frederick Ruxton, Adventures in Mexico and the Rocky Mountains, London, John Murray, 1847, p. 13.

[29] Sin autor, Tributo a la verdad, México, D.F., Acción Moderna Mercantil, 1933, p. 165

[30] La enciclopedia de México, tercera edición, t. VII, p. 914.

[31] Adriana Caldera Rosas, Rafael de Zayas Enríquez. El juez frente al batallón de fusilamiento, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2010, p. 7.

[32] Redacción, “Alumbrado de gas”, El Siglo XIX, 26 de marzo de 1855, p. 4.

[33] Redacción, “Veracruz”, Diario de Avisos, 2 de octubre de 1857, p. 2.

[34] Redacción, “Veracruz”, El Monitor Republicano, 6 de octubre de 1857, p. 4.

[35] Miguel M. Lerdo de Tejada, Apuntes históricos de la heroica ciudad de Vera-Cruz. Tomo III, Imprenta de Vicente García Torres, México, 1858, p. 32-33.

[36] Redacción, “Los remates del convento de San Francisco”, Diario de Avisos, 29 de octubre de 1859, p. 3.

[37] Redacción, “Veracruz”, La Sociedad, 15 de noviembre de 1859, p. 3.

[38] Redacción, “El derrumbe en el convento de la Merced. Nuevos detalles”, La Opinión, 2 de diciembre de 1905, p. 1

[39] Pérez de León, J., “Remate Dominical”, El Dictamen, 22 de enero de 1989.

[40] Jean Marie Lafont, Les bivouacs de Vera-Cruz a Mexico par un zouave, Abbeville-Imprimerie de P. Briez, Paris, 1865, p. 5.

[41] Extrañamente, esta breve descripción no apareció publicada en El Progreso, ni tampoco en su libro La Heroica Ciudad de Veracruz.

[42] Redacción, “Derrumbe en el Convento de la Merced”, La Opinión, 1 de diciembre de 1905, p. 1.

[43] San Bruno fue una fábrica de hilados y tejidos situada en la entonces Hacienda Molino de San Roque, en la congregación de Andrés Montes de Xalapa, Ver. La fábrica (originalmente llamada Fábrica de El Molino), fue adquirida por los hermanos Zaldo a fines del siglo XIX. San Bruno es recordada por los trágicos acontecimientos ocurridos con sus obreros, que fueron asesinados el 28 de agosto de 1924.

[44] Carlos Herrero, Los empresarios mexicanos de origen vasco y el desarrollo del capitalismo en México. 1880-1950, Universidad Autónoma de Metropolitana, México, 2004, p.165.

[45] Derrumbe en el Convento de la Merced, op. cit.

[46] Francisco Javier Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España, J. M. Lara, México, 1842, p. 42.

[47] Ibíd.

[48]Ibídem.

[49] En base a las descripciones mostradas, puedo suponer que la idea del ingeniero fue aprovechar las paredes de la iglesia y del convento para la nueva obra, la cual aparentemente sería de dos pisos. Para ello, “amarró” los nuevos niveles a las paredes de piedra múcar, sin considerar que estas contaban en ese momento con cerca de 300 años de antigüedad y que carecían de columnas y trabes. Si a lo anterior se le agrega el que los pilares colocados en la planta baja quizá no estuvieron fabricados para soportar el peso de los pisos superiores, entonces es fácil deducir que al vencerse aquellos, se vinieron abajo los niveles superiores, “jalando” en su caída también a las paredes

[50] Redacción, “Las obras de la Merced”, La Opinión, 24 de diciembre de 1905, p.1

[51] Pérez de León, J., op. cit.

[52] “Sears, en Los grandes almacenes departamentales, consultado el 12 de noviembre de 2017, https://antad.net/1/ElBicoenMe/AlbertNavas/assets/seo/page95.html

[53] Redacción, “Registro civil. Defunciones”, La Opinión, 11 de diciembre de 1907, p.1