Por Luis Villanueva
Seguramente en más de una ocasión, amable lector, cuando usted camina por el hoy llamado Centro Histórico de la ciudad de Veracruz, ha transitado por un pequeño parque situado en la esquina de Madero y Arista. En esta plazuela, que invita a refrescarse a la sombra de sus frondosos árboles cuando el agobiante sol jarocho cae a plomo, hay una blanca escultura dedicada a la persona que nos dio la vida y que da el nombre al sitio: “parque a la Madre”. Sin embargo, pocos saben que este lugar tiene la friolera de 400 años, pues data de inicios del siglo XVII, cuando la incipiente ciudad de la Nueva Veracruz (fundada en el año de 1600), empezaba a expandirse hacia el poniente.
Siglo XVII. Se conforma el área de la futura plazuela
En base al subjetivo croquis que hizo Francisco del Paso y Troncoso a partir del plano pintado en perspectiva por Adrián Boot (Ca. 1615-1623), es posible observar que el solar que hoy ocupa el parque a la Madre se ubicaba en los límites de la ciudad por el lado Oeste;[1] y que la manzana formada por las antiguas calles la Lagunilla, de las Damas, de las Salinas y de Loreto (actuales de Arista, 5 de Mayo, Serdán y Madero, aunque esta última aún no existía), estaba fincada con tres casas de madera que miraban a la actual avenida 5 de Mayo y con sembradíos de hortalizas que posiblemente se prolongaban más allá de la actual calle de Madero.
Sección del plano de Adrián Boot (Ca. 1615-1623), en donde se
aprecian las construcciones y huertos que ocuparon el solar donde se situaría
la plazuela.
Esta distribución aparentemente se mantuvo con pocos cambios hasta mediados del siglo XVII, situación que se deduce a partir de planos levantados en años posteriores, donde se observan nuevas construcciones que abarcaron la mitad, por lo menos, del área originalmente ocupada por las parcelas al oeste del solar.
Sección del plano de 1705, en donde puede observarse como el área
donde estuvieron las hortalizas fueron ocupadas en gran medida por nuevas
construcciones. En la esquina izquierda de la imagen, el hospital de Mujeres y
la capilla de Loreto.
La superficie restante se mantendría libre de obras, dando lugar a un área que con el tiempo sería utilizada para una plazoleta. En otras palabras, la sección hoy ocupada por el parque fue parte del sitio donde antiguamente estuvieron las parcelas.
En el año de 1616, el cirujano italiano Pedro Ronson donó su fortuna para fundar un hospital bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto, a quien tenía como su abogada. Al fallecer Ronson en 1633, quedó como encargado de seguir la obra su albacea, Gonzalo García de la Hacha, quien a su vez donó un terreno junto a la incipiente muralla para hacer dicho hospital. Según la voluntad de Ronson, el hospital contaría también con una capilla de Nuestra Señora de Loreto […] donde se diga Misa los Días de fiesta […].[2] Esta capilla fue concluida y abierta al culto público en 1644.[3]
El terreno donado por García de la Hacha estaba ubicado frente al futuro parque de la Madre, por su lado Oeste. Debido a que las fachadas de la capilla y del hospital miraban hacia la plazuela, amén de su cercanía, empezó a ser conocida como “plazuela de Loreto” por lo menos desde el año en que abrió sus puertas la capilla del mismo nombre.
La fuente en la
plazuela de Loreto y la estatua de la Caridad
La plazuela se mantuvo sin grandes cambios por algunas décadas, hasta que 1724 la introducción del agua a través del “Caño del fraile” a la sedienta Nueva Veracruz[4], trajo consigo la construcción de algunas fuentes públicas dentro de la ciudad. De todas éstas, la primera fue construida e inaugurada en la plazuela de Loreto.
Existe una ligera discrepancia con respecto a esta fecha de inauguración, pues Lerdo de Tejada escribió en su obra Apuntes históricos… que: “esta [fuente de Loreto] se estrenó el 4 de Noviembre de 1819 […].[5] Mientras que Minerva Escamilla, en su tesis de maestría El agua a contratiempo…, hace la anotación de que la pila fue inaugurada el 25 de mayo de 1724.[6] Dato que es congruente con la fecha en que empezó a distribuirse el agua por el “Caño del fraile” y con el periodo en que fueron construidas las restantes fuentes, hasta completar seis en mayo de 1726. Es probable que la fecha dada por Lerdo hubiera sido de alguna reinauguración o haga referencia a la colocación de la estatua de la Caridad en ella.
También hay desacuerdo en lo referente a la mencionada escultura, pues una versión dice que no es la misma que perdura hasta nuestros días frente al edificio del Registro Civil (tiene labrada en su base la fecha: “abril de 1860”), mientras que la otra afirma que sí lo es (algo por demás erróneo como se verá más adelante). Sin embargo, es un hecho que sobre esa fuente pública sí existió una estatua de la Caridad antes de que fuera labrada la existente hoy en día, pues hay una pequeña descripción sobre la pila y su estatua, escrita por Manuel Payno en el invierno de 1843, que así lo hace ver:
“Desde que se entra al hospital, [de Loreto] en cuyo frente hay una fuente con la estatua de la Caridad, de mármol blanco…” [7]
La descripción de Payno concuerda con la dada por Lerdo de
Tejada en el año de 1858:
“[La plazuela de Loreto] está adornada con una estatua de mármol que representa a la Caridad”.[8]
Otra descripción sobre la plazuela, aunque dada a través de una acuarela, la da el pintor costumbrista suizo Salomon Hegi, quien se encontraba en Veracruz desde días previos al inicio del segundo sitio de Miramón en el primer cuatrimestre de 1860, permaneciendo en este lugar hasta su salida a Europa, en mayo de ese mismo año.[9] Durante el tiempo que estuvo en el puerto, Hegi se dedicó a plasmar en sus acuarelas la vida cotidiana en la ciudad durante el sitio, así como a sus habitantes y a la ciudad misma. Es de esta forma como pinta en una bella y luminosa estampa a la plazuela de Loreto, su fuente y la estatua:
“Cuando empecé con el bosquejo de esta pequeña plaza, un policía me lo impidió -lo prohíbe el estado de sitio-. Pero ahora más que nunca me he propuesto a realizar este dibujo y paso tres veces al día por la plaza de acuerdo a la perspectiva. Cada vez que la cruzo, mido mis pasos primero la plaza misma y luego las diferentes casas pasándolas al papel [.] Sobre esta base, me ha sido fácil dibujar después los detalles correctamente”.[10]
Si consideramos que el segundo sitio del general Miramón a la ciudad ocurrió entre marzo y abril de 1860 y que Hegi partió hacia Europa hasta el mes de mayo de ese año, se puede confirmar que la acuarela fue pintada durante el sitio, por lo que la estatua que allí se mira fue la misma que vieron Payno y Lerdo.
Aunque borrosa por la distancia, en la acuarela es notorio el parecido de la estatua de la Caridad con la que posteriormente estuvo sobre el frontispicio del Hospicio “Manuel Gutiérrez Zamora” (hoy Museo de la Ciudad).[11] Sin embargo, aunque esta última, al igual que la primera, se labró a partir de una sola pieza de mármol blanco, aquella fue concluida en Europa (se dice que fue labrada en Alemania), en abril de 1860, justo cuando Hegi pintaba o estaba por pintar a la plazuela de Loreto. Si a lo anterior se suma el tiempo de traslado de la pieza desde el viejo continente, se concluye que no es la misma escultura la que estuvo en la fuente y la que existe hasta nuestros días, aunque entre ambas sí existió la semejanza suficiente como para ser confundidas.
Una
de las últimas descripciones con que se cuenta sobre la estatua de la Caridad,
la dio el ilustre cubano avecindado en Veracruz, Ildefonso Estrada y Zenea,
quien en 1872 escribió:
“En la plazuela que queda al hacia el interior de los lavaderos, y en cuyo centro impropiamente ahora se encuentra una buena estatua de la caridad, que fue traída de Génova […]”[12]
Aunque sin especificar su fuente, Estrada y Zenea nos deja el lugar en donde fue tallada la primera escultura. Noten también que menciona a “los lavaderos”, de los cuales a continuación se dará más detalles.
Estatua de la Caridad (2015) en el Registro Civil. Foto: Tomada
por el autor del texto.
Los lavaderos de Loreto
A mediados del año de 1868, el entonces jefe político de Veracruz, el señor Alvino Carballo Ortegat, tuvo la iniciativa de ordenar la construcción de unos lavaderos públicos en la plazuela de Loreto para beneficio de la clase humilde, quienes carecían de un espacio y agua para el aseo de su ropa. El señor Carballo buscó financiar la obra por medio de un “impuesto sobre juegos”, que desafortunadamente no dio los recursos necesarios para seguirla construyendo, por lo que a fines de ese mismo año tuvo que solicitar al Ayuntamiento que acogiera y continuara con la filantrópica edificación.[13] [14]
Los
lavaderos estaban conformados con un par de portales distribuidos de la
siguiente manera:
“Forman estos dos
portales, en ángulo recto, con el techo sostenido por pilares como de cuatro
varas de altura, teniendo de ancho el pavimento, que es de ladrillos, sobre
cuatro varas. En el portal que mira al N. existe un gran pilón compuesto de
treinta lavaderos en dos filas de modo que de uno y otro lado puedan colocarse
las lavanderas con la mayor comodidad. Una llave clocada en uno de los extremos
del pilón, que se abre y se cierra a voluntad, dá paso al agua del río de
Jamapa, que es de la que se surte el lavadero. En la plazuela que queda hacia
el interior de los lavaderos, […], tienden las lavanderas la ropa que llevan a
lavar para lo que existen varias columnas de madera que sustentan las cuerdas ó
tendederos dedicados á este objeto.”
“[…] De los dos portales de que consta el lavadero, solo uno, el del N., se halla ocupado por los tanques o pilones que hasta hoy son en número bastante para las necesidades del vecindario. El otro no tiene destino al presente y solo le suelen ocupar en su época los espendedores de sandías que en él colocan sus puestos para el despacho de aquellas”.[17]
Los lavaderos de Loreto (Ca. 1870). Al fondo, puede verse la ropa
secándose al sol y resaltando entre esta la estatua de la Caridad.
No se puede dejar de mencionar que, en estos lavaderos aparte de lavarse las prendas de ropa, pues también salían a relucir los trapitos al sol de una población pequeña en una ciudad pequeña. En otras palabras, el dicho: “la ropa sucia se lava en casa”, no era aplicable en este lugar:
“[…] hubiéramos podido trazar un delicioso cuadro de costumbres con las observaciones que tenemos hechas en el lavadero; con las conversaciones que allí hemos oido, pues allí, si bien las manos trabajan, no es donde las lenguas callan y como en todos los lugares donde se reúnen muchas mujeres, con perdón sea dicho, si quereis informaros de los secretos de la población, haced lo que nosotros hemos hecho, id alguna vez á escuchar las conversaciones del lavadero de Loreto.”[18]
Los lavaderos dieron servicio ininterrumpidamente por más de 35 años, hasta que a mediados de 1905, se hizo pública la noticia de que el Ayuntamiento había aprobado demolerlos bajo el argumento de que “en todas las casas y en todos los patios de vecindad hay agua, por lo que no son indispensable los lavaderos”.[19] En su lugar se haría un nuevo parque, lo que provocó el descontento de un sector de la población, principalmente el de las lavanderas[20], que habían hecho del lavado de la ropa ajena un modo de ganarse el sustento. Esto encontró eco en los diarios, que criticaron duramente la decisión, llegando al punto de invocar al gobierno del Estado para que lo evitara.
El parque Inglés
Pese a las quejas, los lavaderos públicos fueron demolidos a fines del año 1905,[21] iniciándose rápidamente los trabajos para la construcción del parque inglés, cuyo contrato de construcción había sido otorgado por el Cabildo, al mismo personaje que había ideado la destrucción de los lavaderos: el abogado y ex agente del Ministerio Público metido a constructor, José Trinidad Ferrer[22]. Sin embargo, este no cumplió con la obra en el tiempo estipulado por el convenio, por lo que el Ayuntamiento indicó al Tesorero Municipal que hiciera efectiva una fianza de mil pesos al fiador de Ferrer: el señor Fernando Siliceo.[23]
Siliceo, posiblemente enfrentó dificultades para pagar la fianza en una sola exhibición, por lo que solicitó al Ayuntamiento sufragarla en mensualidades de cien pesos.[24] Por otra parte, Ferrer atribuyó su incumplimiento a una enfermedad,[25] inconformándose con el Ayuntamiento por haber declarado como terminado el contrato para la construcción del parque.[26] Pero el Ayuntamiento no cambió de parecer, pues a mediados de julio de 1906 el alcalde presentó un “proyecto de presupuesto” de $3 992.00 pesos para la construcción del jardín.[27]
Pero las inconformidades continuaron, incluso hubo quienes estuvieron dispuestas a poner una denuncia contra quien corresponda de los concejales que intervinieron en la realización de un contrato, dando como resultado la pérdida de varios miles de pesos. Dentro de las irregularidades aparentemente encontradas, estaba que Ferrer se comprometió a construir un parque en la plazuela de Loreto y en cambio él podría disponer de los materiales que formaron parte de los lavaderos dando una fianza de mil pesos, la cual perdería si no cumplía con la construcción del parque en el tiempo estipulado en el contrato, como finalmente sucedió.
Según notas de periódicos de la época, los materiales obtenidos del derrumbe de los lavaderos fueron valuados por el ingeniero de la ciudad en mil pesos, cuando según el peritaje solicitado por uno de los diarios del puerto a dos albañiles y dos carpinteros, indicaban que en realidad alcanzaban un valor de por lo menos $3 000 pesos. ¿Dónde podría estar el turbio negocio? Un ejemplo al respecto, publicado en julio de aquél año, lo deja más en claro:
“Juan Cuerdas se
compromete a [restaurar] el Palacio Municipal bajo las siguientes cláusulas:”
“Juan Cuerdas demolerá
el Palacio, dispondrá de todo el material y en cambio se compromete á construir
un elegante, espléndido, magnífico y suntuoso palacio en el mismo lugar que
[ocupaba] el derruído”
“El plazo para que
reconstruya Juan Cuerdas el nuevo Palacio es de dos años, y para garantizar
esta reconstrucción dará una fianza de 5 000 pesos.”
“Ahí tienen Uds. Un
magnífico contrato. El municipio no necesita de gastar los $300 000 que [tiene]
en sus presupuestos.”
“Para Juan Cuerdas que no se [ilegible en el original] el dedo, derriba el palacio, sacando primero los presos[28], y por supuesto vendiendo todos los materiales en $10 000 deja transcurrir los dos años, no reconstruye ningún edificio, se vuelve loco, y el Ayuntamiento dice: <<Vengan acá mis $5 000 de la fianza, que hemos hecho un magnífico negocio>> ¿Y el pueblo? El pueblo se contenta con poner en tela de juicio el empeño de varios munícipes.”[29]
Así, las semanas fueron pasando y la antigua plazuela de Loreto se tornó en un basurero. Hasta que, a fines de agosto de 1906, el regidor de paseos presentó un proyecto para que el parque fuera inaugurado el 16 de septiembre de ese mismo año.[30] Sin embargo, pasaron las fechas patrias y el parque no se terminó. Las obras continuaron con bastante rapidez durante octubre,[31] para que finalmente fuera concluido el afamado parque Inglés, a fines de noviembre de ese mismo año.[32]
El parque Inglés (Ca. 1908). Atrás, el hospital de Mujeres con su
reloj, el cual fue instalado a fines de 1905.
El parque Ferrer
Guardia
Francisco Ferrer Guardia fue un pedagogo de origen catalán creador de la escuela racionalista. Fue fusilado el 13 de octubre de 1909, después de haber sido condenado a muerte por un consejo de guerra, acusado de haber sido el máximo responsable de los sucesos de la llamada “Semana Trágica” en Barcelona y otras ciudades de Cataluña; en donde los disturbios y la posterior represión del gobierno conservador de Antonio Maura, arrojaron un total de 78 muertos, medio millar de heridos y 112 edificios quemados. Las pruebas presentadas en contra de Ferrer Guardia fueron escasas e insuficientes, pero aun así fue condenado a morir en el paredón. La sentencia y su posterior fusilamiento levantaron oleadas de protestas en Europa y América. En España, su muerte abonó la caída de Maura durante el periodo constitucional del reinado de Alfonso XIII.
A fines de noviembre de 1915, la Confederación de Sindicatos Obreros de la República Mexicana, en recuerdo del creador de la escuela racionalista, solicitó que el parque Inglés llevara el nombre de “Francisco Ferrer Guardia”, petición que fue concedida posteriormente.[33]
Entre los visitantes asiduos al parque Ferrer Guardia se encontraba el vate Salvador Díaz Mirón, quien solía sentarse por las tardes en la misma banca a “meditar y a platicar con los amigos, admiradores y deseosos de conocerle”, hasta que la enfermedad lo obligó a dejar de frecuentar ese y otros lugares. Salvador Díaz Mirón falleció el 12 de junio de 1928, privando a “la banca de don Salvador” y a la gente, de su grandiosa presencia[34].
El parque Inglés un poco de tiempo antes de cambiar su nombre por el de "Ferrer Guardia". Esta fotografía fue tomada en 1914, nótese al marino norteamericano, señalado con la flecha, al centro de la imagen.
El parque a la Madre
Durante el periodo del presidente municipal Antonio Llorente González (1952–1955),[35] mandó colocar en el parque Ferrer Guardia la estatua de una mujer de cabello largo y ondulado, que en posición sedante amamanta aun bebé que acuna en sus brazos; mientras que una segunda criatura se recuesta con ternura contra su muslo izquierdo.[36] El plinto del conjunto escultórico está colocado sobre una base circular, sostenida a su vez por cuatro estilizados pilares. Esta escultura que representa a la madre dio pie a que la plazoleta empezara a ser conocida, desde esa época y hasta el día de hoy, como el “parque a la Madre”.
[1] Para corroborar y/o complementar la información dada por del Paso y Troncoso, se hace necesaria la consulta de documentos en el Archivo Histórico Municipal de Veracruz (AHMV), en el Archivo General de la Nación (AGN), y en el Archivo General de Indias (AGI).
[2] Testamento y codicilo del cirujano Pedro Ronson. Archivo General de la Nación (AGN), Hospitales, vol. 3, exp. 24, fols. 303v-315v.
[3] Muriel, Josefina. (1991). Hospitales de la Nueva España. Tomo II. Fundaciones de los siglos XVII y XVIII. México: UNAM-IIH-Cruz Roja Mexicana, p. 24.
[13] Ibíd.
[14] Veracruz. (20 de junio de 1868). El Constitucional, p. 3.
[15] Veracruz. (13 de diciembre de 1868). Revista de los Estados, p. 1.
[19] La Redacción. (1 de agosto de 1905). Una labor inútil y una obra de filantropía. La Opinión, p. 1.
[20] Estrada y Zenea escribió que el dramaturgo, periodista y poeta español, Manuel Bretón de los Herros (1796 - 1873), en su artículo: La Lavandera, había nombrado a estas últimas como las hijas de Labán. Sin embargo, pienso que hubo un error de interpretación de parte del maestro cubano, pues al respecto Bretón escribió: “[…] Hubo un tiempo en que la honrada profesión de Lavandera (y vaya por delante este encomiástico adjetivo para predisponer en favor nuestro al as que la ejercen); hubo un tiempo en que la susodicha profesión fue desconocida: primero, porque, haciendo el gasto del humano vestuario las hojas de los árboles o las pieles de los animales, nada había que lavar; y después porque cada hija de vecino se lavaba lo suyo…; su ropa y la de su familia, quiero decir; ¡y ya empiezan las rectificaciones y salvedades! ¡Cuando le digo a usted que es peligroso y resbaladizo, si los hay, el asuntillo que me he propuesto! Sí, señor, en aquellas edades, venturosamente incultas y dulcemente patriarcales, todas las mujeres, cualquiera que fuese su jerarquía, y lo mismo las hijas de Labán que las encumbradas princesas, ora se llamasen Penélopes o Nausicaas; (estas debieron ser algo nauseabundas), hacían por sus propias manos todos sus menesteres. SS. AA., más o menos serenísimas, cargaban con el lío de ropa pecadora, llevábanlo al arroyo más inmediato, y allí con amable llaneza y sin sombras de vanidad ni de etiqueta lavaban, aclaraban y torcían; o, lo que es lo mismo, purificaban en primera, segunda y tercera instancia, palios y tocas, túnicas y peplos”. Así, en realidad Bretón no nombró a las lavanderas como “las hijas de Labán” (aunque el nombre del padre así lo sugiera), sino más bien hace mención que independientemente de su posición social, todas lavaban personalmente su “lío de ropa”.
[21] En la sesión de Cabildo del 16 de noviembre de 1905, el ingeniero de la ciudad informó haber recibido las placas conmemorativas de mármol que existían en los lavaderos. Fuente: Por el Cabildo. Sesión del 16 de noviembre de 1905. (18 de noviembre de 1905). La Opinión, p. 2.
[22] Esta persona, estuvo en el ojo de los diarios durante julio de 1905, debido a que había demandado por lo civil al Sr. José Horna, excapitán de voluntarios del ejército español, por honorarios devengados. Horna, lejos de responder a la demanda, insultó a Ferrer, quien lo demandó por injurias y difamación. Fue detenido y recluido en prisión por orden del Juzgado 1° de Primera Instancia. Como Horna se exaltó estando en la prisión, se le encerró durante la noche en una de las bartolinas para evitar el escándalo. A la mañana siguiente fue encontrado muerto. Se hizo la autopsia, informándose que el motivo de su fallecimiento había sido por “congestión pulmonar”. El agente del Ministerio Público pidió una nueva averiguación con exhumación del cadáver, debido a las sospechas de que había recibido golpes durante su encierro. [Por Veracruz. (4 de julio de 1905). El Correo Español, p. 2.] Lo anterior fue sostenido cuando un ciudadano inglés o norteamericano, dijo ante notario que él vio cuando se le pegó a Horna durante su encierro. [El asunto Horna. (12 de julio de 1905). El Tiempo. p. 1].
[23] Los lavaderos públicos. (20 de enero de 1906). La Opinión, p. 2.
[24] Por el Cabildo. Sesión del 15 de febrero de 1906. (18 de noviembre de 1905). La Opinión, p. 2.
[25] El Parque Inglés. (17 de marzo de 1906). La Opinión, p. 1.
[26] Por el Cabildo. Sesión del 21 de junio de 1906. (23 de junio de 1906). La Opinión, p. 1.
[27] Por el Cabildo. Sesión del12 de julio de 1906. (14 de julio de 1906). La Opinión, p. 2.
[28] En la planta baja del palacio que mira a la calle de Lerdo, se encontraba la cárcel municipal. En esos años era conocida como “El vivac”.
[29] Los lavaderos de Loreto. (21 de julio de 1906). La Opinión, p.1.
[30] Tardes municipales. Sesión de finales de agosto de 1906. (1 de septiembre de 1906). La Opinión, p. 1.
[31] El parque Inglés. (5 de octubre de 1906). La Opinión, p. 1.
[32] El parque Inglés. (23 de noviembre de 1906). La Opinión, p. 1.