sábado, 21 de mayo de 2022

El parque de la Madre. La historia de una plazuela

 

Por Luis Villanueva

     Seguramente en más de una ocasión, amable lector, cuando usted camina por el hoy llamado Centro Histórico de la ciudad de Veracruz, ha transitado por un pequeño parque situado en la esquina de Madero y Arista. En esta plazuela, que invita a refrescarse a la sombra de sus frondosos árboles cuando el agobiante sol jarocho cae a plomo, hay una blanca escultura dedicada a la persona que nos dio la vida y que da el nombre al sitio: “parque a la Madre”. Sin embargo, pocos saben que este lugar tiene la friolera de 400 años, pues data de inicios del siglo XVII, cuando la incipiente ciudad de la Nueva Veracruz (fundada en el año de 1600), empezaba a expandirse hacia el poniente.

Siglo XVII. Se conforma el área de la futura plazuela

En base al subjetivo croquis que hizo Francisco del Paso y Troncoso a partir del plano pintado en perspectiva por Adrián Boot (Ca. 1615-1623), es posible observar que el solar que hoy ocupa el parque a la Madre se ubicaba en los límites de la ciudad por el lado Oeste;[1] y que la manzana formada por las antiguas calles la Lagunilla, de las Damas, de las Salinas y de Loreto (actuales de Arista, 5 de Mayo, Serdán y Madero, aunque esta última aún no existía), estaba fincada con tres casas de madera que miraban a la actual avenida 5 de Mayo y con sembradíos de hortalizas que posiblemente se prolongaban más allá de la actual calle de Madero.

Sección del plano de Adrián Boot (Ca. 1615-1623), en donde se aprecian las construcciones y huertos que ocuparon el solar donde se situaría la plazuela.

     Esta distribución aparentemente se mantuvo con pocos cambios hasta mediados del siglo XVII, situación que se deduce a partir de planos levantados en años posteriores, donde se observan nuevas construcciones que abarcaron la mitad, por lo menos, del área originalmente ocupada por las parcelas al oeste del solar.

Sección del plano de 1705, en donde puede observarse como el área donde estuvieron las hortalizas fueron ocupadas en gran medida por nuevas construcciones. En la esquina izquierda de la imagen, el hospital de Mujeres y la capilla de Loreto.

     La superficie restante se mantendría libre de obras, dando lugar a un área que con el tiempo sería utilizada para una plazoleta. En otras palabras, la sección hoy ocupada por el parque fue parte del sitio donde antiguamente estuvieron las parcelas.

Superposición de la sección del plano de Francisco del Paso y Troncoso que muestra el solar y casas  sobre una imagen del Veracruz actual. Nótese como los huertos ocupaban el área de la plazuela.

     En el año de 1616, el cirujano italiano Pedro Ronson donó su fortuna para fundar un hospital bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto, a quien tenía como su abogada. Al fallecer Ronson en 1633, quedó como encargado de seguir la obra su albacea, Gonzalo García de la Hacha, quien a su vez donó un terreno junto a la incipiente muralla para hacer dicho hospital. Según la voluntad de Ronson, el hospital contaría también con una capilla de Nuestra Señora de Loreto […] donde se diga Misa los Días de fiesta […].[2] Esta capilla fue concluida y abierta al culto público en 1644.[3]

Capilla de Nuestra Señora de Loreto. (Ca. 1870). A su lado, el hospital militar de San Carlos.

     El terreno donado por García de la Hacha estaba ubicado frente al futuro parque de la Madre, por su lado Oeste. Debido a que las fachadas de la capilla y del hospital miraban hacia la plazuela, amén de su cercanía, empezó a ser conocida como “plazuela de Loreto” por lo menos desde el año en que abrió sus puertas la capilla del mismo nombre.

La fuente en la plazuela de Loreto y la estatua de la Caridad

     La plazuela se mantuvo sin grandes cambios por algunas décadas, hasta que 1724 la introducción del agua a través del “Caño del fraile” a la sedienta Nueva Veracruz[4], trajo consigo la construcción de algunas fuentes públicas dentro de la ciudad. De todas éstas, la primera fue construida e inaugurada en la plazuela de Loreto.

     Existe una ligera discrepancia con respecto a esta fecha de inauguración, pues Lerdo de Tejada escribió en su obra Apuntes históricos… que: “esta [fuente de Loreto] se estrenó el 4 de Noviembre de 1819 […].[5] Mientras que Minerva Escamilla, en su tesis de maestría El agua a contratiempo…, hace la anotación de que la pila fue inaugurada el 25 de mayo de 1724.[6] Dato que es congruente con la fecha en que empezó a distribuirse el agua por el “Caño del fraile” y con el periodo en que fueron construidas las restantes fuentes, hasta completar seis en mayo de 1726. Es probable que la fecha dada por Lerdo hubiera sido de alguna reinauguración o haga referencia a la colocación de la estatua de la Caridad en ella.

     También hay desacuerdo en lo referente a la mencionada escultura, pues una versión dice que no es la misma que perdura hasta nuestros días frente al edificio del Registro Civil (tiene labrada en su base la fecha: “abril de 1860”), mientras que la otra afirma que sí lo es (algo por demás erróneo como se verá más adelante). Sin embargo, es un hecho que sobre esa fuente pública sí existió una estatua de la Caridad antes de que fuera labrada la existente hoy en día, pues hay una pequeña descripción sobre la pila y su estatua, escrita por Manuel Payno en el invierno de 1843, que así lo hace ver:

Desde que se entra al hospital, [de Loreto] en cuyo frente hay una fuente con la estatua de la Caridad, de mármol blanco…” [7]

      La descripción de Payno concuerda con la dada por Lerdo de Tejada en el año de 1858:

“[La plazuela de Loreto] está adornada con una estatua de mármol que representa a la Caridad”.[8]

     Otra descripción sobre la plazuela, aunque dada a través de una acuarela, la da el pintor costumbrista suizo Salomon Hegi, quien se encontraba en Veracruz desde días previos al inicio del segundo sitio de Miramón en el primer cuatrimestre de 1860, permaneciendo en este lugar hasta su salida a Europa, en mayo de ese mismo año.[9] Durante el tiempo que estuvo en el puerto, Hegi se dedicó a plasmar en sus acuarelas la vida cotidiana en la ciudad durante el sitio, así como a sus habitantes y a la ciudad misma. Es de esta forma como pinta en una bella y luminosa estampa a la plazuela de Loreto, su fuente y la estatua:

“Cuando empecé con el bosquejo de esta pequeña plaza, un policía me lo impidió -lo prohíbe el estado de sitio-. Pero ahora más que nunca me he propuesto a realizar este dibujo y paso tres veces al día por la plaza de acuerdo a la perspectiva. Cada vez que la cruzo, mido mis pasos primero la plaza misma y luego las diferentes casas pasándolas al papel [.] Sobre esta base, me ha sido fácil dibujar después los detalles correctamente”.[10]

     Si consideramos que el segundo sitio del general Miramón a la ciudad ocurrió entre marzo y abril de 1860 y que Hegi partió hacia Europa hasta el mes de mayo de ese año, se puede confirmar que la acuarela fue pintada durante el sitio, por lo que la estatua que allí se mira fue la misma que vieron Payno y Lerdo.

     Aunque borrosa por la distancia, en la acuarela es notorio el parecido de la estatua de la Caridad con la que posteriormente estuvo sobre el frontispicio del Hospicio “Manuel Gutiérrez Zamora” (hoy Museo de la Ciudad).[11] Sin embargo, aunque esta última, al igual que la primera, se labró a partir de una sola pieza de mármol blanco, aquella fue concluida en Europa (se dice que fue labrada en Alemania), en abril de 1860, justo cuando Hegi pintaba o estaba por pintar a la plazuela de Loreto. Si a lo anterior se suma el tiempo de traslado de la pieza desde el viejo continente, se concluye que no es la misma escultura la que estuvo en la fuente y la que existe hasta nuestros días, aunque entre ambas sí existió la semejanza suficiente como para ser confundidas.

La plazuela de Loreto, según una acuarela de Salomon Hegi (1860). Obsérvese al centro y a la derecha, la sencillez de la fuente pública con la estatua de la Caridad.


     Una de las últimas descripciones con que se cuenta sobre la estatua de la Caridad, la dio el ilustre cubano avecindado en Veracruz, Ildefonso Estrada y Zenea, quien en 1872 escribió:

“En la plazuela que queda al hacia el interior de los lavaderos, y en cuyo centro impropiamente ahora se encuentra una buena estatua de la caridad, que fue traída de Génova […][12]

     Aunque sin especificar su fuente, Estrada y Zenea nos deja el lugar en donde fue tallada la primera escultura. Noten también que menciona a “los lavaderos”, de los cuales a continuación se dará más detalles.

Estatua de la Caridad (2015) en el Registro Civil. Foto: Tomada por  el autor del texto.

Los lavaderos de Loreto

     A mediados del año de 1868, el entonces jefe político de Veracruz, el señor Alvino Carballo Ortegat, tuvo la iniciativa de ordenar la construcción de unos lavaderos públicos en la plazuela de Loreto para beneficio de la clase humilde, quienes carecían de un espacio y agua para el aseo de su ropa. El señor Carballo buscó financiar la obra por medio de un “impuesto sobre juegos”, que desafortunadamente no dio los recursos necesarios para seguirla construyendo, por lo que a fines de ese mismo año tuvo que solicitar al Ayuntamiento que acogiera y continuara con la filantrópica edificación.[13] [14]

      Aunque inicialmente hubo cierta resistencia de parte del Ayuntamiento por el alto costo que se tendría aún que pagar, la oportuna intercesión del señor José Antonio López, quien ese momento fungía como Presidente de la H. Corporación municipal, ablandó a la comuna; la que finalmente autorizó que se  continuara con la edificación hasta su completa conclusión, a un costo de 14 mil pesos, abriéndose al servicio público el 19 de junio de 1869.[15] [16]

     Los lavaderos estaban conformados con un par de portales distribuidos de la siguiente manera:

Forman estos dos portales, en ángulo recto, con el techo sostenido por pilares como de cuatro varas de altura, teniendo de ancho el pavimento, que es de ladrillos, sobre cuatro varas. En el portal que mira al N. existe un gran pilón compuesto de treinta lavaderos en dos filas de modo que de uno y otro lado puedan colocarse las lavanderas con la mayor comodidad. Una llave clocada en uno de los extremos del pilón, que se abre y se cierra a voluntad, dá paso al agua del río de Jamapa, que es de la que se surte el lavadero. En la plazuela que queda hacia el interior de los lavaderos, […], tienden las lavanderas la ropa que llevan a lavar para lo que existen varias columnas de madera que sustentan las cuerdas ó tendederos dedicados á este objeto.”

“[…] De los dos portales de que consta el lavadero, solo uno, el del N., se halla ocupado por los tanques o pilones que hasta hoy son en número bastante para las necesidades del vecindario. El otro no tiene destino al presente y solo le suelen ocupar en su época los espendedores de sandías que en él colocan sus puestos para el despacho de aquellas”.[17]

Los lavaderos de Loreto (Ca. 187). Al fondo, el hospital de Mujeres. Se aprecia la cúpula de la capilla de Loreto, aunque esta ya sin su atrio, que fue ocupado al extenderse el sanatorio.


Los lavaderos de Loreto (Ca. 1870). Al fondo, puede verse la ropa secándose al sol y resaltando entre esta la estatua de la Caridad.

      No se puede dejar de mencionar que, en estos lavaderos aparte de lavarse las prendas de ropa, pues también salían a relucir los trapitos al sol de una población pequeña en una ciudad pequeña. En otras palabras, el dicho: “la ropa sucia se lava en casa”, no era aplicable en este lugar:

“[…] hubiéramos podido trazar un delicioso cuadro de costumbres con las observaciones que tenemos hechas en el lavadero; con las conversaciones que allí hemos oido, pues allí, si bien las manos trabajan, no es donde las lenguas callan y como en todos los lugares donde se reúnen muchas mujeres, con perdón sea dicho, si quereis informaros de los secretos de la población, haced lo que nosotros hemos hecho, id alguna vez á escuchar las conversaciones del lavadero de Loreto.[18]

     Los lavaderos dieron servicio ininterrumpidamente por más de 35 años, hasta que a mediados de 1905, se hizo pública la noticia de que el Ayuntamiento había aprobado demolerlos bajo el argumento de que “en todas las casas y en todos los patios de vecindad hay agua, por lo que no son indispensable los lavaderos”.[19] En su lugar se haría un nuevo parque, lo que provocó el descontento de un sector de la población, principalmente el de las lavanderas[20], que habían hecho del lavado de la ropa ajena un modo de ganarse el sustento. Esto encontró eco en los diarios, que criticaron duramente la decisión, llegando al punto de invocar al gobierno del Estado para que lo evitara.

El parque Inglés

     Pese a las quejas, los lavaderos públicos fueron demolidos a fines del año 1905,[21] iniciándose rápidamente los trabajos para la construcción del parque inglés, cuyo contrato de construcción había sido otorgado por el Cabildo, al mismo personaje que había ideado la destrucción de los lavaderos: el abogado y ex agente del Ministerio Público metido a constructor, José Trinidad Ferrer[22]. Sin embargo, este no cumplió con la obra en el tiempo estipulado por el convenio, por lo que el Ayuntamiento indicó al Tesorero Municipal que hiciera efectiva una fianza de mil pesos al fiador de Ferrer: el señor Fernando Siliceo.[23]

     Siliceo, posiblemente enfrentó dificultades para pagar la fianza en una sola exhibición, por lo que solicitó al Ayuntamiento sufragarla en mensualidades de cien pesos.[24] Por otra parte, Ferrer atribuyó su incumplimiento a una enfermedad,[25] inconformándose con el Ayuntamiento por haber declarado como terminado el contrato para la construcción del parque.[26] Pero el Ayuntamiento no cambió de parecer, pues a mediados de julio de 1906 el alcalde presentó un “proyecto de presupuesto” de $3 992.00 pesos para la construcción del jardín.[27]

     Pero las inconformidades continuaron, incluso hubo quienes estuvieron dispuestas a poner una denuncia contra quien corresponda de los concejales que intervinieron en la realización de un contrato, dando como resultado la pérdida de varios miles de pesos. Dentro de las irregularidades aparentemente encontradas, estaba que Ferrer se comprometió a construir un parque en la plazuela de Loreto y en cambio él podría disponer de los materiales que formaron parte de los lavaderos dando una fianza de mil pesos, la cual perdería si no cumplía con la construcción del parque en el tiempo estipulado en el contrato, como finalmente sucedió.

    Según notas de periódicos de la época, los materiales obtenidos del derrumbe de los lavaderos fueron valuados por el ingeniero de la ciudad en mil pesos, cuando según el peritaje solicitado por uno de los diarios del puerto a dos albañiles y dos carpinteros, indicaban que en realidad alcanzaban un valor de por lo menos $3 000 pesos. ¿Dónde podría estar el turbio negocio? Un ejemplo al respecto, publicado en julio de aquél año, lo deja más en claro:

“Juan Cuerdas se compromete a [restaurar] el Palacio Municipal bajo las siguientes cláusulas:”

“Juan Cuerdas demolerá el Palacio, dispondrá de todo el material y en cambio se compromete á construir un elegante, espléndido, magnífico y suntuoso palacio en el mismo lugar que [ocupaba] el derruído”

“El plazo para que reconstruya Juan Cuerdas el nuevo Palacio es de dos años, y para garantizar esta reconstrucción dará una fianza de 5 000 pesos.”

“Ahí tienen Uds. Un magnífico contrato. El municipio no necesita de gastar los $300 000 que [tiene] en sus presupuestos.”

“Para Juan Cuerdas que no se [ilegible en el original] el dedo, derriba el palacio, sacando primero los presos[28], y por supuesto vendiendo todos los materiales en $10 000 deja transcurrir los dos años, no reconstruye ningún edificio, se vuelve loco, y el Ayuntamiento dice: <<Vengan acá mis $5 000 de la fianza, que hemos hecho un magnífico negocio>> ¿Y el pueblo? El pueblo se contenta con poner en tela de juicio el empeño de varios munícipes.”[29]

     Así, las semanas fueron pasando y la antigua plazuela de Loreto se tornó en un basurero. Hasta que, a fines de agosto de 1906, el regidor de paseos presentó un proyecto para que el parque fuera inaugurado el 16 de septiembre de ese mismo año.[30] Sin embargo, pasaron las fechas patrias y el parque no se terminó. Las obras continuaron con bastante rapidez durante octubre,[31] para que finalmente fuera concluido el afamado parque Inglés, a fines de noviembre de ese mismo año.[32]

El parque Inglés (Ca. 1908). Atrás, el hospital de Mujeres con su reloj, el cual fue instalado a fines de 1905.

El parque Ferrer Guardia

     Francisco Ferrer Guardia fue un pedagogo de origen catalán creador de la escuela racionalista. Fue fusilado el 13 de octubre de 1909, después de haber sido condenado a muerte por un consejo de guerra, acusado de haber sido el máximo responsable de los sucesos de la llamada “Semana Trágica” en Barcelona y otras ciudades de Cataluña; en donde los disturbios y la posterior represión del gobierno conservador de Antonio Maura, arrojaron un total de 78 muertos, medio millar de heridos y 112 edificios quemados. Las pruebas presentadas en contra de Ferrer Guardia fueron escasas e insuficientes, pero aun así fue condenado a morir en el paredón. La sentencia y su posterior fusilamiento levantaron oleadas de protestas en Europa y América. En España, su muerte abonó la caída de Maura durante el periodo constitucional del reinado de Alfonso XIII.

A fines de noviembre de 1915, la Confederación de Sindicatos Obreros de la República Mexicana, en recuerdo del creador de la escuela racionalista, solicitó que el parque Inglés llevara el nombre de “Francisco Ferrer Guardia”, petición que fue concedida posteriormente.[33]

Entre los visitantes asiduos al parque Ferrer Guardia se encontraba el vate Salvador Díaz Mirón, quien solía sentarse por las tardes en la misma banca a “meditar y a platicar con los amigos, admiradores y deseosos de conocerle”, hasta que la enfermedad lo obligó a dejar de frecuentar ese y otros lugares. Salvador Díaz Mirón falleció el 12 de junio de 1928, privando a “la banca de don Salvador” y a la gente, de su grandiosa presencia[34].

El parque Inglés un poco de tiempo antes de cambiar su nombre por el de "Ferrer Guardia". Esta fotografía fue tomada en 1914, nótese al marino norteamericano, señalado con la flecha, al centro de la imagen.

El parque a la Madre

     Durante el periodo del presidente municipal Antonio Llorente González (1952–1955),[35] mandó colocar en el parque Ferrer Guardia la estatua de una mujer de cabello largo y ondulado, que en posición sedante amamanta aun bebé que acuna en sus brazos; mientras que una segunda criatura se recuesta con ternura contra su muslo izquierdo.[36] El plinto del conjunto escultórico está colocado sobre una base circular, sostenida a su vez por cuatro estilizados pilares. Esta escultura que representa a la madre dio pie a que la plazoleta empezara a ser conocida, desde esa época y hasta el día de hoy, como el “parque a la Madre”.

La estatua y parque a la Madre (Ca. 2014 Foto: Benjamín Arredondo en El Bable: El puerto de Veracruz y los muchos monumentos que la adornan

Fotografía de encabezado: "Monumento a la madre", por el autor del texto.


[1] Para corroborar y/o complementar la información dada por del Paso y Troncoso, se hace necesaria la consulta de documentos en el Archivo Histórico Municipal de Veracruz (AHMV), en el Archivo General de la Nación (AGN), y en el Archivo General de Indias (AGI).

[2] Testamento y codicilo del cirujano Pedro Ronson. Archivo General de la Nación (AGN), Hospitales, vol. 3, exp. 24, fols. 303v-315v.

[3] Muriel, Josefina. (1991).  Hospitales de la Nueva España. Tomo II. Fundaciones de los siglos XVII y XVIII. México: UNAM-IIH-Cruz Roja Mexicana, p. 24.

[4] Fray Pedro de Buezeta inició la construcción del acueducto que llevaría el agua a Veracruz el 3 de febrero de 1723 y la concluyó durante el primer trimestre de 1724, comenzando a correr el agua por la ciudad el 15 de abril de ese mismo año. Debido a que Buzeta era fraile (pertenecía a la orden de San Francisco), la cañería fue conocida con el nombre de “Caño del fraile”.

[5] Lerdo de Tejada, M. (1858). Apuntes históricos de la Heroica ciudad de Vera-Cruz. México: Imprenta de Vicente García Torres, p. 9.

[6] Escamilla, M. (2001). El agua a contratiempo. Poder y cultura material en Veracruz, siglos XVII-XIX. (Tesis de maestría). Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, México, D.F. p. 52.

[7] Payno, M. (1843). Un viage a Veracruz, en el invierno de 1843. Carta 17ª. Publicado en el Tomo III del Museo Mexicano (1844). México: Imprenta de Ignacio Cumplido, p. 492.

[8] Lerdo de Tejada, op. cit., p. 9.

[9] Rezzonico, R. Johann Salomon Hegi, “artista viajero” (1814 - 1896) [en línea]: Documento con fuente electrónica en Internet. [fecha de consulta: 13 de julio de 2016], disponible en: <http://bit.ly/29ISSpf>

[10] Hegi, J. S. (1989).  Veracruz de 1849 a 1860. México: Editorial Grupo Aluminio, p. 47.

[11] La historia de esta segunda estatua es por demás, itinerante. En abril de 1914 recibió un balazo, posiblemente norteamericano, que le astilló el hombro izquierdo dejándole una visible marca. A mediados de la década de los sesentas del siglo XX, fue trasladada al Hogar del Niño “Manuel Gutiérrez Zamora” situado en el Fraccionamiento Costa Verde, en el municipio de Boca del Río (hay versiones que comentan que la estatua estuvo en una glorieta erigida a pocos pasos de la casa hogar, en el cruce de las avenidas Ruíz Cortines y Reyes Heroles); para finalmente ser removida durante la década de los ochentas del siglo pasado y ser colocada frente al Registro Civil de la ciudad de Veracruz, donde hasta el día de hoy permanece. En el año 2015, surgió una solicitud de parte del director del Museo de la Ciudad, para que la escultura fuera retirada de su actual ubicación, para ser resguardada en el interior de dicho museo.

[12] Estrada, I. (1874). La heroica ciudad de Veracruz. México: Imprenta de José Jimeno Jimenez, p. 33,34.

[13] Ibíd.

[14] Veracruz. (20 de junio de 1868). El Constitucional, p. 3.

[15] Veracruz. (13 de diciembre de 1868). Revista de los Estados, p. 1.

[16] Estrada, op. cit., p. 34 - 35.

[17] Estrada, op. cit., p. 35.

[18] Estrada, op. cit., p. 36.

[19] La Redacción. (1 de agosto de 1905). Una labor inútil y una obra de filantropía. La Opinión, p. 1.

[20] Estrada y Zenea escribió que el dramaturgo, periodista y poeta español, Manuel Bretón de los Herros (1796 - 1873), en su artículo: La Lavandera, había nombrado a estas últimas como las hijas de Labán. Sin embargo, pienso que hubo un error de interpretación de parte del maestro cubano, pues al respecto Bretón escribió:  “[…] Hubo un tiempo en que la honrada profesión de Lavandera (y vaya por delante este encomiástico adjetivo para predisponer en favor nuestro al as que la ejercen); hubo  un tiempo en que la susodicha profesión fue desconocida: primero, porque, haciendo el gasto del humano  vestuario las hojas de los árboles o las pieles de los animales, nada había que lavar; y después porque cada hija de vecino se lavaba lo suyo…; su ropa y la de su familia, quiero decir; ¡y ya empiezan las rectificaciones y salvedades! ¡Cuando le digo a usted que es peligroso y resbaladizo, si los hay, el asuntillo que me he propuesto! Sí, señor, en aquellas edades, venturosamente incultas y dulcemente patriarcales, todas las mujeres, cualquiera que fuese su jerarquía, y lo mismo las hijas de Labán que las encumbradas princesas, ora se llamasen Penélopes o Nausicaas; (estas debieron ser algo nauseabundas), hacían por sus propias manos todos sus menesteres. SS. AA., más o menos serenísimas, cargaban con el lío de ropa pecadora, llevábanlo al arroyo más inmediato, y allí con amable llaneza y sin sombras de vanidad ni de etiqueta lavaban, aclaraban y torcían; o, lo que es lo mismo, purificaban en primera, segunda y tercera instancia, palios y tocas, túnicas y peplos”. Así, en realidad Bretón no nombró a las lavanderas como “las hijas de Labán” (aunque el nombre del padre así lo sugiera), sino más bien hace mención que independientemente de su posición social, todas lavaban personalmente su “lío de ropa”.

[21] En la sesión de Cabildo del 16 de noviembre de 1905, el ingeniero de la ciudad informó haber recibido las placas conmemorativas de mármol que existían en los lavaderos. Fuente: Por el Cabildo.  Sesión del 16 de noviembre de 1905. (18 de noviembre de 1905). La Opinión, p. 2.

[22] Esta persona, estuvo en el ojo de los diarios durante julio de 1905, debido  a que había demandado por lo civil al Sr. José Horna, excapitán de voluntarios del ejército español, por honorarios devengados. Horna, lejos de responder a la demanda, insultó a Ferrer, quien lo demandó por injurias y difamación. Fue detenido y recluido en prisión por orden del Juzgado 1° de Primera Instancia. Como Horna se exaltó estando en la prisión, se le encerró durante la noche  en una de las bartolinas para evitar el escándalo. A la mañana siguiente fue encontrado muerto. Se hizo la autopsia, informándose que el motivo de su fallecimiento había sido por “congestión pulmonar”. El agente del Ministerio Público pidió una nueva averiguación con exhumación del cadáver, debido a las sospechas de que había recibido golpes durante su encierro. [Por Veracruz. (4 de julio de 1905). El Correo Español, p. 2.] Lo anterior fue sostenido cuando un ciudadano inglés o norteamericano, dijo ante notario que él vio cuando se le pegó a Horna durante su encierro. [El asunto Horna. (12 de julio de 1905). El Tiempo. p. 1].

[23] Los lavaderos públicos. (20 de enero de 1906). La Opinión, p. 2.

[24] Por el Cabildo.  Sesión del 15 de febrero de 1906. (18 de noviembre de 1905). La Opinión, p. 2.

[25] El Parque Inglés.  (17 de marzo de 1906). La Opinión, p. 1.

[26] Por el Cabildo. Sesión del 21 de junio de 1906. (23 de junio de 1906). La Opinión, p. 1.

[27] Por el Cabildo. Sesión del12 de julio de 1906. (14 de julio de 1906). La Opinión, p. 2.

[28] En la planta baja del palacio que mira a la calle de Lerdo, se encontraba la cárcel municipal. En esos años era conocida como “El vivac”.

[29] Los lavaderos de Loreto. (21 de julio de 1906). La Opinión, p.1.

[30] Tardes municipales. Sesión de finales de agosto de 1906. (1 de septiembre de 1906). La Opinión, p. 1.

[31] El parque Inglés. (5 de octubre de 1906). La Opinión, p. 1.

[32] El parque Inglés. (23 de noviembre de 1906). La Opinión, p. 1.

[33] Notas de Veracruz. (1 de diciembre de 1915). La Opinión, p. 4.

[34] Senior, U. 1928: Enfermedad y muerte de Salvador Díaz Mirón [en línea]: documento con fuente electrónica en Internet. 2012 [fecha de consulta: 19 de julio de 2016]. Disponible en: < http://bit.ly/29ZaKvg >.

[35] Toral, E. (2012). Ciudad y puerto. Veracruz ayer y hoy. Xalapa, Veracruz, México: Editorial Las Ánimas S. A. de C. V. p. 395.

[36] Se dice que fue colocada en el año de 1954.

sábado, 14 de mayo de 2022

La Alameda y su transformación en el parque Zamora

 

Luis Villanueva

     Cuando caminamos por el parque Zamora en nuestro diario ajetrear o nos sentamos a tomar el fresco de la tarde bajo sus frondosos árboles a la par que se disfruta de algún refresco o helado, no imaginamos que nos encontramos en una de las áreas verdes con más antigüedad del puerto jarocho. La Alameda, fue junto con la plaza de Armas, el paseo de la Cruz de Alvarado[1] y el muelle, uno de los sitios de esparcimiento para la apretujada población porteña de intramuros durante todo el siglo XIX e inicios del XX. Si bien no se cuenta con la fecha exacta de edificación, se puede suponer que empezó a ser construida entre los últimos años del siglo XVIII e inicios del XIX.

     Esto se deduce tras analizar el “Plano del Puerto de Veracruz”, levantado por don Bernardo Orta en el año 1798, en cuya imagen aún no se observa trazo alguno del paseo. Situación que se confirma si se analizan otros planos del siglo XVII, donde sólo están representados los caminos que partían de la puerta Merced y que se bifurcaban hacia el rastro, a la capilla del Cristo del Buen Viaje, a la desaparecida capilla de San Sebastián o rodeaba la muralla para enlazarse con el camino de México.

Sección del "Plano de la Plaza de Veracruz..." del año 1760, en donde pueden verse los diversos caminos que surgían en la puerta Merced.

Sección del "Plan de la ville de la Veracruz" (1798). En este aun no se representa a la Alameda. Obsérvese los caminos hacia las capillas de San Sebastián y del Cristo a la izquierda y derecha, respectivamente, de la imagen.

     Sin embargo, en marzo del año de 1800, el ingeniero militar Manuel Agustín Mascaró levantó un “Plano de la ciudad de la Nueva Veracruz con el proyecto de su ampliación”, en donde ya aparece en la parte sur de la ciudad un esbozo de la alameda en color rojo[2], la cual incluía una glorieta en el centro de su recorrido y finalizaba en un puente que atravesaba al arroyo Tenoya al inicio del incipiente paseo de la Cruz de Alvarado (hoy avenida Díaz Mirón).


Plano de la ciudad de Veracruz (1800) por el ingeniero militar Agustín Mascaró. Nótese que la Alameda iniciaba cerca de los Cuarteles y finalizaba en un puente previo al Paseo de la Cruz de Alvarado (hoy Av. Díaz Mirón).

     Una de las más tempranas descripciones sobre la Alameda fue vertida unos años más tarde por la pluma del licenciado Antonio López Matoso, quien estuvo en Veracruz entre los años 1816 y 1817:

"Se conocen tres paseos: uno fuera de la muralla por la puerta de la Merced hasta la Cruz de Alvarado, que hoy se usa poco, por los insurgentes. Otro es la Alameda que se forma de una calzada de torta con algunos escaños, en cuyo centro está señalada, pero nomás que señalada, una hermosa pila que será hermosa cuando sea pila […] Dicen que estuvo arbolada; pero hoy rata comió" (Tatum, 1969).

      Por otra parte, el explorador y capitán inglés Frances George Lyon, a su paso por Veracruz durante el año de 1826, dejó también sus impresiones sobre este sitio. Es de destacar que también señala su carencia de árboles y plantas:

“La Alameda, que es el único paseo público, es una ancha calzada pavimentada al sur de la ciudad, y por tener la vista de la costa o por falta de atención de los nativos, no esta sombreada por ningún árbol. Aquí durante los domingos y los festivales, acostumbran reunirse la mayor parte de los europeos y en gran número la belleza y la moda de Veracruz, que visten muy alegremente.” (Lyon, 1828).

   Durante 1831, el migrante francés Mathieu de Fossey39 a su paso por Veracruz desde Coatzacoalcos, describió la Alameda de esta manera:

“La caminata por la Alameda me pareció de una tristeza extrema; desprovista de verdor, rodeada de chozas en ruinas y pantanos malolientes, ella sólo puede inspirar meditaciones sobre la muerte, la cual permanece silenciosa no muy lejos de allí” (De Fossey, 1857).

    En 1850, una nueva descripción de la Alameda surgió de la viajera inglesa Victoria Lady Welby, quien llegó a Veracruz durante ese año:

“…Fuimos a la Alameda, la cual está muy mal reparada, pues se encuentra en la parte de la ciudad que más sufrió durante el bombardeo a Veracruz por los norteamericanos” (Welby, 1855).

     Fue hasta el año de 1857 cuando Miguel Lerdo de Tejada dio más detalles del sitio:

"...Luego que se sale por la puerta Merced, que es por donde se comunica a la ciudad con la población extra-muros, se encuentra un paseo que consiste en una calzada de más de doscientas varas de largo [alrededor de 167 m], sobre diez y ocho ó veinte de ancho [entre 15 y 18 m], formada del mismo hormigón que se emplea en las banquetas de las calles, y con asientos á uno y otro lado, cubiertos de losas, terminando con un puente sobre el arroyo de Tenoya, y adornada en su exterior por ambos lados con unos arriates cercados por una estacada, donde hay algunos arbustos y plantas de flores, que se conservan bastante bien, á pesar de los vientos del norte que baten allí con mucha fuerza durante una parte del año” (Tejada, 1858).

Fotografía de Paul Émile Miot (Ca 1865). Esta imagen es toda una joya. Muestra a la Alameda en una vista de Este a Oeste. A la derecha la puerta Merced y los cuarteles. Nótese las palmeras, aun de mediano tamaño, que la adornaban. Fuente: SMU.

Vista de la Alameda (Ca. 1865). Esta imagen tomada durante la Intervención Francesa muestra a la glorieta de la Alameda en una vista de Sur a Norte. A la izquierda, la cúpula del convento de la Merced y al fondo, la puerta del mismo nombre.

     La Alameda iniciaba a la derecha de la Puerta Merced según se miraba de Norte a Sur; y según el intelectual cubano Ildefonso Estrada y Zenea, fue ampliada en 1857 por el entonces regidor don Domingo Bureau, concluyendo la obra cuando era Prefecto Político del Segundo Imperio Mexicano. El 10 de febrero de 1867, es inaugurada por el mismo Bureau una fuente en el centro de la glorieta del paseo, la cual recibió el nombre de “fuente Hidalgo”. Esta fuente tenía un dístico en su templete que decía:

“A Bureau y Sentíes, nuestros hermanos,
guardamos gratitud los artesanos” (Zenea, 1874).

Litografía de la Alameda aparecida en la obra de Manuel Rivera Cambas "Historia antigua y moderna de Jalapa y de las revoluciones del Estado de Veracruz" entre los años 1869 y 1871. Puede verse a detalle la glorieta con la fuente Hidalgo. Atrás, la capilla del Cristo del Buen Viaje.

Vista Norte Sur de la Alameda (Ca. 1870). En el centro de la glorieta, la fuente "Hidalgo".

     También Estrada y Zenea describió el ambiente que rodeaba al lugar durante las cálidas tardes del año de 1874:

“Su piso es cómodo y á falta de otros asuntos en que poder recrear la vista, la del sol poniente, la de la graciosa iglesita del Cristo del Buen Viaje; la entrada y salida de las locomotoras y del tren de pasajeros, que llega todas las tardes a las 5; la plaza de toros allí cercana, el gasómetro y la misma concurrencia que la vista y que las líneas se compone de la gente de bon ton, presentan á la Alameda todos sus encantos, y la comunican la alegría que en ella se disfruta… (Zenea, 1874).”

     Seis años más tarde, el viajero Michael Wineburg describió a la alameda como un camino que llevaba al cementerio del Canelo:

“La caminata hacia el cementerio es interesante, pues la senda lleva sobre la alameda hasta un pequeño puente, el cual cruza un arroyo que se encuentra flanqueado con jóvenes palmeras de coco” (Wineburg, 1880).

     A mediados de marzo de 1880, el H. Ayuntamiento acordó llamar como “Avenida de la Libertad” al trayecto que iniciaba en la puerta Merced, atravesaba la Alameda y se prolongaba por la calle del Paseo[3] hasta el llano y laguna de los Cocos (Noticias de Veracruz, 1880).

     La Alameda se mantuvo sin grandes cambios hasta la última década siglo XIX, cuando se agregó por el lado de Independencia y Rayón la fuente de las Sirenas, la cual originalmente se encontraba en el centro de la Plaza de Armas. En 1890 el pequeño paseo fue descrito por otro viajero de origen norteamericano, Thomas Wallace:

“El paseo de nuestros jóvenes amigos los llevó a la Alameda, la cual mostró ser inusualmente atractiva, ya que estaba llena de plantas tropicales y árboles que sus ojos no estaban acostumbrados de ver en las tierras altas. […] Muchos de los árboles y arbustos en la Alameda brillaban con sus flores. Como si no hubiera suficientes creciendo a la vista, varios vendedores de flores llegaron con su mercancía para ofrecerla persistentemente a los visitantes” (Knox, 1890).

     En el año de 1892 fue removida la fuente Hidalgo de la glorieta, para colocar en ella el pedestal de la estatua al coronel Manuel Gutiérrez Zamora. En 1895, el naturalista norteamericano Frank Collins Baker hace una muy somera descripción del sitio:

Después de visitar el palacio municipal hay pocos lugares de interés en Veracruz, la plaza, la alameda con su hermosa fila de palmeras de coco…”  (Baker, 1895).

Fotografía de A. Briquet (Ca. 1905), en donde puede verse en un primer plano a la fuente de las Sirenas. Al fondo, el pedestal con la estatua del coronel Manuel Gutiérrez Zamora.

Postal de Latapí y Bert (Ca. 1905) que muestra al pedestal y la estatua del coronel Manuel Gutiérrez Zamora en el sitio donde estuvo la fuente Hidalgo.

     A fines de 1905, la Alameda ya presentaba numerosos desperfectos, los cuales serían reparados por cuenta de la municipalidad según un acuerdo surgido en sesión de Cabildo del 28 de diciembre de ese año (Por el Cabildo, 1905). A mediados de enero de 1915, cuando el puerto de Veracruz era sede del Gobierno Federal con Venustiano Carranza a la cabeza, se dio la noticia de que el paseo de la Alameda sería “reedificado y reformado”, pues se encontraba abandonado y en muchas partes “destrozado e intransitable” (El paseo de la Alameda será reedificado, 1915).

     El 24 de enero de ese mismo año se publicaron las convocatorias de la junta de administración civil en donde, entre otras obras, dispuso la reconstrucción de la Alameda “…desde el sitio en que está el edificio de la antigua Comandancia Militar, hasta la glorieta de la Libertad” (Convocatorias de la junta de Administración, 1915).

     El proyecto buscó unir a la Alameda con el parque Juárez y el paseo de los Cocos, terraplenando el terreno y formando prados en los alrededores del monumento a Manuel Gutiérrez Zamora para formar un hermoso parque que sería además de los más extensos de la República. Mismo que se contempló concluirlo a fines de 1915 (Hermosear a Veracruz, 1915).

     Sin embargo, esta obra no se dio inmediatamente ni tampoco estuvo libre de complicaciones. Así, primero fue necesaria la demolición del patio de la antigua Plaza de Toros, que se encontraba entre la avenida de Libertad y la calle González Pagés. Para ello, la Junta de Administración Civil notificó a los vecinos que deberían de desalojar sus viviendas en un plazo improrrogable de quince días para proceder con la demolición; disposición que se negó a acatar el Sindicato de Inquilinos, quien protestó contra dicha disposición pidiendo al mismo tiempo que fuera reconsiderada la orden. La Junta respondió a los inquilinos el 4 de septiembre de 1915, que “siendo de interés general el embellecimiento de la ciudad, no debían oponerse a la determinación tomada”; máxime que anteriormente se les había comunicado por medio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas la orden de desocupar (Desocuparán las casas, 1915).


Plano que apareció en el periódico "El Pueblo" del día 7 de septiembre de 1915, pág. 1. En ella se indica el área ocupada por el patio de la antigua Plaza de Toros que fue demolida para dar lugar al nuevo parque.


Sección del "Plano de la ciudad de Veracruz", realizado en 1914. En él se aprecia con más claridad la zona de la Alameda, así como también el patio de la antigua plaza de Toros, marcado con el número 50. Nótese que ya no existe el arroyo Tenoya, lo que permitió unir a la Alameda con el paseo de la Libertad.

Tranvía de la ruta "Laguna" (Ca. 1910) circulando al inicio de la Av. de la Libertad, a un lado del patio de la antigua Plaza de Toros. A la derecha, la Alameda y al fondo, los cuarteles. (Foto: Colección Jim Hutzler).

     Con todo, la obra siguió adelante. El 22 de septiembre de ese mismo año, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista visitó las obras de construcción del parque, mostrándose “muy satisfecho” del avance (El Primer Jefe visitando las obras, 1915). Los trabajos continuaron los meses restantes de ese año, de tal modo que a inicios de diciembre las obras ya estaban muy adelantadas (Veracruz se embellece, 1915).


Vista de Sur a Norte de la Alameda en proceso de transformación en el parque coronel Manuel Gutiérrez Zamora (Ca. 1915). Al centro, la estatua de dicho prócer de la Reforma.

     Es por lo anterior que puede suponerse que el futuro parque Zamora sería concluido durante el año de 1916.


[1] Antecedente más antiguo de la actual avenida Díaz Mirón.

[2] En los planos del siglo XVIII, el color rojo indicaba obras construidas.

[3] La actual avenida Díaz Mirón.

Bibliografía y hemerografía.

  • Baker, F. C. (1895). Cuba, Northen Yucatan and Mexico. Chicago: David Oliphant, printer and publisher.
  • De Fossey, M. (1857). Le Mexique. Paris: Henri Plon.
  • Knox, T. W. (1890). The boy travellers in Mexico. New York: harper & Bothers.
  • Lyon, F. G. (1828). Journal of a residence and tour in the republic of Mexico. London: John Murray.
  • Tatum, J. (1969). Veracruz en 1816-1817: fragmento del diario de Antonio López Matoso. Historia Mexicana, 105-124.
  • Tejada, M. L. (1858). Apuntes históricos de la heróica ciudad de Veracruz (Vol. III). México: Imprenta de Vicente García Torres.
  • Welby, V. L. (1855). Journal of a tour in North and South America during the year 1850. London: T. Bosworth.
  • Wineburg, M. (1880). Where to spend the winter months. A birdseye view of a trip to Mexico, via Havana. New York: M. Wineburg and Co.
  • Zenea, I. E. (1874). La heróica ciudad de Veracruz. México: Imprenta de José Jimeno Jiménez.
  • Convocatorias de la junta de administración (24 de enero de 1915). El Pueblo, pág. 8.
  • Desocuparán las casas. (5 de Septiembre de 1915). El Pueblo, pág. 1.
  • El paseo de la Alameda será reedificado por cuenta del gobierno. (19 de Enero de 1915). El Pueblo, pág. 4.
  • El Primer Jefe visitando las obras. (23 de Septiembre de 1915). El Pueblo, pág. 1.
  • Hermosear a Veracruz. (13 de Septriembre de 1915). The Mexican Herald, pág. 1.
  • Noticias de Veracruz. (24 de Marzo de 1880). La Patria, pág. 3.
  • Por el Cabildo. (30 de Diciembre de 1905). La Opinión, pág. 2.
  • Veracruz se embellece. (9 de Diciembre de 1915). El Pueblo, pág. 3.

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