domingo, 2 de febrero de 2025

Antecedentes de la guerra México - EE. UU. - Instalación del Congreso Constituyente de 1822 Entrega No. 10

 

Por Luis Villanueva

    Próxima a finalizar sus trabajos, la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, estuvo resolviendo las dudas que surgieron en el país sobre la elección de los diputados para el congreso constituyente. También diseñó el reglamento, muy detallado, que se usaría en la ceremonia de instalación del congreso, habiendo previamente facultado a la regencia del imperio para que buscase y preparase un edificio en donde estarían alojadas las cámaras, eligiéndose para ello la iglesia abandonada del antiguo Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, que había pertenecido a los jesuitas. Allí se acondicionaron un par de salones: uno en el cuerpo de la iglesia y el otro en el crucero, para las dos cámaras en que estaría dividido el congreso, según el decreto expedido por la Soberana Junta Provisional Gubernativa el 17 de noviembre de 1821, en cuyo artículo vigésimo señalaba que una vez reunido el congreso, el cuerpo legislativo, se dividirá en dos salas con igual número de diputados y facultades.[1] [2]

    Una vez realizadas las elecciones, cada poblado eligió a sus diputados entre las personas que eran estimadas o los más serviciales, incluyendo a algunos comerciantes, siendo los menos los eclesiásticos y abogados a consecuencia de las restricciones de la convocatoria en su artículo octavo. También fueron seleccionados algunos europeos, muchos de los antiguos insurgentes, y bastantes jóvenes empapados con exageradas teorías políticas. La mayoría simpatizaba con las ideas liberales que entonces dominaban, y aunque se encontraban divididos entre los afines a la monarquía con un soberano de la familia reinante y los que buscaban un gobierno republicano, ambos eran contrarios a Iturbide, por lo que este no contaría con muchos adeptos en las cámaras. Entre los personajes elegidos más sobresalientes se encontraban: José María Fagoaga por México (para beneplácito del partido liberal); José Miguel Guridi y Alcocer[3] por Tlaxcala; Carlos María de Bustamante por Michoacán; por Durango, Guadalupe Victoria (aunque por las fechas de las elecciones se encontraba preso); por Monterrey, el muy célebre fray Servando Teresa de Mier; y por Veracruz, el también liberal José Joaquín de Herrera[4], entre otros.[5]

    Aunque la elección fue bien llevada, considerando que el país no contaba con todos los elementos y la experiencia para hacerla mejor, Iturbide no la calificó de manera positiva. Sin embargo, reconoció que fueron elegidas las personas de más estima, tal y como se lee en una parte de su Manifiesto a la Nación Mexicana, escrito en 1823: “A esta convocatoria, así concebida, se agregó la intriga de las elecciones. No se buscaron los hombres más dignos; tampoco los decididos por un partido determinado; bastaba que el que había de elegirse fuese mi enemigo, o tan ignorante que pudiese ser persuadido con facilidad; con solo uno de estos requisitos, ya nada faltaba para desempeñar encargo tan sagrado, como el que iba a conferírsele. Se verificaron, pues, las elecciones y resultó un Congreso tal cual se deseaba por los que influyeron en sus nombramientos. Algunos hombres verdaderamente dignos, sabios, virtuosos, de acendrado patriotismo, fueron confundidos con una multitud de ignorantes, presumidos y de intenciones siniestras; aquellos disfrutaban de un concepto tan general que no pudieron las maquinaciones impedir tuviesen muchos sufragios a su favor.” El 22 de febrero de 1822, se hizo público por bando imperial que el 24 de ese mes se instalaría el congreso nacional del Imperio Mexicano. El 23 la junta, para solemnizar la instalación, decretó adornar los balcones los días 24, 25 y 26, iluminándolos por las noches. También señaló las calles y plazas que debían quedar libres de coches y caballos; así como la distribución de los concurrentes y el buen orden de la ceremonia.[6] [7] [8]

    Amanecía el domingo 24 de febrero cuando el aire de la ciudad de México vibró con el estrépito de una primera salva de 21 cañonazos, a la que siguió la catedral con sus campanas a todo vuelo. Sus tañidos fueron entonces replicados por todas las iglesias, anunciando a la población el primer aniversario de la proclamación del Plan de Iguala, y que en este día se instalaría el congreso. A las seis de la mañana, la tropa de infantería hizo valla desde la salida del palacio imperial, hasta la puerta central de la iglesia mayor, mientras que un par de compañías se apostaron en la ex iglesia de San Pedro y San Pablo para hacer guardia en el congreso. Otras dos, junto con un escuadrón de caballería, se situaron igualmente en el palacio virreinal para escoltar a la regencia y a la junta. A partir de las siete, se fueron reuniendo los 102 diputados en la sala amarilla del palacio, así como los integrantes de la junta en su salón y la regencia en la sala roja. A esa misma hora, en el atrio de la catedral, se fueron congregando para recibirlos la diputación provincial, la audiencia territorial, el ayuntamiento constitucional, brigadieres y demás oficiales del ejército, corporaciones y mucha gente. A las ocho, la regencia se unió a la junta con previo anuncio de repique general y salva de 21 cañonazos, para caminar hacia la catedral en un solo cuerpo junto con los diputados. Les antecedían ocho batidores[9] en dos filas de a cuatro, seguidos de una compañía de granaderos imperiales y la banda de música de un regimiento. Enseguida, dos secretarios de estado, dos de la junta y todos los diputados, la Soberana Junta Provisional Gubernativa y la Regencia del Imperio Mexicano. En la retaguardia, avanzaba otra compañía de granaderos imperiales con música y un escuadrón de caballería, cerrando la columna los coches del almirante generalísimo  y de la regencia.[10]

Vista de la iglesia de San Pedro y San Pablo, sitio elegido para la sede del congreso.

Fuente: México a través de los siglos. Tomo cuarto.

    La iglesia mayor lucía bellamente adornada con gallardetes y banderas con el escudo de armas del imperio, mismas que se movían al compás de la ligera y fresca brisa matinal. En su interior, se respiraba grandeza y la suntuosidad era mucha. La iluminación era plena, resaltando en el altar mayor los utensilios y objetos litúrgicos de plata y oro utilizados para el culto. Al lado del Evangelio, se colocó un dosel magnífico que cubría las sillas de la regencia y del presidente de la junta. Seguía la línea de  sillas para los vocales y atrás, una fila de bancas recubiertas para la diputación provincial, la audiencia territorial y el ayuntamiento constitucional.  Del lado de la epístola, tres filas de asientos fueron colocados para los diputados y atrás de ellos, más asientos para las corporaciones.[11]

Ya en el interior de la catedral, fueron recibidos con las ceremonias del ritual y las leyes para los patronos por el cabildo eclesiástico, acompañado por los capellanes del coro y otros empleados de la Iglesia. Esto, “para que la instalación del congreso se verificase con la dignidad propia de un acto tan augusto”, según explicó la junta en su ceremonial. Un cuarto de hora antes de las nueve principió la misa con cantos interpretados por el coro del templo. Finalizado el sermón, se colocó en el presbiterio un altar con un Cristo y los Santos Evangelios, colocándose del lado izquierdo los cuatro secretarios de despeche y tres de la Soberana Junta Provisional. Se movieron entonces los diputados a la crujía y en pares fueron pasando al presbiterio, en donde con la mano derecha tendida sobre los evangelios, prestaron el juramento ante cada uno de los secretarios, que alternadamente se los iba recibiendo, comenzando con el más antiguo de la junta:

-¿Juráis defender y conservar la religión católica, apostólica, romana, sin admitir otra alguna en el imperio?

-Sí juro.

-¿Juráis guardar y hacer guardar religiosamente la independencia de la nación mexicana bajo las bases fundamentales del Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba, jurados por la nación, habiéndoos bien y fielmente en el ejercicio del poder que en ella os ha conferido, solicitando en todo su mayor prosperidad y engrandecimiento, y estableciendo la separación absoluta del poder legislativo, ejecutivo y judicial, para que nunca puedan reunirse en una sola persona o corporación?

-Sí juro.

-Si así lo hicieres Dios Eterno Todopoderoso os ayude y si no su Divina Majestad y la nación os lo demande.

            Finalizado el juramento, el par de diputados besaban los pies del Cristo y se retiraban a sus asientos, permaneciendo de pie los capitulares en el presbiterio, la junta, la regencia y demás autoridades. Cuando terminaron de pasar los diputados la misa continuó, haciéndose tres descargas de artillería y de tropa durante su desarrollo. Y una vez concluida, se cantó Te Deum y la Salve. Todo este ceremonial recalcó la supremacía de la Iglesia en el gobierno, pues sin su inclusión, cualquier asunto político hubiera parecido ilegal y la autoridad civil, por fuerte que esta fuera, sería débil e insegura. Posteriormente, las autoridades y corporaciones se dirigieron, escoltados por dos compañías, a la ex iglesia de San Pedro y San Pablo, para recibir a los diputados, regencia y soberana junta, siendo estos despedidos hasta la puerta de la catedral por seis capellanes de coro y dos capitulares. Al poco rato salieron también los diputados, los miembros de la junta y de la regencia, en el mismo orden en que habían llegado, acompañándolos los capitulares también a la salida. En el exterior, caminaron entre aclamaciones, aplausos y el júbilo de la gente reunida en las calles y en los balcones adornados para la ocasión, hasta llegar al recinto legislativo, cuyo interior se encontraba engalanado e iluminado con bellos candiles de cristal. En el bufete, se había colocado un Cristo, el cual se encontraba alumbrado con dos pares de veladoras, mientras que en las galerías, una multitud observaba, respetando con su moderado comportamiento el recinto de las leyes. Entonces tomaron asiento los diputados en sus respectivos lugares y la regencia en el solio, para enseguida Iturbide, como regente presidente, dirigirles un discurso cargado de felicitaciones y arengas patrióticas hacia la independencia, el Plan de Iguala y a la instalación del congreso. Una vez finalizado, respondió a esta el presidente de la Soberana Junta Provisional Gubernativa, José María Fagoaga, quien, entre otras cosas, exaltó la instalación del congreso y le recomendó, que se declarase festividad nacional el 24 de febrero, día en que se proclamó el Plan de Iguala; el 2 de marzo, cuando el plan fue jurado por el ejército y el 27 de septiembre por la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México. Finalizada esta intervención, el generalísimo almirante, al desocupar su asiento, dijo lacónicamente: “Recomiendo al Congreso el cumplimiento del artículo veinte de la convocatoria”. Entonces, se retiraron la regencia y la junta hacia el palacio imperial, en donde cada agrupación se dirigió a su correspondiente salón. Al poco rato, la regencia recibió a la junta en la sala amarilla, en donde sus vocales dirigieron a Iturbide unas palabras por boca de su vicepresidente, agradeciendo que los hubiera elegido para tan importante cargo. Esta fue respondida por el generalísimo en iguales términos, retirándose posteriormente cada agrupación a su sala correspondiente para esperar las instrucciones del congreso. Entre tanto, los congresistas eligieron a un presidente provisional y este a su vez, a un secretario interino. Enseguida, eligieron al vicepresidente por voto secreto y a otros dos secretarios.  Enseguida, el presidente mandó que se preguntase, a través del primer secretario elegido: “si se declaraba instalado legítimamente el Soberano Congreso Constituyente Mexicano”, respondiéndose unánimemente que sí. Entonces, el presidente ordenó leer una serie de preguntas a los diputados, en donde les inquirió si la soberanía residía esencialmente en la nación mexicana: si la religión católica, apostólica, romana sería la única del Estado, con exclusión e intolerancia de cualquier otra; si se adoptaba como gobierno de la nación la monarquía moderada constitucional; si se denominaría a esta monarquía Imperio Mexicano y finalmente, si se reconocían los llamamientos al trono de los príncipes de la casa de Borbón conforme a lo señalado en el Tratado de Córdoba. Los diputados respondieron afirmativamente a todas las preguntas sin que la facción republicana, acaso sorprendida por lo sorpresivo del interrogatorio o por su debilidad, no pudieron evitar el voto afirmativo en varias de estas resoluciones de gran importancia. Posteriormente, el diputado José María Fagoaga hizo la siguiente propuesta: “La soberanía nacional reside en este Congreso constituyente”, misma que fue igualmente aprobada. Desde ese instante, el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba perdieron fuerza, en virtud de la soberanía de la nación mexicana representada por el congreso. A continuación se realizó la separación de los tres poderes: el legislativo, constituido por el congreso; el ejecutivo delegada interinamente en las cinco personas que constituían la regencia y el judicial con los tribunales existentes o los nombrados posteriormente, quedando los dos últimos responsables ante la nación, de sus actos durante el tiempo que estuvieran ejerciendo. También aprobó y declaró: “la igualdad de derechos civiles en todos los habitantes libres del imperio, sea el que quiera su origen en las cuatro partes del mundo”. También aprobó el juramento que habría de decir la regencia para entrar en el ejercicio de sus funciones. Mientras tanto, la instalación del congreso fue anunciada al pueblo con el repique general de las iglesias y salva de la artillería. En las oraciones de la noche, una comisión del congreso visitó a la junta, exponiéndole que estaban complacidos “de la exactitud, laboriosas y delicadas operaciones” realizadas durante su gestión, por lo que les merecían su mayor consideración y aprecio y que si gustaban, sus integrantes podrían retirarse. El vicepresidente de la junta respondió a la comisión con el mayor de los reconocimientos y agradeció la bondad con la que se había dirigido a ellos. Y que daría la orden para que los integrantes se retiraran a sus casas, convocándolos al día siguiente para acordar el modo de disolverla. Luego, esta misma comisión se reunió con la Regencia del Imperio Mexicano, para informarle de la instalación del congreso y que pasara a prestar el juramento de obediencia. De inmediato, salió la regencia en coche, anunciándose su salida del palacio con un nuevo repique y salva de artillería. Al llegar al edificio del congreso, el presidente nombró a dos diputados para que salieran a recibirlo hasta la puerta, aconteciendo enseguida una desagradable situación que vino a enturbiar la ceremonia: Iturbide, acostumbrado a tomar el primer puesto en todos lados y que había contado con la deferencia de la junta gubernativa, misma que había acordado dársela cuando a ella fuere, quiso ocupar en el congreso el asiento de preferencia a la derecha del presidente. Esta acción no fue pasada por alto por uno de los diputados, quien reclamó ese lugar para el presidente del congreso. Iturbide soportó en silencio el desaire y tomó el asiento de la izquierda. Situación premonitoria de las desavenencias que posteriormente habría entre ambos poderes. Enseguida, la regencia presentó el siguiente juramento:

“-¿Reconocéis la Soberanía de la Nación Mexicana, representada por los Diputados que han nombrado para este Congreso Constituyente?”

“-Sí reconozco.”

“-¿Juráis obedecer sus Decretos, Leyes, Órdenes y Constitución que se establezca, conforme al objeto para que se ha convocado? ¿Y mandarlos observar y ejecutar? ¿Conservar la Independencia, libertad e integridad de la Nación, la Religión Católica, Apostólica, Romana, con intolerancia de otra alguna, conservar el gobierno Monárquico, moderado del Imperio, y reconocer los llamamientos al Trono conforme al tratado de Córdoba, y promover en todo el bien del Imperio?”

“-Sí juro.”

           “-Así lo hiciereis, Dios os ayude; y si no, os lo demande.”

    Finalizada la jura, la regencia se retiró en coche al palacio imperial, junto con la tropa que estaba distribuida en las calles por las que había transitado, continuando el congreso con su sesión y que no la concluyó hasta que declaró la inviolabilidad de la diputación. A las 8:00 algunos pasaron al coliseo, que estaba plenamente iluminado y adornado, para disfrutar de una ópera y música. Mucha gente asistió también, no alcanzando los lugares para todos. A las nueve fue el último repique general. [12] [13] [14] [15]

    A las diez de la mañana del 25, reunidos en su salón la Soberana Junta Provisional Gubernativa, decretó su disolución en consideración que sus funciones había finalizado con la instalación del Soberano Congreso Constituyente. A las once y media, una diputación de seis vocales de la junta se trasladó al congreso, llevando en coches los cuadros con las actas originales de independencia. Ya en el salón, hizo la entrega de estas dirigiendo las siguientes palabras: “Señor.= La Junta Provisional que acaba de disolverse presenta a V. M. los dos cuadros en que se halla escrita la acta de la Independencia de la Nación Mexicana. Ella es el mejor testimonio del bien inestimable que supo adquirirse a virtud de sus propios esfuerzos; manifiesta que en su dilatado territorio es una sola opinión, y una sola voz; que las generaciones que nos sucedan son deudoras a la actual de no sufrir el yugo ominoso bajo el que fallecieron nuestros padres: que es la Égide poderosa que cubrirá a nuestros nietos cuando empeñen su valor y su bizarría para sostenerla; en fin comprueba que en ningún otro lugar debe colocarse más que en este augusto Congreso, erigido por la voluntad de la Nación para consolidar con un gobierno paternal y leyes justas su misma Independencia. ¡Qué el cielo colme a V. M. de sus bendiciones! ¡Qué la sabiduría de V. M. se difunda y propague por todas partes a manera de luz, por medio de la Constitución que dicte, fije el orden, sostenga la libertad nacional, y engrandezca esta región dilatada! Estos son los votos de los Pueblos, a los que une los suyos la Junta, cuyo reconocimiento será eterno por la bondad con que se ha servido distinguirla en el mismo momento de exonerarla de las funciones que eran a su cargo”. El presidente del congreso respondió elogiando a la junta por sus trabajos, celo y eficacia en conjunto con el generalísimo Iturbide, para mantener el orden y la tranquilidad pública. Seguidamente, uno de los vocales entregó el acta de disolución de la junta, despidiéndose la comisión después de ello. A las doce y media, la regencia (con la ausencia de Iturbide, quien fue disculpado “por estar muy ocupado despachando un correo; aunque quizá la inasistencia haya sido debida al desaire de no haberle dado el lugar de preferencia el día anterior), pasó a felicitar al congreso y de vuelta a palacio, recibió las felicitaciones de los tribunales y el resto de las corporaciones. Entre tanto, durante este día y el siguiente, continuó el repique general y las salvas de artillería a las horas de costumbre. Las calles continuaron igual de adornadas e iluminadas que el día anterior y hubo dos óperas en el teatro, que se mantuvo también adornado, continuando el regocijo con orden y moderación.[16]



[1] “México”, en Gaceta Imperial Extraordinaria de México, 27 de noviembre de 1821. T.1, Núm, 30, p. 217

[2] Lucas Alamán, Historia de Méjico: desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente. Parte segunda. Tomo V, Méjico, Imprenta de J. M. Lara, 1852, p. 470

[3] Cura y teólogo. Una calle de la ciudad de Veracruz lleva su nombre.

[4] Herrera ocupó la presidencia en tres ocasiones diferentes. En la ciudad de Veracruz, un callejón lleva su nombre.

[5] Alamán, op. cit., p. 479-481

[6] Agustín de Iturbide, Manifiesto del general D. Agustín de Iturbide, libertador de México, México, Imprenta a cargo de M. Rosello, 1871, p. 23-25 https://mexicana.cultura.gob.mx/es/repositorio/detalle?id=_suri:DGB:TransObject:5bce59887a8a0222ef15e35a

[7] Alamán, op. cit., p. 483

[8] “Sobre el adorno y ben orden que se debe guardar en los días 24, 25 y 26”, en Gaceta del Gobierno de México, 23 de febrero de 1822, T. 1, Núm. 70, p. 551-552

[9] Cada uno de los soldados escogidos de caballería que, preceden al rey, persona real o generales en revistas y solemnidades. Diccionario de la Lengua Española, “batirdor, ra”, Real Academia Española, https://dle.rae.es/batidor, (consultada el 18 de enero de 2025).

[10] “Noticia de la solemnidad con que se instaló el Congreso Soberano constituyente de la Nación mexicana”, en Gaceta Imperial de México,28 de febrero de 1822, T. II, Núm. I, p. 1-7

[11] “Noticias de la solemnidad…”, op. cit., ibídem

[12] “México”, en Gaceta Imperial de México, 26 de febrero de 1822, T. I, Núm. 71, p. 559-560

[13] “México”, en Gaceta Imperial de México, 2 de marzo de 1822, T. I, Núm. 2, p. 9-15

[14] Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos. Tomo cuarto. México independiente, 1821-1825, Barcelona, Espasa y Compañía, Editores, p. 55-57

[15] Rosalba Mejía Albarrán, Bicentenario del Primer Congreso Constituyente mexicano 1822-1823, Ciudad de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, p. 9

[16] “México”, en Gaceta Imperial de México, 5 de marzo de 1822, T. II, Núm. 3, p. 17-19

Bibliografía

Alamán, Lucas, Historia de Méjico: desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente. Parte segunda. Tomo V, Méjico, Imprenta de J. M. Lara, 1852, p. 470, 479-481, 483.

Iturbide, Agustín, Manifiesto del general D. Agustín de Iturbide, libertador de México, México, Imprenta a cargo de M. Rosello, 1871, p. 23-25

Mejía Albarrán, Rosalba, Bicentenario del Primer Congreso Constituyente mexicano 1822-1823, Ciudad de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, p. 9

“México”, en Gaceta Imperial Extraordinaria de México, 27 de noviembre de 1821. T.1, Núm, 30, p. 217

“México”, en Gaceta Imperial de México, 26 de febrero de 1822, T. I, Núm. 71, p. 559-560

“México”, en Gaceta Imperial de México, 2 de marzo de 1822, T. I, Núm. 2, p. 9-15

“México”, en Gaceta Imperial de México, 5 de marzo de 1822, T. II, Núm. 3, p. 17-19

“Noticia de la solemnidad con que se instaló el Congreso Soberano constituyente de la Nación mexicana”, en Gaceta Imperial de México, 28 de febrero de 1822, T. II, Núm. I, p. 1-7

“Sobre el adorno y ben orden que se debe guardar en los días 24, 25 y 26”, en Gaceta del Gobierno  de México, 23 de febrero de 1822, T. 1, Núm. 70, p. 551-552

Riva Palacio, Vicente, México a través de los siglos. Tomo cuarto. México independiente, 1821-1825,             Barcelona, Espasa y Compañía, Editores, p. 55-57

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