viernes, 27 de agosto de 2021

Semblanza de Nicolaas van Hoorn: el negrero, pirata y corsario que ideó el ataque de mayo de 1683 a la Nueva Veracruz(*)

 

Van Horn, “Striking down a coward”, from the Pirates of the Spanish Main series (N19) 

for Allen & Ginter Cigarettes.

(*) Este texto es parte de un trabajo que fue originalmente expuesto por el autor en la charla ¡Filibusteros al abordaje! llevada a cabo en la librería Mar Adentro, del puerto de Veracruz, el 4 de mayo de 2018.

Luis Villanueva

Nacido en Flushing (Zeeland, Países Bajos), su padre aparentemente fue Cornelis Nicolaaszoon van Hoorn y su madre, Levina Timmermans. Alrededor 1671 contrajo matrimonio con una francesa llamada Lucrèce Le Roux, hermana de un exagente de Nantes de la French West India Company (Compañía Francesa de las Indias Occidentales), con quien procreó dos hijos a los que puso por igual el nombre de Nicolaas. El filibustero Alexander Exquemelin brevemente detalló sobre este personaje:

“Van-Horn era de cara morena y de baja estatura: del tipo que no parecía ni bueno ni malo. Todo esto es poco porque no juzgamos a los hombres por el espíritu; también es capaz de comandar igualmente bien en el mar y en tierra, buen piloto y gran capitán, y su proceder lo reflexiona mucho en todas las circunstancias o al hacer una empresa y sobre la manera de conseguirla […]” [1]

Según el historiador marítimo francés Jacques Gasser, van Hoorn posiblemente aprovechó los contactos de la familia de su mujer para relacionarse con Antoine Le Fèbvre de la Barre, gobernador de la colonias francesas de Cayena[2] (Guayana Francesa) y de las Antillas, quien en una carta fechada en 1681 lo nombró “coronel”.[3] Sin embargo, esta versión no es del todo válida, pues en un cruce de datos realizado por este escribidor e historiadorcillo, encontró que Le Fèvbre no ejercía dicho cargo en aquél año, además de que tanto la Guayana como las Antillas Francesas, tenían cada una su propio gobernador.[4] Lo anterior lleva a elucubrar que el grado militar que le otorgó a van-Hoorn, pudo haber sido con el único fin de dotarle de jerarquía dentro del negocio de la trata de esclavos. Como van Hoorn buscaba proveer a Cayena con estos, Le Fèbvre invirtió 21 mil francos en el negocio, mientras que “un desconocido mercader de París” proporcionó otros 15 mil junto con la promesa de una licencia para comerciar en territorio español los negros que no se vendieran en la Guayana. Un tercer inversionista, cuya exacta participación se desconoce, fue el burgomaestre[5] de Flushing (Países Bajos), Jan van Hoorn, un posible un familiar de Nicolaas. Además, se sabe por una carta del gobernador español de Cartagena (hoy en Colombia), que uno de los dos negreros que tenían el monopolio comercial en los dominios españoles (un mercader genovés llamado Nicolas Porzio o Porcio), también se acercó a van Hoorn para comerciar con los esclavos. Con ese proyecto en sus manos, el ahora negrero se trasladó a Inglaterra en 1681. Allí adquirió el María y Martha, un viejo bajel de la Armada Británica al que rebautizó como San Nicolás y que acondicionó según sus planes. De la correspondencia de Sir Thomas Lynch (gobernador de Jamaica) y su declaración jurada, se desprende que en Inglaterra también consiguió el apoyo de otro par de inversionistas: los coroneles John Bawden y John Strode. El primero, miembro de la Real Compañía de África y el segundo, con intereses financieros en las Indias Occidentales Británicas.[6]

Una descripción de las correrías de van Hoorn por las costas africanas puede leerse en las Declaraciones bajo juramento de James Nicolas y otros marineros del San Nicolás (comandada por Nicolas van Hoorn), realizadas ante el capitán Reginald Wilson (oficial naval), Port Royal (Jamaica), 4 de marzo de 1683. Misma que a continuación se reseña:

Van Hoorn se embarcó en el San Nicolás (400 ton. 40 cañones y 120 hombres de los cuales 50 eran ingleses), con su hijo menor, su cuñado Balthazar Le Roux y un desconocido comerciante de París. En 1681 zarpó de Inglaterra hacia Cádiz, sitio donde se le unió otro bajel (160 ton., 12 cañones y 23 marinos ingleses). Al pasar por la bahía de Vizcaya, la nave de van Hoorn perdió el trinquete y su bauprés, viéndose obligado a entrar en Burnisse (Francia), en donde desertaron 25 de sus hombres[7]. De allí navegaron a la Coruña, en Galicia, donde estuvieron dos días para luego viajar a Cádiz alrededor de la Navidad. Allí van Hoorn desembarcó a 36 hombres sin pagarles su salario y pretendió, infructuosamente, obtener una licencia para tratar en territorios españoles. También bajó a tierra a dos de sus comerciantes por razones desconocidas. La noche antes de partir de Cádiz, van Hoorn envió una barcaza con alrededor de 20 hombres para capturar cuatro pedreros de bronce españoles. Viajaron posteriormente a Lanzarote, en las Canarias; lugar donde robó alrededor de 40 cabras, no sin antes asesinar durante el trayecto a un inglés llamado Nicolas Browne. De este punto se dirigieron a Santiago, una de las islas de Cabo Verde, donde hicieron la aguada. En ese sitio permanecieron cuatro días, situación que aprovecharon cinco de sus hombres para desertar. Navegaron por la costa de Guinea, en Royal Derista [así en el original], sobre la Gran Costa, para abastecerse de leña y agua; luego navegaron siguiendo la línea costera, intercambiando oro por pólvora y armas. Al llegar a Castle de Maind, van Hoorn divisó dos barcos holandeses, a los cuales sorprendió y abordó con el apoyo de sus maestres. Una de las naves venía vacía, por lo que fue despedida; la otra llevaba cargamento diverso, perteneciente a la Compañía de las Indias Occidentales y valuada en 30 mil dólares. En otra acción, van Hoorn sacó por la fuerza a un negro de una nave inglesa y se apoderó de una canoa que venía de Cape Coast (Ghana Central), con bienes de los negros, matando a tres de ellos. En la costa, el pirata comerció con la mercancía robada a la nave holandesa y a los africanos, obteniendo a cambio un centenar de negros y gran cantidad de productos. Posteriormente navegó hacia la costa de Weeda, pues sabía de la presencia de un barco portugués con 700 negros capturados; pero al tener noticias de van Hoorn, la nave se retiró de la zona. Al no encontrar nada, el negrero y pirata se dirigió a la Costa de Chapa, donde desembarcó cerca de 60 hombres y dos grandes cañones. En 28 días lograron capturar alrededor de 600 negros bajo los colores ingleses. También quemaron todas las casas y destruyeron las cosechas, el aceite de palma y el arroz que los negros habían almacenado. 14 días más tarde, hacia fines de abril de 1682, van Hoorn capturó cuatro canoas con cerca de 20 negros: a una de ellas le disparó y al resto las abordó. Posteriormente fueron a Santo Tomás (Islas Vírgenes), para provisionarse de agua; pero naves portuguesas lo interceptaron, perdiendo en el intento un cañón y dos de sus negros y falleciendo durante la refriega el segundo de a bordo de van Hoorn. A fines de octubre se dirigió a Cayena, donde desembarcó a seis ingleses más. En este lugar adquirió una habitación y dejó 80 negros al cuidado de un cuñado de su esposa. De Cayena viajó, a fines de noviembre por Trinidad, Cumaná y Santo Domingo con 300 negros para comerciar. Durante su estancia en este último puerto, el presidente español[8] le decomisó los pedreros de bronce robados en Cádiz; y como se enteró del asalto a los navíos holandeses, hizo pagar a van Hoorn lo hurtado. Por esas mismas fechas, un capitán Johnson fue enviado por el General de Jamaica en búsqueda de un barco llamado El Engañoso, nave pirata que había entrado al puerto y que podría haber hecho contacto con van Hoorn; pero el presidente no le permitió a Johnson entrevistarse con aquél. Finalmente, en diciembre de 1682 Nicolaas van Hoorn fue expulsado de Santo Domingo, haciéndose a la vela con alrededor de 20 hombres y algunos negros.[9] [10]

Hasta aquí el documento.

El investigador Raynal Laprise detalla que, en enero de 1683, el negrero y pirata buscó vengarse de los españoles y para ello se dirigió a Petit-Goâve[11], el principal puerto de francés en La Española. Allí el gobernador Jacques Nepveu de Pouancey le concedió una patente de corso y autorizó que alrededor de 280 hombres de la colonia (principalmente bucaneros y corsarios), se embarcaran con van Hoorn. También le dio como teniente a uno de los más famosos capitanes filibusteros de aquellos tiempos: el francés Michel de Grammont, con quien van Hoorn inició una fuerte amistad.

Las declaraciones de James Nicolas y las investigaciones de Laprise, son coincidentes con lo escrito por Exquemelin, quien al respecto detalló:

“Por su lado [Nicolas] Van-Horn comerció con negros en Santo Domingo, lo que produjo la molestia de los españoles quienes retuvieron sus negros por derecho, dijeron, de represalias, alegando que Van-Horn los había robado; esto no era cierto y no hubiera ocurrido algo similar si hubiera él concurrido para quejarse; aun así, estaban en un error estos caballeros. Dado que no se está en condición para resistirlos ellos no tienen ningún reparo en hacer todo esto sin analizar si tienen el derecho de hacerlo; y cuando no hay razón no les falta pretextos para hacer lo que les acomoda. Van-Horn indignado por esta injusticia, abandona el lugar amenazándolos; pero ellos hicieron poco caso de sus intimidaciones, algo que después traería terribles consecuencias. Él llegó a Petit-Goâve, donde solicitó al señor de Poincy Gobernador de la región una comisión contra los españoles y después de haberla obtenido, equipó su bajel con todo lo necesario para una gran empresa; reunió a la mayor cantidad de gente posible, y juntó casi trescientos hombres de los más bravos, el Capitán Grammond estaba al mando de otros filibusteros, porque un huracán lo había hundido en la costa de Santo Domingo; su bajel llevaba 52 piezas de cañón y todo lo que él tenía entonces. Por lo que había perdido todo, menos el coraje, que no lo abandonó jamás.”[12]

El jesuita Pierre-François-Xavier de Charlevoix, también da su versión de estos mismos hechos, aunque difiriendo en algunos detalles de Exquemelin.

“A inicios de este año [1683] o a fines del precedente, un cierto Vand-Horn nativo de Ostende [13] quien toda su vida sirvió a los franceses; pero quien, de acuerdo con los corsarios comunes, había corrido más de una vez los navíos de esta nación cuando tuvo la oportunidad de hacerlo; Vand-Horn, digo yo, habiendo ido a tratar negros a Santo Domingo, el presidente le retuvo toda la carga en represalia por haber saqueado a los súbditos del Rey Católico. Indignado por este proceder, juró venganza y se fue a Petit-Goâve, y tomó, dice en Historia de los Filibusteros, una comisión de M. de Pouancey, para hacer el corso en contra de los españoles; pero, de hecho, al parecer el autor se equivocó en esto, o bien esta comisión era mucho más antigua, y no lo da a entender así; pues desde años antes el corso estaba prohibido, como dijimos; y fue un crimen contra los bucaneros de la expedición, de los cual vamos a hablar. A pesar de que él, Van Horn reunió a unos trescientos bucaneros valientes, entre los cuales se encontraba Granmont, que había perdido por una ráfaga de viento un barco con 52 piezas de cañón, y todo lo que poseía en el mundo, quiso servir bien como voluntario; más como Van Horn no pretendía mantenerse en el simple corso, que no lo hubiera vengado lo suficiente, buscó compañeros con quienes pudiera hacer una empresa de gran tamaño, y pronto encontró algunos.”[14]

En abril de 1683, van Hoorn capturó a dos grandes naves españolas en el Golfo de Honduras y los llevó a la isla Roatán, situada en el golfo del mismo nombre. Allí unió fuerzas con otros capitanes piratas y filibusteros comisionados por el gobernador de Pouancey[15] o que fueron contactados por van Hoorn, como fue el caso de Laurens de Graff, Lorencillo.

En conjunto con estos líderes, van Hoorn dejó Honduras y navegó hacia Yucatán. El 18 de mayo capturaron el rico puerto de la Nueva Veracruz, lugar en donde obtuvieron uno de los botines más grandes en la filibustería del siglo XVII. Sin embargo, no vivió para disfrutar de tales riquezas, pues en junio de 1683 murió a causa de una herida mal tratada, misma que le infligió Lorencillo en un duelo que sostuvieron en la isla de Sacrificios. Fue inhumado en un pequeño cayo llamado “Logrette” por Exquemelin (posiblemente el cayo Loggerhead[16] [17]), situado a 14 km de Cabo Catoche y a 25 km de Isla Mujeres.



[1] Alexandre Olivier Exquemelin, Historie des avanturiers flibustiers, Chez Jacques Le Febvre, Paris, 1699, p. 379

[2] En francés Cayenne. Ciudad francesa en América del Sur, capital del departamento de ultramar de Guayana Francesa y del distrito de igual nombre.

[3] Jacques Gasser, Les mystérieuses disparitions de Grammont in "L'aventure de la flibuste", Hoëbeke Éditions, Paris, 2002, pp. 211-259

[4] Joseph Antoine Le Fébvre de la Barre fue gobernador de la Guyana Francesa (incluyendo a Cayena), en los años 1664-1665 y en una segunda ocasión, entre 1668 y 1670. Fue gobernada posteriormente por François Le Fébvre de la Barre, entre 1687 y 1691 (otra versión da 1688 como año de inicio del mandato). En cuanto a la isla Tortuga y la costa de Santo Domingo, en 1681 fueron gobernadas por Jacques Nepveu de Pouancey (1676-1681), François Depardieu de Franquesnay (1681-1682) y nuevamente por de Pouancey entre mayo de 1682 y principios de 1683. Fuentes: “Secrétariat d'État à la Marine - Correspondance à l'arrivée en provenance de la Guyane française”, en irel anom. Archives netionales d’outre-mer (sitio web), 17 de mayo de 2010, consultado el 18 de junio de 2018, http://anom.archivesnationales.culture.gouv.fr/ark:/61561/uy306cwy3ys, “Liste des administrateurs coloniaux en Guyane”, en Wikipédia. L’encyclopedie libre (sitio web), 18 de febrero de 2018, consultado el 19 de junio de 2018, https://fr.wikipedia.org/wiki/Liste_des_administrateurs_coloniaux_en_Guyane, “Liste des gouverneurs françois de Saint-Domingue”, Wikipédia. L’encyclopedie libre (sitio web), 11 de junio de 2018, consultado el 19 de junio de 2018, https://fr.wikipedia.org/wiki/Liste_des_gouverneurs_fran%C3%A7ais_de_Saint-Domingue y “Governeurs français de l’île de la Tortue et de la côte Saint-Domingue”, Le diable volant (sitio web), consultado el 19 de junio de 2018, http://membre.oricom.ca/yarl/listes/adm/tortue.html.

[5] Primera autoridad municipal de algunas ciudades alemanas, holandesas, suizas, etc., con funciones análogas a las de los alcaldes de otros países.

[6] Gasser Jacques, op. cit., p. 211-259

[7] En el documento se lee que esta deserción se debió a que “se habían dado cuenta que van Hoorn era un truhan”.

[8] El presidente era Francisco de Segura Sandoval y Castilla, maestre de campo (1679-1684). https://www.geni.com/projects/Gobiernos-Coloniales-de-la-isla-Espa%25C3%25B1ola/39577

[9] “The nefarious exploits of Nicolaes Van Hoorn, privateer”, Crommelin Family website… (sitio web), consultado el 22 de junio de 2018, http://www.crommelin.org/history/Biographies/1647Daniel/1681VanHoorn/VanHoorn.htm

[10]“Affidavits of Vanhorn's piracies”, Crommelin Family website… (sitio web), consultado el 22 de junio de 2018, http://www.crommelin.org/history/Biographies/1647Daniel/1681VanHoorn/1683VanHorn.htm

[11] Comuna de Haití, situada en el distrito de Léogâne, del departamento Oeste.

[12] Exquemelin, op. cit., p. 387

[13] Provincia belga de Flandes Occidental.

[14] Pierre-François-Xavier de Charlevoix, Histoire de l’isle Espagnole ou de S. Domingue. Tome Second, François Didot, Paris, 1731, p. 133.

[15] “The nefarious…”, op. cit, ibídem

[16] Ibíd.

[17] Hoy en día el cayo Loggerhead es conocida como Contoy. La investigadora Ana Elvira Cervera Molina, en su trabajo: “El bucanero reformado como creador de geografías: espacio y territorio en la costa peninsular yucateca”, piensa que Loggerhead es la actual isla Holbox, algo que en lo personal no coincido.

viernes, 13 de agosto de 2021

Bucaneros, filibusteros, corsarios y piratas en la carrera de Indias: sus orígenes y diferencias: Bucaneros y filibusteros(*)

 


«The buccaneer was a picturesque fellow», de la obra "El libro de piratas de Howard Pyle".

Luis Villanueva

(*) Un resumen de este trabajo fue inicialmente expuesto por quien esto escribe en la charla ¡Al  abordaje!, llevada a cabo en la librería "Mar Adentro" del puerto de Veracruz, el 18 de abril de 2018.

“Cuando se les pregunta a los filibusteros qué placer encuentran en gastar en poco tiempo y con tanta prodigalidad las riquezas que consiguen después de tantos esfuerzos y dolores, ellos responden: ‘Nos exponemos a infinitos peligros, pues nuestro destino es muy diferente al resto de los hombres; hoy vivimos, mañana estaremos muertos. Por eso, lo importante para nosotros es obtener esa riqueza, pues solo contamos con el día en que vivimos y nunca con el que tendríamos que vivir. Entonces ¿qué ahorros quieres mantener?’”

Histoire des avanturiers flibustiers.

De Alexander Olivier Exquemelin

El término español bucanero proviene del francés boucan y este quizá del tupi antiguo moka’ẽ (moquém), denominación que se daba a un tipo de estante o parrilla de madera donde los Tupinambá[1] del Brasil ahumaban carne, pescado e incluso, cuerpos de prisioneros sacrificados. Una amplia referencia al respecto la da Jan de Léry[2] en su obra L’Historie d’un voyage faict en la terre du Brésil autrement dite Amérique (La historia de un viaje a Brasil también llamado América), publicada por vez primera en el año de 1578:

En cuanto a la carne de este tapir, tiene el mismo sabor que la carne de vaca y en cuanto a la manera de cocinarlo, y aprendimos a la manera de nuestros salvajes, por lo general lo hacen Boucaner [ahumado]. Pero debido a que lo he mencionado antes y todavía tendré que usar Boucaner a menudo de esta manera de hablar, para no mantener al lector en suspenso y también porque la oportunidad se presenta muy bien ahora, quiero declarar cómo es esto. Nuestros americanos colocan en suficiente tierra cuatro tenedores de madera, tan grandes como el brazo y distantes en cuadro como tres pies y de alto como dos y medio, colocan a través palos a una pulgada o dos cerca uno del otro, hasta hacer una gran rejilla de madera, que en su idioma llaman Boucan […] Aquellos que tienen carne, las ponen en pedazos y con madera seca que no hace mucho humo, haciendo fuego lento debajo de ella, girando y girando de cuarto en cuarto de hora, la dejan cocinar todo el tiempo que quieran. Y a pesar de que comen las carnes para mantenerse, como lo hacemos aquí, no tienen otra manera de preservarlos que cocinarlos, si hubieran tomado en un día treinta bestias salvajes u otros […], para evitar que se descompongan serán inmediatamente hechos pedazos en el Boucan: así que, como dije, los revirarán y dejarán allí a veces más de veinticuatro horas y hasta que el centro y alrededor de los huesos estén tan cocidos como el exterior. Así los pescados, al igual en gran cantidad, cuando están bien secos los hacen harina. […]. Este es el Boucan y el Boucanneire, es decir, el asador de nuestros americanos: solo no se ven cuando les apetece hervir su carne.”[3]

Otra descripción apareció en la obra del monje franciscano Claude d’Abbeville (1614), quien fungió como misionero entre los tupinambás en la región de Maranhao (Brasil moderno).


Un boucan. Fuente: Bombolini. "La dieta de los piratas en el Caribe."

“Para isso usam uma espécie de grelha de madeira a que dão o nome de bucam, moquém. Essa grelha é formada de quatro forquilhas de madeira, de grossura de uma perna, fincadas no chão em forma de quadrado ou retângulo e sôbre as quais se colocam duas varas comoutras menores atravessadas e próximas umas das outras. O moquém ergue-se cêrca de tres pés acima do chão e tem comprimento e largura proporcionais ao número de homens que devem ser moqueados, não raro incrivelmente grande.”[4]

“Para ello usan una especie de rejilla de madera a la que dan el nombre de bucan, moquém. Esta cuadrícula está formada de cuatro horquillas de madera, de grosor de una pierna, clavadas en el suelo en forma de cuadrado o rectángulo y sobre las cuales se colocan dos varas con otras menores atravesadas y próximas unas de las otras. El moqué se alza de tres pies por encima del suelo y tiene longitud y anchura proporcionales al número de hombres que deben ser moqueados, no raro increíblemente grande.”

Aunque muy alejadas geográficamente, esta manera de preparar la carne fue utilizada por los europeos en la isla de La Española (isla compartida hoy en día por la República Dominicana y Haití), entre la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII. Esto quizá debido a que el boucan no era un instrumento culinario exclusivo de los Tupinambás de Brasil, sino de toda el área costera de Sudamérica y de la región Caribe, zona ésta última dominada por los taínos. O en su defecto, pudo ser una costumbre adoptada por los primeros colonos franceses y portugueses en el actual territorio brasileño, quienes posteriormente la llevarían a las Indias Occidentales, en donde se popularizó.

Con respecto al asentamiento de los bucaneros, este pudiera haber iniciado en la región norte Haití a partir de que España firmó la paz con Francia en 1598, con Inglaterra en 1604 (tratado de Londres) y con el acuerdo de una tregua de 12 años con Holanda en 1609, relajando con ello la de por sí fragmentada vigilancia marítima a lo largo de los litorales y rutas comerciales españolas.[5] Los asientos se incrementaron a partir de las décadas de los veintes y treintas del siglo XVII con la implementación del sistema de Flotas de Indias, que condujo a un desvío de las rutas comerciales desde Sevilla hacia Santo Domingo y de allí a Veracruz, en la Nueva España. El viaje de retorno iniciaba en este último puerto, de donde se dirigían hacia la Habana para encontrarse con los navíos procedentes de Cartagena de Indias y Portobelo y así viajar en flota a la península. Estos cambios, aunados al monopolio comercial impuesto desde la metrópoli con sus colonias, hicieron que La Española pasara a un segundo término en lo referente a comercio; produciendo su estancamiento y afectando el desarrollo de la isla; salvo en el puerto de Santo Domingo, que por su importancia siguió teniendo movimiento comercial y portuario. Todo ello fungió como caldo de cultivo para el florecimiento del contrabando (llevado a cabo principalmente por los holandeses[6]), pues este fue el único modo en que se pudo dar salida a los productos de la isla, como el cuero y el azúcar, que tenían demanda en Europa y eran vendidos a un mejor precio que en Sevilla. Además, se tenía la ventaja adicional de poder adquirir productos europeos de importación a precios competitivos.

Bucanero representado en el mapa de América de Nicolas De Fer (1698). La imagen no es de un testigo presencial. Obsérvese el boucan a la izquierda. Fuente: Bibliotheque Nationale de France).

Esta situación se tornó problemático para la Corona desde fines del siglo XVI y hasta principios del XVII, dando lugar a que tomara la decisión de despoblar la franja norte-oeste de la isla (Devastaciones de Osorio de 1605-1606), que era la zona más vinculada con el contrabando. La consecuencia de ello fue el declive en la producción de azúcar y cueros, y el surgimiento de una zona idónea para el establecimiento de los bucaneros y posteriormente de la filibustería.[7]

Así, el ganado porcino y vacuno que originalmente fueron llevados por los españoles a La Española, empezaron a ser abandonados por sus propietarios junto con las tierras de cultivo. Esto como una consecuencia de las políticas antimonopolio y quizá también, porque los colonos se sintieron atraídos por las riquezas del continente. El historiador inglés Clarance H. Haring, planteó que, en las islas de Jamaica, Puerto Rico y principalmente en La Española, los europeos que las visitaban notaron la enorme cantidad de ganado vacuno y porcino, salvaje o semisalvaje, que había en esos lugares. Estos animales, después de haber sido abandonados, empezaron a reproducirse, poblando prontamente las sabanas y bosques de su nuevo hábitat. Como los españoles habían deshabitado la ribera norte de La Española, es explicable que los barcos contrabandistas fondearan en esas solitarias costas en busca de bastimentos, mismos que eran fáciles de conseguir entre el mencionado ganado, provocando en más de uno la tentación de establecerse en aquellos parajes.

Con el paso del tiempo surgieron cazadores, principalmente de nacionalidad francesa y británica, que sobrevivieron avituallando a las naves con la carne preparada en el boucan, la piel curtida y el sebo de los animales que cazaban. A cambio recibían víveres y objetos comunes según sus necesidades. Haring también detalla que estos hombres eran “desertores de barcos, tripulantes de naves náufragas y probablemente [negros] cimarrones;”[8] idea que es complementada por el escritor e investigador de origen ruso Mikhail W. Ramseier, quien escribió que estos grupos vendían las pieles y carne ahumada a los barcos a cambio de armas y coñac.[9]

Al reiniciarse las hostilidades entre España e Inglaterra en 1625, se renovaron los intentos por establecer colonias dentro de los territorios españoles, buscando al mismo tiempo debilitar su poder.[10] En ese año y en el mismo día, con el fin de fundar una colonia compartida, desembarcaron ingleses y franceses en la isla de San Cristóbal (Saint Kitts para los británicos), que entonces se encontraba habitada por indios caribes. Si bien los españoles nunca se asentaron en la isla, acostumbraban a fondear allí para avituallarse; por lo que los colonizadores, argumentando que los naturales eran aliados de los españoles, mataron a sus jefes e hicieron que el resto de los indígenas abandonaran la isla.

A fines de 1629, arribó a la isla una poderosa flota compuesta de 39 barcos bajo el mando del almirante español Fadrique Álvarez de Toledo Osorio, quien reconquistó San Cristóbal sin encontrar resistencia. Los franceses, al ver la llegada de los peninsulares, se embarcaron y huyeron a las islas situadas al norte. Toledo entonces capturó e hizo embarcar en sus naves a muchos ingleses, para así evacuar la isla rápidamente. Tras dejar un destacamento en la isla, zarpó no sin advertir a los colonos que ya no pudo transportar, que abandonaran inmediatamente la isla, pues si a su regreso aún se encontraban allí, serían pasados a cuchillo. Sin embargo, tan pronto como se alejó la flota española, los ingleses y franceses retornaron.

El escritor y oficial de la marina inglesa de fines del siglo XVIII, James Burney, hace hincapié en lo siguiente:

“El asentamiento de San Cristóbal estimuló notablemente a los cazadores de la costa oeste de La Española. Sus factorías de sazón de carne y secado de pieles se multiplicaron, y al aumentar el valor de estas, surgió, en consecuencia, la preocupación por garantizar su seguridad. Con este objeto tomaron posesión de la pequeña isla Tortuga, […] Tortuga contaba con un fondeadero óptimo para el anclaje, y su distancia de La Española parecía ser buena garantía ante repentinos ataques inesperados.”[11]

La Tortuga es una isla rocosa de 37 km de longitud, 7 de ancho y 180 km2 de superficie, separada de Haití por un estrecho canal. Fue bautizada así por Cristóbal Colón desde su primer viaje, en alusión a una de sus montañas que tiene semejanza con una tortuga. Dentro de su orografía, la isla puede dividirse en dos partes: al norte una zona montañosa e inaccesible (Cote-de-Fer, “Costa de Hierro”) y al sur, un excelente fondeadero y refugio de suelo arenoso.

La isla de la Tortuga en un mapa del siglo XVII. Fuente: Wikipedia.

No obstante, es posible que los cazadores estuvieran establecidos en la Tortuga desde años antes, pues se tiene el conocimiento del envío de una expedición española contra la isla entre 1630 y 1631 para expulsarlos. Los españoles dejaron un destacamento de veintiocho soldados y un oficial que no permanecieron allí por mucho tiempo, por lo que fue ocupada nuevamente por los franceses e ingleses. Hacia 1630 llegaron a La Española algunos colonos franceses e ingleses expulsados por Toledo Osorio de la isla de San Cristóbal, estableciéndose muchos de ellos con los cazadores de la isla Tortuga, donde encontraron una fácil y rica forma de manutención en el ganado vacuno y en los cerdos salvajes, además de ser un excelente refugio contra los españoles.[12] Esta fusión entre los cazadores y los colonos empezó a ser conocida como bucaneros (boucanier en francés) o sea, los que usan el boucan o los que asan la carne (o la secan) en el boucan (viandé boucanée[13]).[14] Por otra parte, los holandeses ofrecieron comprarles las carne y piel que obtenían de la caza, además de asistirles en todo lo necesario, fijando con ello una seguridad para continuar con sus labores.[15]

Independientemente de su comercio con las pieles y carne, los bucaneros no desaprovechaban la oportunidad de asaltar algún navío o incluso alguna población. La piratería no estaba peleada con sus actividades de caza, pues alternaban una actividad con la otra. El filibustero Exquemelin define sus actividades de la siguiente manera: “…son tres: ya sea para cazar o plantar [tabaco o caña de azúcar], o bien recorrer los mares como piratas”.[16] No obstante, con el paso del tiempo fueron inclinándose más hacia la piratería, uniéndose a los piratas de Tortuga para dar pie a una nueva clasificación: los filibusteros.[17]

Los filibusteros surgieron a principios del siglo XVII, teniendo su máximo desarrollo durante la segunda mitad de ese mismo siglo. Estuvieron conformados principalmente por aventureros franceses, holandeses e ingleses exiliados en las Indias Occidentales, que escapaban de la guerra o de la persecución religiosa en Europa. En cuanto a la etimología del término, la palabra proviene del inglés antiguo “flibutor”, derivado del holandés “vrijbuiter” que se traduce al inglés como “freebooter”; literalmente, “hacerse del botín libremente” o “navegar libremente”. Algunas fuentes citan como origen a la palabra “flibot” (un tipo de bote pequeño), mientras que otras prefieren “free booter” (libre pillaje). Al respecto, Haring opina:

“Parce, sin embargo, que los aventureros franceses limitaron siempre la palabra “boucanier” a su sentido propio de cazador y curador de carne, por donde, cuando se convirtieron en corsarios, se dio el curioso contraste de que adoptaron un nombre en inglés llamándose “flibustiers”, forma que los marineros franceses daban a la palabra inglesa “freebouter”.[18]

Opinión de la cual difiere Burney:

“A los bucaneros y aventureros franceses se les distinguía con el nombre de filibusteros. La palabra filibustero no responde sino a la forma en que los marineros franceses pronunciaban la palabra inglesa freebooter, nombre que precedió en el tiempo al de bucanier o buccaneer para designar el oficio de aquellos que se dedicaban a perseguir a los españoles, cazar y curar la carne. Para algunos autores, la palabra filibustero deriva de la palabra flyboat, y se basan en que los cazadores franceses de La Española habían comprado a los holandeses unos barcos llamados flyboats que utilizarían para perseguir a los españoles. Sin embargo, encontramos dos objeciones a esta etimología. La primera de ellas, que la palabra flyboat es solo una traducción inglesa de la palabra holandesa fluyt, que es la denominación originaria del barco en cuestión. La segunda, que no parece sensato que a nadie se le ocurra usar fluyts holandeses para perseguir grandes navíos.”[19]

Es importante señalar que bucaneros y filibusteros están íntimamente ligados, incluso territorialmente, pues ambos son fenómenos antillanos. Sin embargo, existen otras versiones sobre el cómo surgieron aquellos. Una versión la da el historiador Daniel Serrano, quien basándose en la obra histórica de Exquemelin, apuntó:

“Cuando los salvajes bucaneros van abandonando sus antiguas costumbres seducidos por los beneficios del corso, se crea un nuevo tipo de ladrón de mar conocido como filibustero. Los filibusteros surgen en la primera mitad del siglo XVII y se desarrollan durante la segunda. Son pues el resultado de la fusión de corsarios y bucaneros en un fenómeno exclusivo del Caribe.”[20]

Por su parte, el historiador marítimo naval, Francisco Cabezos al respecto menciona que:

“El filibusterismo de Tortuga es por lo tanto herencia de la situación que había llevado a la corso - piratería del siglo XVI a usar La Española como base de reabastecimiento, incentivando el contrabando, con la diferencia de que ahora esa nueva amenaza disponía de una base fija a pocos kilómetros de la costa”.[21]

Haring. por su parte señala:

“Cuando por circunstancias ulteriores, los cazadores ejercieron a un tiempo su comercio de carne y cueros con la piratería, el nombre fue perdiendo gradualmente su significado primitivo y adquirió, por lo menos en lengua inglesa, su moderna y más conocida acepción de corsario o filibustero”

Sin embargo, Burney aclara:

“Algunos han encontrado diferencias de aspecto y carácter entre bucaneros y filibusteros. Probablemente las hubo en algunos casos tras el asentamiento en Tortuga; pero, antes y después, las distintas ocupaciones solían entremezclarse, los que les confería un carácter híbrido. Barcos que procedían de todas las Antillas frecuentaban Tortuga, y continuamente sucedía que varios miembros de sus tripulaciones abandonaban los barcos para hacerse bucaneros; al igual que entre los bucaneros siempre había algún deseoso de dejar su oficio de cazador, de ir en travesía, de integrar una expedición y regresar a Europa. El ser ambas ocupaciones, la de caza y la persecución, propias del mismo individuo, hizo que los nombres de filibustero y bucanero se consideraran sinónimos, ambos con una connotación fundamental y permanente de hostilidad contra los españoles. A bucaneros y filibusteros, por tanto, durante todo el tiempo que mantuvieron su estado independiente, debe atribuírseles un mismo carácter; pues cada uno ejercía, según el momento, uno u otro oficio, y ellos mismos adoptan ambos nombres indistintamente, ya actuaran en el mar o en tierra firme. Sin embargo, esta situación se ve alterada por las distintas preferencias de los aventureros franceses e ingleses. Los primeros cazadores de ganado, en su mayoría, eran franceses; mientras que la mayoría de los que, al principio, perseguían a los españoles eran ingleses. Los aventureros franceses preferían el nombre de filibusteros; en tanto que los ingleses mostraban preferencia por el de bucaneros.”[22]

Hasta 1640, el filibusterismo era más de tipo ocasional en las Antillas, aumentando considerablemente a partir de la segunda mitad del siglo. En sus inicios, el filibusterismo tenía por costumbre elegir a su capitán de entre los mismos bucaneros; sin embargo, este apenas tenía mayores prerrogativas que el un marinero cualquiera y aunque era obedecido fielmente, podía ser sustituido a voluntad.[23]

Una de varias imágenes fidedignas que muestran a un filibustero francés en la década de los 1680s. Fuente: Swordplay & swashbuckle: flibustiers.

Con respecto a su forma de atacar, Haring hace una adecuada descripción:

“Al comienzo de un viaje, los filibusteros se hallaban generalmente tan apiñados en sus medianos bajeles que sufrían mucho por falta de espacio; además se veían poco protegidos contra el sol y la lluvia, y por su reducido acopio de abastos a menudo afrontaban el hambre, circunstancia que con frecuencia influía tanto como cualquier otra en sus ataques desalentados contra toda presa probable, grande o chica, a fin de apoderarse de ella o perecer en la tentativa. Lo primero que procuraban consistía en acercársela y aunque una sola andanada habría hundido su frágil embarcación, maniobraban con tal destreza que siempre presentaban la popa al enemigo, mientras que sus mosqueteros barrían la cubierta del contrario hasta que el capitán juzgaba oportuno el abordaje.”[24]

El filibusterismo empezó su declive a finales del siglo XVII, cuando se mezclaron con los colonos o fueron aniquilados por las potencias europeas que ya no los consideraba necesarios.[25] Esta última situación se dio posteriormente a la firma del tratado de Utrecht (hacia 1722), en donde España reconoció que Inglaterra, Francia y Holanda tenían el derecho de comerciar con el Caribe.[26]



[1] Esta denominación era usada por los cronistas de lo siglos XVI y XVII e identificaba a las tribus tupis que vivían en la costa de Brasil. En el Diccionário do Brasil Colonial puede leerse al respecto lo siguiente: “Los tupinambás o tupis no eran homogéneos, y formaban, según los cronistas, “naciones”, “castas” o “generaciones” que frecuentemente luchaban entre sí y se localizaban en puntos distintos del litoral. Los carijós eran una rama de los guaraníes y se establecían entre la laguna de los Patos y Cananéia; los tupiniquis se expandían por la altiplanicie y el litoral de São Paulo; los tupinambá propiamente dichos o tamoios se ubicaban entre el litoral norte paulista, el valle del Paraíba y Cabo Frío; los temiminós, en la bahía de Guanabara. Entre Espíritu Santo y Bahía, los indios fueron también denominados genéricamente tupiniquins; el territorio entre Bahía y la hoz del San Francisco era también dominado por los tupinambás; en cuanto a los potiguares, se distribuían por la costa del noreste hasta Ceará. En el siglo XVII, los colonos encontraron tupinambás en el Marañón, en Pará y en la isla de Tupinambarana, en el medio Amazonas.” Yobenj Aucardo, “El festín antropofágico de los indios tupinambá en los grabados de Theodoro De Bray, 1592”, en UAEM Redalyc.org (sitio web), 2005, consultado el 20 de mayo de 2018, p. 11,  http://www.redalyc.org/pdf/833/83301001.pdf

[2] Jan de Léry (1536-1613). Escritor y viajero francés. Autor del libro L’Histoire d'un voyage faict en la terre du Brésil, autrement dite Amérique. De Léry fue enviado por Juan Calvino junto con otros trece a una colonia francesa en Brasil de nombre “France Antartiuque”. Esta colonia fue establecida por Nicolás Durand de Villegagnon, por encomienda del calvinista Gaspard de Coligny y con el apoyo del Rey de Francia en 1555. El centro de esta colonia estaba en el fuerte Coligny en la actual isla Villegagnon, en la bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, Brasil. [Martin Scharemberg, “Calvino y la misión al Brasil”, en Rama de almendro (sitio web), agosto de 2009, consultado el 1 de abril de 2018, http://ramadealmendro.blogspot.mx/2009/08/calvino-y-la-mision-al-brasil.html]

[3] Jan de Léry, L’Histoire d'un voyage faict en la terre du Brésil, autrement dite Amérique, La Rochelle, Antoine Chuppin, 1578, p. 153.

[4] Claudio d’Abbeville, Historia da missao dos padres capuchinos na ilha do Marinhao e suas circumvisinhancas”, Maranhao, 1874.

[5] Bernd Hauserger, “La economía novohispana, 1519-1760” en Sandra Kuntz Ficker (coord.), Historia mínima de la economía mexicana. 1519-2010, México, El Colegio de México, 2010, p. 47

[6] Antonio Sánchez Valverde, “Idea del valor de la isla Española, y utilidades, que de ella puede sacar su monarquía”, Madrid, Imprenta de don Pedro Marín, 1785, p. 96 https://books.googleusercontent.com/books/content?req=AKW5QacbwX6k7oYxG6cun7YLZ1NX-GuYoIxnIZfaniYgM_gCPr0WYBEpX7Lfh93w3Q4l_Kd58z-bic4v9rTu3wetsIOLBSfAEmgSq4LUSBuXxYRdOvgEEX8Dh0ILLbXyJl9Sssu6QmpbTskcKaD6tPxvrukRxjb5XwejNL5lte6F4P6hkJ38Lhqhd5lQVdaHmwWF12Vg8312fUkOA74wzHSPpGiRTHR1K_hvkRxr_zEmtJoKPPj2Zt1CmL-y5_FPxwdAB_gryaiqMLhywrX-10KAIcqxL29CFe1fdmHyKMmvkEnSmPuKE0A

[7] Francisco Cabezos Almenar, “Piratería y corso en La Española:1550-1650”, Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas, n. 16, 2016, p. 6-8

[8] Clarence Henry Haring, Los bucaneros de las Indias Occidentales en el siglo XVII, España, Renacimiento, 2003, p. 78.

[9] Mikhail W. Ramseir, La voile noire: aventuriers des Caraïbes et de l'océan Indien, Favre, 2006

[10] Linda A. Newson, El costo de la conquista, Honduras, Guaymuras, 2007, p. 376

[11] James Burney, Historia de los bucaneros en América, España, Renacimiento, 2007, p. 101-102

[12] Haring, op. cit., p. 78

[13] Haring, op. cit., p.86

[14] Cabezos Almenar, op. cit., p. 13

[15] Sánchez Valverde, op. citIbídem

[16] Alexandre Olivier Exquemelin, The history of the bucaneers of America, Boston, 1853, p. 49

[17] Cabezos, op. cit., Ibídem

[18] Haring, op. cit., p. 86-87

[19] James Burney, op. cit., p. 105-106

[20] Daniel Serrano Serrano, “Los bucaneros en el relato de Alexander O. Esquemelin”, Tesis de licenciatura, Universidad de Valladolid, Facultad de Filosofía y Letras, 2016, p. 22

[21] Cabezos Almenar, op. cit., p. 15

[22] Burney, op. cit., p. 106-107

[23] Haring, op. cit., p .93

[24] Ibíd., p.

[25] Carlos Canales, El oro de América: Galeones, flotas y piratas, Madrid, 2016

[26] Salvador Broseta, Las ciudades y la guerra, 1750-1898, España, Universitat Jaume I, Servicio de Publicaciones, 2002, p. 242