viernes, 13 de agosto de 2021

Bucaneros, filibusteros, corsarios y piratas en la carrera de Indias: sus orígenes y diferencias: Bucaneros y filibusteros(*)

 


«The buccaneer was a picturesque fellow», de la obra "El libro de piratas de Howard Pyle".

Luis Villanueva

(*) Un resumen de este trabajo fue inicialmente expuesto por quien esto escribe en la charla ¡Al  abordaje!, llevada a cabo en la librería "Mar Adentro" del puerto de Veracruz, el 18 de abril de 2018.

“Cuando se les pregunta a los filibusteros qué placer encuentran en gastar en poco tiempo y con tanta prodigalidad las riquezas que consiguen después de tantos esfuerzos y dolores, ellos responden: ‘Nos exponemos a infinitos peligros, pues nuestro destino es muy diferente al resto de los hombres; hoy vivimos, mañana estaremos muertos. Por eso, lo importante para nosotros es obtener esa riqueza, pues solo contamos con el día en que vivimos y nunca con el que tendríamos que vivir. Entonces ¿qué ahorros quieres mantener?’”

Histoire des avanturiers flibustiers.

De Alexander Olivier Exquemelin

El término español bucanero proviene del francés boucan y este quizá del tupi antiguo moka’ẽ (moquém), denominación que se daba a un tipo de estante o parrilla de madera donde los Tupinambá[1] del Brasil ahumaban carne, pescado e incluso, cuerpos de prisioneros sacrificados. Una amplia referencia al respecto la da Jan de Léry[2] en su obra L’Historie d’un voyage faict en la terre du Brésil autrement dite Amérique (La historia de un viaje a Brasil también llamado América), publicada por vez primera en el año de 1578:

En cuanto a la carne de este tapir, tiene el mismo sabor que la carne de vaca y en cuanto a la manera de cocinarlo, y aprendimos a la manera de nuestros salvajes, por lo general lo hacen Boucaner [ahumado]. Pero debido a que lo he mencionado antes y todavía tendré que usar Boucaner a menudo de esta manera de hablar, para no mantener al lector en suspenso y también porque la oportunidad se presenta muy bien ahora, quiero declarar cómo es esto. Nuestros americanos colocan en suficiente tierra cuatro tenedores de madera, tan grandes como el brazo y distantes en cuadro como tres pies y de alto como dos y medio, colocan a través palos a una pulgada o dos cerca uno del otro, hasta hacer una gran rejilla de madera, que en su idioma llaman Boucan […] Aquellos que tienen carne, las ponen en pedazos y con madera seca que no hace mucho humo, haciendo fuego lento debajo de ella, girando y girando de cuarto en cuarto de hora, la dejan cocinar todo el tiempo que quieran. Y a pesar de que comen las carnes para mantenerse, como lo hacemos aquí, no tienen otra manera de preservarlos que cocinarlos, si hubieran tomado en un día treinta bestias salvajes u otros […], para evitar que se descompongan serán inmediatamente hechos pedazos en el Boucan: así que, como dije, los revirarán y dejarán allí a veces más de veinticuatro horas y hasta que el centro y alrededor de los huesos estén tan cocidos como el exterior. Así los pescados, al igual en gran cantidad, cuando están bien secos los hacen harina. […]. Este es el Boucan y el Boucanneire, es decir, el asador de nuestros americanos: solo no se ven cuando les apetece hervir su carne.”[3]

Otra descripción apareció en la obra del monje franciscano Claude d’Abbeville (1614), quien fungió como misionero entre los tupinambás en la región de Maranhao (Brasil moderno).


Un boucan. Fuente: Bombolini. "La dieta de los piratas en el Caribe."

“Para isso usam uma espécie de grelha de madeira a que dão o nome de bucam, moquém. Essa grelha é formada de quatro forquilhas de madeira, de grossura de uma perna, fincadas no chão em forma de quadrado ou retângulo e sôbre as quais se colocam duas varas comoutras menores atravessadas e próximas umas das outras. O moquém ergue-se cêrca de tres pés acima do chão e tem comprimento e largura proporcionais ao número de homens que devem ser moqueados, não raro incrivelmente grande.”[4]

“Para ello usan una especie de rejilla de madera a la que dan el nombre de bucan, moquém. Esta cuadrícula está formada de cuatro horquillas de madera, de grosor de una pierna, clavadas en el suelo en forma de cuadrado o rectángulo y sobre las cuales se colocan dos varas con otras menores atravesadas y próximas unas de las otras. El moqué se alza de tres pies por encima del suelo y tiene longitud y anchura proporcionales al número de hombres que deben ser moqueados, no raro increíblemente grande.”

Aunque muy alejadas geográficamente, esta manera de preparar la carne fue utilizada por los europeos en la isla de La Española (isla compartida hoy en día por la República Dominicana y Haití), entre la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII. Esto quizá debido a que el boucan no era un instrumento culinario exclusivo de los Tupinambás de Brasil, sino de toda el área costera de Sudamérica y de la región Caribe, zona ésta última dominada por los taínos. O en su defecto, pudo ser una costumbre adoptada por los primeros colonos franceses y portugueses en el actual territorio brasileño, quienes posteriormente la llevarían a las Indias Occidentales, en donde se popularizó.

Con respecto al asentamiento de los bucaneros, este pudiera haber iniciado en la región norte Haití a partir de que España firmó la paz con Francia en 1598, con Inglaterra en 1604 (tratado de Londres) y con el acuerdo de una tregua de 12 años con Holanda en 1609, relajando con ello la de por sí fragmentada vigilancia marítima a lo largo de los litorales y rutas comerciales españolas.[5] Los asientos se incrementaron a partir de las décadas de los veintes y treintas del siglo XVII con la implementación del sistema de Flotas de Indias, que condujo a un desvío de las rutas comerciales desde Sevilla hacia Santo Domingo y de allí a Veracruz, en la Nueva España. El viaje de retorno iniciaba en este último puerto, de donde se dirigían hacia la Habana para encontrarse con los navíos procedentes de Cartagena de Indias y Portobelo y así viajar en flota a la península. Estos cambios, aunados al monopolio comercial impuesto desde la metrópoli con sus colonias, hicieron que La Española pasara a un segundo término en lo referente a comercio; produciendo su estancamiento y afectando el desarrollo de la isla; salvo en el puerto de Santo Domingo, que por su importancia siguió teniendo movimiento comercial y portuario. Todo ello fungió como caldo de cultivo para el florecimiento del contrabando (llevado a cabo principalmente por los holandeses[6]), pues este fue el único modo en que se pudo dar salida a los productos de la isla, como el cuero y el azúcar, que tenían demanda en Europa y eran vendidos a un mejor precio que en Sevilla. Además, se tenía la ventaja adicional de poder adquirir productos europeos de importación a precios competitivos.

Bucanero representado en el mapa de América de Nicolas De Fer (1698). La imagen no es de un testigo presencial. Obsérvese el boucan a la izquierda. Fuente: Bibliotheque Nationale de France).

Esta situación se tornó problemático para la Corona desde fines del siglo XVI y hasta principios del XVII, dando lugar a que tomara la decisión de despoblar la franja norte-oeste de la isla (Devastaciones de Osorio de 1605-1606), que era la zona más vinculada con el contrabando. La consecuencia de ello fue el declive en la producción de azúcar y cueros, y el surgimiento de una zona idónea para el establecimiento de los bucaneros y posteriormente de la filibustería.[7]

Así, el ganado porcino y vacuno que originalmente fueron llevados por los españoles a La Española, empezaron a ser abandonados por sus propietarios junto con las tierras de cultivo. Esto como una consecuencia de las políticas antimonopolio y quizá también, porque los colonos se sintieron atraídos por las riquezas del continente. El historiador inglés Clarance H. Haring, planteó que, en las islas de Jamaica, Puerto Rico y principalmente en La Española, los europeos que las visitaban notaron la enorme cantidad de ganado vacuno y porcino, salvaje o semisalvaje, que había en esos lugares. Estos animales, después de haber sido abandonados, empezaron a reproducirse, poblando prontamente las sabanas y bosques de su nuevo hábitat. Como los españoles habían deshabitado la ribera norte de La Española, es explicable que los barcos contrabandistas fondearan en esas solitarias costas en busca de bastimentos, mismos que eran fáciles de conseguir entre el mencionado ganado, provocando en más de uno la tentación de establecerse en aquellos parajes.

Con el paso del tiempo surgieron cazadores, principalmente de nacionalidad francesa y británica, que sobrevivieron avituallando a las naves con la carne preparada en el boucan, la piel curtida y el sebo de los animales que cazaban. A cambio recibían víveres y objetos comunes según sus necesidades. Haring también detalla que estos hombres eran “desertores de barcos, tripulantes de naves náufragas y probablemente [negros] cimarrones;”[8] idea que es complementada por el escritor e investigador de origen ruso Mikhail W. Ramseier, quien escribió que estos grupos vendían las pieles y carne ahumada a los barcos a cambio de armas y coñac.[9]

Al reiniciarse las hostilidades entre España e Inglaterra en 1625, se renovaron los intentos por establecer colonias dentro de los territorios españoles, buscando al mismo tiempo debilitar su poder.[10] En ese año y en el mismo día, con el fin de fundar una colonia compartida, desembarcaron ingleses y franceses en la isla de San Cristóbal (Saint Kitts para los británicos), que entonces se encontraba habitada por indios caribes. Si bien los españoles nunca se asentaron en la isla, acostumbraban a fondear allí para avituallarse; por lo que los colonizadores, argumentando que los naturales eran aliados de los españoles, mataron a sus jefes e hicieron que el resto de los indígenas abandonaran la isla.

A fines de 1629, arribó a la isla una poderosa flota compuesta de 39 barcos bajo el mando del almirante español Fadrique Álvarez de Toledo Osorio, quien reconquistó San Cristóbal sin encontrar resistencia. Los franceses, al ver la llegada de los peninsulares, se embarcaron y huyeron a las islas situadas al norte. Toledo entonces capturó e hizo embarcar en sus naves a muchos ingleses, para así evacuar la isla rápidamente. Tras dejar un destacamento en la isla, zarpó no sin advertir a los colonos que ya no pudo transportar, que abandonaran inmediatamente la isla, pues si a su regreso aún se encontraban allí, serían pasados a cuchillo. Sin embargo, tan pronto como se alejó la flota española, los ingleses y franceses retornaron.

El escritor y oficial de la marina inglesa de fines del siglo XVIII, James Burney, hace hincapié en lo siguiente:

“El asentamiento de San Cristóbal estimuló notablemente a los cazadores de la costa oeste de La Española. Sus factorías de sazón de carne y secado de pieles se multiplicaron, y al aumentar el valor de estas, surgió, en consecuencia, la preocupación por garantizar su seguridad. Con este objeto tomaron posesión de la pequeña isla Tortuga, […] Tortuga contaba con un fondeadero óptimo para el anclaje, y su distancia de La Española parecía ser buena garantía ante repentinos ataques inesperados.”[11]

La Tortuga es una isla rocosa de 37 km de longitud, 7 de ancho y 180 km2 de superficie, separada de Haití por un estrecho canal. Fue bautizada así por Cristóbal Colón desde su primer viaje, en alusión a una de sus montañas que tiene semejanza con una tortuga. Dentro de su orografía, la isla puede dividirse en dos partes: al norte una zona montañosa e inaccesible (Cote-de-Fer, “Costa de Hierro”) y al sur, un excelente fondeadero y refugio de suelo arenoso.

La isla de la Tortuga en un mapa del siglo XVII. Fuente: Wikipedia.

No obstante, es posible que los cazadores estuvieran establecidos en la Tortuga desde años antes, pues se tiene el conocimiento del envío de una expedición española contra la isla entre 1630 y 1631 para expulsarlos. Los españoles dejaron un destacamento de veintiocho soldados y un oficial que no permanecieron allí por mucho tiempo, por lo que fue ocupada nuevamente por los franceses e ingleses. Hacia 1630 llegaron a La Española algunos colonos franceses e ingleses expulsados por Toledo Osorio de la isla de San Cristóbal, estableciéndose muchos de ellos con los cazadores de la isla Tortuga, donde encontraron una fácil y rica forma de manutención en el ganado vacuno y en los cerdos salvajes, además de ser un excelente refugio contra los españoles.[12] Esta fusión entre los cazadores y los colonos empezó a ser conocida como bucaneros (boucanier en francés) o sea, los que usan el boucan o los que asan la carne (o la secan) en el boucan (viandé boucanée[13]).[14] Por otra parte, los holandeses ofrecieron comprarles las carne y piel que obtenían de la caza, además de asistirles en todo lo necesario, fijando con ello una seguridad para continuar con sus labores.[15]

Independientemente de su comercio con las pieles y carne, los bucaneros no desaprovechaban la oportunidad de asaltar algún navío o incluso alguna población. La piratería no estaba peleada con sus actividades de caza, pues alternaban una actividad con la otra. El filibustero Exquemelin define sus actividades de la siguiente manera: “…son tres: ya sea para cazar o plantar [tabaco o caña de azúcar], o bien recorrer los mares como piratas”.[16] No obstante, con el paso del tiempo fueron inclinándose más hacia la piratería, uniéndose a los piratas de Tortuga para dar pie a una nueva clasificación: los filibusteros.[17]

Los filibusteros surgieron a principios del siglo XVII, teniendo su máximo desarrollo durante la segunda mitad de ese mismo siglo. Estuvieron conformados principalmente por aventureros franceses, holandeses e ingleses exiliados en las Indias Occidentales, que escapaban de la guerra o de la persecución religiosa en Europa. En cuanto a la etimología del término, la palabra proviene del inglés antiguo “flibutor”, derivado del holandés “vrijbuiter” que se traduce al inglés como “freebooter”; literalmente, “hacerse del botín libremente” o “navegar libremente”. Algunas fuentes citan como origen a la palabra “flibot” (un tipo de bote pequeño), mientras que otras prefieren “free booter” (libre pillaje). Al respecto, Haring opina:

“Parce, sin embargo, que los aventureros franceses limitaron siempre la palabra “boucanier” a su sentido propio de cazador y curador de carne, por donde, cuando se convirtieron en corsarios, se dio el curioso contraste de que adoptaron un nombre en inglés llamándose “flibustiers”, forma que los marineros franceses daban a la palabra inglesa “freebouter”.[18]

Opinión de la cual difiere Burney:

“A los bucaneros y aventureros franceses se les distinguía con el nombre de filibusteros. La palabra filibustero no responde sino a la forma en que los marineros franceses pronunciaban la palabra inglesa freebooter, nombre que precedió en el tiempo al de bucanier o buccaneer para designar el oficio de aquellos que se dedicaban a perseguir a los españoles, cazar y curar la carne. Para algunos autores, la palabra filibustero deriva de la palabra flyboat, y se basan en que los cazadores franceses de La Española habían comprado a los holandeses unos barcos llamados flyboats que utilizarían para perseguir a los españoles. Sin embargo, encontramos dos objeciones a esta etimología. La primera de ellas, que la palabra flyboat es solo una traducción inglesa de la palabra holandesa fluyt, que es la denominación originaria del barco en cuestión. La segunda, que no parece sensato que a nadie se le ocurra usar fluyts holandeses para perseguir grandes navíos.”[19]

Es importante señalar que bucaneros y filibusteros están íntimamente ligados, incluso territorialmente, pues ambos son fenómenos antillanos. Sin embargo, existen otras versiones sobre el cómo surgieron aquellos. Una versión la da el historiador Daniel Serrano, quien basándose en la obra histórica de Exquemelin, apuntó:

“Cuando los salvajes bucaneros van abandonando sus antiguas costumbres seducidos por los beneficios del corso, se crea un nuevo tipo de ladrón de mar conocido como filibustero. Los filibusteros surgen en la primera mitad del siglo XVII y se desarrollan durante la segunda. Son pues el resultado de la fusión de corsarios y bucaneros en un fenómeno exclusivo del Caribe.”[20]

Por su parte, el historiador marítimo naval, Francisco Cabezos al respecto menciona que:

“El filibusterismo de Tortuga es por lo tanto herencia de la situación que había llevado a la corso - piratería del siglo XVI a usar La Española como base de reabastecimiento, incentivando el contrabando, con la diferencia de que ahora esa nueva amenaza disponía de una base fija a pocos kilómetros de la costa”.[21]

Haring. por su parte señala:

“Cuando por circunstancias ulteriores, los cazadores ejercieron a un tiempo su comercio de carne y cueros con la piratería, el nombre fue perdiendo gradualmente su significado primitivo y adquirió, por lo menos en lengua inglesa, su moderna y más conocida acepción de corsario o filibustero”

Sin embargo, Burney aclara:

“Algunos han encontrado diferencias de aspecto y carácter entre bucaneros y filibusteros. Probablemente las hubo en algunos casos tras el asentamiento en Tortuga; pero, antes y después, las distintas ocupaciones solían entremezclarse, los que les confería un carácter híbrido. Barcos que procedían de todas las Antillas frecuentaban Tortuga, y continuamente sucedía que varios miembros de sus tripulaciones abandonaban los barcos para hacerse bucaneros; al igual que entre los bucaneros siempre había algún deseoso de dejar su oficio de cazador, de ir en travesía, de integrar una expedición y regresar a Europa. El ser ambas ocupaciones, la de caza y la persecución, propias del mismo individuo, hizo que los nombres de filibustero y bucanero se consideraran sinónimos, ambos con una connotación fundamental y permanente de hostilidad contra los españoles. A bucaneros y filibusteros, por tanto, durante todo el tiempo que mantuvieron su estado independiente, debe atribuírseles un mismo carácter; pues cada uno ejercía, según el momento, uno u otro oficio, y ellos mismos adoptan ambos nombres indistintamente, ya actuaran en el mar o en tierra firme. Sin embargo, esta situación se ve alterada por las distintas preferencias de los aventureros franceses e ingleses. Los primeros cazadores de ganado, en su mayoría, eran franceses; mientras que la mayoría de los que, al principio, perseguían a los españoles eran ingleses. Los aventureros franceses preferían el nombre de filibusteros; en tanto que los ingleses mostraban preferencia por el de bucaneros.”[22]

Hasta 1640, el filibusterismo era más de tipo ocasional en las Antillas, aumentando considerablemente a partir de la segunda mitad del siglo. En sus inicios, el filibusterismo tenía por costumbre elegir a su capitán de entre los mismos bucaneros; sin embargo, este apenas tenía mayores prerrogativas que el un marinero cualquiera y aunque era obedecido fielmente, podía ser sustituido a voluntad.[23]

Una de varias imágenes fidedignas que muestran a un filibustero francés en la década de los 1680s. Fuente: Swordplay & swashbuckle: flibustiers.

Con respecto a su forma de atacar, Haring hace una adecuada descripción:

“Al comienzo de un viaje, los filibusteros se hallaban generalmente tan apiñados en sus medianos bajeles que sufrían mucho por falta de espacio; además se veían poco protegidos contra el sol y la lluvia, y por su reducido acopio de abastos a menudo afrontaban el hambre, circunstancia que con frecuencia influía tanto como cualquier otra en sus ataques desalentados contra toda presa probable, grande o chica, a fin de apoderarse de ella o perecer en la tentativa. Lo primero que procuraban consistía en acercársela y aunque una sola andanada habría hundido su frágil embarcación, maniobraban con tal destreza que siempre presentaban la popa al enemigo, mientras que sus mosqueteros barrían la cubierta del contrario hasta que el capitán juzgaba oportuno el abordaje.”[24]

El filibusterismo empezó su declive a finales del siglo XVII, cuando se mezclaron con los colonos o fueron aniquilados por las potencias europeas que ya no los consideraba necesarios.[25] Esta última situación se dio posteriormente a la firma del tratado de Utrecht (hacia 1722), en donde España reconoció que Inglaterra, Francia y Holanda tenían el derecho de comerciar con el Caribe.[26]



[1] Esta denominación era usada por los cronistas de lo siglos XVI y XVII e identificaba a las tribus tupis que vivían en la costa de Brasil. En el Diccionário do Brasil Colonial puede leerse al respecto lo siguiente: “Los tupinambás o tupis no eran homogéneos, y formaban, según los cronistas, “naciones”, “castas” o “generaciones” que frecuentemente luchaban entre sí y se localizaban en puntos distintos del litoral. Los carijós eran una rama de los guaraníes y se establecían entre la laguna de los Patos y Cananéia; los tupiniquis se expandían por la altiplanicie y el litoral de São Paulo; los tupinambá propiamente dichos o tamoios se ubicaban entre el litoral norte paulista, el valle del Paraíba y Cabo Frío; los temiminós, en la bahía de Guanabara. Entre Espíritu Santo y Bahía, los indios fueron también denominados genéricamente tupiniquins; el territorio entre Bahía y la hoz del San Francisco era también dominado por los tupinambás; en cuanto a los potiguares, se distribuían por la costa del noreste hasta Ceará. En el siglo XVII, los colonos encontraron tupinambás en el Marañón, en Pará y en la isla de Tupinambarana, en el medio Amazonas.” Yobenj Aucardo, “El festín antropofágico de los indios tupinambá en los grabados de Theodoro De Bray, 1592”, en UAEM Redalyc.org (sitio web), 2005, consultado el 20 de mayo de 2018, p. 11,  http://www.redalyc.org/pdf/833/83301001.pdf

[2] Jan de Léry (1536-1613). Escritor y viajero francés. Autor del libro L’Histoire d'un voyage faict en la terre du Brésil, autrement dite Amérique. De Léry fue enviado por Juan Calvino junto con otros trece a una colonia francesa en Brasil de nombre “France Antartiuque”. Esta colonia fue establecida por Nicolás Durand de Villegagnon, por encomienda del calvinista Gaspard de Coligny y con el apoyo del Rey de Francia en 1555. El centro de esta colonia estaba en el fuerte Coligny en la actual isla Villegagnon, en la bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, Brasil. [Martin Scharemberg, “Calvino y la misión al Brasil”, en Rama de almendro (sitio web), agosto de 2009, consultado el 1 de abril de 2018, http://ramadealmendro.blogspot.mx/2009/08/calvino-y-la-mision-al-brasil.html]

[3] Jan de Léry, L’Histoire d'un voyage faict en la terre du Brésil, autrement dite Amérique, La Rochelle, Antoine Chuppin, 1578, p. 153.

[4] Claudio d’Abbeville, Historia da missao dos padres capuchinos na ilha do Marinhao e suas circumvisinhancas”, Maranhao, 1874.

[5] Bernd Hauserger, “La economía novohispana, 1519-1760” en Sandra Kuntz Ficker (coord.), Historia mínima de la economía mexicana. 1519-2010, México, El Colegio de México, 2010, p. 47

[6] Antonio Sánchez Valverde, “Idea del valor de la isla Española, y utilidades, que de ella puede sacar su monarquía”, Madrid, Imprenta de don Pedro Marín, 1785, p. 96 https://books.googleusercontent.com/books/content?req=AKW5QacbwX6k7oYxG6cun7YLZ1NX-GuYoIxnIZfaniYgM_gCPr0WYBEpX7Lfh93w3Q4l_Kd58z-bic4v9rTu3wetsIOLBSfAEmgSq4LUSBuXxYRdOvgEEX8Dh0ILLbXyJl9Sssu6QmpbTskcKaD6tPxvrukRxjb5XwejNL5lte6F4P6hkJ38Lhqhd5lQVdaHmwWF12Vg8312fUkOA74wzHSPpGiRTHR1K_hvkRxr_zEmtJoKPPj2Zt1CmL-y5_FPxwdAB_gryaiqMLhywrX-10KAIcqxL29CFe1fdmHyKMmvkEnSmPuKE0A

[7] Francisco Cabezos Almenar, “Piratería y corso en La Española:1550-1650”, Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas, n. 16, 2016, p. 6-8

[8] Clarence Henry Haring, Los bucaneros de las Indias Occidentales en el siglo XVII, España, Renacimiento, 2003, p. 78.

[9] Mikhail W. Ramseir, La voile noire: aventuriers des Caraïbes et de l'océan Indien, Favre, 2006

[10] Linda A. Newson, El costo de la conquista, Honduras, Guaymuras, 2007, p. 376

[11] James Burney, Historia de los bucaneros en América, España, Renacimiento, 2007, p. 101-102

[12] Haring, op. cit., p. 78

[13] Haring, op. cit., p.86

[14] Cabezos Almenar, op. cit., p. 13

[15] Sánchez Valverde, op. citIbídem

[16] Alexandre Olivier Exquemelin, The history of the bucaneers of America, Boston, 1853, p. 49

[17] Cabezos, op. cit., Ibídem

[18] Haring, op. cit., p. 86-87

[19] James Burney, op. cit., p. 105-106

[20] Daniel Serrano Serrano, “Los bucaneros en el relato de Alexander O. Esquemelin”, Tesis de licenciatura, Universidad de Valladolid, Facultad de Filosofía y Letras, 2016, p. 22

[21] Cabezos Almenar, op. cit., p. 15

[22] Burney, op. cit., p. 106-107

[23] Haring, op. cit., p .93

[24] Ibíd., p.

[25] Carlos Canales, El oro de América: Galeones, flotas y piratas, Madrid, 2016

[26] Salvador Broseta, Las ciudades y la guerra, 1750-1898, España, Universitat Jaume I, Servicio de Publicaciones, 2002, p. 242

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