(*) Este texto es parte de un trabajo que originalmente fue expuesto por el autor en la charla ¡Filibusteros, al abordaje! llevada a cabo en la librería "Mar Adentro" del puerto de Veracruz el 4 de mayo de 2018.
Luis Villanueva
Laurens
de Graff nació alrededor de 1653 en Dorth (o Dordrecht), en las Provincias
Unidas (Holanda), en el seno de una familia católica acomodada. Sin embargo, en
un documento del Archivo General de Indias (AGI) titulado “Obras para la
fortificación y defensa del puerto de Veracruz” (1683), se señala que “el
capitán Lorenzo era de nación pichilingui”, posiblemente una corrupción
de la palabra Flessingue (o Vlissienge), un importante puerto comercial
holandés. Falleció el 24 de mayo de 1704 en Cap Français (Cabo Francés, hoy
Cabo Haitiano -Cap Haïtien-) en la entonces isla de Saint-Dominque (Santo
Domingo).
Aunque hay
poca información de su niñez y juventud, pero se sabe que tuvo una buena
educación, destacando en el conocimiento de la literatura contemporánea y en el
dominio de idiomas extranjeros (hablaba holandés, español, francés y
posiblemente algo de ingles).
Su interés en la música era ampliamente conocido, pues tocaba el violín, los
tambores y la trompeta. Esto último fue confirmado por el filibustero Alexander
Exquemelin, quien escribió que “las trompetas le divertían”.
Su preferencia literaria era El Rey Lear
de Shakespeare, de quien podía recitar sus obras tanto en holandés como en
español.
Tal vez fue
su educación católica lo que le hizo abandonar Dort junto con su familia a
temprana edad, pues en 1618 un Sínodo realizado en ese mismo lugar reafirmó al
calvinismo como corriente religiosa base dentro de la Iglesia reformada
universal de los Países Bajos;
doctrina que era contraria a la Iglesia católica. Es posible que entonces
hubieran emigrado a España, donde el joven de Graff se enroló primero como marinero y posteriormente se especializó
como artillero, arma en donde mostró ser muy hábil.
Fue
destinado a las Islas Canarias, lugar donde conoció a Petronila de Guzmán, de distinguida familia y con
quien se casó en 1674 en Tenerife (Islas Canarias), de donde era originaria.
Con el paso del tiempo, la Corona española reconoció su liderazgo, razón por la
cual se le dio la responsabilidad de gobernar un barco. Se le comisionó a las
Antillas Occidentales junto con la Armada de Barlovento, en donde seguramente
tuvo la oportunidad de combatir al filibusterismo francés, quienes a su vez encontraron
en él a un digno enemigo. Poco tiempo después fue capturado, lo que le permitió
conocer el ambiente libre, pero a la vez agreste y rudo del filibusterismo,
mismo que finalmente lo persuadiría para unírsele. No permaneció mucho tiempo
como un simple filibustero, pues los franceses lo reconocieron muy pronto como
uno de sus principales jefes. Según Sieur de Pouancay, gobernador de la costa
de Santo Domingo y la isla Tortuga, sus andanzas iniciaron entre 1675 y 1676
como capitán de un grupo de filibusteros franceses.
Para el año de 1679 ya era el
comandante de Le Tigre, una fragata
con 24-28 cañones que capturó de la flota de Barlovento. En otra ocasión, de
Graaf se las arregló para capturar, de la misma flota, otra fragata con 26
cañones y 10 pedreros: el Princesa.
Esta nave transportaba los salarios anuales (120 000 pesos de plata), para los
soldados en Puerto Rico y Santo Domingo, mismos que de Graff distribuyó entre
los 140 filibusteros que componían su fuerza. Luego designó al Princesa como su buque insignia,
rebautizándola como La Francesca. Pronto su fama se extendió debido a sus constantes
y exitosos golpes, a grado tal que la sola mención de su nombre llenaba de
terror las costas españolas. Este miedo era tan genuino, que en las oraciones
públicas la gente pedía a Dios que los protegiera de la furia de Laurencillo.
No es que él hubiera estado detrás de todos los ataques, pero a menudo los
mismos filibusteros hacían correr la voz de que estaba a la cabeza, convencidos
de que su sólo nombre contribuiría a la derrota de sus enemigos. Por
otra parte, de Graff sabía que los españoles habrían dado todo por capturarlo;
y que, de haberlo logrado, hubieran hecho con su persona lo inimaginable. Por
ello, no hubo combate en el cual no pusiera a un hombre con una tea encendida cerca
de la pólvora, para hacer volar su nave en caso de que fuera a ser capturado.
Las
expediciones que de Graaf realizó, en ocasiones fueron llevadas a cabo en
compañía de otros filibusteros y corsarios, como sucedió en 1683 cuando se
asoció con el también holandés Nicolaas van Hoorn y con el francés Michel de
Grammont, dúo con quienes planeó una incursión a la importante ciudad de la
Nueva Veracruz, en las costas del Golfo de México. Ellos sabían que en este
puerto se almacenaban mercancías provenientes tanto del interior de la Nueva
España, como de las Filipinas.
Un duelo entre van Hoorn y de Graaf en Sacrificios, isla situada a poca
distancia de la mencionada ciudad, dio como resultado que el segundo hiriera
levemente en uno de los brazos al primero, herida que finalmente lo llevaría a
la muerte un mes más tarde debido a la gangrena.
Después de este incidente, de Graaf no se atrevió a
mostrarse públicamente por algún tiempo, pero pronto regresó a la mar a seguir
con sus correrías. El 6 de julio de 1685 capturó, junto con Michel de
Grammont, la villa de San Francisco de Campeche y posteriormente, entre fines
de agosto e inicios de septiembre, fue herido en un combate contra tres naves
españolas que prefirieron cañonear su barco hasta hundirlo antes que abordarlo.
Ese mismo año, el rey Luis XIV le otorgó las cartas de naturalización (oficialmente
lo convirtió un corsario al servicio de Francia) y de perdón por la muerte de
van Hoorn. En 1686 fue nombrado Mayor
por Pierre-Paul Tarin de Cussy, gobernador de la Tortuga y de la parte francesa
de la costa de Santo Domingo.
Laurens
de Graff fue descrito (no sin cierto dejo de admiración), por Exquemelin en los
siguientes términos:
“[…] alto de
estatura sin ser bóveda, la cara
bella sin parecer afeminado, cabello rubio dorado sin ser rojo, y un bigote a
la española de los más usado en el mundo, difícilmente se ha visto mejor
artillero, él con certeza juzga el área donde debe dar un tiro de cañón cuando
lo sitúa perfectamente, [y] ese debe ser el lugar donde tira la bala. Es
rápido, fuerte y decidido. Resolver, emprender, ejecutar, es lo mismo para él.
En verdad es intrépido ante el peligro; más es impaciente, gana y jura
demasiado. Además, está perfectamente instruido en la manera de combatir a los
españoles; los conoce a fondo, pues ha estado mucho tiempo entre ellos. […] ”
El
hecho de que de Graff hubiera sido de talla alta, aunado a que su hipocorístico
fuera originalmente Laurencillo, descarrila la versión de que se le llamó así a
causa de una supuesta baja estatura;
tal y como lo pregonan libros, páginas web e incluso, estudios de investigación
histórica. Pero entonces, ¿cómo fue que el apodo derivó en Lorencillo? Elucubro: La
pronunciación de este nombre en español es tal y como se escribe: “Laurens”. Si a este se le agrega la
terminación del diminutivo cillo, sonaría entonces “Laurencillo”. De aquí a ser
pronunciado como “Lorencillo” solo restaba un paso; mismo que se dio muy rápido,
pues desde su época al servicio de España ya era conocido de esta manera.
Con
respecto a su arrojo, Exquemelin describió un evento que bien pudiera retratar
a Laurens de Graff en este ámbito. Sin embargo, es importante dejar en claro
que el escritor y filibustero bien pudo haber aderezado su narración con el fin
de resaltar las virtudes del holandés, o en su defecto, quien se lo contó pudo también
haber exagerado los detalles:
“Su bajel estaba suficientemente equipado con hombres y
municiones de guerra y de boca. Navegando, vio [unas] naves que primeramente
pensó que eran de los suyos, como el capitán Grandmont o algún otro comandante
francés. Cuando finalmente se acercan, él reconoce que eran españoles y que en
estas dos naves estaban el Almirante y el Vice-Almirante de Galeones del Rey de
España, cada uno con 60 piezas de cañón y mil quinientos hombres. El capitán
Laurent sobrepuso la prudencia al valor, reconoció que la partida no estaba
igual y que habría allí más temeridad que valor al esperar a estos dos bajeles.
Hizo todo lo posible por evitarlos; pero al ver que habían avanzado demasiado,
y con eso no había manera de tener éxito en este encuentro, lo único que podía
hacer era inspirar a sus hombres para defenderse al extremo. En este punto, el
miró a todos los de su buque para descubrir sus sentimientos, y les habló en
francés. ‘Ustedes son tropa experimentada’, dijo, ‘no sabemos el riesgo que
corremos, y [son] demasiado valientes para [tener] miedo, aquí hay que
arriesgar, defenderse y atacar simultáneamente: El valor, la astucia, la temeridad
y la misma desesperación, todo tiene que ser usado en ese encuentro, [más] cuando
estemos en manos de nuestros enemigos, [enfrentando] cualquier tipo de infamia,
y los más crueles de los tormentos, y por último la pérdida de la vida; así que
procuren escapar de la barbarie y escapar combatiendo.’ Este discurso dejó una
gran impresión en el espíritu de los filibusteros, y nuestro Capitán queriendo
disfrutar de la buena disposición cuando, para ponerlos en la última prueba,
llama a los más intrépidos entre todos; dio órdenes precisas de prender fuego a
la pólvora a la primera señal de él y para éste propósito ordenó estar siempre
atentos y con la mecha encendida cerca del polvorín, por lo tanto sabiendo que
ellos conocían que no había salvación, sólo la muerte o el coraje; entonces él
camina por su navío y ordena de inmediato una andanada de fusilería que fue
ejecutada y luego levantó la voz para que todo el mundo escuchara, mostrándoles
la mano a sus enemigos: se trata de pasar entre sus naves disparando
vigorosamente a [hacia] ellas. Se hizo de esta manera para mantener siempre
bajo control a los dos bajeles y ocupar ambos lados [de su nave] para también
disparar con la derecha y con la izquierda y evitar de esta manera impactar con
él y aplastar [a] su mayoría. De esta forma los filibusteros pasaron entre los
dos galeones y pasaron por el fuego de todos los cañones que dispararon una
descarga simultánea, era la primera vez los españoles vieron el hundimiento de
uno y del otro de sus galeones [y] al menos cuarenta y ocho de sus hombres. El
fuego continuó de esta manera, cuando un cañonazo que impactó en el bajel del
capitán Laurent le hirió el muslo haciéndolo caer al suelo. Se levantó de
inmediato y viendo a sus hombres sorprendidos; para tranquilizarlos exclamó en
tono firme, ‘¡esto no es suyo!’, y para persuadirlos mejor corrió a la parte
frontal del barco, donde se les apareció a sus ojos, como el enemigos más
vigoroso y más formidable que nunca, sosteniendo su espada en una mano y su
pistola en la otra. Fue allí cuando realizó con valor cosas que difícilmente podríamos
describir. Había observado que el combate de encajamiento se había alargado;
deseosos de entregar la suya [su vida] o perecer, le vino a la mente ir a un
cañón y apuntar él mismo la pieza cuyo disparo felizmente rompe el mástil del
almirante español para que ya no aprehenda más al capitán Laurent. Después del
amarre únicamente el comandante no se atrevió en ir al abordaje del barco
filibustero, porque sabía que esta gente estaba determinada a perecer por igual
y antes que rendirse. Él estuvo algo de tiempo sin hacer nada y el Capitán
Laurent tomando ventaja de ese intervalo para escapar gloriosamente a la vista
de sus enemigos.”
Entre
1694 y 1695, las colonias francesas en Santo Domingo fueron atacadas por un
ejército anglo-español, siendo de Graff el responsable de la defensa en Cap
Français. Desde el 15 de julio de 1694, la flota aglo-española se hizo a la
vela con 4 mil hombres de desembarco. Al llegar a la bahía de Mancenille
(Manzanillo), al Este de Cap Français, se les incorporaron ocho naves españolas
con 2 mil hombres más, enviados por el presidente de Santo Domingo. El 28 de
julio, de Graff intentó capturar junto con su gente, un barco negrero de 300
toneladas y 30 piezas de cañón; pero el capitán, que ya había bajado a los
negros, incendió el barco y escapó. El 29 desembarcaron alrededor de mil
ingleses en la bahía de Coubé, en donde se atrincheraron. A su encuentro salió una
fuerza con de Graff a la retaguardia, la cual tuvo que sortear el constante
fuego de la artillería durante su avance; pero tan pronto como estuvo a tiro de
fusil, hizo que sus filibusteros abrieran nutrido fuego sobre las trincheras
inglesas, para finalmente arrojarlos a filo de espada de sus posiciones.
Después de esto, salió a batirse contra 200 jinetes españoles que venían como
refuerzo, a quienes rechazó después de un duro combate. Finalmente, se le
ordenó regresar a Cap Français para defenderla ante un eventual ataque español
por tierra. El 27 desembarcaron y avanzaron más ingleses por la Sabana de la
Limonada, sitio en donde fueron avistados por una patrulla que avisó
inmediatamente a de Graff. Ese mismo día, la flota aliada entró a Cab Français;
sin embargo, las baterías de la plaza los mantuvo a raya, viéndose obligadados
a abandonar sus posiciones durante la noche. Entre tanto, la plaza también fue
asediada por tierra desde muy temprano; por lo que el 28, de Graff reforzó la
defensa con cuatro pequeñas piezas de artillería, de una y dos libras y 300
hombres traídos desde Cape Town. Su decisión dejó prácticamente sin protección
a esta última, lo que dio pie a que fuera duramente criticado. Así, cuando los
españoles entraron a aquél poblado, se sorprendieron de encontrarla abandonada.
Esto llevó a que las tropas del ex filibustero perdieran la confianza y
albergara en ellos el temor, pues los peninsulares continuaban avanzando hacia
Cab Français sin encontrar resistencia alguna. Por mar, las cosas tampoco
estaban mejor: a una orden del comandante de la flota, 18 chalupas se acercaron
al puerto para hacer un reconocimiento, sin que las baterías francesas pudieran
hacerles algún daño. En ese momento, Cap Français se encontraba protegida por
250 milicianos, una compañía de infantería y de negros, más otra compañía de
milicia dirigida por de Graff como apoyo. Además, se levantaron trincheras en
la costa para oponerse a los desembarcos; aunque al final estas fueron de poca
utilidad.
El
29, la flota se aproximó para cañonear las baterías e iniciar el asalto,
pudiendo llegar a tierra 300 ingleses sin problema alguno, pues los franceses
huyeron de las trincheras para buscar refugio con de Graff sin importarles que
al huir dejaran un barrio llamado Morin
sin defensa, sitio por donde finalmente entraron los invasores. Durante la
refriega, los ingleses lograron destruir tres cañones y desmontar otro tanto en
un cerro. Al día siguiente, los anglosajones continuaron su avance al tiempo
que intercambiaban disparos con los franceses. Como su avance se tornó
imparable, de Graff y el resto de los defensores se vieron obligados a dejar
Cap Français a merced de los invasores, quienes también capturaron el fuerte
que les había servido de refugio y una veintena de cañones. Durante la
ocupación, la población fue la que más sufrió, pues algunos vecinos y negros
fueron masacrados. Por otra parte, hombres, mujeres y niños, entre las que se
encontraba Dieu-le-Veut y su hija de
pecho, fueron hechos prisioneros. Incendiada la villa, los ingleses y españoles
(que habían avanzado por tierra desde Santo Domingo hasta Cap Français),
continuaron hacía Port de Paix, sin encontrar resistencia. Incluso, de Graff no
volvió a aparecer en ningún momento. Concluida la campaña, la repartición de los
prisioneros fue hecha sin dificultad: los hombres fueron entregados a los
ingleses y los españoles compraron mujeres y niños, enviando algunos de ellos a
la Habana y luego a Santo Domingo. Dieu-le-Veut
y su hija estuvieron entre estos últimos, quienes fueron exhibidas como trofeo
en esta ciudad temerosa de su esposo desde tiempo atrás.
Más
adelante, compartió la siguiente conversación con de Graff:
“Le pregunté a este piloto español si él no sabía de este
río. Me
dijo que no, pero que le habían hablado de un río, que se llamaba Río de
Canadá, que estaba más allá de las islas de San Diego (isla de Chandeleur), y
que [en] la boca no tenía agua. La obstrucción había traído una cantidad tan
grande de árboles que había hecho una especie de barra, sobre la cual no podía
prever que hubiera más de una braza de agua, además de las terribles
corrientes.”
¿Es Laurens de Graff este
personaje?
En
mi constante búsqueda de información para este trabajo, fue común encontrar
esta imagen como un supuesto retrato de Lorencillo:
Supuesto retrato de "Lorencillo"
Pero
al hacer una búsqueda más profunda sobre la pintura, encontré que está basada
en un retrato del rey polaco Estinislao II August Poniatowsky, pintado por
Louise Élisabeth Le Brun en 1797. Obsérvese que sólo cambiaron el rostro,
manteniendo los demás detalles. Aunque no localicé la fuente original del
retrato, válgame la expresión, “pirata”, no me sorprendería que fuera un
autorretrato moderno de alguien que quiso verse a la usanza de fines del siglo
XVIII.Retrato del rey polaco Estinislao II August Poniatowsky,
pintado por Louise Élisabeth Le Brun (1797)
Hablaban del río Misisipi.