Por Luis Villanueva(*) Ensayo ganador del tercer
lugar en el 2° concurso regional de ensayo 2015 del Centro INAH
Veracruz.
El 15 de octubre de 1535
llegó a tierras americanas don Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva
España. Dentro de las encomiendas que traía, estaba el informar sobre la
cantidad de fortificaciones construidas, o por construir, en la Nueva España,
por lo que muy al inicio de su cargo realizó una inspección del puerto de Ulúa.
Como al rey le urgía la erección de una “fortaleza y reparo para las naos”
en el islote, Mendoza mandó levantar una torre de vigilancia, la cual se fue
construyendo sin mucha prisa (Quijano, 1984, pág. 6).
La lentitud en la obra fue
confirmada por Hernán Cortés, quien pidió residencia contra Antonio de Mendoza
(1543). Acusó que el virrey “puso cierta imposición en las mercaderías que
van al puerto de San Juan, que pagasen de cada cosa ciertos derechos para hacer
un muelle en el dicho puerto, e otros reparos […] y la obra no se hace sino muy
despacio.” (Escritos sueltos de Hernán Cortés, 1871, pág. 332).
Casi diez años más tarde,
el 12 de febrero de 1544 arribaron a Ulúa el visitador de Nueva España,
Francisco Tello de Sandoval y el contador Gonzalo de Aranda. A su llegada
inspeccionaron el muelle que el virrey tenía en construcción. Tras pasar la
noche en el islote, examinaron la torre para la defensa del puerto, hecha de
mampostería y tan alta como un hombre. También observaron el trabajo
desarrollado en el muelle, el cual estaba a cargo de un clérigo y empleaba a un
numeroso grupo de negros (Aiton, 1927, pág. 162).
Al ser desplazado de su
cargo en 1550, Mendoza dejó a su sucesor, don Luis de Velasco, una relación de
su gobierno. En ella escribió que dejaba comenzado “un turrion” en San
Juan de Ulúa y que este serviría para “que la justicia sea señor de las
naves y marineros del puerto”; también asentó que era necesario construir
un revellín donde pudiera colocarse la artillería y levantarlo lo que
conviniera para “que en lo alto jueguen algunas piezas” (Portilla, 1873,
págs. 24-25).
Entre el 2 y el 4 de
septiembre del año 1552, un huracán golpeó a Veracruz y a San Juan de Ulúa.
En Veracruz la crecida del río Huitzilapan inundó la ciudad, produciendo graves
daños a la infraestructura urbana. En Ulúa se hundieron cinco naos, las barcas
de descargo y unas carabelas de Tabasco; los vientos, lluvia y la fuerza del
mar (que logró cubrir la isla con sus vaivenes), destruyeron la mayor parte de
las casas. en
la isla, ahogando a muchas personas (Virginia García Acosta, 2003, págs.
178-179).
El testimonio del receptor
de la imposición, Hernando de Vergara, da alguna luz acerca de las obras de
fortificación existentes en Ulúa en la fecha en que impactó el huracán. Él hizo
referencia a “una torre que está empezada a hacer en dicha isla, que está un
estado sobre el agua”. También comentó de una “casa grande que está hecha en
aquella parte donde los navíos echan las anclas” (Quijano, 1984, pág. 8).
El desastre puso la
atención oficial en la reparación y ampliación del puerto y en la fortificación
de San Juan de Ulúa. El alcalde mayor, García de Escalante Alvarado ya había
propuesto, desde fines de marzo de 1552 y posteriormente a la presencia del
huracán, la construcción, para la seguridad de los barcos y protección del
puerto, de una muralla de sillería de cal y canto de 20 pies (6 m) de grosor y
2 brazas (1.82 m) de alto, en donde se empotrarían argollas de metal de trecho
en trecho para que en ellas se amarren los barcos. Además, se harían puertas y
escaleras para la descarga y troneras con su artillería (Viejo, 1978, pág.
452). Por su parte, el virrey decidió la compra de 100 negros para el
afianzamiento y construcción de la torre y muro de las argollas. (íbid. pág. 453).
El piloto Diego Gomedel
coincidió con García de Escalante en poner el islote en un estado de que
evitara la repetición de los sucesos como los ocurridos durante el temporal
recién pasado:
“…Que desde el torrioncillo
todo lo que duraba el albarrada que estaba hecha de piedra desde la punta hasta
la torre por delante de la casa grande que está hecha al canto del arrecife, se
haga una pared de cal y canto de catorce o quince pies de grueso con sus
puertas a trechos y escalera a do lleguen los bajeles a descargar y entre las
puertas de una a otra, abiertas sus troneras para alguna artillería y defensa
del puerto y en la misma pared por de fuera puestos unos argollones gruesos de
metal a donde se amarren las naos y ansi mismo le paresce que desde el turrión
a la mar dejando abierto una caleta que allí hay donde se meten las barcas se
siga la dicha pared adelante conforme a lo que se tiene atrás […] por lo que
haciendo esta pared el puerto queda para poder surgir en él muchas más naos de
las que al presente pueden surgir y ansi mismo queda abrigado de allí porque
con el huracán pasado todo el daño que las naos recibieron fue por allí, porque
estaba la mar con gran ímpetu y venía a reventar la mar en las popas de las
naos…” (Quijano, 1984, pág. 8)
En 1560, se puso en
consideración la petición de trasladar la ciudad de Veracruz al puerto en la
isla de San Juan de Ulúa debido a los inconvenientes (entre ellos los
climáticos), que se habían estado presentando. “[…] Hacer la carga y
descarga en la ciudad y Puerto de Veracruz y las ventajas que resultaría de
ejecutarlo por el puerto a la Isla de San Juan de Lúa” (Montero, 1997, pág.
52).
En agosto de 1563, el
visitador Jerónimo de Valderramarecorrió las obras en el
islote e hizo protesta por la lentitud en que se llevaban a cabo. El avance
estaba constituido por una muralla de 1000 pasos de longitud, con altura de 25
pies y grosor de 10 pies. Esta llevaría a trechos unos torreones de 60 pies en
cuadro con una altura de 34 pies (9 pies por encima del muro). Sin embargo,
para junio de 1564 la obra seguía sin concluirse, por lo que el virrey Velasco,
junto con el nuevo alcalde mayor Juan Bautista de Avendaño, propusieron hacer
el muro de mampostería para acabarla antes. (Ibid., Pág. 453).
Después del fallecimiento
del virrey Antonio de Mendoza, es nombrado tercer virrey de la Nueva España
Gastón de Peralta, quien arribó a Veracruz a principios de septiembre de 1566.
Dentro de las instrucciones que el Rey Felipe II le había dado, estaba el de
construir un muelle en San Juan de Ulúa e informarse del estado en que
encontraban las obras en dicho lugar y que diera prisa por concluirlas (Hanke,
1976, págs. 164-168).
El 23 de marzo de 1567,
Gastón de Peralta informó al Rey que la obra del muelle estaría concluida en
cuatro años y que era menester “correr la muralla para la defensa del norte,
o si la fuerza del mar es la que hace el daño para que hagamos en los arrecifes
algunos reparos donde las olas quiebren” (Ibid., Pág. 169-185). De Peralta no vio cumplida
su promesa, pues en 1567 se le ordenó que regresase a España para defenderse de
varias acusaciones hechas en su contra.
El 2 de octubre de 1567 se
hicieron a la mar en Plymouth, seis navíos bajo el mando de los corsarios
ingleses John Hawkins y Francis Drake. Tras un año de “lucrativo negocio” en
las Indias Occidentales (las Antillas), una fuerte tormenta de ocho días de
duración provocó severos daños en las naves corsarias, por lo que se vieron
obligados a buscar refugio para hacer reparaciones y cargar los bastimentos
necesarios para su viaje de regreso a Inglaterra.
Tras toparse y capturar a
una nave mercante española, inquirieron si había algún puerto cercano. La
respuesta de los españoles fue “San Juan de Ulúa”, en la Nueva España y hacia
allá se dirigieron los ingleses tras sopesar Hawkins y Drake los riesgos, pues
sabían de la llegada a fines de septiembre de la poderosa flota anual española
a ese sitio, y no estaban muy deseosos de encontrarse con ella en el lamentable
estado en que se encontraban (Sugden, 2006, pág. 32).
Los corsarios llegaron a
Ulúa el 15 de septiembre de 1568. La imagen que tuvieron a su arribo fue la de
una rada de aproximadamente 250 yardas (228 m) de longitud, situada entre
tierra firme y un bajo de coral en donde se encontraba levantada una torre con
troneras para la artillería y una cortina para cañones en su parte alta. Esta
cortina, parte fortificación y parte muelle, de 300 pies de longitud (91.44 m),
se extendía a todo lo largo de la línea de playa (Rare book & special
collections reading room, 2010). Esta última ya tenía empotrados varias
argollas de metal de buen tamaño en donde las naves podían ser amarradas.
Miles Philips, uno de los
corsarios ingleses que desembarcaron junto con John Hawkins en Ulúa,
escuetamente coincidió con la descripción hecha líneas arriba, al narrar lo
siguiente: “Cuando desembarcamos nosotros, era este puerto una isleta de
piedra que en lo más alto no tenía arriba de tres pies (menos de un metro)
fuera del agua, y cuya extensión por cualquier parte no pasaba de un tiro de
ballesta, cuando más” (Boletín del Archivo General de la Nación, 1950, pág.
295).
Es posible que las
construcciones previamente descritas no fueran mejores que las existentes antes
del huracán de 1567 y que fueron arrasadas por ese temporal. Incluso, esa torre debió ser la misma que
mandó levantar el virrey Mendoza y para esa fecha, al igual que la cortina, aún
seguían sin poder concluirse.
En 1568, fue nombrado
virrey de la Nueva España, don Martín Enríquez de Almansa. La flota española en
la que venía estaba conformada por 13 navíos bajo el mando de Francisco de
Luján, llevando como segundo al mando al almirante Juan de Ubilla. A su llegada
a San Juan de Ulúa, el 26 de septiembre de 1568, tuvo la sorpresa de encontrar
a los corsarios ingleses posesionados del islote y de la fortaleza. Al final,
después de un cruento combate naval, la victoria se inclinó al lado español. La
participación de Ulúa en este hecho, aunque mínima en lo referente a la
batalla, bien podría ser considerado como el bautizo de fuego para la
incipiente fortificación.
La batalla de San Juan de
Ulúa mostró sus deficiencias, por lo que Ubilla envía una carta al rey en donde
da la idea de “mandar a hacer otra torre a la parte del este.”
Sin embargo, sería el
ingeniero militar Cristóbal de Eraso el que concretaría la idea de unir ambas
torres (la nueva y la vieja), con una cortina (el muro de las argollas).
(Quijano, 1984, pág. 11).
El 19 de julio de 1589 es
nombrado virrey de la Nueva España Luis de Velasco y Castilla y Mendoza “el
mozo”. Algunos meses más tarde, por órdenes del rey Felipe II arribó a San Juan
de Ulúa (18 de febrero de 1590), el ingeniero militar italiano Bautista Antonelli
para hacer una inspección y levantamiento de la fortificación y también para
realizar una traza para mejorar sus defensas.
Tras llevar a cabo la inspección, Antonelli tomó el
parecer del virrey Luis de Velasco, llegando ambos a la idea de que lo mejor
era levantar un par de reparos (baluartes), por ser Ulúa una plaza abierta y mientras
el Rey decidía fortificar. Antonelli también justificó que los reparos serían
de poco costo, porque sólo tendrían que construirse “dos traversillos”
que defiendan las dos torres y el lienzo donde se amarran los barcos, además de
que sólo se tendría que adquirir la cal, pues la piedra que se utilizaría para
la construcción “la tenemos en la isla, pues no hay sino
recogerla”. Tampoco tendría que pagarse
por los peones, pues con los negros que había allí podría hacerse el trabajo.
El reparo tendría una altura de 20 a 22 pies (entre 6 y 7 m), en donde se
podría colocar alguna artillería. Sus muros serían en talud con un grosor de
ocho pies (2.4 m). Los baluartes llevarían por nombre Santiago (junto a la
Torre Vieja) y delante de la Torre Nueva, el de San Felipe (Amirola, 1829,
págs. 251-254). El proyecto de Antonelli no
fue llevado a cabo debido a diferencias y objeciones sobre la inutilidad de ambos
baluartes con el capitán Pedro Ochoa de Leguizamón, quien poco antes de la
llegada de Antonelli había realizado un proyecto de fortificación de Ulúa.
Tras llevar a cabo la
inspección, Antonelli tomó el parecer del virrey Luis de Velasco, llegando
ambos a la idea de que lo mejor era levantar un par de reparos (baluartes) por
ser Ulúa una plaza abierta y en lo que el Rey decidía fortificar. Antonelli
también justificó que los reparos serían de poco costo, porque sólo tendrían
que construirse “dos traversillos” que defiendan las dos
torres y el lienzo donde se amarran los barcos, además de que sólo se tendría
que adquirir la cal, pues la piedra que se utilizaría para la construcción “la tenemos en la isla,
pues no hay sino recogerla”. Tampoco tendría que pagarse
por los peones, pues con los negros que había allí podría hacerse el trabajo.
El reparo tendría una altura de 20 a 22 pies (entre 6 y 7 m), en donde se
podría colocar alguna artillería. Sus muros serían en talud con un grosor de
ocho pies (2.4 m). Los baluartes llevarían por nombre Santiago (junto a la
Torre Vieja) y delante de la Torre Nueva, el de San Felipe (Amirola, 1829,
págs. 251-254). El proyecto de Antonelli no fue llevado a cabo debido a
diferencias y objeciones sobre la inutilidad de ambos baluartes con el capitán
Pedro Ochoa de Leguizamón, quien poco antes de la llegada de Antonelli a Ulúa
había realizado un proyecto de fortificación para la Ulúa.
En 1595, Gaspar Zúñiga y
Acevedo conde de Monterrey es nombrado el noveno Virrey de la Nueva España.
Llegó a Veracruz en la flota de Luis Fajardo a mediados de septiembre de ese
mismo año. Con Zúñiga también se harían algunos cambios en la fortaleza, de los
cuales se hablará en la siguiente entrega.
Un “estado” es una unidad de medida de altura que equivale a 6 pies, la altura de un hombre. (Gordillo, 2014, pág. 164)
Desembarcó en San Juan de Ulúa a fines de julio de 1563.
Después sería conocida como la “Torre Vieja” y posteriormente constituiría la base del baluarte San Pedro.
Esta nueva torre con el tiempo constituiría el baluarte San Crispín.
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