viernes, 4 de marzo de 2022

El ataque filibustero-corsario a Veracruz de mayo de 1683 (*). Parte II


(*) Este texto es parte de un trabajo que originalmente fue expuesto por el autor en la charla ¡Filibusteros, al ataque! Llevada a cabo en la librería "Mar Adentro" del puerto de Veracruz el 17 de mayo de 2018.

Luis Villanueva

 La Nueva Veracruz a mediados del siglo XVII

La ciudad de la Nueva Veracruz (hoy en día simplemente Veracruz), fue fundada por el virrey conde de Monterrey, Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco un 28 de marzo del año 1600, en los arenales donde se encontraban las “ventas de Buitrón”, frente al islote de San Juan de Ulúa. Este sitio, de playas semidesérticas y altas dunas, con el paso de las décadas pasó de ser el sencillo caserío de madera y solares semi vacíos (la “ciudad de Tablas” de Paso y Troncoso), a la pujante ciudad en donde convivían tanto arrieros y negros como comerciantes, militares, eclesiásticos y hombres de mar.

Desde los años 1561 a 1566, Felipe II estableció el sistema de comercio que regiría en sus territorios de ultramar durante los siguientes dos siglos. Entre las muchas ordenanzas que emitió, estaba una que dictaba que los barcos mercantes que navegaran hacia las Indias solo podrían hacerlo en grandes grupos escoltados por barcos de guerra. Esto a causa de los constantes asaltos de piratas y corsarios que entonces pululaban las aguas del océano Atlántico en pos de los ricos cargamentos españoles. Con el fin de organizar la salida de las flotas, el comercio con América se restringió a dos puertos en la península ibérica: San Lúcar y Cádiz. De estos sitios cada año salían dos flotas, una conocida como los “galeones de Tierra Firme”, que se dirigían a Cartagena de Indias y a Portobelo y la otra llamada “flota o Armada de la Nueva España” o “flota de Indias”, cuya ruta tocaba Puerto Rico, Puerto Caballos en Honduras, La Española (Santo Domingo), Cuba y finalmente el puerto de Veracruz.[1] [2]

Durante la mayor parte del año, la población en esta última ciudad no pasaba del millar de habitantes;[3] pero hacia fines de abril y durante los siguientes tres meses, se triplicaba con la llegada de arrieros e indios de la zona. También llegaban funcionarios de la aduana, militares, clérigos y comerciantes que realizaban una clase de “feria” con los productos procedentes del viejo[4] y nuevo continente.[5] De esta forma, la Nueva Veracruz se convertía por algunas semanas en la ciudad más rica del mundo debido a la gran cantidad de mercancía de todo tipo que se concentraba y almacenaba en sus bodegas. Cuando arribaba la flota, las importaciones eran desembarcadas y expuestas para que fueran adquiridas por los comerciantes que bajaban al puerto. Y una vez que la flota partía con su carga de metales preciosos y productos de la tierra, la Nueva Veracruz quedaba nuevamente semi despoblada y exhausta, recuperando fuerzas para repetir el ciclo al año siguiente. [6]

Hacia mediados del siglo XVII, la Nueva Veracruz con traza de damero ortogonal, calles rectas y plaza mayor cuadrada, era vista por los europeos como una ciudad que no representaba la riqueza que en ella se almacenaba. Así para el jesuita e historiador Xavier de Charlevoix, la ciudad era

Un puerto situado en lo profundo del Golfo de México, más o menos en los 18 grados de latitud Norte. La ciudad nunca ha sido bella ni bien construida y no vemos ninguna nobleza o persona que así lo figure, pero no hay lugar en el mundo donde haya más riquezas.” [7]

Desde su fundación, la ciudad fue expandiéndose, siguiendo la línea de costa y también hacia el poniente, con once calles rectas y paralelas que corrían en dirección suroeste al noreste. Mientras que en dirección sureste noroeste sólo había dos largas calles, de las cuales una (hoy Independencia) que corría paralela a la playa, concluía en la plaza e iglesia mayor (la parroquia); mientras que la segunda (la actual Cinco de Mayo), cruzaba toda la ciudad hasta desembocar en el convento de la Merced por su lado sur poniente. Frente al muelle estaba el convento de San Francisco y siguiendo la misma calle se encontraba el convento de los jesuitas y en la manzana siguiente, el Hospital de San Hipólito o Juan de Montesclaros. Un poco más hacia el suroeste se levantó el convento de santo Domingo y más hacia el sur, ya en los límites de la ciudad, el de la Merced. Como se mencionó, en un principio las casas se construyeron de madera, pero con el paso del tiempo se fueron construyendo con piedra múcara, cal y canto, aunque las dimensiones y el diseño urbano se siguieron conservando.[8]

Sistemas defensivos de la Nueva Veracruz durante el siglo XVII

En principio, la ciudad se encontraba casi completamente desprovista de sistemas defensivos, contando solo con la incipiente fortaleza de San Juan de Ulúa desde el lado del mar. Por ello, en julio de 1629, se hizo la petición al Cabildo, Justicia y Regimiento de  la Nueva Veracruz, en donde se señalaba que para la defensa de la ciudad era necesario que fuera cercada y contara por lo menos con dos baluartes: uno al Norte y otro al Sur.[9] Idea que finalmente fue concretándose hacia fines de 1634, cuando el ingeniero militar Adrián Boot informó que el baluarte de la Caleta, al norte de la plaza, se encontraba terminado y que el baluarte del Sur sería concluido en el mes de mayo del año siguiente.


Por Adrián Boot. Archivo General de Indias, MP-MEXICO,567.

También se sabe que por esos años, ya se había iniciado la construcción de la muralla, pero esta iba tan lenta “que tardarán más de 15 años” en ser finalizada.[10] Cabe señalar que esta “muralla” no era más que una barda de reducida altura y grosor, hecha para sostener una estacada de madera a modo de lienzo. En 1642, el efímero virrey de la Nueva España, Juan Palafox y Mendoza, escribió lo siguiente en su Informe a su sucesor, García de Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra, sobre las defensas de la ciudad y puerto:

“Por esta causa es precisamente necesario, no solo que se tenga un gran cuidado con la fuerza de la Vera Cruz, llave única de la Nueva España, y esté siempre bien guardada de municiones y bastimentos, sino reparar sus lienzos en este invierno; de manera que se excuse el riesgo que han causado los embates continuos del mar, que han ido robando los fundamentos, y corren grave riesgo señaladamente al golpe de la artillería.”
“También hay algunos prácticos que dicen se podrá disponer mejor la defensa de aquel puerto, o fortificando Sacrificios, o haciendo en la costa alguna plataforma que quite la disposición a los enemigos de desembarcar, como lo han hecho otras veces. De este parecer es el Marqués de Cadereyta; porque desembarcando, no pueden valerse de los médanos y de nuestras fortificaciones para defenderse de la fuerza y ganar con menos daño la ciudad.”[11]
 
Hacia 1662 el corregidor de la Nueva Veracruz, don Fernando de Solís y Mendoza, expuso con exactitud y terrible premonición la situación defensiva en la ciudad (como en un todavía remoto futuro, lo comprobaría). Él escribió que si un hipotético invasor lograba capturar los baluartes de la Caleta y de “la Carnicería” (el baluarte del Sur, hoy en día de Santiago), la fuerza de la ciudad quedaría incomunicada y se pondría en peligro a la fortaleza de Ulúa. También señaló el lamentable estado en que se encontraba la “valla” de defensa que rodeaba a la plaza, pues se encontraba “llana y casi totalmente deshecha” y que se carecía de estacada por el lado de la playa, sitio donde más se necesitaba. Finalmente, recalcó que esto podía dar lugar a “la expugnación e incendio de aquella rica ciudad con seiscientos hombres”, por lo que propuso aumentar la caballería de cien a doscientos efectivos durante los meses de mayo a septiembre, para que patrullaran la línea de costa a fin de evitar desembarcos.[12]

En febrero de 1663, la villa de Campeche fue asaltada por los piratas Christopher Myngs y Edwart Mansvelt. La noticia de la captura e incendio del enclave llevaron al corregidor Solís a tomar apresuradamente ciertas medidas defensivas para la ciudad de la Nueva Veracruz. Estas eran provisionales e insuficientes, como él mismo reconoció, pero dieron estabilidad a los baluartes y estacadas que rodeaban a la plaza. También cavó a lo largo de las paredes que servían de cortina un foso, aunque imperfecto, mejoró en algo el estado de las deficientes fortificaciones iniciadas 30 años antes.[13] Es importante mencionar que la “cortina” de una vara y media de alto (1.25 m),[14] por media de grosor (41 cm), carecía de los cimientos necesarios y que en muchas partes estaba “desbaratado, rajado y desplomado” o enterradas bajo la arena. Para solucionar esto, Solís y Mendoza ordenó levantar estacadas de madera en los sitios donde no existiera esta pared; también mandó artillar al baluarte del Sur y reparar y artillar el baluarte de la Caleta, que debido al abandono se encontraba derrumbado y abierto. También existían de hacía unos 30 años, cuatro de los cinco baluartillos levantados por el lado de tierra, los cuales en algún momento estuvieron unidos por la línea de pared antes mencionada. Como la mayoría de aquellos se quedaron en alberca, desde antes de entrar en funciones ya estaban derruidos. Para dar solucionar a esto, Solís los mandó a terraplenar con arena; reparar con piedra y cal o de plano los volvió a levantar, como fue el caso del baluarte de Juan Vargas (predecesor del baluarte San Mateo), que fue destruido por un arroyo que pasaba cerca de él. El único baluarte recién construido fue el llamado del Capitán Francisco López de Nava, que después sería conocido como San Javier.[15]


“Planta de la Nueva Ciudad de la Vera Cruz. (1663), de la forma por la acelerada nueva de haber ocupado el enemigo el puerto de San Fco. De Campeche, la puso su Gobernador el teniente de maestre de campo general don Fernando Solís y Mendoza donde se ven los reparos y prevenciones que hizo en su cerca para su pronta y primera defensa en el interín que se toma resolución de fortificarla a todo costo.- Don Marcos Lucio, ingeniero de Su Majestad.” Archivo General de Indias, MP-MEXICO,58.

Aunque la ciudad no fue atacada en aquella ocasión, los reparos hechos por el corregidor Solís pronto quedaron en el abandono. En los últimos días del año de 1666 el nuevo corregidor, don Tomás de Morales Ballesteros, informó que la ciudad estaba casi en un estado absoluto de indefensión y desamparo, pues estaba abierta, sin muralla y carente de guarnición y artillería.[16]

El año de 1673 vio fin al mandato del virrey don Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera, quien en la Instrucción que dejó al nuevo Virrey, don Pedro Nuño Colón, duque de Veraguas, escribió con respecto a la plaza y su fortificación:

La ciudad de la Nueva Veracruz ha sido y será siempre el blanco de la codicia de las naciones enemigas, considerándola único imperio de la Nueva España, y tránsito y garganta de sus tesoros opulentos...pero reconociendo yo que aunque fuese muy crecida [la guarnición de la plaza] ninguna puede asegurar una población abierta y tan difícil de fortificar por su gran circunvalación y mal terreno”.[17]

En octubre de 1680, el entonces corregidor de Veracruz, don Luis Bartolomé de Córdova y Zúñiga, recibió una Real Célula en donde se advertía que:

"En mi Consejo de Indias se ha entendido que los piratas franceses de las islas de Tortuga, unidos a otros ingleses, levantados en Jamaica, se hallaban con seis embarcaciones en los mares de América contra españoles y que estos pueden ser los mismos que estuvieron en Campeche y se tiene por cierto que el conde d’Éstrées ha llevado orden para llegar con su escuadra a puerto de Cartagena a pedir restitución de un bajel francés que se había apresado por los españoles y que de no conseguirlo obrará en consecuencia, cometiendo todas las hostilidades [...] También ha tenido noticias que el Elector Marqués de Brademburg había tomado por almirante a un zelandés, pirata conocido […] y que en uno de sus puertos de su dominio, tenía seis navíos de guerra, cuya capitana tenía 48 piezas; la almiranta, 36; y el gobernante, 24; otro bajel con 20, otro con 18 y un patache con 14; un navío de fuego y dos urcas cargadas de provisiones, y todos ellos, tripulados de gente de mar y de guerra y con víveres para 13 meses. Esta escuadra había pasado al océano y se había tratado con mucho secreto el despacho de ella, asegurándose que pasaría a la América a establecerse y, habiendo visto en el dicho mi Consejo de las Indias, ha parecido daros noticia de lo referido y ordenaros que debéis, teniendo llena la dotación de la gente de presidio y bien disciplinada y ejercitada en las armas, para que, en cualquier invasión de los enemigos, se pueda defender ese presidio sin dar lugar a que los enemigos logren sus designios, por los grandes daños que reciben en los vasallos de esas Provincias y el comercio de ellas.”[18]

En 1682, se expidió una Real Cédula en donde se señalaba la importancia de las defensas ante un eventual ataque a Veracruz. Llegando esta, a manos del virrey Paredes hasta 1683:

“Siendo tan importante a mi servicio y defensa de mis vasallos de esa Nueva España tener prevenidos los antemurales de ese reino y que los presidios estén con la prevención conveniente para cualquier fracaso que pueda ofrecerse, he resuelto encargaros y mandaros, como lo hago, pongáis muy particular cuidado, como lo fío de vuestro celo y obligaciones, en tener la dotación de las trescientas plazas del presidio de la ciudad de San Juan de Ulúa y que, sobre lo que toca al castillo, aumentéis otras cincuenta en los seis meses de verano, enviando allí algunos reformados y buenos artilleros y cuidaréis de las provisiones de boca y guerra sean abundantes. Daréis la orden que convenga para que el castellano duerma todo el verano en el castillo y que los trescientos hombre de la dotación se ejerciten en hacer sus guardias y tirar al blanco, disponiendo juntamente que las milicias de aquella jurisdicción y las de Jalapa y Grijalva y las compañías de caballos y negros y mulatos se junten a lo menos una vez al mes, manifestando sus armas, y que estén prontos a bajar a la primera orden a la Veracruz, si la ocasión lo pidiere, en que espero obraréis con la confianza que fío de vos y conviene en materia tan grave y si el Presidente de la Audiencia de Santo Domingo os avisara que necesita alguna cosa para la prevención y defensa de su plaza, se la enviaréis prontamente por lo mucho que importa a la consecución de ella. Madrid, a 21 de febrero de 1682. Yo el Rey”[19]

A raíz de esta cédula, se enviaron órdenes para ser cumplida a Jalapa, Orizaba y Veracruz. En Ulúa también se incorporaron 50 nuevos infantes, tal y como se indicaba. Así permaneció la Nueva Veracruz, temiendo el ataque de sus enemigos y siempre asolada, en la mayoría de los casos, por la indiferencia o incapacidad de sus gobernadores y militares. Charlevoix resumió la situación de la ciudad y puerto por aquellos años:

“Los buques están anclados entre la ciudad, que está en tierra firme, y la pequeña isla de San Juan de Ulúa, donde están amarrados en el suelo bajo el cañón de un fuerte, que durante mucho tiempo ha sido considerado como inexpugnable; y este Puerto está protegido de los Vientos de la Banda del Norte, los únicos en ser temidos en esta Costa. En 1683 no hubo fortificación en la Ciudad en el lado de la tierra; pero una especie de fuerte, que lo comandaba, y donde había 12 piezas de Cañón, también sirvió para asegurarlo contra las entradas del exterior, y para mantenerlo en el respeto; […]” [20] [21]

(Continuará).


[1] Matilde Souto Mantecón, “Veracruz: llave comercial del imperio español”, UNAM Postgrado, http://www.posgrado.unam.mx/sites/default/files/2016/04/0705.pdf

[2] Eduardo Rubio Aliaga, “La flota de Indias: Formación y desarrollo a lo largo del siglo XVI”, RUA. Repositorio Institucional de la Universidad de Alicante, https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/48229/1/TFG_Eduardo_Rubio.pdf

[3] Estaba conformada principalmente por negros esclavos y libres, ocupados en la carga y descarga de las naos.

[4] De España llegaban vino, aceite, mercurio, hierro, tejidos, papel, libros y aperos. Mientras que en el puerto de Veracruz la flota era cargada con plata, grana cochinilla, cueros, índigo, lana, maderas finas y plantas medicinales. (Rubio, op. cit.) Para mayores detalles sobre las mercancías de exportación e importación, consultar: Manuel Carrera Campa, “Las ferias novohispanas”, Fondo Aleph, http://aleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/29808/1/02-007-1953-0319.pdf

[5] A causa de las enfermedades tropicales, esta feria tuvo que ser trasladada a la villa de Xalapa a fines del siglo XVII.

[6] Antonio García de León, “Economía y vida cotidiana en el Veracruz del siglo XVII: 1585-1707”, Dialnet, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2936999 

[7] Pierre-François-Xavier de Charlevoix, Histoire de l’isle Espagnole ou de S. Domingue. Tome Second, François Didot, Paris, 1731, p.134

[8] Matilde Souto Calderón, “Desarrollo urbano y comercio colonial: La ciudad de Veracruz en la época borbónica”, Fondo Aleph, http://aleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/8396/1/DOCT2065575_ARTICULO_10.pdf

[9] [Uluapa Senior, “Nueva Veracruz: compras de armas y pólvora con el dinero de la Sisa (consultado el 2 de noviembre de 2018)  https://aguapasada.wordpress.com/2018/07/27/nueva-veracruz-compra-de-armas-y-polvora-con-el-dinero-de-la-sisa-1629/

[10] José Antonio Calderón Quijano, Historia de las fortificaciones en Nueva España, Artes Gráficas Caliveño, Madrid, 1984, p. 43 - 44

[10] Genaro García, Documentos inéditos o muy raros para la Historia de México, Don Juan de Palafox y Mendoza, Librería de la vda. de Ch. Bouret, México, 1906, p. 39

[12] Calderón, op. cit., p. 68

[13] Ibíd., p. 75

[14] El ingeniero Marcos Lucio, en un informe que acompañó con dos plantas de la ciudad, escribió que la línea de pared tenía seis cuartas de alto y media vara de grueso. La vara de burgos tenía una longitud de 0.8359 m, siendo la cuarta parte de una vara 0.2089 m. Al multiplicar esta última equivalencia por seis, da como resultado 1.25 m de altitud. Misma medida que se indica en el plano “Planta de la Nueva Ciud de la Vera” realizada por Lucio en 1663, en donde se señala que la “pared que sirve de cortina de vara y media de alto…” Aritméticamente: 0.8359 + (0.8359 / 2) = 1.25 m.

[15] Calderón, op. cit., p. 76-77

[16] Ibíd., p. 89

[17] Instrucciones que los virreyes de Nueva España dejaron a sus sucesores. Tomo I, Imprenta de Ignacio Escalante, México, 1873, p. 160-161

[18] AGI, “Real Cédula de 20 de octubre de 1680, al corregidor de Veracruz, cit. por Pablo Montero, Ulúa, puente intercontinental en el siglo XVII. Volumen II, Talleres de Diseño Gráfico, México, 1999, p. 109 

[19] Pablo Montero, Ulúa, puente intercontinental en el siglo XVII. Volumen II, Talleres de Diseño Gráfico, México, 1999, p. 111-112

[20] Posiblemente haga referencia al baluarte de la Caleta.

[21] Charlevoix, op. cit., ibídem

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