viernes, 11 de marzo de 2022

El ataque filibustero-corsario a Veracruz de mayo de 1683 (*). Parte III

 

(*) Este texto es parte de un trabajo que originalmente fue expuesto por el autor en la charla ¡Filibusteros, al ataque! Llevada a cabo en la librería "Mar Adentro" del puerto de Veracruz el 17 de mayo de 2018.

Luis Villanueva

Ciudad y puerto de la Nueva Veracruz

Domingo 16 de mayo de 1683

El día previo al ataque

El sol rojizo del alba comenzó a iluminar a la Nueva Veracruz con pereza desde su oceánica cama, anunciando con su color que el día sería tan caluroso como los anteriores. Con el alba, dio inicio el cotidiano trajín que caracterizaba al puerto en esta época del año, mismo que se fue intensificado conforme el tañido en el campanil de la iglesia de la Merced, la única torre con la que contaba entonces la ciudad, anunciaba el nuevo día y la primera misa.

Por las arenosas calles empezaron a verse los arrieros venidos del interior, con sus recuas cargadas de mercancía; a los negros y mulatos, tanto esclavos como libres, moviendo los cargamentos de un lado a otro y a las formaciones de soldados a pie y oficiales a caballo, congregándose en los dos baluartes con que contaba la ciudad: el baluarte de la Caleta y el del Sur,[1] o en el cuerpo de guardia de las casas reales, al extremo oriente de la plaza de Armas. También, en otras partes de la ciudad, piquetes salían de las casas donde estaban acuartelados y a la voz de su capitán o de su sargento, marchaban con el alférez al frente, enarbolando una bandera que ondeaba ligeramente a cada uno de sus pasos. Otros soldados recorrían el perímetro de la Nueva Veracruz, distribuyéndose para iniciar sus guardias en los cinco derruidos baluartillos que la circundaban o entre las diferentes calles. Entre tanto, los clérigos y religiosos de las diferentes órdenes iban y venían en el interior de sus iglesias y conventos, preparando misas o escuchando alguna alma descarriada en búsqueda de compasión y perdón.

La próxima llegada de la flota de Indias era el generador de este movimiento, haciendo que la ciudad pasara de ser un lugar adormecido por la tórrida primavera de los trópicos, a un sitio en donde el frenético movimiento de la gente y de las mercancías, se daba de una manera vertiginosa. No era para menos, pues la población que ordinariamente era de alrededor de mil almas (de los cuales 600 eran negros),[2] [3] se incrementaba a más de tres mil al finalizar el mes de abril y hasta cinco mil con el arribo de la flota.[4] Con la llegada de tanta gente se daba pie a la especulación, encareciendo enormemente el precio de los alimentos, alojamiento y de los servicios en general, incluyendo por su puesto, a la prostitución.[5]

Contribuían al movimiento las recuas que llegaban con productos de toda la Nueva España, resaltando los cargamentos de plata y oro amonedado y en barras provenientes de las minas del Guanajuato, Zacatecas, Hidalgo y San Luis Potosí. También llegaba cochinilla de Oaxaca y productos agrícolas de variadas zonas del virreinato, tales como tabaco, azúcar, algodón, vainilla, palo de Campeche, café y añil. Igualmente se concentraba en la ciudad cacao en grano y en polvo, proveniente de la provincia de Caracas; y a través de la nao de China, especias como pimienta, clavo y canela; telas (sedas, terciopelo, raso), marfil y porcelana. Grandes cantidades de ganado de todo tipo se agrupaban por doquier, junto con las mulas y los asnos que eran muy solicitados como medio de carga y transporte. Debido a la gran cantidad de mercancía y metales que se almacenaba en las bodegas de la Nueva Veracruz, es que se convertía por un corto período de tiempo en la ciudad más rica del mundo.

Repentinamente, todo este movimiento se redujo a eso de las once de la mañana, cuando muchas personas empezaron a mirar y señalar hacia el cielo, pues se había formado un brillante “y colorado”[6] halo alrededor del astro rey que disminuyó su resplandor. El fenómeno, que duró un par de horas, dio de que hablar a la población, que también había observado “exhalaciones que atravesaban el aire”, mismas que fueron explicadas por los incrédulos como algo que sucedía por el calor de la época. Estas explicaciones hicieron que parte de la gente los tomara como algo natural e inherente a la temporada. Pero no todos fueron del mismo pensar, pues hubo quienes vieron en los fenómenos un aviso del cielo de fatalidades por suceder.[7] [8]

Ciudad y puerto de la Nueva Veracruz

Lunes 17 de mayo

Entre las 15:00 y 21:00 horas

El proyecto para atacar la Nueva Veracruz, elaborado en un cónclave filibustero liderado por los holandeses Nicolaas Van Hoorn, Laurent-Cornelis Baldran Boudewijn de Graff Lorencillo[9] y el francés Michel de Grammont, implicó movilizar entre mil y mil 200 hombres en 13 embarcaciones (cinco de porte y ocho entre balandras y barcos[10]). De estas, dos se adelantaron para corroborar que la flota anual no había arribado aún: el Nuestra Señora de la Regla[11] y el Nuestra Señora de la Consolación, mercantes españoles capturados en el Golfo de Honduras por Van Hoorn durante febrero de ese mismo año. [12] [13] A bordo del primero, Lorencillo se enfiló al canal del norte, como si pretendiera entrar sin demora al puerto; en tanto que su paisano, el filibustero Jan Willems Junqué, emulaba sus movimientos en el segundo bajel.

Desde la vista de ambos mercantes, el aún incipiente fuerte San Juan de Ulúa se dibujaba claramente contra los enormes médanos amarillos del poniente, mismos que servían de trasfondo a la ciudad de la Nueva Veracruz. De esta última, solo era visible el espigado campanario del convento de la Merced y el desdibujado contorno, debido a la calina, de algunas cúpulas y techos. En los siguientes minutos y con los vientos a su favor, el par barcos se aproximaron tanto al canal del norte y a Ulúa, que los vecinos, congregados en una buena cantidad por el muelle y en las playas aledañas, pensaron que entrarían a la rada antes del anochecer.

Se supone que entonces, como medida precautoria, debió salir una nave vigía desde la fortaleza para reconocer al par de bajeles. Ese barco tenía la instrucción de salir todos los días para recorrer seis leguas en los alrededores y mar adentro, con el fin de identificar cualquier embarcación que se aproximara. Sin embargo, aquella tarde no salió a investigar.[14] También se dio la nefasta coincidencia que esa tarde no zarpó ninguno de los siete barcos pesqueros del barrio de la Caleta para capturar el pargo, pescado utilizado para la cena en la ciudad.[15] [16] De haber salido, hubieran podido determinar quiénes eran los visitantes y haber dado la voz de alarma. A las cinco de la tarde el castellano de Ulúa, don Fernando de Solís y Mendoza, que a esa hora se encontraba en la ciudad, abordó su bote para dirigirse a la fortaleza, pero al arribar tampoco ordenó que de inmediato se hiciera a la vela el barco vigía.[17] Entre tanto, la soleada tarde empezó a perder luminosidad y al oscurecer, las dos naves dieron media vuelta y se perdieron en el horizonte. Como no aparecieron más navíos, la población buscó dar explicación a la extraña forma de actuar de los barcos, pues habían tenido tiempo y buen viento para entrar al puerto. Así, pronto corrieron versiones de que eran naves de la flota que, habiéndose adelantado, esperaban a la nave capitana; también que eran los bajeles de Caracas que llegarían por esos días a Veracruz con su cargamento de cacao e incluso, que eran navíos de enemigos. Poco a poco la noche fue cubriendo con su manto estrellado a la ciudad y con ello, fueron decayendo las ganas de hablar sobre el tema. Así, con aquellas ideas en la mente, las piernas y brazos picoteados por los moscos y acompañados de ese calor nocturno que ni la brisa marina podía del todo disipar, los vecinos se fueron retirando a descansar como si se encontraran protegidos de una fuerte muralla.[18]

En esas fechas se encontraba en la ciudad el reverendo padre fray Juan Ávila, de la Orden de San Francisco, quien supo  que a eso de las ocho de la noche, el castellano de Ulúa envió una lancha con un mensaje de advertencia al gobernador de la Nueva Veracruz, don Luis Bartolomé de Córdoba.[19] [20]

Según Ávila, el supuesto mensaje fue escrito en los siguientes términos:

“Estos navíos que se han visto han tenido tiempo para entrar y no lo han hecho. Vuestra Serenísima tenga cuidado, no sea alguna cosa que nos inquiete.”[21]

Pero el también corregidor[22] de Veracruz no dio importancia al mensaje, tirándolo incluso a burla. Misma advertencia le habría dado de viva voz el comerciante y capitán de la compañía a caballo de batallón de la ciudad, John Murphy,[23] un irlandés casado y poseedor de una buena casa de dos pisos en la ciudad y de numerosos esclavos, que también mantenía por completo a la milicia montada anteriormente mencionada. Este, al ver a Córdoba pasar por la plaza de Armas acompañado de su personal, se le acercó a toda prisa y le dijo:

“Señor, esas naves no son buenas, pues han tenido la oportunidad de entrar y no lo han hecho. ¡Disponga Vuestra Merced, por el amor de Dios. Y prevenga a la ciudad por lo que pueda ser!”[24] [25]

Pero Morphy solo obtuvo como respuesta el desdeño del gobernador. Por otra parte, Ávila escribió que no halló quien le confirmara el envío de la mencionada advertencia “dizese (no lo bide ni tope quien me lo asegurara) que a las ocho de la noche embió su lancha el castellano a tierra con recado del gobernador”,[26] situación que es recalcada en un escrito donde los Jueces Oficiales Reales[27] de la Vera Cruz, dieron cuenta al Rey del ataque a la ciudad. En esta puede leerse lo siguiente:

“El día antecedente al diez y ocho de mayo se dejaron ver sobre el puerto dos bajeles que juzgaron ser de Caracas que se esperaban o navíos de flota, que por lo regular del tiempo podían ser. Don Fernando de Solís y Mendoza Castellano de la Real fuerza de San Juan de Ulúa no hizo demostración alguna en que conociéramos si eran amigo o enemigo. Y solo le pareció cumplía con su obligación en avisar a don Luis Bartolomé de Córdoba y Zúñiga Gobernador de la plaza, que aquellos navíos habían virado la vuelta de la mar, en que juzgó que pudiendo tomar el Puerto eran de enemigo o de la flota que esperaban entrar juntos al día siguiente; esta noticia tuvimos después del mal y que el mismo recado nos había enviado y asentamos a V.M. que no lo hizo, ni aun sabemos del que referimos del Gobernador sino es por noticias; asienta el Castellano que no halló al soldado que lo trajo [el aviso], que para materia tan grave, fue poca providencia del Castellano, satisfacerse y contentarse con haber enviado el recado y que no nos lo dieron.” [28]

Esta versión de los Jueces no concuerda con lo dicho por Solís en su declaración, en donde este confirma el envío del mensaje e incluso, da a conocer el nombre del soldado que lo llevó al gobernador, algo que el mensajero confirmaría. En lo personal, pienso que el castellano, salvo por cortesía, no tenía la obligación de avisar a los jueces, pues ellos no pertenecían a alguna instancia militar. Continúa el castellano:

“Llamé al cabo de escuadra Pedro Valdés y le ordené fuese a la ciudad en bote y que dijera a su gobernador don Luis de Córdoba que los dos navíos que se habían visto en la ciudad iban de vuelta al sudeste y que con el temor, por el viento que corría, podían venir al puerto y entrar en él y que era cosa sospechosa no fuesen a ser enemigos y que por esta razón quedaba en armas el castillo, que se lo avisaba para que se previniese.”[29]

Detalles que confirma el mencionado cabo de escuadra, Pedro Valdés:

“Después de la oración me llamó mi Sargento Mayor don Bartolomé de Villareal y me ordenó estuviese prevenido para venir a tierra a traer recado y al poco rato fuí a ver al castellano don Fernando Solís que me ordenó llamase a Jácome de Susarra al que preguntó si era bueno el viento que tenían los navíos para entrar en el puerto, y le respondió que sí, por ser dicho Sargento Mayor muy entendido y entonces ordenó a este testigo que viniese a tierra y dijese al Gobernador de la ciudad que las naves habían virado la vuelta de afuera, teniendo el viento favorable y a popa, y que por esto no le parecían buenos y que dejaba en armas al Castillo y con un barco de guardia en el canal, que se le avisaba para que estuviese prevenido y, a este efecto, embarcó este testigo en una lancha de la barqueta de Maracaibo y vino a tierra y en el muelle se encontró al sargento mayor Don Mateo de Huidobro y le dio dicho recado para que lo dijese a dicho Gobernador…” [30]

Así, el mensaje sí fue despachado al gobernador, aunque finalmente no de forma directa, quedando su envío solo en un rumor entre la gente. De todas formas, Solís y Mendoza no se durmió en sus laureles, pues como mencionó Valdés, organizó la defensa del castillo ante la sospechosa maniobra del par de bajeles:

“Corriendo la tarde hasta cerca de la Oración, reconoció que, estando hasta las cuatro leguas poco más o menos a la mar, y que dichas velas corrían a la parte sudeste cuando iba cerrando la noche, y teniendo él reparo de ello, y que no venían al puerto y con ello llamó a su Sargento Mayor don Bartolomé de Villareal y a Jácome de Susarra, persona inteligente en la marinería y práctico de esta costa y arrecifes, y les dijo que le costaba ver que aquellos navíos corriesen al sureste, siéndoles el viento nordeste y que podían venir así al puerto […] y con el discurso y la experiencia, mandó tomar las armas, poner el castillo en ellas, hasta las piezas, encender las botafuegos, entrar en el castillo la gente […] dejando una escuadra toda junta, para que recibiese al enemigo y así mismo el dicho Jácome Susarra que estuviese en la canal con su barco y cuatro infantes para que tocase armas (como lo estuvo toda la noche, y tiroteó al enemigo cuando éste tomó el baluarte de la Caleta) y repartió centinelas en la isla.”[31]

Por otra parte, existe la versión de que, a raíz de esta advertencia Córdoba sí tomó algunas medidas precautorias en la ciudad. Entre ellas, se dispuso que las compañías que no estuvieran de guardia se acuartelaran en las casas de sus respectivos capitanes y se avisó a los baluartes y centinelas que estuvieran en alerta. Incluso, se menciona que el mismo gobernador hizo rondines “la mayor parte de la noche”, acompañando a las patrullas que recorrieron el perímetro de la ciudad con más hombres de lo acostumbrado. Pero al no observar nada extraño, se retiraron a descansar.[32]

*****

  A Lorencillo no le era desconocida la Nueva Veracruz, ni sus canales de entrada, ni Ulúa. Conocía al Corregidor, al castellano y a algunos oficiales reales, con quienes incluso tuvo tratos ilegales en meses previos. También se había codeado con los principales mercaderes de la ciudad y sabía de los sitios en donde se almacenaban los metales finos, las joyas y las mercancías, pues la había visitado en reiteradas ocasiones con la Armada de Barlovento a la que había pertenecido.[33] En aquel tiempo tenía un futuro prometedor como oficial naval español, reino al que había servido primero como marinero, luego como artillero durante tres años[34] y finalmente como condestable[35] (Cabo de artillero o artillero mayor) en dicha Armada. Alto, bien parecido y usando un bigote a la usanza española, Laurencillo, (mote que le fue dado cuando convivió con los españoles), era respetado tanto por sus subordinados como por sus superiores debido a su intrepidez en el combate, a su don de mando y a su carisma. Hombre culto, hablaba holandés, español, francés y posiblemente inglés; además, tocaba la trompeta y los tambores, siendo su pasión las obras de Shakespeare. Fue capturado por los filibusteros hacía algunos años y desde entonces se unió a ellos. Permaneció poco tiempo como un filibustero raso, pues pronto fue reconocido como uno de sus principales jefes cuando destacó en los ataques a los barcos españoles. Aunque la gente con la que se asoció era de la peor ralea y que agrupaba a ladrones, asesinos, violadores, alcohólicos y jugadores que buscaban hacer fortuna de una manera rápida, también había entre ellos personajes que sobresalían por su inteligencia, valentía y arrojo. Pronto Lorencillo, creó tal fama que la sola mención de su nombre llenaba de terror a las islas y costas españolas. Y ese miedo era tan genuino que en las oraciones públicas, la gente pedía a Dios que los protegiera de su furia.[36]

Hoy, navegando en medio de la oscuridad y a poca distancia de la costa que besaba el Golfo de México, estaba a punto de trascender históricamente, imponiéndose incluso sobre aquél cuya sed de venganza lo llevó a idear y organizar el ataque a la Nueva Veracruz: Nicolaas Van Hoorn (Nicolás Agramont, Agramonte[37] o Banoren, como lo conocerían los españoles), el negrero y pirata recién convertido en un corsario al servicio de Francia.[38]

(Continuará).


[1] El hoy baluarte de Santiago.

[2] Judith Hernández Aranda, “La población en el crecimiento urbano de Veracruz”, conferencia presentada en la VII Conferencia Internacional Antropología 2004, Habana, Cuba, 24 al 26 de noviembre, 2004, p. 7

[3] En 1681 la población de la ciudad estaba conformada por 984 hombres libres, 1000 mujeres libres, 473 muchachos de uso de razón y 523 esclavas. AGN, AGI.

[4] Pierre Chaunu, “Veracruz en la segunda mitad del siglo XVI y primera del siglo XVII”, Historia Mexicana. El Colegio de México, https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/viewFile/883/774

[5] Antonio García de León, “Economía y vida cotidiana en el Veracruz del siglo XVII: 1585-1707”, Dialnet, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2936999

[6] Juan de Ávila indica que el halo era de color amarillo.

[7] Juan Ávila, “Pillage de la ville de Veracruz par les pirates le 18 Mai 1683 (Expedición de Lorencillo), en Amoxcalli (sitio web), consultado el 1 de septiembre de 2018, http://amoxcalli.org.mx/paleografia.php?id=266, f. 1

[8] Agustín de Vertancurt, Crónica de la provincia del Santo Evangelio de México. Tomo III, Imprenta de I. Escalante, 1871, p. 240

[9] Ver la primera parte de esta serie: “El ataque filibustero-corsario a la Nueva Veracruz (17 y 18 de mayo de 1683). Antecedentes y planificación” de este mismo autor: https://historiaciudaddeveracruz.blogspot.com/2021/12/antecedentes-del-ataque-filibustero.html

[10] Portal de Archivos Españoles (PARES), “Autos contra el corregidor y otros”, Gobierno de España. Ministerio de Cultura y Deporte

[11] Este barco fue conocido entre los filibusteros como el Reglita. Benerson, op. cit. Ibídem.

[12] Marley, op. cit., p. 299

[13] “The nefarious exploits of Nicolaes Van Hoorn, privateer”, Crommelin Family website… (sitio web), consultado el 03 de noviembre de 2018, http://www.crommelin.org/history/Biographies/1647Daniel/1681VanHoorn/VanHoorn.htm

[14] Agustín Villaroel, “Primera invasión de Veracruz por Lorenzo Jácome y Nicolás Banoren ocurrida en el año de 1683”, en Ignacio Cumplido, El Mosaico Mexicano o colección de amenidades curiosas. Tomo I, México, imprenta de Ignacio Cumplido, 1840, p. 400

[15] Villaroel, op. cit., p. 399

[16] Vetancurt, op. cit., ibídem

[17]  Ávila, op. cit., f. 1v

[18] Villaroel, op. cit., ibídem

[19] Ávila, op. cit., ibídem

[20] Vetancurt, op. cit., ibídem

[21] Ávila, op. cit., ibídem

[22] El capitán Luis Bartolomé Córdoba y Zúñiga, fue hijo de un almirante, tanto de la flota como de galeones, general de la Nueva España y castellano de San Juan de Ulúa. En 1675 compró el cargo de Corregidor. Ver Francisco A. Eissa-Barroso, “De corregimiento a gobierno político militar: el gobierno de Veracruz y la ‘militarización’ de cargos de gobierno en España e Indias durante los reinados de Felipe V”, en Relación de Estudios Históricos, v. 37, n. 147, septiembre, 2016, p. 25. http://www.scielo.org.mx/pdf/rz/v37n147/0185-3929-rz-37-147-00013.pdf

[23] Entre los españoles, John Murphy era conocido como Juan Morsa.

[24] David Marley, Pirates of the Americas, volumen 1: 1650-1685, ABC-Clio, Santa Bárbara, California, p. 274

[25] Pablo Montero, Ulúa, puente intercontinental en el siglo XVII. Volumen II, Talleres de Diseño Gráfico, México, 1999, p. 114

[26] Ávila, op. cit., ibídem

[27] Jueces oficiales rales de la Real Hacienda y Caja.

[28] Oficiales de Veracruz: entrada de los enemigos en la ciudad, Archivo General de Indias, PATRONATO,243, R.4, f. 2

[29] Montero, op. cit., p. 113

[30] Montero, op. cit., p. 113-114

[31] Montero, op. cit., p. 115

[32] Francisco Javier Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España, J. M. Lara, México, 1842, p. 31

[33] Antonio García de León, Vientos bucaneros, piratas, corsarios y filibusteros en el Golfo de México, Biblioteca Era, México, D.F., 2014, p. 99

[34] Vetancurt, op. cit., ibídem

[35] García de León, op. cit., ibídem

[36] Luis Villanueva, “Laurent Baldran de Graff “Lorencillo”: Filibustero y corsario que participó en el ataque de mayo de 1683 a la Nueva Veracruz”, sábado 9 de julio de 2018, [actualización de estado en Facebook], recuperado de https://www.facebook.com/notes/historia-de-la-ciudad-y-puerto-de-veracruz/laurent-baldran-de-graff-lorencillo-filibustero-y-corsario-que-parrticip%C3%B3-en-el-/867028843481985/, [consultado 10 de noviembre de 2018] 

[37] Es importante mencionar que los nombres de Nicolas Agramont Agramonte son producto de una posible confusión, pues pudo haberse mezclado el nombre de Nicolaas Van Hoorn con el apellido de Michel de Grammont. Esto no es del todo descabellado, sobre todo si considera que el segundo era el teniente del primero por orden del gobernador de la parte francesa de Santo Domingo, Jacques Nepveu, Sieur de Pouançay y que ambos atacaron la Nueva Veracruz. En cambio, el nombre de Nicolás Banoren, sería correcto, tomando en cuenta que Banoren es una corrupción del apellido Van Hoorn.

[38] Alegre, op. cit., p. 81

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