jueves, 25 de febrero de 2021

San Juan de Ulúa. La historia de la fortaleza(*). Siglo XVII (Parte III)

 

Por Luis Villanueva

(*Ensayo ganador del tercer lugar en el 2° concurso regional de ensayo 2015 del Centro INAH
     Veracruz.

La llegada del nuevo virrey Zúñiga y Acevedo (1595) fue de importancia para Veracruz, pues es él quien concreta el traslado de la ciudad desde río Jamapa a los arenales fronteros a San Juan de Ulúa (1600). Sin embargo, durante su mandato no se realizaron grandes cambios estructurales en la fortaleza. Entre las pocas que llevaron a cabo está la conclusión de un terraplén en la Torre Vieja, que se realizó por ser “obra más forzosa y necesaria” (Hanke, Los virreyes españoles en América durante el gobierno de la casa de Austria, 1977, págs. 231-236).

Así transcurrieron las primeras dos décadas de este siglo sin llevarse a cabo cambios de importancia en la fortaleza. En 1621, fue nombrado Virrey de la Nueva España Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Gelves, quien al llegar al puerto de San Juan de Ulúa y por encargo del rey Felipe III, realizó un reconocimiento al fuerte acompañado de algunos peritos en la materia. Esto debido a se tenía proyectado fortificar la fortaleza. Ese mismo año, el virrey envió al ingeniero holandés AdriánBoot como técnico y director de las obras a realizar en Ulúa, pues su fortificación era el de “más importancia y necesidad de este reino” (ïbid, Pág. 40)

El proyecto de Boot (en conjunto con el grupo de peritos que acompañó al virrey en su inspección a Ulúa), consistió en hacer una cortina que partiera desde la Torre Vieja con dirección noreste, para rematar en el borde del canal del norte con un torreón. Esencialmente era el mismo proyecto propuesto en el año de 1600 (ïbid, Pág. 40), pero tampoco se llevó a cabo y de él sólo nos quedó una copia hecha por la empresa Ruffoni de Florencia, de un bello dibujo a color realizado por Boot, en donde se muestra a la Nueva Veracruz (la ciudad de Tablas, de Paso y Troncoso) en un amanecer cualquiera a la sombra protectora de la fortaleza de San Juan de Ulúa.

El 12 de septiembre de 1625, arribó a la Nueva Veracruz el Virrey de la Nueva España, Rodrigo Pacheco y Osorio, el marqués de Cerralbo, para sustituir al marqués de Gelves. Junto con el virrey también viajó el dominico y misionero inglés Thomas Gage. Este personaje nos legó una impresión del puerto y su fortaleza a su llegada.

“La rada está defendida por una roca, donde se estrellan los vientos más furiosos […] Y además en una roca que hay como á distancia de un mosquetazo delante de la población, en donde los Españoles han construido un fuerte o ciudadela y siempre mantienen guarnición aunque corta. En el pueblo no se ve gente de guerra ni fortificación alguna: la roca le sirve de muralla y defensa. Más del amparo que da al puerto contras los vientos del Norte aquella roca, no se atreven los bajeles a fondear en la bahía sino al pie mismo del castillo, y aun allí se creerían mal seguros, como no se amarraran con gruesos cables á las argollas, puestas para ese intento en la roca” (Gage, 1838, págs. 65, 71-72).

La descripción anterior hace ver que, para ese año, la fortaleza seguía manteniendo la misma estructura que a principios de ese siglo. Cerralbo solo dotó a Ulúa con una “muy buena artillería gruesa” traída de Filipinas. El virrey posteriormente expresaría, como justificación ante la poca obra militar: “en la ciudad de Veracruz se ha hecho lo que ha permitido el sitio y terreno…” (Hake, op. Cit. Pág. 269-290).

Con la llegada al gobierno (1635) del virrey marqués de Cadereyta, se continuó con el reparo de Ulúa (Quijano, Op. Cit. pág. 43). En el año de 1658, fue nombrado castellano de la fuerza de San Juan de Ulúa don Francisco Castejón. Una vez en el mando y tras realizar una inspección de la isla, la consideró muy débil, por lo que propuso la construcción de un puesto en el arrecife de La Gallega, en donde podría cruzar fuegos con la fuerza principal de la fortaleza en caso de un desembarque.

En el año de 1669, Fernando de Solís y Mendoza, corregidor de Veracruz y castellano de San Juan de Ulúa, escribió una carta al rey en donde le explica que el castillo carecía de:

las regulares defensas que debiera, por ser una figura trapecie prolongada, aun sin la forma de paralelogramo, con cortinas corridas a fin de que sirva de abrigo para los navíos como muelle […]”.

Para remediar lo anterior propuso levantar una media luna para cubrir la puerta del castillo por su lado norte, así como hacer un foso de extremo a extremo de la isla por donde entrara el mar, entre otras mejoras. Por esas fechas llega a Veracruz el ingeniero militar Marcos Lucio, que por órdenes del virrey debía inspeccionar a Ulúa y revisar los reparos propuestos por el castellano de Ulúa, quedando de acuerdo con la propuesta de este último. La media luna fue terminada a mediados de agosto de 1670. La obra del foso quedaría sin ejecutarse. (Íbid.Pág. 83-84).

El 7 de mayo del año 1681, fondeó en la rada de la Nueva Veracruz el virrey de la Nueva España el conde de Monclova. En 1682, llega al el capitán de Infantería de Alemanes e ingeniero militar Jaime Franck. El 17 de mayo de 1683, se dio el sorpresivo asalto de 800 filibusteros dirigidos por Michael de Grammont, Laurent de Graff (Lorencillo) y Nicolás Van Horn a la población de la Nueva Veracruz. El papel jugado por Ulúa en este hecho no fue preponderante, pues solo fungió como mudo e impotente testigo de las atrocidades cometidas por los bucaneros contra la población inerme. Sin embargo, esto sirvió como detonante para que las autoridades virreinales se abocaran a una mayor fortificación en Ulúa.

Sería el ingeniero Frenck el encargado de transformar, en menos de cinco años, completamente a Ulúa; pasando de ser una muralla entre dos torres, a un recinto abaluartado y cerrado por los tres extremos restantes, para con ello dar lugar a una fortaleza de planta rectangular. En su interior se instalaron un hospital, iglesia y la casa del castellano. Se construyó en el lado oeste una puerta por donde ingresaban los barcos a una dársena construida en el interior de la fortaleza; también erigió dos medios baluartes, el de Santiago y el de la Soledad e igualmente añadió el baluarte de San Pedro Estas obras fueron concluidas en mayo de 1693 (Quijano, Anuario de Estudios Americanos, 1949).




sábado, 20 de febrero de 2021

San Juan de Ulúa. La historia de la fortaleza(*). De 1525 a 1600 (Parte II)

 

Por Luis Villanueva

(*) Ensayo ganador del tercer lugar en el 2° concurso regional de ensayo 2015 del Centro INAH
     Veracruz.

El 15 de octubre de 1535 llegó a tierras americanas don Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España. Dentro de las encomiendas que traía, estaba el informar sobre la cantidad de fortificaciones construidas, o por construir, en la Nueva España, por lo que muy al inicio de su cargo realizó una inspección del puerto de Ulúa. Como al rey le urgía la erección de una “fortaleza y reparo para las naos” en el islote, Mendoza mandó levantar una torre de vigilancia, la cual se fue construyendo sin mucha prisa (Quijano, 1984, pág. 6).

La lentitud en la obra fue confirmada por Hernán Cortés, quien pidió residencia contra Antonio de Mendoza (1543). Acusó que el virrey “puso cierta imposición en las mercaderías que van al puerto de San Juan, que pagasen de cada cosa ciertos derechos para hacer un muelle en el dicho puerto, e otros reparos […] y la obra no se hace sino muy despacio.” (Escritos sueltos de Hernán Cortés, 1871, pág. 332).

Casi diez años más tarde, el 12 de febrero de 1544 arribaron a Ulúa el visitador de Nueva España, Francisco Tello de Sandoval y el contador Gonzalo de Aranda. A su llegada inspeccionaron el muelle que el virrey tenía en construcción. Tras pasar la noche en el islote, examinaron la torre para la defensa del puerto, hecha de mampostería y tan alta como un hombre. También observaron el trabajo desarrollado en el muelle, el cual estaba a cargo de un clérigo y empleaba a un numeroso grupo de negros (Aiton, 1927, pág. 162).

Al ser desplazado de su cargo en 1550, Mendoza dejó a su sucesor, don Luis de Velasco, una relación de su gobierno. En ella escribió que dejaba comenzado “un turrion” en San Juan de Ulúa y que este serviría para “que la justicia sea señor de las naves y marineros del puerto”; también asentó que era necesario construir un revellín donde pudiera colocarse la artillería y levantarlo lo que conviniera para que en lo alto jueguen algunas piezas (Portilla, 1873, págs. 24-25).

Entre el 2 y el 4 de septiembre del año 1552, un huracán golpeó a Veracruz y a San Juan de Ulúa.[1] En Veracruz la crecida del río Huitzilapan inundó la ciudad, produciendo graves daños a la infraestructura urbana. En Ulúa se hundieron cinco naos, las barcas de descargo y unas carabelas de Tabasco; los vientos, lluvia y la fuerza del mar (que logró cubrir la isla con sus vaivenes), destruyeron la mayor parte de las casas.[2] en la isla, ahogando a muchas personas (Virginia García Acosta, 2003, págs. 178-179).

El testimonio del receptor de la imposición, Hernando de Vergara, da alguna luz acerca de las obras de fortificación existentes en Ulúa en la fecha en que impactó el huracán. Él hizo referencia a una torre que está empezada a hacer en dicha isla, que está un estado[3] sobre el agua”. También comentó de una “casa grande que está hecha en aquella parte donde los navíos echan las anclas” (Quijano, 1984, pág. 8).

El desastre puso la atención oficial en la reparación y ampliación del puerto y en la fortificación de San Juan de Ulúa. El alcalde mayor, García de Escalante Alvarado ya había propuesto, desde fines de marzo de 1552 y posteriormente a la presencia del huracán, la construcción, para la seguridad de los barcos y protección del puerto, de una muralla de sillería de cal y canto de 20 pies (6 m) de grosor y 2 brazas (1.82 m) de alto, en donde se empotrarían argollas de metal de trecho en trecho para que en ellas se amarren los barcos. Además, se harían puertas y escaleras para la descarga y troneras con su artillería (Viejo, 1978, pág. 452). Por su parte, el virrey decidió la compra de 100 negros para el afianzamiento y construcción de la torre y muro de las argollas. (íbid. pág. 453).

El piloto Diego Gomedel coincidió con García de Escalante en poner el islote en un estado de que evitara la repetición de los sucesos como los ocurridos durante el temporal recién pasado:

“…Que desde el torrioncillo todo lo que duraba el albarrada que estaba hecha de piedra desde la punta hasta la torre por delante de la casa grande que está hecha al canto del arrecife, se haga una pared de cal y canto de catorce  o quince pies de grueso con sus puertas a trechos y escalera a do lleguen los bajeles a descargar y entre las puertas de una a otra, abiertas sus troneras para alguna artillería y defensa del puerto y en la misma pared por de fuera puestos unos argollones gruesos de metal a donde se amarren las naos y ansi mismo le paresce que desde el turrión a la mar dejando abierto una caleta que allí hay donde se meten las barcas se siga la dicha pared adelante conforme a lo que se tiene atrás […] por lo que haciendo esta pared el puerto queda para poder surgir en él muchas más naos de las que al presente pueden surgir y ansi mismo queda abrigado de allí porque con el huracán pasado todo el daño que las naos recibieron fue por allí, porque estaba la mar con gran ímpetu y venía a reventar la mar en las popas de las naos…” (Quijano, 1984, pág. 8)

En 1560, se puso en consideración la petición de trasladar la ciudad de Veracruz al puerto en la isla de San Juan de Ulúa debido a los inconvenientes (entre ellos los climáticos), que se habían estado presentando. “[…] Hacer la carga y descarga en la ciudad y Puerto de Veracruz y las ventajas que resultaría de ejecutarlo por el puerto a la Isla de San Juan de Lúa (Montero, 1997, pág. 52).

En agosto de 1563, el visitador Jerónimo de Valderrama[4] recorrió las obras en el islote e hizo protesta por la lentitud en que se llevaban a cabo. El avance estaba constituido por una muralla de 1000 pasos de longitud, con altura de 25 pies y grosor de 10 pies. Esta llevaría a trechos unos torreones de 60 pies en cuadro con una altura de 34 pies (9 pies por encima del muro). Sin embargo, para junio de 1564 la obra seguía sin concluirse, por lo que el virrey Velasco, junto con el nuevo alcalde mayor Juan Bautista de Avendaño, propusieron hacer el muro de mampostería para acabarla antes. (Ibid., Pág. 453).

Después del fallecimiento del virrey Antonio de Mendoza, es nombrado tercer virrey de la Nueva España Gastón de Peralta, quien arribó a Veracruz a principios de septiembre de 1566. Dentro de las instrucciones que el Rey Felipe II le había dado, estaba el de construir un muelle en San Juan de Ulúa e informarse del estado en que encontraban las obras en dicho lugar y que diera prisa por concluirlas (Hanke, 1976, págs. 164-168).

El 23 de marzo de 1567, Gastón de Peralta informó al Rey que la obra del muelle estaría concluida en cuatro años y que era menester “correr la muralla para la defensa del norte, o si la fuerza del mar es la que hace el daño para que hagamos en los arrecifes algunos reparos donde las olas quiebren” (Ibid., Pág. 169-185). De Peralta no vio cumplida su promesa, pues en 1567 se le ordenó que regresase a España para defenderse de varias acusaciones hechas en su contra.

El 2 de octubre de 1567 se hicieron a la mar en Plymouth, seis navíos bajo el mando de los corsarios ingleses John Hawkins y Francis Drake. Tras un año de “lucrativo negocio” en las Indias Occidentales (las Antillas), una fuerte tormenta de ocho días de duración provocó severos daños en las naves corsarias, por lo que se vieron obligados a buscar refugio para hacer reparaciones y cargar los bastimentos necesarios para su viaje de regreso a Inglaterra.

Tras toparse y capturar a una nave mercante española, inquirieron si había algún puerto cercano. La respuesta de los españoles fue “San Juan de Ulúa”, en la Nueva España y hacia allá se dirigieron los ingleses tras sopesar Hawkins y Drake los riesgos, pues sabían de la llegada a fines de septiembre de la poderosa flota anual española a ese sitio, y no estaban muy deseosos de encontrarse con ella en el lamentable estado en que se encontraban (Sugden, 2006, pág. 32).

Los corsarios llegaron a Ulúa el 15 de septiembre de 1568. La imagen que tuvieron a su arribo fue la de una rada de aproximadamente 250 yardas (228 m) de longitud, situada entre tierra firme y un bajo de coral en donde se encontraba levantada una torre con troneras para la artillería y una cortina para cañones en su parte alta. Esta cortina, parte fortificación y parte muelle, de 300 pies de longitud (91.44 m), se extendía a todo lo largo de la línea de playa (Rare book & special collections reading room, 2010). Esta última ya tenía empotrados varias argollas de metal de buen tamaño en donde las naves podían ser amarradas.

Miles Philips, uno de los corsarios ingleses que desembarcaron junto con John Hawkins en Ulúa, escuetamente coincidió con la descripción hecha líneas arriba, al narrar lo siguiente: “Cuando desembarcamos nosotros, era este puerto una isleta de piedra que en lo más alto no tenía arriba de tres pies (menos de un metro) fuera del agua, y cuya extensión por cualquier parte no pasaba de un tiro de ballesta, cuando más” (Boletín del Archivo General de la Nación, 1950, pág. 295).

Es posible que las construcciones previamente descritas no fueran mejores que las existentes antes del huracán de 1567 y que fueron arrasadas por ese temporal. Incluso, esa torre[5] debió ser la misma que mandó levantar el virrey Mendoza y para esa fecha, al igual que la cortina, aún seguían sin poder concluirse.

En 1568, fue nombrado virrey de la Nueva España, don Martín Enríquez de Almansa. La flota española en la que venía estaba conformada por 13 navíos bajo el mando de Francisco de Luján, llevando como segundo al mando al almirante Juan de Ubilla. A su llegada a San Juan de Ulúa, el 26 de septiembre de 1568, tuvo la sorpresa de encontrar a los corsarios ingleses posesionados del islote y de la fortaleza. Al final, después de un cruento combate naval, la victoria se inclinó al lado español. La participación de Ulúa en este hecho, aunque mínima en lo referente a la batalla, bien podría ser considerado como el bautizo de fuego para la incipiente fortificación.

La batalla de San Juan de Ulúa mostró sus deficiencias, por lo que Ubilla envía una carta al rey en donde da la idea de “mandar a hacer otra torre a la parte del este.[6] Sin embargo, sería el ingeniero militar Cristóbal de Eraso el que concretaría la idea de unir ambas torres (la nueva y la vieja), con una cortina (el muro de las argollas). (Quijano, 1984, pág. 11).

  Cristóbal de Erazo arribó a Ulúa a inicios de 1570, en donde esperó la orden del virrey para iniciar las obras en San Juan de Ulúa según un proyecto realizado por él mismo. Pero tampoco pudo comenzar los trabajos por la carencia de piedra de cantera, la cual tuvo que pedir a Campeche. En lo que llegaba la cantería se dedicó a concluir la llamada Torre Vieja y el lienzo de la muralla, escribiendo en una carta al rey que, si encontraba cantería para otro baluarte, hacerlo he con toda brevedad a mi posible”. (Ibid., pág. 13).

  El 8 de junio de 1570, el virrey Enríquez mandó publicar una serie de condiciones referentes a la obra de fortificación de Ulúa. Entre aquellas estaba que la muralla debía de medir 138 pies (42 m) de largo, 27 (8 m) de alto y 15 (4.5 m) de ancho. Al final de esta, en el extremo sur, se levantaría un baluarte y caballero de igual alto que la muralla. Este baluarte sería construido con paredes de cantería en el exterior de 18 pies (5.4 m) de grosor, 3 (0.9 m) en las interiores que serían construidas de mampostería y las que servirían de base al caballero de 13 (4 m). La altura del baluarte sería de 27 pies, igual que la muralla y contaría con un aljibe en lo alto. Sobre los 27 pies llevaría piezas para las municiones, dotándolo de una solería resistente para colocar piezas de artillería a barbeta. A partir de aquí se elevarían las paredes del caballero a una altura de 18 pies (5.4 m) y con paredes de 13 pies de grosor. Tres de las cuatro paredes llevarían cuatro troneras. En lo más alto del caballero se colocaría un solado resistente para colocar artillería sobre barba por sus cuatro lados. (Ibid., pág. 14). 

  En 1584 desembarcó en San Juan de Ulúa el comisario franciscano fray Alonso Ponce. Él dejó una descripción de Ulúa, el cual parece demostrar que las condiciones dictadas por el virrey 14 años antes habían sido acatadas, si no completamente, por lo menos en parte:

  “La fortaleza tiene dos torres, una á Oriente y otra á Poniente, y entre torre y torre un lienzo ó adárabe muy largo, labrado todo de cal y canto con mucha fortaleza, por el cual se pasa de una torre á otra; la que está á Poniente es pequeña y de no muy buena piedra, que el salitre del agua de la mar la va comiendo poco á poco, aunque con todo esto es fuerte: la de Oriente es mayor y más capaz, tiene una sala de armas muy grande, un caballero y un grande alxibe, una mazmorra y otras piezas, y en las torres y caballero y otras partes hay muchas y muy gruesas piezas de artillería para la defensa del puerto, con un alcaide y soldados y artilleros que tienen de todo cuidado”.

  El franciscano Antonio de Ciudad Real, a su paso por el islote entre los años 1587 y 1588, escribió una muy detallada visión sobre San Juan de Ulúa: 

 “Cinco leguas de Veracruz de mal camino está el puerto e isla de San Juan de Ulúa […] en esta isla está hay una plaza cuadrada, los lienzos de estos cuadros son casas hechas de tablas, en los tres moran los oficiales de la isla y los soldados y muchos negros y negras que tiene el rey allí para el servicio de la fortaleza que allí está edificada y oficiales y soldados de ella, el otro lienzo ocupa la iglesia, en que reside un cura que administra los sacramentos a los de la isla. Sin estos cuatro lienzos hay otras casas, asimismo de tablas, fundadas sobre la misma mar en aquellos arrecifes, que el agua anda debajo de ellas y algunas veces sube arriba; entre estas hay un hospital hecho de la misma manera, en que se curan los enfermos de las flotas y se les hace mucha caridad; este hospital está a cargo de los hermanos de San Hipólito de México […] La fortaleza tiene dos torres, una a oriente y otra a poniente, y entre torre y torre un lienzo o adárabe muy largo, labrado todo de cal y canto con mucha fortaleza, por el cual se pasa de una torre a otra;  la que está a poniente es pequeña y de no muy buena piedra, que el salitre de la mar la va comiendo poco a poco, aunque con todo esto es fuerte; la de oriente es mayor y más capaz, tiene una sala de armas muy grande, un caballero y un grande aljibe, una mazmorra y otras piezas, y en las torres y caballero y otras partes hay muchas y muy gruesas piezas de artillería para la defensa del puerto, con un alcalde y soldados y artilleros que tienen de todo cuidado. Tiene aquel puerto dos entradas o canales muy angostas y peligrosas, y a cada una de ellas mira una de las dichas torres con sus tiros y piezas de artillería, para que sin licencia del castellano no pueda entrar ninguna nao enemiga, ni aun de las amigas si no hiciere su salva. Con estas torres y murallas está el puerto guardado y las naos de él defendidas algún tanto del norte, porque las amarran a unos gruesos aldabones que están muy fijos en ella… cuando se enoja el norte abienta el agua de la resaca sobre ella y pasa por encima de la otra banda. Hay alrededor de esta isla muchos arrecifes y bajos que casi cada día quedan en seco, unas veces más otras menos” (Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España, 1992, págs. 81-130).

El 19 de julio de 1589 es nombrado virrey de la Nueva España Luis de Velasco y Castilla y Mendoza “el mozo”. Algunos meses más tarde, por órdenes del rey Felipe II arribó a San Juan de Ulúa (18 de febrero de 1590), el ingeniero militar italiano Bautista Antonelli para hacer una inspección y levantamiento de la fortificación y también para realizar una traza para mejorar sus defensas.

Tras llevar a cabo la inspección, Antonelli tomó el parecer del virrey Luis de Velasco, llegando ambos a la idea de que lo mejor era levantar un par de reparos (baluartes), por ser Ulúa una plaza abierta y mientras el Rey decidía fortificar. Antonelli también justificó que los reparos serían de poco costo, porque sólo tendrían que construirse “dos traversillos” que defiendan las dos torres y el lienzo donde se amarran los barcos, además de que sólo se tendría que adquirir la cal, pues la piedra que se utilizaría para la construcción la tenemos en la isla, pues no hay sino recogerla”. Tampoco tendría que pagarse por los peones, pues con los negros que había allí podría hacerse el trabajo. El reparo tendría una altura de 20 a 22 pies (entre 6 y 7 m), en donde se podría colocar alguna artillería. Sus muros serían en talud con un grosor de ocho pies (2.4 m). Los baluartes llevarían por nombre Santiago (junto a la Torre Vieja) y delante de la Torre Nueva, el de San Felipe (Amirola, 1829, págs. 251-254). El proyecto de Antonelli no fue llevado a cabo debido a diferencias y objeciones sobre la inutilidad de ambos baluartes con el capitán Pedro Ochoa de Leguizamón, quien poco antes de la llegada de Antonelli había realizado un proyecto de fortificación de Ulúa.

Tras llevar a cabo la inspección, Antonelli tomó el parecer del virrey Luis de Velasco, llegando ambos a la idea de que lo mejor era levantar un par de reparos (baluartes) por ser Ulúa una plaza abierta y en lo que el Rey decidía fortificar. Antonelli también justificó que los reparos serían de poco costo, porque sólo tendrían que construirse dos traversillos” que defiendan las dos torres y el lienzo donde se amarran los barcos, además de que sólo se tendría que adquirir la cal, pues la piedra que se utilizaría para la construcción la tenemos en la isla, pues no hay sino recogerla”. Tampoco tendría que pagarse por los peones, pues con los negros que había allí podría hacerse el trabajo. El reparo tendría una altura de 20 a 22 pies (entre 6 y 7 m), en donde se podría colocar alguna artillería. Sus muros serían en talud con un grosor de ocho pies (2.4 m). Los baluartes llevarían por nombre Santiago (junto a la Torre Vieja) y delante de la Torre Nueva, el de San Felipe (Amirola, 1829, págs. 251-254). El proyecto de Antonelli no fue llevado a cabo debido a diferencias y objeciones sobre la inutilidad de ambos baluartes con el capitán Pedro Ochoa de Leguizamón, quien poco antes de la llegada de Antonelli a Ulúa había realizado un proyecto de fortificación para la Ulúa.

En 1595, Gaspar Zúñiga y Acevedo conde de Monterrey es nombrado el noveno Virrey de la Nueva España. Llegó a Veracruz en la flota de Luis Fajardo a mediados de septiembre de ese mismo año. Con Zúñiga también se harían algunos cambios en la fortaleza, de los cuales se hablará en la siguiente entrega.


[1] Carta enviada por el escribano mayor de la real audiencia Antonio de Turcios el 5 de noviembre de 1552 con las declaraciones hechas por García de Escalante sobre la tormenta y el huracán del 2 de septiembre.

[2] Hernado de Vergara declaró que de 10 casas que había en Ulúa, el mar se llevó a ocho, derribando la novena y dejando muy maltrecha la última.

[3] Un “estado” es una unidad de medida de altura que equivale a 6 pies, la altura de un hombre. (Gordillo, 2014, pág. 164)

[4] Desembarcó en San Juan de Ulúa a fines de julio de 1563.

[5] Después sería conocida como la “Torre Vieja” y posteriormente constituiría la base del baluarte San Pedro.

[6]  Esta nueva torre con el tiempo constituiría el baluarte San Crispín.

viernes, 12 de febrero de 2021

San Juan de Ulúa. La historia de la fortaleza(*). De 1518 a 1525. (Parte I)



Por Luis Villanueva

(*) Ensayo ganador del tercer lugar en el 2° concurso regional de ensayo 2015 del Centro INAH Veracruz.

I.- Ubicación y conformación del islote de San Juan de Ulúa

El islote de San Juan de Ulúa forma parte de un arrecife conocido como La Gallega, el cual se encuentra localizado en los 19.12° N y 96.07° O. Con una profundidad cercana a los 37 m, su conformación está basada en un banco de restos bioclásticos calcáreos provenientes de los corales existentes durante el Pleistoceno reciente, además de ser un producto del descenso del nivel del mar a causa de la última glaciación. Este arrecife está clasificado como del tipo plataforma y actualmente forma parte del Sistema Arrecifal Veracruzano (Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, 2007). Este arrecife también está formado de madrépora, que es una denominación empleada para clasificar a la mayoría de los corales “duros” del orden Scleractina y que es conocido en el puerto de Veracruz, por lo menos desde inicios del siglo XIX[1], como piedra múcara o múcar (Resource database for Gulf of Mexico Research).

II.- Antecedentes. El descubrimiento de la Isla de San Juan de Ulúa

A principios de 1518, Diego Velázquez de Cuéllar, gobernador de la isla de Cuba, alentado por el descubrimiento de la península de Yucatán un año antes por Francisco Hernández de Córdoba, preparó una nueva expedición hacia aquella zona. Para ello nombró Capitán General a un pariente suyo[2], Juan de Grijalva. Esta expedición partió de Cuba el 8 de abril de 1518 y tras 20 días de navegación, descubrieron la isla de Cozumel (Castillo, 1939, pág. 74).

Posteriormente continuaron navegando por la costa del Golfo de México, en donde tras diversos hechos de armas y otros sucesos, arribaron a la que después sería conocido como tierra veracruzana. Es allí donde la expedición descubrió las islas Blanca, Verde y Sacrificios[3], recalando los navíos en una cuarta isla que contaba con abrigo de los vientos del norte y buen fondo. Según Bernal Díaz del Castillo (que acompañaba a Grijalva como Alférez en esta expedición), esta isla se encontraba situada a media legua (poco más de dos kilómetros y medio)[4] de tierra firme. En este sitio desembarcaron el capitán general, Bernal y una treintena de soldados (Castillo, 1939, pág. 87).

Una vez allí, los expedicionarios encontraron un pequeño templo dedicado a Tezcatlipoca. También hallaron a dos jóvenes recién sacrificados y a cuatro sacerdotes vestidos con largas mantas oscuras de algodón, los cuales se acercaron y comenzaron a sahumar a los recién llegados. Al preguntar Grijalva el porqué de los sacrificios, recibió por respuesta: Culúa, Culúa (Acolhuas) que los españoles entendieron como Ulúa, Ulúa. Como Grijalva se llamaba Juan por San Juan, decidieron nombrar a la isla San Juan de Ulúa[5] (ibíd., pág. 87).

El jueves Santo (21 de abril) del año 1519, un año después de que Juan de Grijalva descubriera el sitio, llegaron a Ulúa[6] Hernán Cortés y su flota. Allí mandó que las naves fondearan en las partes más seguras contra los vientos del norte. Al día siguiente (Viernes Santo) desembarcaron los caballos y la artillería en las playas de Chalchihuecan (frente a Ulúa), en donde también levantaron chozas, enramadas y un altar donde posteriormente se dio misa (ibíd., pág. 148-149).

Luego de la fundación jurídica de la Villa Rica de la Veracruz por Cortés (mayo de 1519) en aquellos arenales que miraban al islote de Ulúa y tras permanecer algunas semanas en Chalchihuecan, partieron[7] por mar y tierra el recién nombrado capitán general y justicia mayor junto con su flota, a Quiahuiztlan, dejando tras de sí las huellas de su primera estancia en las ardientes médanos que hoy ocupa el puerto de Veracruz.

III.- San Juan de Ulúa. Los primeros cinco años

Cortés fundó físicamente la Villa Rica de la Veracruz en junio de 1519, en una rada situada a media legua (alrededor de 2 km) frente al asentamiento totonaca de Quiahuiztlan. Allí el capitán general mandó levantar una fortaleza y trazar la plaza, iglesia y atarazanas (Castillo, 1939, pág. 179). 

Los cinco años posteriores a la fecha de fundación, el temprano comercio marítimo entre España y la Villa Rica se daba con las naos que llegaban a Ulúa, para luego continuar su ruta hacia el Norte siguiendo la línea de costa, hasta llegar a la Villa Rica en donde finalmente descargaba su mercancía y pasajeros.

Sin embargo, el sitio elegido para asentar muy pronto mostró no ser el mejor lugar para un puerto, pues estaba muy expuesto a los fuertes vientos del norte que azotan al golfo durante el invierno. Esto ocasionaba el naufragio de un importante porcentaje de navíos, trayendo con ello la muerte de muchos hombres junto con la pérdida de mercancía, oro y plata. Además, pronto surgió el inconveniente de que la rada era muy pequeña para la cantidad de naves que arribaban al lugar.

Por otra parte, la distancia desde la Villa Rica a San Juan de Ulúa era grande (alrededor de 10 leguas -50 km-), y dado que el segundo continuó siendo considerando como el único puerto con cierto grado de seguridad contra los fuertes nortes, el tráfico comercial recibió la orden de arribar a la Nueva España a través del islote y no por la recién fundada Villa Rica de la Veracruz, tal y como lo expresó el mismo Hernán Cortés:

“[…] A causa de no haber población de españoles más cerca del puerto de San Juan de Chalchihueca que la Villa de la Vera Cruz, iban los navíos a descargar a ella, y por no ser aquel puerto tan seguro como conviene, según los nortes que en aquella costa reinan, se perdían muchos, y fui al dicho puerto de San Juan a buscar cerca algún asiento para poblar.(Sánchez-Barba, 1963, pág. 170).

No se tiene la certeza de la fecha en que ocurrió el traslado de la Villa Rica de la Vera Cruz hacia la ribera izquierda del río Huitzilapan, pero este se dio en algún momento entre fines del año 1524 e inicio de 1525 (Gordillo, 2014, pág. 161). Entretanto, San Juan de Ulúa seguiría estando estrechamente ligada a este nuevo asentamiento.

Fuentes:

1. Castillo, B. D. (1939). Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (Vol. I). México, D.F.: Pedro Robredo.
2. Gerhard, P. (1986). Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821. México: UNAM.
3. Gordillo, J. O. (2014). La antigua Veracruz. Veracruz: Instituto Veracruzano de la Cultura.
4. Resource database for Gulf of Mexico Research. (s.f.). GulfBase.org. Recuperado el 18 de septiembre de 2015, de http://bit.ly/1PazGew
5. Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca. (15 de noviembre de 2007). Instituto Nacional de Ecología. Recuperado el 18 de septiembre de 2015, de http://bit.ly/1Qooyev
6.- Plano de Veracruz mandado en 1580 al Rey Felipe II por el alcalde mayor Alvaro Patiño (1580).

[1] Alexander von Humboldt en su Ensayo Político de la Nueva España (1811) lo menciona con este nombre.

[2] Bernal Díaz del Castillo califica a Grijalva como deudo (pariente) de Velázquez; mientras que Francisco López de Gómara, en su Historia general de las Indias, dice que Grijalva es sobrino de Velázquez.

[3] Los indígenas llamaban a la isla Chlachihuitlapazco “Lebrillo de jade”.

[4] Díaz del Castillo yerra en mucho su apreciación, pues la isleta se encontraba a poco más de un kilómetro de la línea de costa, a menos que hubieran desembarcado más hacia el Sur, en lo que hoy es Plaza Acuario.

[5] Los naturales conocían a esta isla con el nombre de Técpan Tlayácac “nariz de la tierra del palacio”. Anales de Tlatelolco, unos anales históricos de la nación mexicana y Códice de Tlatelolco, Henrich Berlin y Robert Barlow (eds.), México, Porrúa, 1948. (Tomado de: http://bit.ly/1KtTfdw p. 20 y de http://bit.ly/1Yq43nu). Según el doctor Omar Ruiz Gordillo, en su obra La antigua Veracruz, hay consenso en que la partida de las fuerzas de Cortés ocurrió después del 20 de mayo de 1519.

[6] En sus Cartas de relación, Hernán Cortés menciona al islote como puerto y bahía de San Juan. Posteriormente (1526), nombraría a este mismo sitio como San Juan de Chalchicueca.

[7] Según el doctor Omar Ruiz Gordillo, en su obra La antigua Veracruz, hay consenso en que la partida de las fuerzas de Cortés ocurrió después del 20 de mayo de 1519.

domingo, 7 de febrero de 2021

El “Mapa de Pineda” (1519), por Alonso Álvarez de Pineda


Por: Luis Villanueva

Dibujo muy sencillo de la costa del Golfo de México realizado en 1519 por el extremeño Alonso Álvarez de Pineda, quien al frente de una expedición conformada por cuatro navíos y doscientos setenta soldados[1] y caballos[2] [3]fue enviado por el Gobernador de Jamaica, Francisco de Garay, para comprobar la existencia de un paso hacia China por el norte del continente americano[4] (el muy deseado y buscado estrecho de Anián). Así como también para asegurar los territorios del noreste del golfo contras las intenciones expansivas de Hernán Cortés.

Llevando como piloto a Antón de Alaminos (que también había acompañado a Ponce de León en su descubrimiento de la Florida), inició su derrotero en la costa occidental de aquella península, para después seguir con dirección al Oeste y luego al Sur, recorriendo toda la línea de costa hasta la Villa Rica de la Veracruz, sitio este que pasó de largo para anclar tres leguas más al Sur[5] [6] en agosto de 1519.

Cortés, informado de esta llegada por el alguacil mayor de la Villa Rica de la Vera Cruz, Juan de Escalante, cuando se encontraba en Cempoala preparándose para salir hacia México-Tenochtitlan, regresó a la mencionada villa, a donde llegó de noche acompañado con cuatro de a caballo y cincuenta soldados. Después de hablar con Escalante de la situación, el de Extremadura caminó por la playa en medio de la oscuridad junto con sus soldados, hasta que se toparon con cuatro españoles (un escribano y tres testigos), que “venían a tomar posesión en aquella tierra por Francisco de Garay, gobernador de Jamaica” y que habían sido enviados a tierra con ese fin por el capitán Alonso Álvarez de Pineda[7]Cortés los halagó y convenció de ayudar a tomar el navío por medio de una artimaña, cosa que finalmente no pudo lograr. Después de este incidente, Álvarez de Pineda levó anclas y retornó por su ruta inicial hasta llegar a “un río muy caudaloso”[8] en cuya entrada había un pueblo grande. Allí desembarcaron y permanecieron por más de cuarenta días carenando[9] sus naves para posteriormente retornar a Jamaica, en donde Álvarez de Pineda o los pilotos dieron el mapa a Garay junto con una relación de los hechos sucedidos durante el viaje, mismos que luego fueron enviados por el gobernador a España.

En el dibujo hay unas anotaciones, mismas que a continuación pasan a detallarse partiendo de la Florida y hacia la izquierda:

·         La florida que dezian bimini que descubrió Joan Ponçe”.

·         hasta aquí descubrió Joan Ponçe”.

·         “desde aqui començo a descubrir francisco garay”.

·         “Rio del espíritu Santo”.

·         “rio …¿?” [10]

·         “Tamahox provincia”.

·      “asta aquí descubrió françisco de garay y Diego hazia el ueste y Diego Velazquez hazia el leste hasta el cabo de las higueras que descubrieron los pinçones y se les ha dado la población

·         “Almeria Sevilla[11] Veracruz (En el mismo sitio que el punto anterior)

·         “coçumel”

·         “Cabo y punta de las higueras”.

·         “pinçones”

·         “tierra firme”.

·         “beragua”.

·         “el nombre de Dios”.

·         “darien”.


Álvarez de Pineda cartografío alrededor de 800 millas de la costa del Golfo de México, comprobó que la Florida era una península y no una isla como pensaba Juan Ponce de León quien la descubrió a fines de marzo de 1513. Además, fue el primero europeo en explorar las costas de la hoy Texas.


Bibliografía:

·     Álvarez de Pineda, Alonso, Dibujo de la costa del Golfo de México desde la península de Florida hasta Nombre de Dios, Archivo General de Indias, MP-MÉXICO, 5 http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/20814?nm

·     Bañales, Goio, Francisco de Garay. El primer explorador vasco, Sopuerta, Cantera Lacilla, S.L. p. 67

·   Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo I, México. Pedro Robredo, 1939, p. 211

·     Fernández de Navarrete, Martín, Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV. Tomo III, Madrid, Imprenta Real, 1829, p. 65



[1] Goio Bañales, Francisco de Garay. El primer explorador vasco, Sopuerta, Cantera Lacilla, S.L. p. 67

[2] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo I, México. Pedro Robredo, 1939, p. 211

[3] Bernal menciona que eran tres las naves con 260 hombres.

[4] Enrique Sánchez Goyanes, Alonso Álvarez de PinedaAldeacentenera, Cáceres, 1494, Extremadura, Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica, 2015, s/p

[5] Díaz del Castillo, op. cit., p. 209

[6] Martín Fernández de Navarrete, Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV. Tomo III, Madrid, Imprenta Real, 1829, p. 65

[7] Díaz del Castillo, op. cit., p. 210

[8] Unos investigadores piensan que es el río Pánuco, otros que es el río Bravo o Grande.

[9] Carenar: reparar el casco de una embarcación.

[10] Según Fernández de Navarrete dice “Río Pánuco”.

[11] Cempoala